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Psicosis

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Existe una regla en el discurso literario que dice que toda historia debe comenzar con su protagonista, y otra, sobreentendida, que el personaje principal no puede desaparecer a la mitad del relato, pero las reglas están para romperse, especialmente cuando hacerlo ofrece una oportunidad narrativa para nutrir la historia. Esto es lo que hace Psicosis (EUA, 1960), película dirigida por Alfred Hitchcock y escrita por Joseph Stefano, basándose en la novela homónima de Robert Bloch.

Candidata a cuatro premios Oscar: mejor director, actriz, dirección de arte y cinematografía en películas blanco y negro, la cinta, protagonizada por Anthony Perkins, Janet Leigh, Vera Miles, John Gavin y Martin Balsam, sigue inicialmente al personaje de Marion Crane, una mujer que roba dinero en efectivo de la empresa de bienes raíces donde trabaja y emprende un viaje camino a ver a su novio, Sam, un divorciado a quien le pide estabilidad como pareja.

Marion actúa impulsivamente, por lo que no puede dejar de actuar sospechosamente, tanto para su jefe, para un policía que la detiene en la carretera y hasta para Norman Bates, el administrador del motel donde se hospeda una noche y quien termina por matarla, escondiendo todo rastro de su paso por ahí. De esta manera, Marion desaparece de pantalla y el misterio se entreteje alrededor de si alguien descubrirá la verdad, específicamente su hermana Lila, que la busca y quien, junto con el investigador privado, el señor Arbogast, terminan en el motel de Norman, a quien reconocen como alguien con una extraña y estrecha relación con su madre, si bien, eventualmente, descubren que la señora en realidad está muerta.

Este giro que cambia el enfoque de perspectiva antes de llegar a la mitad del relato (Marion muere a mitad del segundo de tres actos [dramáticos]), es una estrategia narrativa que permite alimentar el misterio y crear expectativa en la audiencia. No sólo es poco común matar al personaje que aparece inicialmente como el eje central, sino que, al hacerlo, se construye una dinámica diferente a la usual, cambiando el punto de vista del narrador y, por tanto, despertando incertidumbre en el espectador, lo cual en el género de suspenso es un punto en positivo, pues se sustenta en la expectativa y la tensión (dramática). Nada mejor para estremecer y emocionar como romper con la estructura clásica del discurso que el espectador ya conoce por costumbre.

En un principio la interrogante se construye en si atraparán a Marion por robar el dinero. Ella está cerca de ser descubierta, o delatarse, en más de una ocasión. Se sabe culpable y siente el peso de su falta ética, por remordimiento, pero también por temor a ser atrapada y, por consiguiente, señalada. ¿Qué hace Marion ante la falta que ha cometido? Primero, actuar sin pensar en las consecuencias, luego huir, atrayendo atención hacia ella en un intento por hacer todo lo contrario y, finalmente, cambiar de parecer, en parte tras su plática con Norman, quien indirectamente, reflexionando sobre sí mismo, le hace ver que no se puede dar la espalda a la realidad.

Para Marion, las palabras tienen sentido para su propia vida, dada su situación actual. ¿Por qué hizo lo que hizo? ¿Merece un castigo y, en todo caso, de qué tipo? Su impulsividad puede juzgarse incorrecta, pero nunca tan perversa como para merecer la muerte. Marion comete un error de juicio, pero recapacita; no es la misma mujer que era iniciando el relato, su inocencia y completa rectitud como persona quizá ya no es intachable, pero verla morir a manos de alguien que la asesina con crueldad, pesa más sabiéndose que Marion había decidido regresar, contar la verdad e intentar enmendar su error.

¿Quién no ha cometido una equivocación, equivalente a la que Marion comete, y aprendido de la experiencia? ¿Acaso no es parte del proceso de evolución y madurez, equivocarse y rectificar, tener caídas y aprender a levantarse, para, al hacerlo, no cometer los mismos desaciertos? Su falta no fue más que desear algo que no podía tener, producto, en parte, del contexto social en el que vive. Marion quiere una relación ‘perfecta y feliz’ con Sam e idealiza esto, tanto, que llega a encapricharse y perderse en la idea. En la vida no obstante, no se puede esconder de los problemas o anhelar algo a futuro, sin aportar en algo para construirlo.

En su discurso hacia Marion, Norman habla de la dependencia y la independencia, en el sentido de afrontar aquello que lo ata, o en su caso, no afrontarlo, sino más bien aceptarlo. Norman en realidad habla de su madre, o más bien, de la relación dependiente y controladora que ella ejerce sobre él, haciéndole incapaz de esconderse de sus demonios, pues esa figura es la madre, a quien idealiza (quizá cual Marion hace con su propio modelo de vida).

Norman es un personaje más complejo de lo que en un principio deja ver y cuando la narrativa gira hacia su persona, es difícil descifrarlo con claridad. Su amabilidad se convierte en fijación, su empatía en obsesión, su actuar parece sospechoso, su soledad despierta desconfianza, su curiosidad es demasiado invasiva y su interés extrañamente intenso. Su hobby como taxidermista le llena de un halo inquietante, en parte por la acción misma detrás del principio, preservar a un animal muerto, pero, principalmente, por lo que esto simbólicamente significa; más aún cuando se descubre que hizo lo mismo con el cuerpo de su madre, a quien, de alguna forma, mantiene de esta forma ‘viva’ para sí. El por qué no está del todo claro. ¿Como un recuerdo o trofeo, o como una evocación constante de la influencia de su madre en él?

Psicosis es una enfermedad mental, un trastorno que altera la personalidad y la percepción de la realidad. En el caso de Norman, de lo que específicamente se trata es un trastorno de su personalidad, condición provocada por una madre dominante, posesiva y opresora. Norman convivía con una mujer que dictaba todo lo que se debía hacer, decir y pensar. Su presencia en su vida fue tan imponente, que dejó una huella que alteró en Norman su desarrollo y crecimiento como individuo y como persona, remarcando, al morir ella, sus miedos, inseguridades y dependencia de la madre. El hijo no dejó de sentirse reprimido por su presencia, que después incluso imaginaba en su cabeza, desembocando en una influencia tan grande que eventualmente creó una segunda personalidad en su mente, la de su madre, misma que fue tomando el control de sus decisiones, sin que Norman, la otra personalidad dentro de su ser, se diera siempre cuenta.

Él trataba de ser su madre, explica el personaje del doctor que atiende a Norman. Añade que, técnicamente, Norman no ha cometido ningún crimen, sino que las muertes de Marion y Arbogast, entre otras, fueron perpetradas por la madre, o la personalidad de ésta dentro del joven. “Cuando la mente encierra dos personalidades, siempre hay un conflicto”, explican el psiquiatra. Pero, ¿es Norman inocente, en toda la extensión de la palabra? ¿Es otra víctima, producto de las circunstancias en que fue criado y de una madre que no supo educarlo, ni ayudarlo? ¿Se puede juzgar de la misma manera a Norman, comprendiendo que la dureza y maldad en él, viene ‘de su madre’?

Lo que empuja a Norman a matar es, en parte, producto de la alteración en su mente, pero su persona y su personalidad tampoco están libres de pecado, entendiendo al joven como alguien con actitudes voyeristas (espía a Marion en secreto mientras ella se desviste), con una inclinación propensa a la mentira. Miente sobre haber atendido a Marion en su motel y cuando le presentan la prueba de que sí lo hizo, cubre su mentira para hacerla pasar por un olvido. Es entonces consciente de sus conductas no éticas y actúa de acuerdo a su propia conveniencia.

Quizá la personalidad de la madre sea la que asesine, pero no la que encubre el crimen. Norman dice que ella se siente celosa de la convivencia y acercamiento de su hijo con Marion, y por ello la mata, pero ¿qué motivó entonces a la madre a matar, por ejemplo, a Arbogast? ¿No tendría Norman más motivos que ella para hacerlo, sabiendo que el investigador está muy cerca de descubrir la verdad? Norman conoce, entiende y dimensiona, pero elige encubrir la realidad y esconder los asesinatos, haciéndolo partícipe en el crimen y por tanto, también culpable. Qué tan culpable es, quizá, es lo que resulta interesante preguntarse. Pero también, ¿es la ciencia precisa en definir a alguien con doble personalidad? O quizá, son aspectos del comportamiento de seres confundidos, inseguros, enajenados de su propia existencia precisamente por influencia del medio social.

Al final, todos estos personajes son producto de sus circunstancias. Norman del abuso y control de su madre, Marion de una relación que no puede controlar, porque no puede hacer nada por cambiar aquello que no está en sus manos, específicamente, que Sam acepte casarse con ella, estatus social que pesa en la época en que se desarrolla la historia, contexto en el que una relación sexual, sin estar casados, es mal vista.

Tanto Marion como Norman viven sometidos por algo que les atormenta, un pasado del que no pueden huir, que no pueden resolver y que al final, no logran superar. Marion muere y Norman queda enterrado tras el fantasma de su madre, que al fin toma control total de su persona. Cómo es ese recorrido, cómo se desenvuelve para ambos e impacta en la vida del otro, hasta su desenlace trágico, es la parte (narrativa) más interesante y atrayente. “Imagínese a un hombre sentado en el sofá favorito de su casa. Debajo tiene una bomba a punto de estallar. Él lo ignora, pero el público lo sabe. Esto es el suspense”, explicó alguna vez Hitchcock mismo.

La cinta es en efecto reconocida por las propuestas narrativas y artísticas que presenta, la estructura de la historia es una de las más importantes, pero también la iniciativa dentro del género de suspenso y terror, cuyo eco aún resuena en el presente. La escena del asesinato de Marion, acuchillada en la ducha, que sin ser tan gráfica, es suficientemente explícita y sugerente para levantar en su tiempo la censura o intento de censurarla, es famosa porque es precursora del cine ‘slasher’, subgénero de terror que se caracteriza por tener a un personaje, un asesino, que mata brutalmente a jóvenes.

De esta manera, Psicosis no sólo se aventura a romper reglas, o cánones, como forma de sorprender al espectador y darle una nueva perspectiva, para escuchar y vivir relatos, sino que, al hacerlo con efectividad, propone nuevas reglas, inéditas formas de contar historias, acercarse a la audiencia y construir el suspenso.

Ficha técnica: Psicosis - Psycho

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