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Minority Report: Sentencia previa

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

¿Qué haría el hombre si pudiera conocer su propio futuro? ¿Lo cambiaría o lo aceptaría sin cuestionarlo? Las preguntas han interesado la mente de las personas porque hablan de una posibilidad de futuro, de un control sobre sus decisiones, su destino, su vida y las oportunidades de su realidad. Si el lenguaje tiene una palabra y tiempo verbal para hablar de un posible futuro, un condicional, entonces significa que el hombre se preocupa por él.

En la película Sentencia Previa (EUA, 2002) es posible prevenir el crimen del futuro, aunque ello traiga varias cuestiones éticas y lógicas al debate abierto. La historia está ambientada en un mundo (del año 2054) en donde tres personajes, denominados Precognitivos, que pueden ver crímenes de homicidios, trabajan para el sistema judicial, creándose el Departamento de Precrimen, un lugar encargado de procesar la información otorgada por las visiones de estos personajes para prevenir los crímenes que supuestamente están a punto de cometer los perpetuadores; el resultado en una reducción de este tipo de infracciones en el lugar donde se ha implantado el sistema y la propuesta es llevarlo hacia todo el país en los Estados Unidos.

Para ello Danny Witwer, proveniente del Departamento de Justicia, es enviado a inspeccionar el funcionamiento del sistema de los Precognitivos. Pero Witwer comenzará a cuestionar el sistema, en especial cuando John Anderton, capitán de la fuerza policiaca Precrimen, es acusado de un asesinato que cometerá en menos de una semana.

Witwer pregunta a Anderton, quien cree ciegamente en el modelo de prevención de crimen en el que trabaja, sobre la percepción e interpretación de las visiones de crímenes que los precognitivos reportan. Para Anderton, las visiones de éstos permiten detener homicidios antes de que sucedan, pero Witwer señala: “No es un futuro si lo paras. ¿No es esa una paradoja?”. Si el crimen es detenido, entonces no sucede y, si no sucede, el perpetuador realmente no es un criminal, porque al detenerse el crimen, no hay ningún sustento de infracción por el cual culpar y sancionar a las personas. Sin embargo, aún así se les detiene y juzga. Para Witwer esa es una falla en el sistema.

Anderton deberá cuestionarse con más detalle y profundidad el trasfondo del sistema precrimen cuando él mismo es acusado de que asesinará a un hombre que no conoce, haciendo que tenga que huir de la policía a fin de poder comprobar su inocencia, pero lo que va entendiendo en el camino son precisamente esas fallas del proyecto judicial para el que trabaja, esos huecos que el sistema mismo no ha considerado.

Los tres personajes, los precognitivos, son hijos de drogadictos, cuya experimentación médica para curarlos les dio la habilidad para ver el futuro, pero no siempre ven lo mismo, lo que significa que sus visiones a veces están abiertas a la posibilidad de que el crimen no sea cometido, o que tengan un resultado diferente; así se lo dice la creadora de los experimentos a Anderton. Lo que ella explica explora el tema del libre albedrío, una realidad que Anderton enfrenta cuando se encuentra frente a frente con el hombre que supuestamente asesinará, quien, descubre, podría ser el responsable de la desaparición de su hijo seis años atrás. Cometer el crimen lo convierte en un asesino, no hacerlo evidencia las fallas en el sistema policiaco que tanto creía. Agatha, una de los precognitivos, le dice a Anderton que sabiendo lo que sucederá, él tiene la posibilidad de cambiar su futuro y sus decisiones, elegir otro resultado, otra salida, otra realidad.

La historia no sólo cuestiona la libertad y responsabilidad del hombre en su toma de decisiones, también cuestiona un sistema policiaco de justicia que busca resultados al momento, no a largo plazo. El sistema precrimen resuelve el problema de homicidio en la acción (evitar que alguien sea asesinado en ese instante), pero no resuelve el problema de fondo. ¿Qué sucede si la persona que iba a morir realmente lo merecía? (aparte de la validez moral que implica el quién decide tal justificación); qué sucede con los otros involucrados y el cómo sus acciones pudieron empujar a una persona a querer matar a alguien; o qué sucede si el asesino es sólo el autor material, pero no el intelectual de los crímenes.

Cuando Anderton descubre que Lamar Burgess, el hombre a cargo del departamento y el proyecto precrimen, sabía de esas visiones alternativas de los precognitos, que abren la posibilidad a cambiar la situación, a que las personas elijan una acción diferente (arrepentirse del homicidio momentos antes de cometerlo, por ejemplo), el detective se da cuenta de que él fue quien planeó el crimen por el que es acusado, pues Anderton había descubierto la verdad sobre los experimentos y las fallas en el funcionamiento del sistema.

La realidad del mundo en el que se desarrolla la historia habla de un ambiente de control extremo, al que las altas esferas de poder planean someter a su sociedad; no sólo con el sistema precrimen y la coartación de la libertad, producto de la eliminación del futuro posible con las visiones provistas por los experimentos, pero también en la misma interpretación cerrada e inflexible de estas visiones. El sistema no se cuestiona el contexto de los crímenes, sino la impulsividad del momento, el asesinato en sí. La falta de análisis crítico de una situación tal, un crimen, parece reflejar la ligereza con que algunos lo asumen. En contraposición a este pensamiento está Witwer y eventualmente Anderton, quien descubre que la verdad que Lamar oculta es un asesinato a su propia mano y que su único motor por impulsar el proyecto es crecer en su presencia pública, para hacer que el sistema precrimen fuera utilizado a nivel nacional. El detective entiende que lo que motivaba a Lamar no era la resolución o prevención del crimen, sino lo que él pudiera sacar a su favor de ello: dinero, prestigio o renombre, entre otros beneficios.

La ambientación de la ficción, el mundo en el que se desarrolla la película, también ejemplifica la forma de control a través de la presencia de la vigilancia, la supervisión y la identificación, ejemplificado en la historia mediante el monitoreo del movimiento de las personas a través de sus ojos. Se registra dónde está cada persona por identificación de retina, haciendo que Anderton, al huir, tenga que toparse con la dificultad que representa la falta de libertad e individualidad, la movilidad controlada; las calles por donde camina, las tiendas a las que entra, los taxis a los que se sube, todo espacio tiene una cámara de vigilancia y todo espacio monitorea sus acciones y movimientos, reportándolos al gobierno, a la policía, haciendo que el sistema tenga una ventaja sobre él, la ventaja que implica la existencia del ojo que todo lo ve, a la manera del Gran Hermano. Vale la pena analizar cómo el sistema utiliza la información que tiene de las personas; la tecnología registra todo lo que las personas hacen sin que éstas lo sepan, lo cuestionen o lo eviten; un arma de dos filos que puede utilizarse para encontrar criminales pero también para someter a los ciudadanos.

Una historia de acción que se desarrolla en un contexto futurista, con un mundo de ficción que se plantea cuestionar sobre el sistema jurídico la libertad del hombre, la percepción de la realidad, la interpretación de los hechos y las posibilidades del futuro, cambiantes según se tome una decisión u otra. Dirigida por Steven Spielberg y escrita por Scott Frank y Jon Cohen, basándose en el cuento corto de Philip K. Dick de 1956, “The Minority Report”, la película está protagonizada por Tom Cruise, Colin Farrell, Samantha Morton y Max von Sydow, entre otros.

Ficha técnica: Minority report: Sentencia previa

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