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Zootopia

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Estereotipo es un calificativo que encasilla, porque exagera un solo rasgo o característica de aquella persona o grupo de personas que comparten cualidades y que, en consecuencia, simplifica o reduce a un plano simplista determinados aspectos de la forma de ser o existir de aquellos a que se refiere, descuidando o no prestando atención a otros factores relevantes. La etiqueta limita, pues juega con expectativas y oportunidades, conjuga prejuicios y señala sólo la percepción de una sola seña distintiva, por sobre el mar de matices que conforman al hombre. En respuesta, el individuo choca con sus similares por la clasificación reducida que le cataloga, pero también lo lleva a entrar en conflicto consigo mismo, pues termina por cuestionar, invariablemente, para bien o para mal, su identidad, quién es y cómo es percibido.

De esto habla, entre otras cosas, la película animada de Disney, Zootopia (Estados Unidos, 2016), dirigida por Byron Howard y Rich Moore, con Jared Bush como co-director, a partir de un guión co-escrito por Jared Bush y Phil Johnston. La historia se centra en Judy, una conejo que tiene el sueño de convertirse en oficial de policía, a pesar de que su especie no es vista como apta para el trabajo, dada la percepción que se tiene de los conejos, animales tranquilos y dóciles, fáciles de superar en fuerza, lo que a su vez no empata con el perfil (también cuadrado, encasillado) que se moldea del policía, útil sólo si es fuerte y rudo.

Judy, con astucia e inteligencia, compensa durante su entrenamiento lo que para otros es una debilidad, su tamaño pequeño, en comparación con diversos animales policía como leones, rinocerontes o elefantes. Al graduarse se muda a la ciudad de Zootopia, esperando crecer profesional y personalmente, en un ambiente en el que cree puede desarrollarse con más aceptación y menos prejuicios, pues se trata de una urbe moderna que asume cosmopolita y abierta a la diversidad.

No obstante y a pesar de su intento por demostrar que ser conejo no es una limitante, porque la diferencia le permite ofrecer otro tipo de cualidades que sean útiles dentro del departamento, Judy es asignada al trabajo de tránsito, recolectando multas en las calles. Asume sin preguntar, sea de paso, que su asignación es respuesta a un prejuicio en su contra, no una tarea destinada a ella por ser nueva recluta en el departamento, y como nadie aclara o explica la duda, reacciona resentida a la que nota como exclusión.

Decidida a probar su valía, tras apresurarse y aventurarse a perseguir a un ladrón, al que atrapa pero rompiendo las reglas que dicta su agencia, y en consecuencia, recibe una llamada de atención; entonces Judy se ofrece voluntaria para resolver uno de los muchos casos de desapariciones de mamíferos. Creyendo que en efecto Judy no es ‘apta’ para el trabajo, su jefe acepta y la pone a seguir la pista al señor Nutriales, al que finalmente rastrea con la ayuda de Nick, un zorro astuto que vive del engaño, pues revende mercancía para sacarle el mejor provecho a la transacción (realidad base, a fin de cuentas, del sistema mercantil y capitalista).

Es partir de la investigación del caso que Judy se da cuenta que ella misma no está libre de prejuicios. Reclama aceptación y respeto, porque ha vivido en carne propia lo que significa ser catalogado y empujado a un lado, producto de la etiqueta y el estereotipo, pero no siempre sigue el ejemplo de lo que profesa. Sus alrededores se tiñen de la diferencia entre ‘presa’ y ‘depredador’, que implícitamente remiten al animal ‘débil’ dentro de la cadena alimenticia, es decir, ella como conejo o los animales similares y pequeños como ella. Judy cae por eso mismo en una actitud de rechazo y resentimiento casi sin darse cuenta, cuando se ve rodeada de una variedad de personalidades, comportamientos y actitudes a las que nunca ha estado expuesta y la inevitable relación o convivencia con especies con las que rara vez había entrado en contacto y, por tanto, con las que no sabe cómo reaccionar, cómo tratar, cómo convivir.

Como Judy no conoce con certeza, cataloga a partir de lo que sabe, pero con ello encasilla y simplifica al otro, sin siquiera conocerlo. Mira por ejemplo a Nick con sospechas, porque lo sabe un estafador al que atrapó cometiendo su crimen, pero, al mismo tiempo, porque se acerca con desconfianza y lo califica como peligroso a partir del único referente que tiene, el antecedente que la marcó de niña, cuando un zorro, compañero de clase, que les hacía bullying a los otros niños, le pegó a ella por defenderlos.

Su percepción de rechazo se cimienta en lineamientos históricos que dicen que los animales depredadores siempre someten a los catalogados como presas; en este caso zorros a conejos; lo que resulta en la deducción de que unos no pueden ser amigos de los otros, sino al contrario. ¿Pero son todos los zorros ‘violentos’; son todos los conejos ‘amigables’?; ¿son todos los zorros, ‘enemigos’ de los conejos? No, eso es lo que Judy concluye a partir de lo que vivió, de lo que escucha y de lo que se rumora. Se forma una opinión a partir del colectivo, a partir de la experiencia, pero luego engloba en el estereotipo a todo el conjunto, sin siquiera permitirles el beneficio de la duda, menos aún el conocer, informarse y reflexionar.

Judy entiende finalmente que no puede juzgar a Nick, ni a otros zorros, ni a otros animales, de la misma manera sin distinción, sólo basándose en el prejuicio plantado a partir de un estereotipo. Nick no es todos los zorros de su especie, ni todos los zorros son como Nick. Nick es Nick y sí, comparte rasgos esenciales con los otros como él, pero en esencia, es resultado de muchas cosas más que lo identifican, como sus decisiones, aciertos, desaciertos, opiniones, reflexiones, ideas e ideales. El zorro acecha y Nick engaña, pero eso no significa que él sea ‘malicioso y violento’ como se les suele pintar a los otros como él; y lo mismo puede decirse de todas las especies en general; no todos los conejos son como Judy, aunque haya rasgos distintivos que ella comparta con otros conejos.

Para ponerlo en perspectiva está el propio Nick, quien inicialmente ayuda a Judy para evitar que ella lo delate por las pequeñas faltas que ha cometido, pero llega el punto en que el zorro se une a la misión como acto solidario, reflejando así que él no es el abusivo indiferente, como se piensa por inercia que es. Nick mismo fue víctima de discriminación prejuiciosa cuando, de niño, sufrió burlas por querer pertenecer al club de exploradores, pero se le rechazó porque ‘los zorros nunca forman parte de este grupo’. Así que simpatiza con Judy cuando mira que sus compañeros y jefe la limitan y la excluyen, por el simple hecho de ser conejo. Ya que simpatiza y entiende, comparte y analiza, Nick se construye una opinión propia, mucho más allá de lo que dicta la opinión de la mayoría.

Finalmente ese es el principio más importante dentro de una sociedad, el entendimiento y respeto al prójimo, aceptándolo, comprendiendo, no perjudicándolo. Toda persona es la excepción a la regla, hablando de que cada ser es diferente al de junto, pues cada quien puede ser lo que quiera ser, no lo que los estereotipos y cánones dicten que ‘deba ser’. La convivencia descansa en el reconocimiento del otro como ser individual, en su aceptación, respeto, inclusión y confianza.

El prejuicio pesa, porque como opinión desfavorable que permea, se usa como excusa para ataques, literales, verbales, metafóricos, directos o indirectos, cuando se señala con odio y rechazo. En la película, Judy descubre que existe un plan para atacar a mamíferos con una planta que vuelve a cualquier animal violento, para hacer parecer que los depredadores están atacando a propósito a cierto grupo de animales. El objetivo último, aprovechando esa percepción que se entreteje alrededor del ‘depredador’, como ‘cazador y destructor’, es desprestigiarlo, alimentando con el miedo que se esparce al asumir que esa violencia responde a su biología, a su naturaleza y a su esencia misma. El propósito es señalarlos, detestarlos, para entonces sacarlos de la jugada y quitarles poder y del poder.

El plan funciona porque el prejuicio está bien plantado y luego ágilmente nutrido de una percepción distorsionada (no se infecta a cualquier animal, sólo a los que están catalogados como depredadores). Moverlos de las altas esferas y excluirlos, da una fuerza de ‘justicia’ a los más ‘débiles’, una catarsis infundada en años de enemistad, más prejuiciada que real. El problema es que en lugar de buscar el cambio por medio del diálogo, la conversación o la comprensión del otro, se orientan por acciones fundadas en resentimiento, revancha, exclusión (te quito para ponerme yo); no se busca eliminar las injusticias y deficiencias del sistema, sino acceder a los privilegios de casta o clase, en perjuicio de otros.

Esa es la meta de la oveja Bellwether, la asistente del alcalde, que quiere hacer sentir a las especies dominantes ‘cómo es sentirse la presa’; cómo es, en un panorama social, sentirse menospreciado, impotente e infravalorado; minoría entre las mayorías de clase privilegiada. Bellwether no actúa de la mejor manera, ni con buena intención, pues su plan es manipulador y mentiroso, pero sus motivos encuentran una lógica, aterrizada en el sentir de que su sector de la sociedad tiene que vivir sometido, no por otra cosa que por los prejuicios y el abuso de poder, al que seres como ella no tienen acceso, porque el ‘fuerte’ no dará nunca a otros la oportunidad.

En el fondo, la realidad es presa (irónicamente) de la dinámica social, de un mundo y una sociedad, u organización social, elitista y clasista, que divide y que, aunque agrupa por practicidad, termina alienando a sus ciudadanos contra ellos mismos, dadas la falta de oportunidades y de equidad. Judy pelea a contracorriente y Nick a su manera también lo hace, pero no todos siguen ese mismo camino; otros se conforman, agachan la cabeza y callan, porque les es más fácil seguir apegados al molde que intentar romperlo, pues al que se separa se le señala, castiga y discrimina.

El problema no es sólo entonces dividir al conjunto en grupos, sino dejarlos encasillados en ese excluyente molde, que, por ende, no los deja crecer más allá como seres independientes, al grado que terminan por creerse que no son más que la funcionalidad de una sola característica. Al final, romper el molde es romper con la idea de que el ser es productivo y funcional sólo cuando cumple con una sola tarea, porque en realidad el individuo es mucho más complejo y multifacético, porque esa es su naturaleza, explorar, buscar opciones, desarrollar habilidades, resolver dudas, abrir caminos, levantarse de los tropiezos, conocer nuevas cosas y, como dice la película, ‘ser todo lo que deseen ser’.

Ficha técnica: Zootopía - Zootopia

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