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Isla de perros

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Desterrar significa expulsar a alguien de algún lugar específico. Quien lo hace es una autoridad con el poder, y el juicio debería ser también, para elegir por qué la persona o grupo ya no es bienvenido para convivir en la comunidad. El destierro es un castigo, pues llega del choque directo con la ley, a raíz de haberse roto las normas o de poner en peligro al colectivo social. No obstante, no es imposible que el exilio resulte más bien de un tropiezo directo con las agendas políticas y económicas de la autoridad. Esto es lo que sucede en Isla de perros (EUA-Alemania, 2018) una película escrita y dirigida por Wes Anderson, nominada a dos premios Oscar, como mejor película animada y mejor banda sonora original.

Se ambienta en un Japón distópico, en el que todos los perros de la ciudad de Megasaki son desterrados a una isla, luego de un brote de gripa canina que se convierte en epidemia y pone en peligro la salud de los humanos. Los perros son vistos como una amenaza directa para la salud.

Debido al estado de emergencia, el alcalde Kobayashi decreta enviar a una isla lejana, aislada, a todos los perros, en tanto se encuentra una solución al problema. Sin embrago, aunque científicos están cerca de encontrar una posible cura, el político elige ocultar los descubrimientos médicos y dar prioridad a una nueva industria tecnológica: perros robot.

El protegido y sobrino de Kobayashi, Atari, un niño de 12 años, decide no darse por vencido ni abandonar a su mascota y sale en busca de su perro guardaespaldas, Manchas, que fuera el primer desterrado para ‘poner el ejemplo’. Atari es recibido en la isla y luego cuidado por un grupo de perros liderados por Jefe, un perro callejero que, dado su propio pasado de mala relación con el humano, reniega de aquellos que actúan domesticados y añorando a sus dueños. Pese a que Jefe inicialmente rechaza al niño, acepta unirse a la misión de recorrer la isla en busca de Manchas y, en el camino, Atari y Jefe se hacen amigos, producto de la convivencia y trato amable, amigable y solidario con que el niño se relaciona con los animales.

El grupo también descubre, con ayuda de otros perros, los planes de Kobayashi, que incluyen sacrificar a todas las mascotas de la isla para substituirlos con robots, una plan que la joven periodista y estudiante de intercambio, Tracy Walker, igualmente desentierra, ella destejiendo la conspiración política, iniciada por un alcalde motivado por la venganza, sustentada a su vez en un odio plantado siglos atrás, cuando la dinastía Kobayashi se convirtió en enemiga de los perros, al perder una guerra contra ellos.

En el presente, el alcalde y sus súbditos trazan un plan contra la especie canina a base de engaños, mentiras, desinformación y control. Mantienen su estrategia en las sombras y presionan con amenazas, miedo y represión, a fin de que la población se incline, por temor o incertidumbre, hacia su lado de la balanza.

Tracy, tras conocer la iniciativa de Atari y dándose cuenta que la muerte del científico que ha encontrado la cura se presentó en circunstancias sospechosas (envenenamiento), deduce que Kobayashi ha puesto en marcha una campaña de desprestigio y represión ante sus detractores a fin de cumplir con su propia meta: deshacerse de los perros. Ella piensa que la gripe canina, que quizá fue o no creada en un laboratorio farmacéutico, según rumorean los perros, es sólo la punta del iceberg, que el fin último no termina con desterrar a los animales, sino que la gripe en sí misma es sólo el inicio de una serie de engaños políticos, dirigidos a promover la separación absoluta entre humanos y canes.

La estrategia del alcalde se sostiene en efecto en ideas tergiversadas y exageradas de la verdad, para apelar al escándalo y la incertidumbre, ya sea diciendo, mintiendo, que los perros son ahora crueles y malvados porque están enfermos, o aseverando que la cura es un imposible que ningún científico puede resolver (de ahí deshacerse del que lo logró, porque contradice esto).

La idea que se esparce en las noticias de que Atari fue secuestrado y sometido por los animales, pintados a propósito en los medios masivos, a orden de Kobayashi, como peligrosos, seguido de la falsa noticia de que el niño ha muerto en la isla, son elementos de refuerzo para mantener a la sociedad cautiva y pasiva ante el problema, temerosa y, por tanto, a la expectativa, acatando sumisa en lugar de cuestionar, siguiendo la corriente en lugar de poner en duda e investigar. Los mensajes apelan a sus emociones, no a su lógica, y presionan con miedo, no razonando, lo que provoca que las personas no piensen en lo que hacen, sino que reaccionen impulsivamente. “A los crédulos les han lavado el cerebro”, espeta Tracy en un punto de la historia.

La estrategia política se alimenta, además del miedo irracional, sin fundamento, de la desinformación, con una persuasión más engañosa que basada en hechos, que se deshace de las piezas que no considera a su favor, sea el científico que encontró la cura al virus, o la cura misma, pues representa que la mascota ya no es ningún peligro para las personas; todo con el fin de manipular a su antojo y conveniencia. El objetivo final de Kobayashi es concreto, una venganza muy personal, que de paso resulte en una alternativa que beneficie un negocio acordado a su favor: la creación, producción y venta de perros robot, para substituir a los animales reales.

El plan es sencillo, enviar lejos a una minoría sin voz propia para defenderse (en este caso literal, pero también metafóricamente hablando), de modo que sea más convincente la medida de contención y resolución del gobierno, frente a la gravedad (inflada) del problema, que la búsqueda por una alternativa, específicamente si se piensa que ‘el tiempo se acaba’ y que por ello no puede esperarse para otra solución.

Los ciudadanos eligen callar, creyendo que no tienen nada que aportar, pensando que si la autoridad dice que no hay otra salida, es porque no la hay. Atari, Walker y otros como ellos, se levantan en contra de esta reacción tomada por inercia, razonando que no puede haber sólo un camino para afrontar o resolver un problema. El niño prioriza y dimensiona, sabiendo que desterrar a Manchas no fue ni su elección ni su deseo, sino el de alguien que decidió sobre su mascota, basándose en la conveniencia a su favor, no la suya ni de la comunidad. Kobayashi sacrifica a los perros porque éstos no representan nada más que odio para él, mientras que las mascotas sí significan mucho para sus dueños, como Atari, que al final es sólo víctima, como Manchas, de la decisión de una mano dura, inflexible, individualista, autoritaria y egoísta.

En la isla las mascotas son obligadas a una cuarentena que no entienden por completo, pues añoran su hogar y, por tanto, ven el destierro como un castigo injustificado. Algunos afrontan con tristeza su nueva realidad, conformándose, aceptando lo que creen es una derrota; otros pelean por una posible solución, esperando un cambio a favor y adaptándose a su nueva vida, mientras encuentran el momento para actuar; y unos más declaran su desdén hacia los que consideran responsables de su mala fortuna, rechazando a aquellos que los rechazaron, interpretando aquella acción como abandono y odio.

Al final, aquello que los mueve a todos es el honor. El perro es el mejor amigo del hombre, dice el dicho, y hay algo particularmente interesante detrás de la idea, que tiene que ver con una cualidad moral (y es que, dicho sea de paso, en la película animada el perro habla, piensa, se relaciona y razona igual que lo hacen los humanos). Hay un deber y devoción, respeto y honestidad en esa relación dueño-mascota, porque incluso entonces, seres vivos de diferentes especies (seres vivos que sobreviven por la relación recíproca de los miembros de su comunidad, sería la metáfora en este caso), reconocen la importancia que implica su conexión; en este escenario específico, una conexión fraternal que habla también de valores como fidelidad, nobleza y respaldo mutuo.

¿Dónde queda el honor del humano en el panorama general de la ecuación? ¿Qué sería capaz de hacer el hombre cuando sin pensarlo más, destierra a su ‘mejor amigo’, por no entender la esencia y significado del reto al que se enfrenta? Ante el miedo y la incertidumbre, ¿el hombre rechaza incluso a los que considera sus similares, antes de intentar ayudarlos? ¿Qué clase de moral conlleva conductas que alejan y castigan en lugar de apoyar y conciliar? Parte del problema recae en la búsqueda por el camino más fácil, de desechar aquello que ya no tiene un beneficio directo, de rechazar el cambio, desestimar la ayuda y declinar las soluciones que implican un esfuerzo.

Atari se arriesga y va en busca de su perro, porque aquella lealtad es significativa y pesa en su consciencia. Pero si el niño busca a su mascota por el lazo emocional que pueda haber encontrado en la compañía y convivencia con su perro (sus padres han muerto y su tío además de distante siempre lo deja solo), sus acciones representan la importancia de luchar incluso cuando todo parece decir que la causa está perdida, porque se sigue adelante cuando se tiene bien claro por qué se está peleando.

Lo que Atari hace es más representativo por lo que simboliza que por lo que es, pues sirve para inspirar a otros a seguir su ejemplo y hacer algo por cambiar la situación. Es a partir de esto que la periodista ahonda en su investigación, o que la asistente del científico asesinado decide compartir la verdad con la reportera, para que los resultados de la investigación se hagan públicos y los ciudadanos puedan formarse una opinión sobre hechos verdaderos.

La historia habla de hacer lo correcto, siguiendo un código de cumplimiento de deberes, en el que lo más importante es apegarse a los valores morales que cada quien se traza, para poder entonces responder ayudando al prójimo. Conlleva ser honesto con uno mismo, para poder serlo con los demás. Al final, no importa qué tanto Walker proteste o escriba en el periódico revelando los hechos, porque el gobierno de todas formas encuentra la manera de sacarla del camino, deportándola; ni qué encuentra Atari en la isla, perros bien organizados, sobreviviendo y honrando a su manera su pasado; lo más importante en esencia es qué tanto están dispuestas las personas a escuchar, a cambiar, a rectificar y a tomar acción por si mismas en defensa de sus derechos e intereses.

Importa la denuncia pero importa más que sea escuchada. Importa alzar la voz pero importa también escuchar y solidarse con otras voces. Hay consecuencias en cometer errores, pero impacta igual cuando son enmendados. Tal como sucede en la historia, el ser (humano) elige en función de lo que quiere, así que es tan malo acatar lo que otros dictan cuando no se está de acuerdo con la orden, como también ordenar a otros cumplir los deseos de una sola persona, cuando ello afecta directamente a los demás. Al final, ¿es el destierro una respuesta útil y funcional ante un conflicto entre partes, o ello sólo evade resolver el problema de fondo? Quizá depende de la realidad del conflicto; o tal vez no.

Ficha técnica: Isla de perros - Isle of Dogs

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