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Mente indomable

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

¿Qué se necesita para que una persona alcance todo su potencial? ¿Disciplina, inteligencia, apoyo, solidaridad, conocimiento, condiciones socioeconómicas favorables, determinación, talento? Y qué es el talento sino una aptitud que se nutre a partir de la disciplina, con esfuerzo, determinación e inteligencia, pero también con la ayuda de un guía, de un mentor que oriente las inquietudes del discípulo, que proporcione las herramientas, saberes y destrezas, necesarias para aprender y superarse, que indique las capacidades de observación, adaptación y socialización que permitan al individuo conocer su contexto socioeconómico y, a partir de ahí, decidir las acciones que mejor favorezcan a su propio desarrollo.

¿Qué aspiraciones puede llegar a tener un joven de bajos recursos, viviendo en un barrio pobre y trabajando como conserje en una universidad? No es que no tenga la capacidad o el potencial para alcanzar grandes cosas, o que se le etiquete, descalificándolo, por mero prejuicio, es que el camino que recorre no es el mismo que alguien con sus mismas habilidades, pero distinto contexto social; o el de alguien viviendo en su misma realidad de vida, mismo ambiente social, pero con un menor nivel de preparación del intelecto. El problema es que si desconoce su propia capacidad intelectual, si no valora su cultura, tanto la adquirida en los libros como la asimilada del contexto social, no puede vislumbrar un futuro distinto al que la inercia de la vida cotidiana le condena.

¿Cómo cambiarían sus aspiraciones reales, si alguien descubriera su talento para las matemáticas? Es ahí por donde empieza la película Mente Indomable (EUA, 1997), dirigida por Gus Van Sant y protagonizada por Matt Damon, Robin Williams, Stellan Skarsgard, Minnie Driver y Ben Affleck. Nominada a 9 premios Oscar, incluyendo mejor película, director y actor principal, la cinta ganó dos galardones, en las categorías de mejor actor de reparto, para Williams, y mejor guión original, para Damon y Affleck. La historia se centra en Will, quien luego de que el profesor Gerald Lambeau descubre que fue él quien resolvió un complicado teorema matemático formulado para sus alumnos, lo acoge como su discípulo con la intención de formarle a su semejanza y convertirlo en una figura exitosa dentro del campo de las ciencias matemáticas, toda vez que descubre su intelecto de genio, excelente memoria, gran capacidad de deducción, aunque cero formación académica, más allá de la básica. La idea es que con apoyo y formación académica universitaria, Will podrá destacar en la investigación científica.

Will termina en la cárcel por una pelea en un bar y Lambeau acuerda un arreglo para que se le permita la libertad condicional, a cambio de que el chico acepte clases tutoriales con él, además de una sesión semanal terapeútica. Para el profesor, Will es una persona con mucho potencial pero talento desperdiciado, a quien quiere guiar hacia el éxito profesional, que, piensa, se traducirá en grandes logros dentro de la ciencia a través de un ejercicio académico que le gane premios, reconocimiento, buen salario y una posición importante en alguna empresa o agencia gubernamental; porque es así como Lambeau entiende el talento, como una habilidad que debe servir a otros, explotada más que potencializada, a favor de un reconocimiento que piensa se traduce en realización personal.

El problema es que Will no ve su futuro con los mismos ojos, porque no ve su presente como algo más allá del cotidiano rutinario que es su vida, la simpleza del empleo ocasional y las salidas en convivencia con sus amigos, Chuckie, Billy y Morgan. Según Will lo ve, su forma y estilo de vida personal no es sino el resultado natural de su realidad, de su ambiente social, el cotidiano y común denominador en su entorno, que incluye una posición socioeconómica baja en la escala social, con la que se conforma, pues toda la gente que conoce vive igual que él. No ve su presente como un fracaso, tampoco como un logro, sino como un barco a flote que no aspira más que a seguir la corriente, no importa a dónde le lleve.

La intención de la terapia con un psicólogo es que le ayude a visionar hasta dónde podría llegar, académica, personal y profesionalmente, pero la actitud de Will no es para nada colaborativa, por lo que, luego de retar y ahuyentar a 5 especialistas, Lambeau acude a su último recurso, su antiguo amigo y colega, Sean Maguire, alguien que también creció en la misma zona de Boston que el joven; en lo que Lambeau confía para crear una relación de unión entre ambos, mediante la cual el chico acepte abrirse, si no a la ayuda, por lo menos a las ideas que él tiene que proponerle.

Sean acepta el reto y elige una aproximación que se caracteriza en dar espacio a Will para cambiar el constante desafío a la autoridad, una actitud a la defensiva planeada para alejar a las personas, y entonces dar paso a la aceptación de su persona, igual que hacia otros, de quienes desconfía. Para abrirse a conocer a otras personas Will primero tiene que estar dispuesto a hablar de sí mismo, así que Sean se enfoca en su inseguridad, miedo al compromiso, problemas de autoconfianza y el peso de otros traumas del pasado que han resultado en una negativa para arriesgarse, por miedo al fracaso.

Sean se da cuenta que Will es observador e intuitivo, así que comprende que si se acerca con una actitud de ‘yo lo sé todo’ o ‘yo te diré qué tienes que hacer’, lo que logrará es que el otro lo confronte. Opta entonces por ofrecer apoyo y confianza, no diciéndole qué hacer, cómo mejorar o señalando fallas, sino haciendo ver la importancia de las decisiones. Will necesita enfrentarse a sí mismo, pero de nada ayuda la manipulación que impone sus ideas, que es lo que Lambeau hace en un punto de la historia. Para Sean no se trata de empujar a Will al camino que Lambeau espera para el chico, sino guiarlo y orientarlo a reflexionar qué es lo que quiere, qué necesita, cómo puede crecer como persona y hacia dónde desea dirigir su vida; cualquiera que sea su decisión, mientras sea suya.

La pregunta es, en efecto, qué quiere Will para sí y qué cree que es a lo que puede aspirar. Su visión de éxito, estabilidad, anhelos o realización no es más que la simplicidad de las cosas, precisamente porque esa es su zona de confort, a la que ya está acostumbrado. Ahora que su inteligencia y memoria fotográfica, aunado a un interés por la lectura y el aprendizaje, le han abierto un camino diferente, es claro que está renuente a transitar por él, porque significa adentrarse a lo desconocido. Tiene talento, pero no quiere saberse o sentirse diferente por eso, por lo que rehúye a ser reducido a su habilidad con los números; pero ese mismo talento, que ha cultivado con lectura y observación, no puede ser limitado, o encajonado, desperdiciado o desechado, sólo por el miedo a dar un paso adelante (o decidir ‘no decidir’).

Para Will es más fácil mantenerse estático porque es ‘seguro’, hasta que Sean le exige tomar valor, asumir el reto y enfrentar al mundo. Mejor intentarlo y equivocarse que no intentarlo para nada. El punto clave es retarlo, en sus propios términos, con inteligencia, no desafío. Es finalmente Chuckie, su mejor amigo, quien le pide y convence de no dejar ir la posibilidad de un futuro mejor sólo por miedo o desidia, por preferir la rutina porque es lo que ya conoce; sería como jugar a lo seguro incluso cuando se tienen las mejores cartas de la baraja, desperdiciando su ventaja.

Además de Chuckie, Sean y hasta Lambeau, el viaje hacia el crecimiento personal y emocional de Will también se ve impactado por la presencia de Skylar, una estudiante de la universidad de Harvard, con gran riqueza económica, resultado de una herencia que recibió, y con la expectativa de continuar sus estudios profesionales en otra institución de prestigio una vez que se gradúe. Skylar es todo lo contrario a Will, en su estilo de vida y perspectiva. Ella tiene dinero, quiere destacar académicamente, quiere estudiar y aprovechar la que cree la mejor educación posible; aspira a todo éxito a su alcance conforme a sus capacidades y oportunidades. Si Skylar sueña demasiado, porque puede, esto contrasta con Will, que no sueña nada, porque no quiere.

Si Will duda es por la sensación de que sólo se le otorgan consideraciones por algo que parece casi incidental, un talento. Lo que no se da cuenta es que el talento en sí no llega ni se nutre solo. Si sabe sobre historia, ciencia, teoremas matemáticos y demás, es porque se ha interesado en investigar y conocer, leer, preguntar y aprender. No cualquiera puede tener un talento como el de Will, pero sí cualquiera puede ponerse a trabajar para ser el mejor en lo que hace. Si Will ha llegado tan lejos como lo ha hecho, es porque él se ha abierto camino solo, y si puede alcanzar grandes metas, es porque es capaz de hacerlo; el problema es su inhabilidad para creer en sí mismo, en la idea de que lo que sabe, no es significativo.

Parte del conflicto de Lambeau con Sean es reclamarle ‘dejar ir’ el potencial de sus habilidades, desperdiciar su vida en pequeñeces. Sean decidió casarse, sentar cabeza y enseñar en la universidad, a diferencia de Lambeau, quien se convirtió en un reconocido y premiado matemático, dedicado sólo a los estudios. Éste ve la decisión de Sean como un error, lo sea o no, pero porque lo mide en función a sus propias aspiraciones y prioridades. De ahí que Lambeau esté tan interesado en acoger a Will, en un intento por moldearlo según sus parámetros, algo a lo que Sean no llama guía, sino manipulación, porque no da espacio a Will para decidir.

Si la mente de Will parece ‘indomable’, eso es bueno; ninguna persona debe aceptar ser sometida o ser dócil y sumisa. Will es más bien reacio, necio, renuente a aceptar apoyo o consejos como mecanismo de defensa para esconder lo que adolece, es decir, inmadurez emocional. Instruirlo es darle espacio, ser flexible en lugar de amenazante. Pero, ¿no es así como debería tratarse siempre a todas las personas? ¿No todas las mentes deberían ser ‘indomables’? La verdadera pregunta es si existen las condiciones para dejar ser libres a las personas, para enseñarlas a ser en verdad libres y cultivar su natural inconformidad y rebeldía; libres de acción pero antes también de pensamiento y opinión.

“Solo se aprende tratando”, dice Sean; y eso es a lo que, en algún punto, todos tenemos temor. La pregunta es, qué hace cada quien al respecto. Si Sean ‘lo tenía todo’ y eligió algo distinto, esa fue su decisión; si Skylar tiene todas las oportunidades y decide ir tras ellas, esa es su elección; si Chuckie ya tiene todo a lo que puede aspirar, lo que desea y es feliz con ello, es así como él lo dispone. Ahora es turno de Will decidir qué hacer, según lo que puede, de lo que es capaz, a lo que puede aspirar, lo que se le presenta como oportunidad y lo que asume como reto superar.

Fracasar es cuando la caída provoca frustración y el resultado, que no es el esperado, se asume como no aprovechado, o malogrado. Pero fracasar significa que todo está perdido, no que algo fallido puede enmendarse o cambiarse. Si no se aprende del tropiezo, en efecto, la situación se asume como funesta, pero si se enfrenta con responsabilidad y la persona sale adelante, precisamente gracias a la experiencia, más bien se trata de un tropiezo. El problema viene cuando el miedo a cualquiera de las resoluciones, paralizan al individuo. Entonces, la rebeldía, un espíritu indomable, en realidad es un buen instrumento para salir adelante en el transito vital hacia una existencia satisfactoria para uno mismo y para la sociedad.

Ficha técnica: Mente indomable - Good Will Hunting

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