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Damas en guerra

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Tener expectativas es tener esperanza, para realizar o conseguir algo que se anhela, que tiene posibilidades de que suceda y por eso se desea que así sea. No obstante, si aquello deseado no se consigue, puede provocar frustración, angustia y crisis. Idealmente el individuo asumiría el reto adaptándose y fijando nuevas metas, pero si se afianza a aquello que ‘puede ser’, la obsesión por ese deseo incumplido lo puede llevar a estados de ansiedad, de sentimiento de incapacidad, de fracaso o incluso a la pérdida del sentido de la vida.

La frustración puede llevar al estancamiento, a la inercia, y ésta al sentimiento de fracaso, lo que provoca, entre otras cosas, inseguridad y miedo. Ante una situación así, no hay muchas más opciones que levantarse de la caída; el cómo, a su vez, marca el ritmo del proceso de maduración del individuo. Una situación así se observa en Damas en Guerra (EUA, 2011). Dirigida por Paul Feig y escrita por Annie Mumolo y Kristen Wiig, la película está protagonizada por Wigg misma, Maya Rudolph, Rose Byrne, Wendi McLendon-Covey, Ellie Kemper, Melissa McCarthy y Chris O'Dowd. La cinta obtuvo además dos nominaciones al Oscar, mejor guión original y mejor actriz de reparto (para McCarthy). Annie, la protagonista, es una mujer a punto de ‘tocar fondo’ y que tendrá que aprender a adaptarse y crecer, no a partir de lo que dicen otros, o de lo que los demás creen o esperan de ella, sino de lo que ella quiere, decide y logre por sí misma.

Annie deambula por la vida en inercia; sus compañeros con quienes comparte casa-departamento no la quieren ahí, tuvo que cerrar su negocio de pastelería por problemas económicos, trabaja como dependiente en una joyería, donde no le gusta lo que hace, tiene una relación casual con un hombre que no la respeta y lo único que la mantiene a flote es su amiga Lillian, sólo que aquella se compromete y centra toda su atención en la planeación de su boda, por lo que Annie termina por sentirse desplazada y entra en crisis, a pesar de convertirse, como esperaba, en la dama de honor de su amiga.

Como resultado de esa bola de nieve de infortunios que crece y crece, Annie comienza a desmoronarse emocionalmente, producto de varios tropiezos que propician que tienda a infravalorarse, especialmente ante la presencia de Helen, otra de las damas de honor de Lillian, quien compite también por la atención de la novia y que, instintivamente, desea tomar el control del proceso organizativo de la boda, dado que está acostumbrada a hacerlo.

Lo que ambas mujeres no se dan cuenta al momento, Annie y Helen, es que comparten un deseo de aceptación y aprobación, o la expectativa del reconocimiento, en este caso de Lillian, pero extendido a los demás involucrados en la boda, los invitados, los padres, los familiares y los amigos, como forma para amortiguar sus inseguridades y miedos. Annie no deja de sentirse fracasada, viendo cada caída que le sucede como demostración de sus fallos (pierde su empleo, la corren de su departamento y parece que cada idea que tiene para la boda, termina en desastre); que realmente lo sean, es otra cosa diferente. Helen a su vez canaliza toda su energía en sobresalir, porque sólo así recibe elogios y reconocimiento, pues en casa, con su esposo e hijastros, esto simplemente no sucede.

Las dos quieren atención, porque las dos tienen inseguridades, y entran en competencia creyendo que la misión de su ‘oponente’ es provocar un desacierto más que sumar a sus caídas (aunque esto no sea cierto, sólo sienten que es así). ¿Por qué pelear por ser el centro de atención, cuando en una boda, quienes toman este papel deben ser los novios que se casan? La respuesta parece ser que lo hacen para compensar por su insatisfacción consigo mismas.

La solución no es sentir lástima por quiénes son, pero para Annie es más fácil la autocompasión que tomar medidas correctivas. Si se mantiene a la deriva puede seguir jugando con la mentira de que no es más que víctima de sus circunstancias; un autoengaño que se cree, para evitar tomar responsabilidad de sus decisiones: si su negocio fracasó es por la recesión, dice (y se justifica) ella; si no tiene un mejor empleo, es porque su negocio fracasó; si no tiene dinero para pagar la renta de su departamento, es porque no tiene un mejor empleo y así sucesivamente. Pero Annie es producto de las decisiones de Annie y la única forma como cambiará su vida es hasta que deje de postergar y esperar a que algo ‘mágico’ suceda. No puede quejarse de estar insatisfecha con su vida, no hacer nada por cambiarlo y luego quejarse cuando el resultado no es como esperaba.

El problema es que aparte de no saber ser asertiva, tampoco sabe cómo salir del estancamiento en el que se encuentra, una zona de confort que aprendió a alimentar con una actitud conformista, en la que pretende que tiene lo que puede porque las circunstancias le son adversas, o porque nadie la “quiere”, o porque la dura realidad la golpea sin razón ni sentido; en una palabra, su actitud refleja la idea de que todo es culpa del “destino”, de los otros, nunca de lo que ella hace y es.

Para confrontarla su madre le pone de ejemplo la historia de una persona que sólo puede salir del hoyo metafórico en el que se encuentra, hasta que toca fondo, porque para entonces no hay otra dirección hacia dónde ir, más que hacia arriba. Eso es básicamente lo que pasa en la vida de Annie; no se dará cuenta de los problemas reales que tiene que enfrentar, sino hasta que lo pierda todo, al grado que no pueda seguir refugiándose en la negación y la negatividad. Desde esta perspectiva, la lección que su madre quiere inculcar a Annie es que siempre hay algo positivo, que puede aprenderse de todo lo que parece estar saliendo mal; todo depende de la actitud con que se mire y de las acciones que se puedan asumir para enfrentar los retos.

El compromiso de Lillian representa un orgullo para su amiga, pero al mismo tiempo, su dicha es también un punto de referencia que Annie usa de muletilla para sentirse lástima. Ella celebra el éxito de sus similares, pero quiere sentirse en el mismo nivel de satisfacción comparativa, sin hacer algo porque así suceda; entonces, en lugar de convertirse esto en un motivador, se vuelve la fuerza que la empuja a claudicar, incluso antes de intentar.

“Tú eres tu problema y también eres tu solución”, le dice Megan, otra de las damas de honor de Lilian, a Annie. Ella pone como ejemplo su propia experiencia, señalando cómo, cuando era pequeña, las personas se burlaban de su aspecto físico, pero en lugar de lamentarse, esconderse o acusar al otro de su propio destino, decidió enfrentar la vida como venía, saliendo adelante, a pesar de los demás; confrontando pero no lastimando al otro en el proceso, sino madurando por encima de él. Su filosofía de vida es relevante: no importa qué digan los demás, no es posible vivir a partir de las expectativas de otros o visualizarse a partir de sus ojos. Si Annie quiere alcanzar una meta, debe trabajar por llegar a ella, porque eso es lo que la hará feliz; si quiere estar satisfecha con su presente, debe hacer algo por mejorar aquello que no la hace feliz. Es importante, en efecto, un incentivo, un apoyo y una voz solidaria, el error es no ver ni escuchar esa ayuda cuando extiende la mano, pensando que la mala suerte es una variable incontrolable ‘que nos hace presas de las circunstancias’. Al toro hay que agarrarlo por los cuernos, dice el dicho.

Lillian se molesta con Annie cuando ella actúa de forma inmadura, pero eso no significa que la odie o le desee lo peor. Annie siempre tendrá a Lilian, sólo debe evitar que su inseguridad tome el control de su persona y la haga ver tragedias en donde no las hay. Annie explota sí, emocionalmente hablando, y esto es importante, porque esta reacción crea una catarsis que arrastra y limpia con todo lo que le ha sucedido; ahora el punto es crecer de ello, aprender y no regresar al mismo punto de estancamiento. Además Annie también tiene a su madre, a Megan y a otros amigos y conocidos que no por no coincidir con ella, significa que estén en su contra. Helen no le desea mal, al contrario, hay un grado de admiración que nota en las cualidades de la otra que la hacen a ella sentirse insegura. Si tan sólo Annie mirara a Annie a través de los ojos de estas personas, que no quieren forzosamente dictar su futuro, sino invitarla a ella a observar cuántas opciones de cambio tiene enfrente. Quizá lo necesario sea aprender a escuchar al otro e intentar comprender sus acciones, en lugar de juzgar, descalificar y alejar a quienes nos rodean.

Al final la clave es el perdón, perdonar al otro pero también hacerlo con uno mismo; entender que cada quien vive su propio mundo. Lo que para unos es insignificante, para otros es todo un acontecimiento; lo que para algunos no tiene valor, una palabra, un gesto, un evento o una decisión, para otros ese detalle cambia el rumbo de la vida. Lo importante es saber que las acciones, decisiones, conductas o actitudes personales van definiendo lo que somos y lo que pretendemos ser, pero que cada una de las personas con quienes convivimos valora esas acciones y conductas desde su propia y personal experiencia.

Las personas no pueden moverse guiándose a partir de lo que otros esperan de ellos, porque no son los otros los que harán sus sueños realidad; si las expectativas de vida se las traza el individuo, es él, el interesado en alcanzar la meta quien debe definir el qué hacer y cómo realizarlo. Si para avanzar hay que sanar heridas, comenzar por uno mismo o ayudarse a uno mismo, es tal vez la parte más importante para permitirse crecer. Esto aplica para Annie, para Helen, para Lillian, para Megan o para las demás damas de honor y personajes en la historia; tomar el primer paso no es sencillo, Annie tropieza en su recorrido porque el cambio no le es fácil y porque en principio se niega a reconocer que sus decisiones son los factores que la han ubicado en el estado anímico y financiero en que se encuentra; o Lilian misma entra en crisis cuando se da cuenta que casarse implica que la vida será diferente para ella de ahí en adelante y tiene la expectativa del apoyo incondicional de su mejor amiga y de sus otros seres queridos, pero por lo mismo no percibe los problemas que a su alrededor se generan. En breve, así como las expectativas, avanzar sólo puede hacerlo la persona misma, en cuanto sea ella quien decida.

Ficha técnica: Damas en Guerra - Bridesmaids

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