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Una Corte decorativa

Carlos Castañon

 

Tarde y mal...

En una película que me agradó, Backyard (Traspatio), del director Carlos Carrera, la actriz principal Blanca Bravo (Ana de la Reguera) hace el personaje de policía investigadora para el asunto de las muertas de Juárez. Una escena recordé esta semana: La agente Bravo encuentra el cadáver de una mujer asesinada y después llega el comandante de Juárez para afirmar tranquilo y con pausa: “Siempre llegamos tarde y mal”. Justamente esta aseveración me recordó el papel de la Suprema Corte de Justicia de la Nación al pronunciarse en la semana sobre el lamentable conflicto de Oaxaca. Llega tarde y mal. Tarde, porque tuvieron que pasar varios años para reconocer lo evidente: la omisión e incapacidad de las autoridades a la hora de resolver el conflicto y en particular su corresponsabilidad en los hechos. Mal, porque el pronunciamiento es un llamado de palabra que no tiene eco ni consecuencias. 


Los argumentos de la Corte concluyeron que sí hubo violaciones graves a los derechos humanos y que también hubo negligencia por parte de las autoridades, en particular del Gobierno Estatal de Oaxaca. El Ministro Guillermo Ortiz comentó: "Para mí el reproche fundamental es que no se cuidó el orden público en la ciudad, y que esta omisión, que fundamentalmente la veo a cargo del señor Gobernador, dio como resultado que el desorden generalizado produjera, por parte de los particulares, la afectación de derechos humanos fundamentales". Un tono similar usó el Ministro Genaro Góngora: “El gobernador Ulises Ruiz Ortiz es responsable por tratar de solucionar el conflicto de manera tardía y por haber ordenado, pese a tener todo en contra, el operativo fallido para desalojar el zócalo”.


Pero la votación entre los ministros estuvo divida, de ahí que se expusieron también opiniones como la del ministro Salvador Aguiano: “Ni las autoridades estatales ni las federales incurrieron en violaciones de garantías. Los integrantes de la APPO son un grupo subversivo, que pese a ello eran seres humanos y tenían derechos”.
Finalmente, tras la investigación que duró 19 meses y costó alrededor de 15.4 millones de pesos, la Corte llegó a la conclusión de que el tristemente célebre Gobernador de Oaxaca por el PRI, Ulises Ruiz, violó las garantías.


El Pleno de la Corte determinó que los hechos y omisiones demostrados en la investigación sobre lo sucedido en Oaxaca entre 2006 y 2007 constituyeron una grave violación de las garantías. De paso los ministros resolvieron que el ex presidente Vicente Fox no tuvo responsabilidad, si a esto le llaman no hacer nada. Quizá por el fracaso de Atenco, Fox no pudo o no quiso entrarle al problema y tuvo que venir a finales de diciembre el presidente entrante, Felipe Calderón para solucionar el conflicto. Al respecto el ministro Gudiño  comentó en el pleno que “el gobierno federal dejó por mucho tiempo en un estado de abandono absoluto a Oaxaca, al negarle el apoyo de las fuerzas federales que estaba obligado a brindar; parecía no haber estado”. 


La resolución de la Corte a lo más que llegará, y ojalá me equivoque, será a publicarse en el Diario Oficial de la Federación, en la Gaceta del Gobierno del Estado de Oaxaca y en el Semanario Judicial de la Federación. ¿Pero la justicia? ¿La rendición de cuentas? ¿Las pérdidas millonarias y el daño al patrimonio público? ¿La muerte de varias personas, incluyendo el periodista norteamericano Brad Will? ¿La impunidad de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO)? ¿La responsabilidad de Ulises Ruiz y sus funcionarios?


En una democracia funcional, México no es el caso, un pronunciamiento similar como el que realizó hace unos días la Corte, obligaría en lo inmediato a la renuncia del gobernador. Acá sin inmutarse, nuestro Ulises contesta por medio de un comunicado de dos líneas que su gobierno estará “atento”. Ayer declaró: “no voy a renunciar”. Ulises Ruiz puede dormir tranquilo porque  lo que diga la Corte se limita a un acto declarativo, y por lo tanto, decorativo. De esta manera, las pretensiones de hacerle un juicio político son irrelevantes porque al fin estarán en el dominio de su propio partido. Triste, predecible final.

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