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Bird Box: a ciegas

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Lo sentidos son los mecanismos mediante los cuales el cuerpo percibe estímulos; son algo así como receptores de todo aquello que está alrededor de una persona y que ésta distingue mediante distintos órganos, que mandan la información al sistema nervioso y de ahí al cerebro. Los seres humanos tiene cinco sentidos: olfato, oído, tacto, gusto y vista. Cada uno recoge información del medio ambiente que le otorga a la persona la capacidad para conocer y entender sus alrededores. El cerebro interpreta cada sensación y así se construye una imagen del mundo, lo que le permite entender su contexto y también tomar decisiones. Los sentidos operan en conjunto para dar un panorama suficientemente amplio al individuo; así, si alguno llega a faltar, los otros se agudizan para compensar y seguir dando a la persona toda la información que necesita.

¿Cómo sobrevivir sin uno de los cinco sentidos? ¿Cómo confiar en uno mismo cuando existe la sensación de no tener claro el panorama completo? En la película Bird box: a ciegas (EUA, 2018), la humanidad debe prescindir del uso de la vista cuando unos extraños entes, a través de este sentido, llevan a las personas al suicidio. Para evitarlo la gente debe dejar de usar la vista, pero esto acrecienta el reto de sobrevivir. Con un guión de Eric Heisserer, que se basa en la novela homónima de Josh Malerman, publicada en 2014, y dirigida por Susanne Bier, la película está protagonizada por Sandra Bullock, Trevante Rhodes, John Malkovich, Tom Hollander, Danielle Macdonald y Sarah Paulson.

Malorie, la protagonista, una mujer embarazada acostumbrada al poco contacto social, termina refugiándose en la casa de un extraño cuando esta fuerza sobrenatural se extiende, causando suicidios masivos en todo el mundo. Junto con ella, un grupo de sobrevivientes se organiza para mantenerse en pie, con la esperanza de que las autoridades retomen el control. Cuando esto no sucede y la comida comienza a escasear, el grupo decide arriesgarse a salir en busca de medios de sobrevivencia, como la única última opción.

Esto divide opiniones, pues cada uno cuenta con sus propias prioridades y aunque todos quieren el privilegio de la seguridad, el resguardo y alimento, pocos están dispuestos a sacrificarse por él, en una combinación de temor, incertidumbre, conveniencia e individualidad. Se trata de un escenario en que gente desconocida se ve obligada a trabajar en equipo, rodeada de un mundo hostil y peligroso que los lleva a desconfiar y por tanto a aislarse. Malorie es especialmente astuta para darse cuenta que pese a sus diferencias de opinión, personalidad y carácter, lo importante es encontrar un punto de entendimiento entre las partes, bajo la prioridad única que a todos interesa: sobrevivir.

El resultado es un choque de actitudes que inevitablemente forma grupos, según se encuentra la afinidad con otros, en algo que los identifique o en que converjan. Olympia, por ejemplo, una joven embarazada a la que le dan también refugio, busca en Malorie apoyo sobre todo emocional, sabiendo el punto concordante que las une, el nacimiento próximo de sus hijos; pero mientras la joven actúan con una solidaridad casi dependiente, Malorie prefiere mantener sentimientos, intimidad y acercamiento al margen, sabiendo que no hay nadie en quien realmente sienta que puede confiar.

Olympia no tiene malas intenciones, al contrario, su personalidad es la de ayudar al prójimo, pero Malorie no sabe cómo relacionarse ni tiene las intenciones para hacerlo, pues vive más cómoda y ‘segura’ en su propia isla o burbuja. El problema es que Malorie debe aprender a detectar que a veces es importante e inteligente pedir ayuda, antes que querer hacerlo todo sola.

A lo largo de la película parece que la protagonista mira a Olympia como alguien débil por su carácter sereno, al que asocia con ingenuidad y fragilidad, específicamente emocional en efecto, pero aunque la otra es claramente más vulnerable por eso, su actitud también tiene su lado positivo, pues representa un grado de bondad, sentimiento significativo para rescatar en un mundo marcado por una condición predominantemente opuesta. Con el tiempo, Malorie entiende que la vida no puede ser ni absoluta dureza ni ingenua inocencia, sino el balance entre ambas. Olympia quizá pudo salvarse de haber sido más crítica y selectiva, desconfiada y distante, pero al mismo tiempo, Malorie, que es así, solo podrá salvarse si, en el opuesto, acepta la importancia ser más sensible, humilde y abierta; vulnerable, pero no en el sentido de alguien indefenso, sino como alguien humano, con sus fortalezas pero también defectos, valor pero también temores.

La vida no es absoluta certeza, al contrario, está llena de incertidumbre, y la incertidumbre implica tener miedo; que esto sea así no es malo, al contrario, conlleva retos y, por tanto, posibilidad de superación. La fuerza sobrenatural que provoca que la gente desee suicidarse en cuanto la ven, de alguna manera ataca este sentir de duda, remordimiento y desesperanza en la persona. No importa tanto qué es o de donde vino esta fuerza, este ente, sino lo que representa y lo que provoca en las personas, obligadas a enfrentarse a sus temores y lo que estos significan o simbolizan. ¿A qué teme el hombre más que a morir? ¿A sufrir, a quedarse solo?, ¿a perder la esperanza, a claudicar cuando otros dependen de ellos?

Los sobrevivientes entienden que tienen que aprender a vivir sin usar sus ojos, y a ver, no en el sentido literal sino en el metafórico, valorando sus alrededores y la visión que tienen, la imagen mental que saben y se han hecho, del mundo y de las personas. La película de esta forma se aventura, también, a preguntar qué tanto dependen las personas de sus sentidos para sobrevivir, específicamente de la vista. Aquí, la memoria debe jugar un papel fundamental en el proceso de adaptación, pues al no ser ciegos de nacimiento, conocen (¿recuerdan?) el medio ambiente en donde deberán sobrevivir: la ciudad, las calles, ubicación de lugares, funcionamiento de aparatos, distancias, etc.

Estas personas se enfrentan a una realidad complicada cuando se dan cuenta que dependen de sus ojos para casi todo y que, ante el limitado uso que ahora pueden darles, no tienen otra opción más que adaptarse. Si quisieran buscar un nuevo refugio, atender sus heridas, advertir amenazas o ubicarse en un espacio, están acostumbrados a depender siempre de sus ojos para poder cumplir con la tarea. El desafío es poder realizar esas acciones empleando sus otros sentidos y su memoria. Cuando necesitan llegar a un supermercado por provisiones, por ejemplo, caen en cuenta que caminen o manejen hasta ahí, están casi indefensos si no pueden guiarse con la vista. Lo importante es dar respuestas, adelantarse a los hechos, avecinar posibles alternativas y escuchar, a veces muy literalmente. Para lograr su meta alguien propone usar el GPS del auto, una respuesta que aunque no ideal, resuelve de momento el problema aprovechando lo que saben, las herramientas con las que cuentan y los sentidos que aún pueden usar, más que nada el oído.

Poco a poco todos terminan dependiendo más de sus otros sentidos, pero mientras esto ayuda a pelear contra los entes que acechan, la indiferencia e individualidad humana, el egoísmo y la altanería no desaparecen, al contrario, siguen muy presentes en la sociedad y con el peligro de empujarla a la autodestrucción. La convivencia en confinamiento, además en un espacio relativamente pequeño, provoca tensión entre los integrantes del grupo, al tiempo que la disminución de víveres y la amenaza del peligro externo conducen a cada uno a pensar más en su sobrevivencia individual que en el bienestar del colectivo.

Douglas, el esposo de la mujer que salvó a Malorie en la calle, y quien muere por ello, adopta una actitud patana y poco solidaria, primordialmente porque sabe que el peligro que tienen enfrente demandará de cada uno de ellos orden, disciplina y decisión, algo que de entrada no se percibe a primera vista en todos. Pero su postura, por ejemplo, nunca es tan egoísta como la de los chicos que huyen con las provisiones y el único auto en la casa, todo con tal de salvaguardar su propia supervivencia, dejando a los otros a su suerte; un acto oportunista y sin más trasfondo que la traición y deslealtad, que ejemplifica cómo las personas explotan la debilidad del otro, aprovechando cada ocasión en que creen que pueden sacar ventaja.

La historia también habla de una relación social afectiva importante, además de esta dinámica tóxica en las relaciones humanas: la relación del hombre con su contexto y todo aquello que da por sentado. Al respecto, al inicio de la película, Malorie, quien pinta artísticamente, le presenta a su hermana su más reciente cuadro, en el que se observa a un grupo de personas reunidas pero al mismo tiempo aisladas, porque cada una parece estar sumida en su mundo, sin interactuar, sin relacionarse, sin observar el mundo o las personas a su alrededor. La hermana de Malorie atinadamente le dice que el cuadro se siente como un grupo de personas juntas pero separadas; y esto es precisamente de lo que habla la historia, de un mundo siempre conectado por todas las vías posibles, sin embargo, viviendo en su propio espacio, alejado de los demás. Esta indiferencia social se hace presente a todas horas y en distintos niveles, a veces conscientemente, a veces de manera inconsciente.

Malorie sobrevive gracias a que alguien le ayuda, pero Malorie misma tarda en confiar en otros pensando que quizá este sea el camino por el que los demás se aprovechen de ella. La desconfianza la pone en alerta, tanto a ella como a los demás, y aunque en la casa está rodeada de gente, ante la situación de peligro, se siente sola. Cuando en el mundo real todos actúan de alguna forma de esta manera, el resultado es un conjunto de humanos parados unos al lado de otros, pero desinteresados de aquellos a su alrededor, ignorándolos, discriminándolos, evitándolos o simplemente ni conscientes de su presencia, o su existencia. La indiferencia como forma de conducta y el egoísmo como valor moral predominante.

Los entes no acechan al grupo, acechan al individuo porque saben que pueden debilitarlo y explotar su miedo y su aislamiento. Para ello ‘infectan’ a personas que eventualmente se encargan de que otros ‘vean’ lo que ellos consideran la verdad, o la salvación, la “luz” que los conduce a la felicidad, a la belleza, rompiendo la indiferencia social por medio del sacrificio personal, aunque, en este caso los lleve luego a la muerte. Uno de estos hombres es Gary, quien llega a la casa con esa intención, bajo la mentira de que es alguien buscando la caridad de un alma que lo acoja y le de refugio. Gary es uno de los muchos que han visto a los entes y en lugar de suicidarse, obligan a otros ‘a ver’, creyendo que de esta forma ‘purificarán al mundo’.

Sus falsas profecías y su fe retorcida no es más que un entendimiento trastornado de lo que significa libertad, redención y ayuda. Gary y otros como él están seguros que ‘ver’ y/o abrir los ojos, simbólica y literalmente, es el camino a la salvación; el problema es que su creencia se basa en que la persona misma no está a gusto con su propia vida, su mundo o su realidad, o que las personas aceptarán ver antes que buscar entender. Pretenden imponer un camino, una conducta, al margen del sentir y del interés de los demás.

Los entes atraen a las personas presionando sus debilidades y llenándolas de desolación, porque quebrantar el espíritu del hombre es el camino más directo para destruir su voluntad de vivir. Contrarrestarlo no es sólo luchar por sobrevivir, es luchar sabiendo que el camino está lleno de adversidades y aún así, o sobre todo por ello, seguir adelante para realmente vivir, para decidir por uno mismo la forma de ser y estar en este mundo.

Cada mente forma su propia idea de lo que sucede y le busca su propia explicación al fenómeno; algunos personajes creen que es el fin del mundo, otros creen que es un castigo de un ser divino, otros, por momentos, teorizan si se trata de algún virus que se transmite y contagia; pero al final, las teorías de conspiración y las creencias de fe son sólo elementos en los que la mente se sostiene para entender e interpretar su realidad, son expresión de la cultura, valores, creencias y temores de cada quien. El ente significa lo que cada persona quiere que signifique y se combate cuando la persona enfrenta esos miedos, debilidades y su espíritu quebrantado.

La mujer que salva a Malorie ve a su madre fallecida, quizá porque detrás existe un remordimiento en ella; la hermana de Malorie ve algo que la asusta, quizá revelando algún miedo intenso que guarda o esconde; Malorie misma cuando es tentada camino a un refugio en el bosque, oye voces que le invitan a claudicar y abandonar a los niños que la acompañan (su propio hijo y la hija de Olympia), exponiendo así su resentimiento consigo misma y sentimientos de culpa por lo que ha sucedido, por las muertes que no pudo evitar, por los caídos que se han quedado en el camino, algunos fallecidos por acudir en su auxilio.

En el fondo, tal cual explica la hermana de Malorie al inicio de la película, hablando ella del cuadro pintado por la protagonista, lo que el relato refleja es una inhabilidad de las personas para conectar con otros y con el mundo que les rodea. El hombre mira pero no siempre observa; habla pero no siempre se comunica. El dicho dice que ‘nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde’ y en esta historia los personajes aprenden a valorar lo que tienen y a quienes les acompañan en su camino, incluyendo las buenas y las malas influencias o las opiniones de aquellos con quienes concuerdan, pero también la de aquellos con quienes difieren.

La pregunta es si el hombre aprenderá a ser suficientemente receptivo a través de sus sentidos, perceptivo ante todo tipo de mensaje, para entenderlo, para comunicarse, para participar y no sólo para estar, para sobrevivir. El problema es si le dará sentido a la vida misma, tanto al concepto de estar vivo, como al mundo en el que están plantados y todo lo que en él está inmerso: las cosas, los otros seres vivos, el ambiente natural, la flora, la fauna, el aire que respiran, la tecnología, la cultura, el arte, la comida, los inventos, las relaciones sociales y humanas, el contacto con otros, el proceso de aprendizaje a su alcance y los retos que les permiten crecer y evolucionar.

En un mundo en donde uno de sus sentidos se vuelve en contra de él, ¿es posible desarrollar otras capacidades para saber escuchar (no únicamente otras voces sino todos los sonidos producidos a su alrededor) y valorarlos, interpretarlos, para tener una percepción puntual del ambiente en el que ahora vive y de los peligros que asechan? El riesgo alternativo es la extinción; aunque para la humanidad existe la alternativa de los ciegos de nacimiento, planteando otro reto a los demás ¿hasta dónde podemos ser capaces de confiar en alguien a quien no conocemos?

Ficha técnica: Bird Box - Bird box: a ciegas

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