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Cuando el destino nos alcance

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Conforme el mundo cambia, las sociedades evolucionan y el hombre se adapta a las nuevas circunstancias. El ser humano modifica su forma de existencia, lo mismo que sus preocupaciones e intereses, mecanismos de adaptación y forma de supervivencia, que se ajustan a las nuevas realidades de cada época. Con los cambios sociales vienen los ambientales y lo que era prioridad para una sociedad pasada, puede diferir con lo que interesa a las personas que viven en la modernidad.

Calentamiento global, agotamiento de determinados recursos naturales, sobrepoblación y depredación del medio ambiente son algunas de las preocupaciones que mantienen al hombre del siglo XXI en estado de cautela, una realidad que viene arrastrando desde hace años y que comenzó a vislumbrarse desde el siglo pasado. Previendo las consecuencias y comenzando a percibir los estragos en el planeta por la mano del hombre, la tala de árboles, contaminación del ambiente, agua y tierra, la erosión del suelo, la disminución de recursos naturales o la falta de espacios verdes, avasallados por la llamada selva de asfalto, entre otros muchos ejemplos de la acción depredadora que la humanidad ha ejercido sobre el planeta, la mente del hombre decide reflejar su realidad y reflexionar sobre ella, para explorar respuestas, en ocasiones bajo la mirada científica, en otras en su manifestación artística. Algunas de esas formas de hacerlo es a través de la creación de ficciones, en literatura, cine, radio y televisión.

Cuando el destino nos alcance (EUA, 1973) es una de esas vías de análisis y concientización. La película está ambientada en un futuro tan cercano como el año 2022, (a medio siglo de cuando se imaginó pero apenas a menos de una década de nuestro presente) cuando, se supone, la sobrepoblación y la escasez de recursos llevan al hombre a vivir en una sociedad sin control, sin orden y luchando por vivir al día, una cotidiana realidad ante la miseria extrema en que viven millones de seres actualmente en el mundo.

Las clases sociales en esta realidad distópica están demasiado marcadas porque el sistema ha dividido y distanciado a los ricos de los pobres, mientras que en el mundo en general disminuye el espacio, la comida, el agua y el empleo, por mencionar los más claros. A raíz de esta realidad, las personas viven, por ejemplo, en los pasillos de los edificios o en la calle misma, y la comida como tal es un lujo que sólo algunos pocos pueden pagar, llevando a la mayoría de la población a consumir un producto llamado “soylent”.

Pero la ley de la oferta y la demanda ha resultado en la propia limitación y escases de uno de estos productos, el soylent verde, el más asediado por la población, el que la compañía que los produce dice están hechos del plancton de mar y que al mismo tiempo es difícil producir, haciéndolos caros y de costo excesivo, volviéndose un producto de difícil acceso para las masas, quienes son los consumidores casi exclusivos, toda vez que la clase alta, los pudientes, pueden llegar a conseguir algunos vegetales de verdad a un precio elevado, inaccesible para la mayoría de la población. Pero, tal vez, la empresa detrás de su fabricación sólo decide limitar su comercialización, para hacer que las personas hagan lo que sea por conseguirlo y paguen por éste el mayor monto posible. Los dueños del capital tienen a la población en su mano y a su disposición, explotando sus necesidades y encontrando una ganancia y beneficio para ellos en el proceso. Tal es la esencia del sistema capitalista: la búsqueda de la máxima ganancia.

El protagonista de la historia es Robert Thorn, un detective que se encuentra con los opuestos de esta realidad cuando es asignado a investigar un caso de asesinato. Él, con ayuda de su amigo Sol, descubre que el hombre muerto, Simonson, fue un miembro importante de la empresa Soylent. Para Thorn, inicialmente, el caso es otro más de la pila de crímenes que se viven en la ciudad; lo que realmente llama su atención es el departamento en que vivía este hombre. Thorn se topa por primera vez con los lujos a los que no tiene alcance en su vida diaria: agua potable, jabón, carne en el refrigerador y aire acondicionado; él se ve cegado por este escenario, atraído a él y hacia el tipo de vida que desconoce por completo.

Pero los lujos también significan sacrificios, como lo demuestra el personaje de Shirl, la acompañante de Simonson, quien trabaja a servicio de la persona que sea dueño de ese departamento, en donde funge como amante y sirviente. Ella puede vivir los lujos y disfrutar de ellos, pero a cambio de un precio. Ni ella ni Thorn tienen la opción de huir para mejorar su vida o para crecer como personas, ni de buscar algo diferente, porque están a la deriva en un sistema dividido, sectario, controlado y estancado.

Las prohibiciones que se viven son producto de las decisiones del hombre en el pasado, con eco en el presente que se vive en el mundo real y el futuro probable: personas contaminando el ambiente, creciendo la población sin control ni medida, saturando todos los espacios habitables y acabando, con su invasión, contaminación y destrucción de los recursos naturales, la propia tierra que tienen para habitar. Pero, en ese proceso, y como nueva forma de vida, en la película, las prohibiciones también son una forma de control. ¿Necesario, excesivo, injusto, inhumano u oportunista? Alguien debe cuidar el bienestar del hombre, pero alguien también debe ponerle un orden. Nuestra forma de vida económica nuestra forma de organización social, eso es lo que tendríamos que saber para poder decidir el tipo de sociedad que queremos.

El escenario de este mundo futuro es radical, pero de alguna manera presenta su propia respuesta a los problemas que se le presentan, en su propio mundo de ficción. Thorn descubre que ante la falta de alimento y por la sobrepoblación, el soylent verde realmente está hecho a base de humanos, pero aunque le parece aberrante e inmoral, también descubre que no puede hacer nada al respecto; la situación lo abruma, lo supera, el sistema se impone sobre sus deseos. La realidad es irreal y extrema, pero dentro de la historia, es la solución, inmediata y radical, pero también única ante el grado de decadencia al que ha llegado esa sociedad; una forma de control autoritario y represivo, una forma de organización social de la que algunos se aprovechan (la empresa Soylent) y otros son explotados (los ciudadanos). Esto ya no es tan irreal, pues también el capital, en la búsqueda del máximo beneficio, ha dividido a la sociedad en una masa de explotados y un pequeño porcentaje de individuos viviendo en la opulencia.

La película es un relato de cautela para las personas que viven en el presente, una historia para crear consciencia sobre el cambio necesario, en el sistema monetario, el organizacional y el político, en la procuración y cuidado del medio ambiente o en la forma en que la sociedad evoluciona y convive, entre las personas mismas y con el lugar en el que habita. Es como si la película dijera: las acciones tiene consecuencias y si el hombre continúa haciendo lo que hace sin pensar en ello, este escenario será su realidad de futuro. Entonces, ¿el futuro descrito ya nos alcanzó?

Basado en el libro “Make Room! Make Room!” escrito por Harry Harrison, el guión de esta película está trabajado por Stanley R. Greenberg; dirigida por Richard Fleischer y protagonizada por Charlton Heston, Leigh Taylor-Young, Edward G. Robinson y Joseph Cotten en los papeles principales.

Ficha técnica: Cuando el destino nos alcance - Soylent Green

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