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Billy Elliot

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Una de las claves más importantes en el desarrollo humano es reconocer las habilidades propias para ponerlas en práctica, cultivarlas y hacerlas parte de tu propia personalidad; se trata de un ejercicio de auto-reflexión, de saber identificar quién se es, hasta aterrizar en lo que se quiere, según no sólo esas capacidades, sino hasta dónde se quiere llegar al desarrollarlas. El proceso también requiere decisión y certeza, seguridad en uno mismo, pero, además, la convicción de perseguir oportunidades una vez que llegan, hasta trazar caminos que permitan evolucionar como personas.

Billy, el protagonista de Billy Elliot (Reino Unido, 2000) es un niño de 11 años que descubre casi por casualidad su habilidad para la danza; sin embargo, afronta el rechazo de un ambiente socioeconómico, familiar y cultural tradicionalista, que asume el ballet como una actividad ‘femenina’, producto de un machismo que impera por la mera inercia de reproducir estereotipos.

Bajo la conservadora percepción de que el baile como expresión artística parte de la naturaleza sensible ‘de la mujer’ (cuando en realidad es ‘del humano’, sin distinción de género), Billy es enviado a clases de box, una actividad de fuerza y coraje, asumida, machistamente, como ‘de varones’. No encuentra ahí no obstante, ni su lugar ni su ambiente; no sólo no es bueno en este deporte, tampoco ve en la actividad misma algo que le permita desarrollarse, física, mental y hasta emocionalmente.

Hijo y hermano de un par de mineros, Billy padece la crisis económica a raíz de la huelga de trabajadores -que en verdad sucedió entre 1984 y 1985 en Inglaterra-, que genera un ambiente de tensión dentro de una comunidad para la cual la prioridad es salir a flote en medio de la represión que opera quebrantando el espíritu de lucha del sindicato, dividiendo y enfrentando a los huelguistas entre ellos y resultando en comunidades enteras sumidas en la decadencia, la miseria y la pobreza extrema. Billy sabe, con ello en mente, que su padre no verá en la danza una vía de crecimiento real para su hijo, una oportunidad de vida o un talento que merece ser apreciado y nutrido, sino una ‘pérdida de tiempo’, que no ayuda de manera práctica o útil en la situación actual que atraviesa la comunidad y su misma familia.

El sentir de Jack, el padre de Billy, no es cruel o descalificador adrede, sino producto de su entorno; vive tan atento al inmediato presente, bajo la idea de que como obrero no tiene la libertad de trazarse más metas, que no entiende el potencial de una carrera artística y el impacto que puede tener en el desarrollo social de una comunidad en donde rara vez se trazan nuevos caminos, inéditas acciones que permitan otras formas de ver el mundo, y que permita a sus integrantes crecer, experimentar, crear y, así, progresar.

El baile enseña a Billy una disciplina de responsabilidad y compromiso a partir de la cual expandir los horizontes de su cuerpo y mente, gracias a la sensibilidad artística que le anima a pensar, aprender y reflexionar, hasta ampliar su visión del mundo, además del entrenamiento físico que lo pone a la altura de cualquier otro atleta. Pero ni Jack, ni Tony, el hermano de Billy, ni el resto de la comunidad pueden ver esto, porque no están acostumbrados a escuchar del desarrollo humano como una realidad palpable, dado que viven dentro de un sistema en que el trabajador, la clase obrera, es tratada siempre como una pieza (remplazable y homogénea) de la máquina (el molde conservador capitalista) que gira cada día en la rutina, sin forma de crecer más allá de su funcionalidad para el trabajo asignado: monótono, uniforme y mecánico. La vida de los mineros, la pobreza en que viven no les permite siquiera pensar en otras formas de vida o imaginar que un hombre es capaz de cultivar sensibilidad artística. Sólo perciben al muchacho como un futuro compañero de trabajo en el fondo de las minas.

Es la señorita Wilkinson, la maestra de Billy, quien primero valora el potencial único del chico y lo invita a solicitar su ingreso a una academia para convertirse en bailarín profesional. De entrada Billy duda, ya sea por la percepción social que sabe lo asumirá con rechazo, como alguien que no encaja con el molde preestablecido (aunque él mismo no lo ve así), como también por la difícil realidad económica que tendrá que enfrentar para forjarse un futuro viable. Alejarse del hogar paterno trae consigo mayores gastos que el padre no parece estar en posibilidad de afrontar, y, desde luego, para el joven significará confrontar la soledad que se desprende de la lejanía de padre y hermano.

La única realidad que la clase trabajadora conoce es el esfuerzo que se imprime en la labor del día a día; así que si el arte no es tangible (y por ende, en su percepción, de un valor no cuantificable), perseguir metas puede entonces percibirse más como un sueño idealista que como una realidad factible. Ese es el reto al que se enfrenta Billy, la impensable idea de lograr esas metas que no se acomodan a los parámetros socialmente acostumbrados, no por incorrectos o imposibles, sino sólo desconocidos. El traspié es que esa sociedad acostumbrada a la practicidad, no está familiarizada con valorar las cosas más allá de su utilidad pragmática, lo que limita su desarrollo intelectual y emocional; un estado facilitado por la organización de un sistema que en su dinámica misma así lo propicia.

Como Billy lo entiende y lo vive, el baile es libertad, no debilidad, según podría asumir la sociedad acostumbrada a una creencia retrógrada de que el hombre es aquel ser que no demuestra sus emociones o sentires. Billy cuestiona ese rechazo social a partir de unos roles definidos por una predominante ‘cultura masculina’, que diferencia entre ‘hombre’ y ‘mujer’ según actitudes y funciones asociadas a una diferenciación culturalmente machista propensa a categorizar sin verdadero respeto de equidad o reconocimiento de capacidades. Si el estereotipo negativo y mal fundamentado hacia el bailarín de ballet lleva a las personas a asumir una imagen imprecisa de quiénes son y descalifican por no conocer realmente lo que hacen, la respuesta, como hace Billy, es demostrar la imprecisión de la aseveración: el baile es expresión estética, que nada tiene que ver con una categorización de género y mucho tiene que ver con la habilidad humana de crear, interpretar y comunicar.

Para Billy, bailar es librarse de todas esas ideas y vivencias que simbólicamente lo asfixian: la huelga en su comunidad, la crisis económica y la pobreza cultural de su entorno, o la presión por ser igual a su padre y hermano, en lugar de definir y priorizar quien quiere ser él. La importancia de encontrar su camino y tener el coraje de seguirlo implica valor y fuerza emocional, reflejada en defenderse y confrontar hasta hacer entender a los otros que bailar es algo que elige, no por capricho o debilidad de carácter, sino, al contrario, porque siente que es la forma en que puede expresar su creatividad.

Su iniciativa y mente abierta, que le permiten entender el mundo como una realidad donde todos los individuos pueden desarrollar sus capacidades con igualdad de oportunidades, contrasta con el resto de su contexto, un pequeño pueblo en el que impera el estancamiento cultural, donde cada persona cubre su función y se limita a la rutinaria existencia que mantiene al colectivo en una monotonía. Si la señorita Wilkinson y eventualmente la familia de Billy entienden que una voz como la del chico no puede quedar encerrada en las cuatro paredes de este ‘vacío’ es porque se dan cuenta que otro tipo de experiencias ayudarán al chico a alcanzar logros más allá de la habitual estática que impera a su alrededor. El arte se muestra como una opción de liberación, emocional al principio, pero económica y social después.

Billy difícilmente encajaba en su entorno y se sentía presa del distanciamiento y la falta de conectividad hasta con su propia familia. El ballet se convierte en una forma de hacer notar su sentir, anhelos y frustraciones, hasta descubrir su lugar en el mundo. La clave es dedicación y disciplina, perseverar con responsabilidad; aprender del otro pero también enseñar lo que se sabe, cuestionando en el camino las normas sociales que impiden el desarrollo personal.

¿Cómo valorar al artista, si la sociedad no está acostumbrada a valorar el arte? ¿Cómo valorar la iniciativa propositiva de los individuos, si la sociedad no está aleccionada a defender este principio? Resulta contradictorio que a veces se condene aquello mismo que se promueve, especialmente cuando el principio de libertad debe estar sustentado en el respeto. El ideal es una sociedad sin prejuicios, abierta a oportunidades para desarrollar individuos en todo su potencial y receptiva de las necesidades de sus integrantes. No obstante, la lucha de clases sociales representa un importante punto de presión, donde la situación financiera carga con una influencia determinante en las oportunidades de desarrollo social, familiar, económico, profesional y personal, determinado también por la inhabilidad de crecimiento que impera dentro del sistema que oprime a las clases al fondo de la pirámide, y con predisposición a la discriminación a partir de ideas conservadoras que limitan el desarrollo humano, en lugar de incentivarlo, al tiempo de proponer y reproducir moldes, machistas, conservadores y absolutistas.

Si Billy destaca en el ballet, no es sólo por la disciplina en sus movimientos, sino en cómo se expresa a través de ellos. El arte habla de la sensibilidad humana, estética pero expresiva y con ello reflexiva. El baile también es cultura y cultura es también crecimiento. Para aprender a apreciarlo debe haber una educación, no sólo cultural, también moral. Billy se rebela a través de la danza y demuestra así como en el arte se encuentran la educación y una visión vital para cambiar el mundo, posible porque existe en la disciplina un acercamiento del hombre consigo mismo, así como del hombre con sus semejantes.

Dirigida por Stephen Daldry y escrita por Lee Hall, la cinta está protagonizada por Jamie Bell, Julie Walters, Gary Lewis y Jamie Draven. Estuvo además nominada a 3 premios Oscar: mejor director, guión original y actriz de reparto, para Walters.

Ficha técnica: Billy Elliot

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