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El Veredicto

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

El veredicto de un jurado en un juicio legal depende de la capacidad de análisis y debate que se suscite entre los representantes elegidos para cumplir su obligación ciudadana, a partir de los hechos que se les presentan. Los abogados representantes de acusados y acusadores explican las razones y causas que llevan a sus clientes a la posición en la que se encuentren, exponiendo una perspectiva de la realidad de los sucesos, con la visión, punto de vista y versión de aquellos a quienes representan.

El jurado se forma una opinión idealmente objetiva basada en la evidencia, pero el juicio en sí permite una exposición de ideas y discursos a favor o en contra, según se maneje su contenido retórico, es decir, de alguna forma, las perspectivas opuestas se justifican intentando convencer al jurado de que cargan con la verdad. Se pretende “la verdad”, pero el análisis e interpretación son siempre parte de un discurso cargado de intereses, el interés en beneficio del cliente a quien representa cada abogado. El veredicto que se dicta no es la inclinación de un jurado a favor o en contra de uno de los exponentes, o por lo menos no debería serlo, sino que se trata de una resolución basada en la información presentada, que además otorgue justicia a uno de los implicados en el enfrentamiento legal, según la consideración de las pruebas planteadas. Un juicio, sin embargo, no deja de ser entonces una lucha de perspectivas y retórica, de discurso argumentativo, de convencimiento con base en información planteada con un objetivo de persuasión.

En The Verdict (EUA, 1982), película dirigida por Sidney Lumet y protagonizada por Paul Newman, Charlotte Rampling, James Mason y Jack Warden, y nominada a cinco premios Oscar (mejor película, director, actor principal, actor de reparto y guión adaptado para David Mamet), el personaje principal es un abogado venido a menos, alcohólico y con poco trabajo en últimas fechas, que toma el caso de una pareja que demanda por negligencia médica al hospital donde internaron a la hermana de la mujer.

La arquidiócesis que dirige el hospital quiere cerrar el caso proponiendo un acuerdo monetario para evitar el juicio, sabiendo que Frank Galvin, el abogado defensor, dada su reputación de declive personal y profesional, no está preparado para regresar a la Corte, enfrentar el caso en lo jurídico y ganar, por lo que, según ellos, aceptará con gusto tomando el camino rápido y fácil de un acuerdo que deje por olvidado el problema.

La gente se mueve por el dinero y Frank no es la excepción; está a punto de aceptar el acuerdo, hasta que visita a la víctima y la ve en cama, conectada a una máquina que la ayuda a respirar, entendiendo entonces que un error aparentemente humano y accidental ha destruido la vida de una persona, sin que nadie tome responsabilidad de ello. No es que Galvin crea entonces en el caso, o se convenza de la hipocresía del acuerdo, sabiendo, incluso, que la familia de la víctima necesita el dinero para pagar una institución privada que cuide propia y adecuadamente de la salud de la hermana de la mujer, quien quedó en coma luego de que el hospital aplicara una anestesia cuando no se debía, el día que ella llegó para dar a luz a su bebé. Es más bien que Galvin comprende que el juicio es más que la lucha por una suma de dinero, es una vida destruida por negligencia, por irresponsabilidad y que, un acuerdo monetario pone por delante el interés financiero sobre la vida humana, el mercado sobre el ciudadano.

Frank entonces debe debatirse entre lo correcto y lo incorrecto, eligiendo finalmente pelear por los derechos de los pacientes ante la estrategia de un hospital que ha elegido encubrir el error y pretender que nada nunca sucedió, en especial, al descubrir que el error médico viene directamente de parte de los reconocidos y “respetados” doctores del hospital. La imagen por encima de los derechos humanos.

Sin embargo, el camino no es fácil para el abogado y no simplemente por su falta de práctica en el área, sino porque quienes representan a los acusados cuentan con una infraestructura y un sistema de organización preparado para el control de daños. Sabiendo que la reputación de la iglesia y del hospital es lo primero, el jefe de abogados manda conseguir noticias pagadas en los medios de comunicación para que se hable bien de la institución y su labor altruista. “La clave de la defensa será responder al tribunal, la prensa y la mente del público”, asegura el hombre al frente de la defensa del hospital. Además de eso, el equipo de la firma compra a varios de los testigos y sobornan a otros cuantos.

Galvin le pregunta al doctor que va a declarar a su favor, dando opinión experta de que, según los registros, durante el procedimiento médico hubo negligencia: ¿Por qué lo haces? “Porque es lo correcto”, dice el otro, y añade “¿no es por lo que lo hace usted?”. El abogado no contesta en ese momento, sabiendo que en ese instante lo único que le preocupa es su comisión ganada en caso de salir exitoso del juicio. Irónicamente, poco tiempo después el doctor desaparece para tomar unas vacaciones. Galvin comprende que su testigo ha sido comprado y que incluso el juez elegido para el juicio tiene una inclinación a favor de los demandados.

A pesar de tener las razones lógicas que le permitan ganar, el protagonista no logrará hacerlo sin el respaldo de testimonios que sostengan la verdad, que una negligencia médica ha dejado a una mujer en coma, y sin poder comprobar que el error fue provocado por los doctores, no por la paciente.

Los reconocidos médicos que trabajan en el hospital sostienen que no hicieron nada malo y que su reputación supera la palabra de cualquier otro que pretenda contradecirlos, la paciente, sus familiares o las enfermeras que asistieron en la operación. Incluso cuando Frank logra que la mujer que hizo el llenado de información de la paciente declare que fueron los doctores quienes le indicaron hacer el cambio de orden para la anestesia (acto que evidencia la forma en que la negligencia fue disimulada), el equipo defensor de los acusados apela por borrar la declaración de los registros y pedir al jurado olvidar el testimonio de la enfermera por tratarse de un documento en fotocopia, no sólo inadmisible en la Corte, sino que por correlación anula lo dicho por la testigo. ¿Qué se gana con borrar el registro oficial si la pregunta ya ha sido hecha y el jurado ya ha procesado la información en su mente?

El tribunal no es un lugar para la justicia, sino para la posibilidad de la justicia, señala Frank en un punto de la historia. Pero los abogados de la parte demandada no quieren abrir la puerta a esta posibilidad, porque ellos no pelean por los derechos de las personas, sino por la corrupción en un sistema ya corrupto. Los abogados defienden a sus clientes porque es su trabajo, no porque pretendan que se haga justicia, y ellos tampoco pelean por lo correcto, sino que buscan ganar a cualquier precio.

Ustedes son la ley, ustedes son quienes hacen justicia, les dice Galvin a los miembros del jurado durante su discurso final, apelando por un principio ético y de valores entre los ciudadanos para hacer lo que les parezca correcto, en un discurso no menos dirigido que los lleve a la acción; un discurso retórico planeado para convencer al ciudadano de que el poder del cambio está en sus manos, aunque sea por lo menos para este caso específico en el que, por derecho y obligación, se han convertido en el grupo selecto que rige por encima de cualquier otro poder de le;, tal es su función como jurado, la de hacer cumplir la justicia a través de un veredicto basado en el juicio reflexivo y normado. La pregunta es, ¿hasta qué punto los miembros del jurado pueden ser imparciales y emitir su opinión con base en sus principios morales, superando las presiones externas que ofrecen las partes? Porque si el juicio se ventila en los medios, si se compra a testigos, si se amenaza a los interesados, si se ofrece el “gancho” de un acuerdo monetario en una sociedad altamente mercantilizada, las esperanzas de que la justicia se emita en función de la verdad, parecen bastante remotas.

Ficha técnica: The Verdict

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