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Battle Royale

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

La forma como la sociedad se organiza para producir bienes y servicios, educa a las nuevas generaciones, impone reglas y leyes, crea instituciones, se adapta a la naturaleza y a otros grupos humanos con los que establece relaciones, y transita hacia el futuro, se guía por parámetros o normas sociales, principios y valores morales que se transmiten de generación en generación. El mundo presente se forma conforme lo que se aprendió de la generación pasada, adaptando a sus necesidades; se carga con el peso de los aciertos e insuficiencias de las generaciones pasadas, al tiempo que los problemas creados por ellas son herencia para la presente. Así mismo, el presente es la base de donde generaciones venideras conforman su memoria y retoman factores ideológicos y culturales para adaptar a su propia realidad. ¿Con qué se queda entonces el humano, que vive en este presente? ¿Acepta, critica o cuestiona el mundo que se le deja o sólo reacciona a la realidad en la que fue depositado? ¿Qué aprende de sus antecesores y qué les puede enseñar a sus sucesores?

El espacio educativo es en principio el lugar en donde las nuevas generaciones adquieren las habilidades y conocimientos que los convierten en ciudadanos capaces no solo de sobrevivir, sino también de ser útiles a la sociedad. El problema es que en lo general dichos espacios escolares no logran romper las barreras culturales entre maestros y alumnos, además que siempre se encuentran supeditados a la influencia gubernamental, que dicta pautas de conducta y acciones más allá de la vida estrictamente escolar. Battle Royale (Japón, 2000) aborda en un mundo ficticio este tipo de escenarios; una cinta que trata de un grupo de estudiantes llevados a una isla por orden de su gobierno, para que se maten los unos a los otros, hasta que quede un solo sobreviviente. Una especie de concurso escolar en donde se aplica la “ley de la selva” (las reglas no existen, o el pez grande se come al chico), para convertir en héroe al triunfador, al único que merece reconocimiento por su capacidad de sobrevivir a la adversidad, incluso si para ello debe asesinar a sus compañeros. En la cultura popular, a partir especialmente del estreno de esta cinta, el término ‘battle royale’ se usa para denominar a tramas similares, en películas, series, literatura, videojuegos o demás.

La premisa es sencilla y dice mucho de la sociedad del respectivo mundo ficticio que refleja en este caso, uno en el que la violencia es forma de control, el espectáculo se maneja para hacer temer y mantener al margen a la ciudadanía y la dinámica propuesta en sí demuestra una falta de valores morales, provocada y promovida por una autoridad que en lugar de ayudar a las personas, incita rivalidades para dejar que la masa, en parte por las divisiones sociales, se destruya entre sí. El objetivo implícito consiste en establecer puntualmente que el ciudadano común deberá actuar sin principios ni moral, buscando su propio beneficio y recurriendo a la violencia cuantas veces sea necesario.

Aquí la crítica responde primordialmente a una distinción generacional: ¿cómo se relacionan adultos y jóvenes, cómo aprenden unos de otros y qué tanto se distancian entre sí, cuando las discrepancias afloran? ¿Cómo esperar que el joven aprenda de rectitud y ética, de solidaridad y respeto, si se le empuja a vivir en un mundo que es todo menos absoluta integridad? ¿Si el de arriba castiga, no el de abajo aprende a responderle igual?

La cita fue escrita por Kenta Fukasaku, quien se basa en la novela homónima de Koushun Takami. Dirigida por Kinji Fukasaku y protagonizada por Tatsuya Fujiwara, Aki Maeda, Takeshi Kitano, Tarō Yamamoto, Masanobu Andō y Kou Shibasaki, entre otros, la historia se desarrolla en un futuro distópico donde el gobierno totalitario de Japón realiza anualmente esta competencia de supervivencia. ¿Cuál es la idea de fondo? ¿Reprimir, castigar, enseñar, controlar? ¿Qué aprende la sociedad de este escenario? ¿Cómo se lograría que el joven cambie, respete, se comporte con decencia o acate normas, cuando, si no lo hace, la sanción es siempre la represión violenta?

El grupo específico de alumnos enviados a la isla fue escogido, como conjunto, en una lotería. Esta medida de “educación” correctiva impuesta por el gobierno, luego de una recesión económica, es la respuesta de las autoridades para contrarrestar el actuar desenfrenado e irresponsable, según considera el propio gobierno, de la juventud. La pregunta inevitable es si la violencia es en efecto la respuesta para reformar a alguien que carece, o no comprende o no se ha detenido a reflexionar, sobre la conciencia social que debería estar ganando con la educación que recibe (y en todo caso, ¿por qué no la está obteniendo o qué es lo que impide que madure?). El castigo es indistinto, aleatorio y por tanto injusto. Se culpa a los educandos, sin valorar las deficiencias que el sistema educativo en sí puede tener. ¿Cuánto puede tardar para que la sociedad lo condene? Y, ¿cuánto para que la juventud se revele?

La cinta comienza cuando Kitano, el profesor del grupo luego enviado como responsable a la isla, es atacado con un cuchillo por uno de sus estudiantes, el mismo día que el resto de los alumnos deciden no asistir a clase en un acto de simple rebeldía, de alguna manera muy propio de su edad. Pero una cosa es desafiar, no asistiendo a clase, y otra es atacar, hiriendo con violencia. Kitano no puede hacer nada, como luego explica, porque se encuentra en una posición en la que no tiene verdadero poder de autoridad, pese a serlo formalmente. Él se queja de que no puede enseñar a los alumnos, exigirles o castigarlos si comenten una falta, porque entonces quien es mal visto es él. ¿Cómo exigirle a un alumno cumplir con su responsabilidad, cuando no hay ningún respeto por la autoridad que se supone podría demandarla?

No hay un balance, pues intentando poner límites al profesor, o a la autoridad correspondiente, lo que se logra es quitarle toda su facultad como figura superior, que educa, que enseña, que reprime cuando es necesario. Si el profesor responde con violencia, el alumno aprende a responder con violencia, pero si el profesor responde con diálogo, el problema es que el alumno quizá no aprenda a dialogar, sino a aprovecharse del otro, mirándolo como presa débil, sin poder ni autoridad. ¿Por qué la sociedad en general actúa así, en escenarios similares?

Dentro de la isla, el grupo se queda aislado, disperso, enviado a la lucha por sobrevivir en forma individual, dividido o reagrupado sólo por la forma como cada personalidad asume la situación. Los alumnos reaccionan según sus valores, sus habilidades, sus experiencias personales y sus afectos, determinadas tanto por su ubicación en la escala social como por su cultura y pensamiento. Un par de chicas, por ejemplo, llaman a una tregua de paz, pero mientras logran que algunos tomen en consideración su propuesta, otros aprovechan para, ahora que han revelado su ubicación, matarlas. Algunos deciden recluirse y respetar, unirse en solidaridad con su grupo de amigos y no pelear, pero otros eligen sobrevivir a toda costa, o aprovechar para irse en contra de aquellos con quienes tienen su propia rivalidad y enemistad, cediendo a la venganza, la muerte y la crueldad, gracias al caos que el escenario habilita.

Cuando algunos eligen pelear, quizá es porque saben que ser el último vivo es la única forma de salir de ahí, mientras que otros prefieren no ceder ni convertirse en asesinos, e incluso hay aquellos que eligen encontrar la forma de derribar el sistema y al gobierno que los ha puesto ahí. ¿Qué piensa de la vida y del futuro, cada uno de estos alumnos? ¿Qué piensa quien se ha conformado con la derrota, con la muerte, o qué piensa quien disfruta con el poder de un arma en su mano, matando a los otros que le trataron con desprecio?

“Peleen por sobrevivir y averigüen si valen la pena’, les dice Kitano, quien tras el incidente del cuchillo, renuncia a la escuela y se une a este programa de ‘Battle royale’. ¿Pero quién vale más la pena, el que sobrevive matando a los demás, tal como ‘se les han indicado’, o el que desafía las normas y elige no matar a nadie?

La reacción de cada chico deja ver su punto de vista respecto al mundo, el orden social y la situación en la que viven. ¿Qué tipo de persona es el que busca un acuerdo de paz, qué tipo de persona es quien elige no seguir el ‘juego’ y prefiere suicidarse? ¿Cómo medir cuánto vale cada uno como persona?

Shuya Nanahara y Noriko Nakagawa son los dos últimos sobrevivientes. Kitano en realidad ayuda a la chica y le dice que lo hizo sabiendo que ella es el tipo de persona, correcta y amable, que ‘merece sobrevivir’. Vale la pena, sin embargo, dimensionar cómo el que sobrevive, en este y otros juegos pasados, sigue adelante, sabiendo que estar ahí depende de que los demás se hayan asesinado entre sí y que, tal vez, él o ella también lo ha hecho. Quizá personas que buscan el bien, como Noriko, son personas que ‘valen la pena’, pero ¿vale la pena una sociedad que hace que la gente compita y muera en un juego de azar?

No todos los 42 alumnos enviados a la isla son malvados, o crueles o descarrilados. Había quienes actuaban con cizaña, sí, para también estaban los confundidos, los que no hicieron otra cosa más que intentar defender a sus allegados o los que murieron sin haber agredido a nadie. ¿Cómo enseñar valores a un grupo de personalidades tan diferentes, como ejemplifica este conjunto de chicos?

“¿Qué puede un adulto decirle a un niño?”, se pregunta Kitano y sus palabras son relevantes. No basta sólo con transmitirle lo correcto o las mejores directrices para alcanzar un mejor futuro, es predicar también con el ejemplo, creer en esas directrices, asegurarse que con la práctica, el joven entienda y aprenda, para repetir y reproducir lo mejor de la humanidad, no lo peor, cuando le llegue su momento.

¿Por qué se prepara al joven para, luego, ponerlo a competir contra sus similares, empujándolo a demostrar su ‘valía’? ¿Se le prepara de una forma tan estricta y tensa, que cuando la siguiente generación toma el control, en lugar de respetar y velar por el adulto que le enseñó, pelea por desplazarlo, para luego desecharlo, en lugar de protegerlo y ayudarlo? Si esta es la forma como la sociedad pretende demostrar su valía, parece evidente que está fallando, en su pasado, su presente y su futuro.

Ficha técnica: Battle Royale

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