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Heroínas en historias del siglo XXI

Diana Miriam Alcántara Meléndez

Las películas reflejan el mundo en que se vive y eso se nota en las historias que se cuentan y cómo se cuentan. No importa si un relato se ambienta en el contemporáneo moderno o en una época pasada, la historia será diferente si se realiza en la actualidad, hace diez años, veinte o cincuenta, y la misma narrativa puede tener un foco de perspectiva distinto según el contexto social existente al momento en que se traza.

Pensemos por ejemplo en los relatos de superhéroes y qué tanto han cambiado entre aquellos que se realizaron en la década de 1980 en comparación con los actuales. Lo mismo puede suceder con historias de romance, y sus cánones, realizadas en 1998, 2008 y 2018. El trazado del universo ficticio es cambiante, lo mismo lo que quieren o buscan sus protagonistas, ‘héroes y villanos’.

¿Cómo ha cambiado el papel de la mujer dentro de la narrativa cinematográfica? ¿Cuáles son las historias de mujeres en el siglo XXI? ¿Cómo son las protagonistas de estas historias? ¿Qué significa cuando alguien dice que una protagonista es una ‘mujer fuerte’ y cómo es que mucho del cine entiende o desdibuja, o en términos prácticos, concibe, a una mujer protagonista? Curiosamente, además, el término parece que tiene que distinguirse, ‘mujer fuerte’, entre comillas, como si no todas las mujeres por definición fueran fuertes, como si hubiera que separar entre una historia con una mujer como protagonista y una historia con una ‘mujer fuerte’. Nadie sin embargo, hace esta misma distinción con las películas con protagonistas masculinos; ninguna película de superhéroes o relatos de acción con hombres a la cabeza le dice al público que verán una cinta que relata lo que le sucede a un ‘hombre fuerte’.

Mucho del cine con mujeres al centro plantea a sus protagonistas como ‘guerreras’ implacables, véanse por ejemplo Lara Croft (2001), Mad Max: Furia en el camino (2015) o La Mujer Maravilla (2017). Y no es que haya algo malo con esto, es sólo que ellas no son las únicas protagonistas con sus propias historias que contar, o lo que es lo mismo, una protagonista femenina no obligatoriamente se encuentra entre estas paredes de estándares específicos físicos, emocionales y culturales. Hay muchas mujeres con muchas historias que también son protagonistas de relatos importantes.

Igual de fascinante es, por ejemplo, la Elizabeth Sloane de Jessica Chastain en la cinta Sola contra el poder (2016), una mujer interesante porque es ágil, inteligente, audaz, imperfecta y decidida, una ‘guerrera’ a su propia forma y dentro del propio contexto del mundo en que se desarrolla la historia. Y lo mismo se puede decir de Sierra Burguess, interpretada por Shannon Purser, en Sierra Burguess is a loser (2018), en español Sierra Burguess es una perdedora, o la Kat Stratford de Julia Stiles en 10 cosas que odio de ti (1999), o las mujeres del relato, liderado por Carey Mulligan en el personaje de Maud Watt, en Las Sufragistas (2015), película ambientada en los primeros años del siglo XX y alrededor de la lucha de las mujeres por el derecho al voto en Inglaterra.

La variedad de realidades de vida que existen en el mundo debería verse también reflejada en una variedad de historias en el cine. Una ‘mujer valiente’ es tanto aquella súper heroína que pelea por salvar al mundo, como lo es también una madre de familia que barajea el mantener su mundo unido a la par de tener que sacar adelante su trabajo cotidiano, por ejemplo.

Este debate sobre la falta de inclusión y representación no es tema nuevo y comenzó hace muchos años cuando se fue haciendo evidente la tendencia de que el personaje principal femenino en las películas solía no ser más que la ‘acompañante’ del héroe, la ‘damisela en peligro’, o el simple ‘interés amoroso’. ¿Cuál es la verdadera función dramática y narrativa de Rachel (Sean Young) en Blade Runner (1982)? Su personaje es un vehículo para que, tras su encuentro con Deckard, él reflexione sobre el papel de los replicantes en este futuro distópico pero, ¿es Rachael vital y única (narrativamente hablando)? ¿Hay algo más profundo acerca de ella aparte de que el protagonista crea que tiene que ‘salvarla’?

No es el único ejemplo; ahí están también escenarios similares en cintas como Mujer bonita (1990), Duro de matar (1988), Conoces a Joe Black (1998), Spider-Man (2002), Iron Man (2008), Oblivion (2013), o El enigma del cuervo (2012). Casos en los que el personaje femenino central parece sólo acompañar al principal, en algunas ocasiones más evidente que en otros.

Un ejercicio interesante es imaginar qué pasaría si en todas las películas invirtiéramos los papeles, si los personajes masculinos fueran femeninos y los de las mujeres los cambiáramos por hombres. ¿Cómo transformaría esto a historias como por ejemplo Pompeya (2014), Pasajeros (2016), Los Otros (2001), La Momia (1999) o El quinto elemento (1997)?

Lo que este ejercicio ayuda a plantearse son dos cosas importantes. La primera, notar aquellas historias en las que de verdad un relato de vida de una mujer protagonista es precisamente eso, la vida de una persona que se caracteriza no por su género exclusivamente, sino por las condiciones que vive, como mujer, en su contexto y su naturaleza. Ginger Snaps (2000), por ejemplo, Feroz en Latinoamérica, trata de unas hermanas que tras ser mordidas por una criatura comienzan a convertirse en licántropos. Con ello la película habla en su subtexto del cambio físico que atraviesan las adolescentes hacia la adultez. La historia no puede sino tener a mujeres como protagonistas, porque es temáticamente sobre su desarrollo que la historia se traza.

El contexto lo es todo y sucede también a la inversa. Una historia como Un domingo cualquiera (1999), que se ambienta en el mundo del futbol americano, crece gracias a su contexto y es producto del mundo en el que se ambienta: deportistas de una liga masculina de atletas.

Esto lleva a un segundo punto importante, el cine se apoya en estereotipos y crea todavía más. No todas las mujeres exitosas son mujeres distantes, por mucho que pueda parecer que esa es la tendencia o la regla, producto de la repetición, en cintas como El diablo viste a la moda (2006), Secretaria ejecutiva (1988) o La propuesta (2009). Tampoco todas las mujeres solteras están desesperadamente buscando pareja, como en A él no le gustas tanto (2009), Año bisiesto (2010), Diario de una pasión (2004) y hasta Vaselina (1978).

La idea de los estereotipos es un mal en el que caen muchas historias del cine y afecta a todo tipo de personajes, independientemente de su género, raza, etnia y clase social incluso. Porque además es claro que el personaje coprotagonista femenino puede ser esencial, importante, relevante y clave dentro de la trama y su desarrollo, véase por ejemplo El jardinero fiel (2005), en el que Rachel Weisz interpreta a Tessa Qualey, una activista que denuncia el negocio corrupto de un conglomerado farmacéutico que con ayuda del gobierno realiza estudios y pruebas de medicamentos de forma ilegal en África; y que deja a su esposo, un diplomático británico, las pistas para develar la verdad y hacer justicia.

De igual forma, también hay personajes femeninos que se convierten en impresionantes ‘villanas de la historia’, qué tal Annie Wilkes en Miseria (1990), Kathryn Merteuil en Juegos sexuales (1999), Ammy Dune en Perdida (2014) y hasta la reina Raveena en Blanca Nieves y El Cazador (2012). Una mujer, en corto, no es ni una acompañante, ni una damisela en peligro, ni un interés romántico; un personaje femenino es un ser con su propia vida, pasado, anhelos, fortalezas, debilidades y sueños, como cualquier otro hombre en la historia.

Alien: el octavo pasajero (1999), resultó una propuesta interesante más allá de sus recovecos narrativos y reinvención dentro del género del suspenso, el terror y la ciencia ficción. Fue arriesgada de la mejor manera posible en el momento en que Ridley Scott decidió que la protagonista fuera una mujer; elección, una de muchas otras que ha habido dentro del mundo del cine, que cambió a la cinematografía y volvió a Ellen Ripley en el ícono cultural que es ahora.

Lo que no se debe olvidar es que no todas las heroínas deben actuar y lucir como Ellen Ripley. También llamamos heroína a Giselle, de la aventura de Disney, Encantada (2007); así como es una gran protagonista ejemplar Katherine Ann Watson en La sonrisa de Mona Lisa (2003), Olive Penderghast en Se dice de mí (2010), o Sandra Bya en Dos días una noche (2014).

Es decir, una heroína como mujer protagonista no es sólo aquella que pelea con sus puños y fuerza física, sino que es fuerte en muchos sentidos. Un héroe se define como la persona que realiza una acción a favor de una causa noble y en beneficio de otros. Si hay personajes masculinos en el cine que son asesinos, pilotos, inventores, doctores, adictos, detectives y demás, también puede haber este tipo de personajes interpretados por mujeres, porque así como hay protagonistas en películas que son madres solteras, empleadas domésticas, diseñadoras, niñeras, modelos de pasarela y viudas, también hay hombres que viven esa misma realidad y que deben encontrar su representación en pantalla.

¿Por qué encasillar? ¿Por qué encasillarnos? ¿Por qué hay tantas películas en las que un personaje femenino, principal o secundario, o de cualquier tipo, parece que sólo puede explicarse en función a su relación con el sexo opuesto: ‘su padre era esto, tenía tantos hermanos, su novio, jefe o vecino vio o dijo aquello’? Más interesante, no es sólo cómo el otro la ‘define’, sino preguntarse si ese otro, los hombres que las definen, las respetan. ¿Cómo actúan los personajes alrededor de Katniss Everdeen (aliados, amigos y hasta enemigos) respecto a su persona en Los juegos del hambre (2012)? ¿Cómo actúan los hombres hacia las mujeres, las mujeres hacia los hombres, los hombres hacia los hombres y las mujeres hacia las mujeres, en cintas como ¡Mamma Mia! (2008) o Notas perfectas (2012) , a comparación de filmes como Interestelar (2014), Realmente amor (2003), El club de los cinco (1985) y hasta La Bella y la Bestia (1991)?

Una mujer, o un personaje femenino, no puede ser definida sólo en función a los estándares sociales tradicionalistas, si es madre, casada o viuda, por ejemplo (o importa sólo si es vital para el desarrollo de la historia). Lo mismo aplica para los personajes masculinos, es sólo que con ellos este escenario sesgado no es tan recurrente; de alguna forma, un hombre en pantalla suele definirse más por sus amigos, su trabajo, sus logros, sus anhelos o sus tropiezos. Y para la mujer puede y debe ser lo mismo, es sólo que esto casi no sucede. El personaje de Dominic Toretto, por ejemplo, interpretado por Vin Diesel en las películas de Rápido y Furioso, franquicia que inició en 2001, nunca se define por o en función de las mujeres a su alrededor, específicamente su pareja y su hermana. Sí, ellas tienen un papel importante en su vida y pueden tomar relevancia al momento en que Toretto elige, pero el protagonista nunca es concebido sólo como ‘el hermano de’ o ‘el novio de’. ¿Qué tan seguido esto sí sucede en películas donde la protagonista es una mujer? Más comúnmente de lo que debiera.

Entender y cambiar esta realidad de desigualdades pide del espectador darse cuenta de una situación simple: ¿Quién es la persona que hace películas y cómo ve esa persona al mundo? ¿Quién dirige la historia, quién la escribe y quién la produce?

¿Cuántas películas dirigidas por mujeres se estrenan en cines cada año? ¿Cuántas cintas de superhéroes han sido dirigidas por mujeres? ¿Acaso La Mujer Maravilla de 2017 fue la primera en la historia? Además, una directora no está sólo para dirigir filmes sobre mujeres, basta darle por ejemplo una mirada a la filmografía de Kathryn Bigelow, la única mujer además que ha ganado un Oscar en la categoría de mejor director, para notar la gama de posibilidades.

Es importante entonces exigir más historias como Thelma y Louise (1991), Tres anuncios por un crimen (2017), La habitación (2015), El silencio de los inocentes (1991), Talentos ocultos (2016), Invierno profundo (2010), Lady Bird (2017) o Un despertar glorioso (2010), por mencionar algunas. Pero más importante aún es exigir personajes femeninos completos y complejos, no importa qué tanto participen dentro de un filme. Un personaje secundario cualquiera, por poner uno sobre la mesa, no existe sólo alrededor del protagonista, sino que tiene su propio camino que recorrer. Si un personaje, cualquiera, sólo pulula alrededor de la órbita del protagonista, entonces algo está mal. A lo mejor sólo aparece en pantalla cuando también participa en la escena el personaje principal, porque la historia está contada desde su punto de vista, pero lo importante es que este otro, que no es el protagónico, tome sus propias decisiones, buenas o malas decisiones, mientras sean suyas.

Personajes complejos, no encasillados; personajes que aporten y tenga un porqué, no sólo que estén de adorno; eso es lo que se exige. La crítica es darse cuenta que este escenario donde el personaje femenino no es más que una ‘figura de relleno’, es un cotidiano que resulta tan retrógrada como penoso. No es sólo que se puede cambiar, es que se debe, es porque la mujer juega un papel fundamental en la reproducción socioeconómica de la sociedad y ello se requiere expresar en las películas, tomando en cuenta el importa papel de la cinematografía en la formación del ser.

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