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Mi derecho a no votar

Eduardo Sepúlveda
Eduardo Sepúlveda

Es época de elecciones y todos son expertos en el tema; inevitable caer en la trampa. Hoy, defenderé el derecho al no voto, al abstencionismo; ¿por qué ir a votar si ninguno de los candidatos me convence? Peor aún, ¿por qué ir a votar si ya se ha demostrado una y otra vez que, independientemente de quién, el gobernado es el que menos gana en este juego de la democracia? ¿No sería entonces algo así como legitimar un sistema del que solo unos cuantos salen beneficiados?

El idealista te dice que votes, que es tu derecho y obligación, casi casi al mismo tiempo; “si no votas, no te quejes después”, se atreven a balbucear. Entonces, lo que ellos proponen es volverte parte de un sistema podrido, eso te hace buen ciudadano, desde su corta perspectiva. Otros defienden el voto porque a ellos les conviene que nada cambie; tienen, entre los candidatos, algún interés en particular que posiblemente los haga ver la misma situación desde una perspectiva menos desfavorable. Entendible.

Pero para el ciudadano común, para el ciudadano de a pie, ¿de qué le ha servido acudir a las urnas en los últimos procesos electorales? Digamos… desde que tiene uso de conciencia. En lo personal, de nada. Absolutamente de nada. Y no me siento menos ciudadano al elegir no perder mi tiempo en las casillas; pago impuestos. Cumplo.

Además, ahora resulta que cualquiera puede “aspirar” a un cargo público. Siempre ha sido así, pero parece que tuvieron que (en años recientes) llegar personajes como Sergio Mayer o Cuauhtémoc Blanco para ponerlo de claro manifiesto. No importa que no haya experiencia previa, ni siquiera que tengas una carrera respetable en la política (aunque el término “política”, a mi entender, es “la cosa pública”, es decir, lo que nos concierne a todos). Como sea, ¿por quién votar cuando los conocidos son “más malos por” y los desconocidos tampoco son opción… exactamente por lo mismo?

Ya me hice bolas. Pero en resumen sería algo así como elegir la enfermedad que me va a atacar y, al mismo tiempo (reitero), decir que estamos de acuerdo con una democracia fallida en la que nos imponen candidatos viables a ganar y otros tantos levantan la mano para ver cuánto se pueden llevar durante su “campaña”. ¿Propuestas serias? ¿Cuáles? Las que mayor eco hicieron fueron las de abrir iglesias, estadios y promesas de vacunas contra el virus de ocasión. Así nomás, hasta meme parecía aquella cosa tan jacarandosa. Pero entre tanto y tanto, tajada que se reparten del erario.

¿Se imaginan qué pasaría si de repente nadie acudiera a las urnas? El silencio también hace ruido. ¿Se imaginan lo que sería dejarlos solos, a ellos, a los que tienen hambre de poder y no hambre de comer? A los que prometen todo en campaña y luego brillan por no estar, una vez que llegan a donde querían. Voto nulo, abstencionismo, no es lo mismo, pero ambos son protestas válidas. Habría que ponernos de acuerdo hacia a dónde vamos a jalar. Y como me dijeron por ahí, que no se  quede nada más en “no votar”, sino que sea solo el principio de un verdadero cambio. Que sea el ciudadano quien elija a sus gobernantes desde que se convierten en candidatos; y que sea el gobernante quien sirva a sus gobernados.

¿Salir a votar en época de coronavirus? ¡Caray! Un riesgo agregado. Cierto es que tampoco podíamos dejar de más a los que ya ocupaban esos cargos de elección pública. Ahora, a esperar el relevo, que en Coahuila e Hidalgo fue un golpe claro al actual ejecutivo. En cuanto al panorama local, queda de manifiesto que el ejército de agentes de Vialidad que la actual administración armó no ha sido del agrado del ciudadano promedio. ¡Y vaya que los tránsitos brillan aún a plena luz del día! Con esos simpáticos uniformillos de los que fueron dotados, y que al menos eso podemos agradecer: son visibles a varios muchos metros de distancia.

Hasta cierto punto, entiendo a quién entusiasta participó activamente en la jornada electoral del domingo pasado (me consta que lo hicieron de buena fe), pero no comparto. ¿Cuánto se gasta en boletas, en campañas, en mantener “partiditos” políticos sin aspiraciones ni propuestas reales? ¿Cuánto le cuesta a México y al mexicano sostener el engaño?

Para mí, fue un domingo cualquiera: NFL, beisbol, carne asada… esa fue mi mejor elección.

*Tomado del Muy Nuevo Libro del Revelaciones según el Dihablo.

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