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Se antoja una carnita

Eduardo Sepúlveda
Eduardo Sepúlveda

Imaginen un día en el que no existan las mujeres. Que desaparezcan de la faz de la tierra. Así, de repente.

¿Qué sorpresa, no? Quedamos puros hombres en este maldito planeta, planeta... femenino. Quedamos nosotros y el planeta Tierra. ¿Se les viene a la mente hacer una carne asada? A mí también. No, no es una fiesta, no estamos celebrando algo; nos gusta la carne asada.

La mecánica es sencilla, juntamos dinero y vamos al súper a comprar las cosas. Costilla, cortes, tortillas, salsas (o las hacemos nosotros mismos, ya aprendimos), salchicha para asar, polaca, queso... Bebidas varias.

Prendemos el carbón, música, charla, anécdotas, tonterías, chistes machistas y ¡pum! Estamos en medio de una carne asada. ¿Alguien extraña a las mujeres? Nadie. Todavía no.

Y no celebramos nada, solo tenemos hambre y teníamos tiempo libre. Los teléfonos no vibran ni hacen ruido. ¿Mujeres? Sí, bueno, nunca falta en cualquier grupo el que comparte virus. Comemos bien.

Ya es hora de recoger. Todos a sus casas o a seguirle por ahí, el día aún puede vivirse. No hay mujeres por ninguna parte, la ciudad luce tan tranquila. Se respira sin problema.

En el hogar, no hay rastro de doncellas. Alguien se las llevó a todas sin previo aviso. Es tiempo de ver una película, descansar, hacer justicia... Escuchar música, leer, escribir... buscar a la novia, pero la novia no está. El teléfono sigue tan quieto y habita en el aire una paz inexplicable que comienza a inquietar.

Llega la noche, mujer también, nos abraza y nos envuelve hasta la mañana... Sí, ella. Y no hay nadie a nuestro alrededor. Habrá que prepararse el desayuno o ir con la señora de las gord... ¡esperen! ¡No hay señora de las gorditas; también es mujer y se ha ido junto con el resto! ¡Maldita sea! Nos queda el señor de la carnicería, por un buen bistek, igual y también hoy podremos prender el carbón.

Pasan los días y no hay noticias de ellas. El género femenino está solo en las palabras, ya casi ni me acuerdo cómo son, o cómo eran... ¡Hasta empiezo a ver guapo a mi compadre!

Pienso en las "japi gerls"... ¡Noooo! ¡Momento! ¡Ellas también son... o eran mujeres!

Pasa otra semana, un mes, dos... ¡no aguantó más! ¡No tengo a nadie que me la haga de cuento! Nadie que me abrace, me regañe, que me sonría, que me diga "te quiero"...

–    Compadre, ¿qué vas a hacer esta noche? – llamo desesperado.

–    Aquí nomás, compadre. Aquí nomás.

Mi compadre acepta salir a tomar una copa conmigo. Me baño, me arreglo, canto… Me pongo bonito y acudo a ver a mi compadre. Pronto y presuroso, muy perfumado. 

–    Compadre, ¿cómo que ya se tardaron las viejas en donde quiera que anden, no cree, compadre?

–    Sí, compadre, ya se tardaron, compadre.

La noche nos sorprende ahora a los dos y descubro pasos de mi compadre que nunca le había visto, ¡Qué bien baila el muchachón! ¡Ajuaaa!

La música no para en el antro, repleto de puro sombrerudo y sus pies, envueltos en botas de víbora blanca. Picudas. ¡Que viva la libertad!

Los días transcurren calmados. Los accidentes viales disminuyeron; a estas alturas ya casi nadie se acuerda de alguna vez existieron… mmm… los dinosaurios.

En casa, nos dividimos bien los quehaceres. Mi compadre lava, plancha, limpia la casa, mientras yo salgo a trabajar. No tenemos hijos; somos una familia moderna. De la comida me encargo yo y los domingos toca carne asada. Y los viernes o sábados por la noche. Y no es que estemos celebrando algo, nos gusta la carne asada.

No tenemos problemas al ver la tele y mis ronquidos no me dejan escuchar los de mi compadre. Dormimos como bebés bajo una cobija de tigre. El refri es de ambos, tenemos lo que nos gusta. El baño también lo compartimos, nos gusta ahorrar.

Sin embargo, el nuevo régimen, libre de gluten y dietas keto, carece de alma. Lo peor, cada que muere uno de sus habitantes, no hay forma de reemplazarlo; el pueblo se hace viejo y ya no se puede detener el tiempo.

Finalmente pasó, el mundo ha muerto. No queda ningún habitante… y es que ellas, un día se fueron.

 

Texto tomado del Muy Nuevo Libro de las Revelaciones, del Evangelio según el Dihablo (año 2083)

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