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La isla siniestra

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Los mecanismos de defensa son respuestas, del cuerpo o la mente, para combatir emociones o situaciones que produzcan ansiedad, estrés, dolor, depresión u otros similares. Es como el hombre protege su mente de una realidad que le afecta. La respuesta es, no obstante, espontánea; si la persona en cambio reflexiona y piensa su reacción, para huir en lugar de afrontar, entonces deja de ser, en la extensión de la palabra, un mecanismo de defensa.

Por ahí va lo que sucede al personaje principal de la película La isla siniestra (EUA, 2010), dirigida por Martin Scorsese y escrita por Laeta Kalogridis, que se basa en la novela Shutter Island, de Dennis Lehane. Protagonizada por Leonardo DiCaprio, Mark Ruffalo, Ben Kingsley, Michelle Williams, Emily Mortimer, Patricia Clarkson y Max von Sydow, la historia se desarrolla en 1954 y se centra en el agente federal Teddy Daniels, quien con su nuevo compañero, Chuck Aule, investigan en un hospital psiquiátrico ubicado en una isla la desaparición de una paciente, Rachel Solando, una mujer que ahogó a sus tres hijos.

En medio de una tormenta que no permite la entrada o salida de nadie, porque el barco con el que se llega a tierra firme no puede navegar en tales condiciones climáticas, los agentes son recibidos por el psiquiatra John Cawley, quien explica la implementación de un nuevo método suyo, que consiste en un tratamiento terapéutico para ayudar a criminales con problemas mentales de una manera, insiste, más humana a la tradicional, caracterizada en el general por un trato hostil. La propuesta de Cawley es centrarse en entender la situación del paciente para ayudarle a entender su enfermedad y permitirle así reintegrarse a la sociedad, en lugar de castigarlos. La terapia pretende ser más rehabilitadora que punitiva, pero la mayoría de sus colegas son escépticos.

Su idea pues choca con varias de las propuestas de la medicina cotidiana de aquella época, que optaba, por ejemplo, por terapias de electro shock o lobotomías, usadas para ‘calmar’ a los pacientes o, lo que es lo mismo, tratamientos invasivos que los dejaban en un estado casi vegetativo y que, por tanto, eliminaba toda libertad de pensamiento y acción, incluso cancelando cualquier proceso de reintegración social.

Cawley explica que Rachel vivía en una especie de autoengaño, pues no asimilaba que estaba en un hospital psiquiátrico, sino que, en su realidad, sus hijos seguían vivos, su celda era su casa y el personal y los demás pacientes eran sus vecinos. La mente de Rachel había creado una realidad inventada para evitar asimilar sus crímenes, y vivía en esta ‘burbuja’ para no tener que afrontar su dolor. Es decir, que su mente habría bloqueado la tragedia, para protegerse a sí misma de lo sucedido. Sin embargo para Daniels esto parece inconcebible, ilógico. No concibe que alguien sienta tanta pena, angustia o culpa como para encerrarse en una irrealidad, en lugar de aceptar su verdad.

Conforme avanza la historia no obstante, comienza a dudar, a darse cuenta de que muchas cosas a su alrededor parece demasiado extrañas, carentes de sentido. Se convence así de que lo que le han dicho e intentado explicar son mentiras y que en realidad hay una conspiración dentro de la isla para experimentar con los pacientes.

Si es imposible huir de la isla, reflexiona, entonces alguien ayudó a Rachel a esconderse o, en todo caso, nunca hubo una Rachel en primer lugar. Su esfuerzo por entender la situación, basándose en raciocinio y conocimiento, lo llevan por buen camino, si bien no por el que desearía transitar. Su mente se va nublando por los fantasmas de su propio pasado, que difuminan la realidad y la irrealidad, fusionando a la Rachel que busca con su propia esposa, Dolores, fallecida en un incendio años atrás. Esto dificulta su el camino hacia la comprensión de lo que sucede y de su propio papel en medio del escenario en el que se encuentra. ¿Cómo comprender lo que sucede, cuando ha empezado a dudar de quién es y qué sabe, o no sabe?

Daniels está convencido de que el hombre que provocó el incendio en que murió su esposa está ahí, en el hospital, como paciente. Su misión es buscarlo, creyendo que con ello encontrará un cierre catártico a su duelo. Pero entonces se topa con la que se supone es la verdadera Rachel, escondida en una cueva y desmintiendo ser una paciente, sino una doctora, justo después de que Cawley le aseguró a Daniels que Rachel fue encontrada y traída de vuelta a su celda, algo que él no cree al cien por ciento ya que la mujer que hallaron no tiene ni raspones ni heridas, por lo que parece imposible que esa persona haya huido de su celda y pasado varios días sola en el bosque y los acantilados.

Esta ‘otra Rachel’ le sugiere a Daniels que Cawley y compañía están jugando con su mente, como hicieron con ella, con el propósito de mantenerlo ahí, cautivo, controlado y enfermo. Daniels sospecha, duda y parece querer darle sentido a la información, que organiza de una forma que, desde su perspectiva, coincida con lo que sabe.

“La gente le dice al mundo que estás loco y todas tus propuestas y negociaciones sólo lo confirman”, le dice esta otra Rachel a Daniels. “Protestas y justificables son negación. Miedos válidos; paranoia”, insiste ella, y de alguna forma, de algún modo, tiene razón. Pero tiene razón según el contexto y, en este caso, según quién esté contando la historia.

Eventualmente Daniels decide tomar acción e intentar huir junto con Aule, lo que le hace final e inevitablemente chocar con la verdad: que esta otra Rachel no existe, sino que es una representación de su mente y que simboliza su intento de asimilación y comprensión de la situación en la que vive, un mecanismo de defensa que ha creado y en el que cree ser un agente federal resolviendo un caso, porque eses e el punto en su vida en que su mente se estancó. Daniels no es Daniels, sino Andrew Laeddis, nombre de aquel que insistía causó la muerte de su esposa en el incendio. Rachel Solando además es sólo un anagrama de Dolores Chanal, la esposa de Laeddis, quien provocó dicho incendio pero que no murió en él, sino que fue asesinada por Andrew tras enterarse que ella había matado a sus hijos.

Laeddis creó a Daniels como una forma para entender y lidiar con el dolor que implicó la muerte de Dolores y sus hijos, y le es más fácil vivir en esa mentira y aceptarla, que afrontar lo sucedido. Cawley ha aceptado, como tratamiento médico alternativo, seguirle la corriente y darle la libertad de ‘vivir’ en este mundo imaginario, para ayudarlo a entender su situación. La idea final es permitirle dimensionar la mentira a fin de derrumbar ese mecanismo de defensa y facilitar una readaptación, pero ¿lo logra, o hasta qué grado lo logra?

“Los instintos de supervivencia son mecanismos de defensa”, dice el protagonista, y lo son, pero huir en lugar de afrontar, evitando el entendimiento, es algo muy diferente. En sentido estricto, para superar una situación traumática es necesario aceptar la realidad de los hechos, valorar la forma en que impactan en la vida y asimilar las nuevas condiciones de la propia existencia para reconstruir la cotidianidad. Laeddis lo entiende al final, junto con toda la responsabilidad que ello implica. “¿Qué es peor? Vivir como un monstruo o morir como un hombre decente”, le dice a Aule, quien en realidad es uno de sus médicos, dejando ver con esta frase que entiende sus opciones: aceptando que mató a su esposa y ahora está internado, lo convierte en un asesino, solo y sin familia, mientras que viviendo en el engaño, ajeno a la realidad, eligiendo ese mundo ideal en que aún es un agente federal en busca al asesino de su esposa, es, quizá no más feliz, pero sí un hombre libre de culpa.

Pese a que el tratamiento de Cawley funciona, Laeddis elige pretender que recae en el imaginario, en el mecanismo de defensa, cuya conclusión para su futuro es la lobotomía. ¿Por qué? Laeddis no crea una jaula de cristal, la rompe, en una decisión que para él, en ese momento, es la correcta, incluso sabiendo lo que ello conlleva, o que toma porque sabe lo que ello conlleva. ¿Qué le queda en la vida si, al darse cuenta de que su realidad inventada es eso, una irrealidad? ¿Qué le queda si su esposa e hijos han muerto? Reflexiona y decide, consciente y racionalmente, lo que, para Cawley era el logro más importante a alcanzar con el tratamiento. No resta sin embargo la pregunta de si, para el paciente, ello es suficiente o, en todo caso, quién le dice qué viene después de que esa barrera de disociación con la realidad es derribada.

Ficha técnica: La isla siniestra - Shutter Island

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