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Tres historias

Carlos Castañon

Una buena manera de leer nuestros tiempos políticos, es a través de los efectos que generan sus relaciones, los resultados que producen y sobre todo, las acciones que se dejan de hacer. A veces resulta más revelador del poder lo que se deja de hacer, que lo que se hace. Para explicarme mejor, quiero referir al lector tres historias, que quizá resulten familiares para algunos, debido a la cercanía, al impacto que generaron o simplemente al daño y la molestia que causaron.

Responsabilidades

La primera historia comienza el sábado siete de marzo en la madrugada, cuando al agua empieza a desbordarse del canal de Sacramento hacia el bulevar Constitución, mientras los vecinos de Granjas San Isidro y el ex ejido El Tajito, tratan de proteger sus propiedades. Casi a medio día, el desbordamiento del canal de riego es controlado por las autoridades Protección Civil y la Comisión Nacional del Agua. Entre la indignación e interrogación de los vecinos, las autoridades de la Comisión Nacional del Agua señalaron como responsables del incidente,  al Gobierno del Estado de Coahuila, que a unos metros de ahí, realiza una obra vial por encima del canal. Pronto, el alcalde de Torreón, se deslindó del incidente, aclarando que la limpieza de los canales no es competencia del municipio. Lo cierto es que la basura acumulada en el canal, un pedazo de colchón por ejemplo, obstruyó el flujo del agua, ocasionando  un derrame en varias cuadras. Así, la fallida declaración de la vocera de Conagua, tuvo que ser retirada por Oscar Gutiérrez Santana, Director General de Cuencas Centrales del Norte. Resultado final: autoridades confundidas, “ciudadanos” irresponsables que arrojan basura donde sea, agua desperdiciada; más casas y comercios afectados.


Segunda historia. Del otro lado del Nazas, en el municipio de Gómez Palacio sucede algo que ya parece habitual. El domingo ocho de marzo a media mañana, el director del Cereso número dos, en aquella población, fue “levantado” por un comando para luego “intercambiarlo” por cinco reos que purgaban penas federales en un centro de readaptación estatal. De la irrupción al escándalo, el Gobernador Ismael Hernández Deras “ordenó una exhaustiva investigación”, para que luego el Procurador Estatal terminara concluyendo que el caso debe atenderlo la federación, pues la autoridad estatal sólo es “auxiliar”. El saldo final: una cárcel violada, una autoridad rebasada y cinco reos fugados.


Tercera historia. Cuando la voz no es suficiente, las piedras y las llantas animan un bloqueo el lunes nueve de marzo. La situación expresa el conflicto, debido a la falta de cumplimiento de un acuerdo de regularización de terrenos ejidales, firmado por parte del Instituto Estatal de la Vivienda Popular. Los vecinos terminan por llevar la inconformidad a las calles, como único medio para ser escuchados. Sin embargo, el bloqueo genera un caos vial, pero sobre todo, impide el acceso a la carretera a Mieleras, justo donde se encuentra una zona industrial importante de la ciudad. De víctimas a victimarios. El cierre de la carretera  afecta a empresas y automovilistas, mientras las autoridades municipales, impotentes para despejar la vía pública de la ciudad, quedan como rehenes, al no poder realizar ningún acto de autoridad por tratarse de un litigio entre particulares. El caos sigue, y no es, sino por medio del Gobierno Estatal, cuando se logra negociar con los vecinos y finalmente liberar la vía. Las horas pasaron y la autoridad sólo “observaba”, como si el problema, fuese de otro lugar, de otro municipio, pero no del propio. Cuando por fin los vecinos de la Ampliación Zaragoza Sur aceptan la negociación y el bloqueo se levanta, las consecuencias  del problema vial, y la afectación a terceros ya estaba hecha. 

Pero ¿qué relación tienen estas historias? ¿Por qué a pesar de ser tan disímiles  y presentarse en diversos lugares guardan una relación? ¿Qué las hace parecerse y por qué tienen una constante, un factor común? En apariencia, un mirada superficial, sólo percibe problemas, sin embargo, al analizar las situaciones vemos que una y otra vez las autoridades son incapaces de asumir responsabilidades, como suponiendo que los culpables siempre son los otros. Esa actitud irresponsable y ligera que fue acuñada de manera magistral por el ex presidente Vicente Fox: “¿Y yo por qué?”

Ya sea en el caso de la seguridad, no importa que la responsabilidad de la administración la tenga un gobierno estatal sobre el penal que opera, si al final, uno, dos, o cinco reos se fugan, porque mi responsabilidad termina con los delitos federales. Cuando se desborda el agua, los culpables son los otros: la basura, el gobierno vecino, pero nunca uno, que es responsable directo. Y si se trata de tomar una vía, los interesados siempre tendrán a favor su fin particular, incluso, sobre los demás, ya que por lo general habrá un gobierno limitado por el “costo político”, las futuras elecciones, o simplemente, porque no es de su competencia.

Al final, nuestras instituciones, nuestros gobernantes, sea del nivel que sea, tienen un mismo sello: una clase política mediocre, incapaz de rendir cuentas, resultados, responsabilidades.

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