
Si se analiza la historia de la humanidad, el ser humano bien podría ser catalogado como un depredador nato; destrucción y aniquilación de ecosistemas, apropiación de tierras y colonización constante, explotación de otros entes o recursos para su beneficio, es parte de lo que caracteriza a cualquier sociedad, pasada o presente. La manipulación y el daño de sus alrededores, sean personas, espacios, lugares, relaciones, instituciones y, por supuesto, otras especies.
La película Mickey 17 (EUA-Corea del Sur, 2025) habla de esto, pero también reflexiona temas derivados, como la valoración de la vida en función de una relación productividad-desempeño-aporte, el llamado capital humano llevado al límite de su capacidad para ser superexplotado, las jerarquías sociales inequitativas o la estructuración de sociedades sometidas y poco pensantes, enajenadas y explotadas en favor de una minoría que se cree superior y controla a partir de abuso, opresión, violencia e ignorancia.
Escrita y dirigida por Bong Joon-ho, basándose en la novela literaria homónima de Edward Ashton, la cinta está protagonizada por Robert Pattinson, Naomi Ackie, Steven Yeun, Toni Collette, Mark Ruffalo y Anamaria Vartolomei. Se ambienta en un futuro distópico, 2054, en que la vida en la Tierra es casi imposible debido al deterioro del planeta, por lo que se están enviando misiones espaciales hacia otras galaxias, con la intención de encontrar un lugar habitable para colonizar.
Mickey Barnes, el protagonista, se une a una de estas misiones huyendo de un usurero que amenaza con matarlo si no paga el dinero que debe por un negocio fallido, en el que Mickey se vio envuelto por confiar en su oportunista supuesto mejor amigo, Timo. Convencido de que no tiene nada que aportar, sin ningún oficio o habilidad que resulte ‘útil’, se ofrece (sin haber realmente leído la letra pequeña del contrato), como ‘prescindible’, que es como se les denomina a personas que aceptan ser regeneradas cada vez que mueren, por medio de una tecnología prohibida en la Tierra, que ‘reimprime’ su cuerpo y reimplanta sus recuerdos.
La nueva condición de Mickey deriva en que le asignen tareas peligrosas, bajo la justificación de que su sacrificio se hace en nombre de la humanidad. Sin embargo, en el entendido de que si muere no hay consecuencias, porque simplemente es ‘reimpreso’, poco a poco deja de vérsele como una persona, un ser que piensa, siente, vive y experimenta, para pasar a ser tratado como un objeto, uno que no importa, cuya vida no vale, a quien se ‘recicla’ una y otra vez, sin tomar en cuenta el impacto emocional que el constante ciclo vivir-morir pueda tener en él.
¿Cuánto vale una vida y quién decide su valor? Mickey asume que se mide en función de rendimiento, eficiencia y producción; en esta lógica, si no hay nada práctico que pueda hacer dentro de la nave, ¿cuál es su aporte, función u objetivo? Desde luego no se toman realmente en cuenta sus ideas, decisiones, experiencias, aspiraciones, capacidades, sueños y trascendencia. La realidad es que el mundo en el que vive lo plantea así, inequitativa y deliberadamente, a través de jerarquías sociales, derechos de propiedad y valores costo-beneficio: cuánto se invierte en alguien, lo que come, viste, en dónde duerme y qué necesita, en relación a los beneficios, participación y contribución que puede ofrecer.
Aquí el ‘prescindible’ es visto como desechable, al grado que no importa quién es Mickey, sino para qué propósito sirve su particular condición y cómo es más redituable o ventajoso explotarla. Por ejemplo, si hay un virus del que se busque una cura, una reparación necesaria que hacer en el exterior de la nave o un medicamento experimental que probarse, Mickey es el elegido para la tarea, justo porque su vida no es vista como la de cualquier otra persona, sino como una mercancía-objeto que se utiliza y puede repararse; algo que se aprovecha, no alguien que existe.
A raíz de esto el único sostén emocional de Mickey es Nasha, su novia, alguien que parece valorarlo por quien es, no por lo que pueda sacar de provecho de él, aunque eventualmente así suceda, si bien sólo sea por un breve momento, una vez que aparecen dos clones de Mickey y ella propone la forma más ventajosa para ella, sexualmente hablando, de aprovechar ese escenario.
Luego de 16 fatídicas muertes y de finalmente aterrizar en Niflheim, un planeta helado, tras cuatro años de viaje y otro más de acople a las condiciones de la superficie, Mickey 17 es enviado a explorar. El problema es que cuando lo dan por muerto, eligiendo por él ese destino en lugar de esforzarse por ayudarlo a salir de la cueva en que cayó, Mickey hace contacto con la especie nativa, unos seres que parecen insectos gigantes; éstos, eventualmente bautizados por el humano con el nombre de Gusanos, lo salvan y ayudan a regresar a su nave. Para entonces Mickey ya ha sido sometido al proceso de ‘reimpresión’, resultando en los dos clones que Nasha elige inicialmente esconder, más para sacar partido de esto que preocupada por las consecuencias, Mickey 17 y Mickey 18.
‘Múltiples’ es como se les denomina a las varias copias de una misma persona existiendo en un mismo espacio y tiempo, un escenario que trae consigo preguntas éticas dentro de la ciencia, pero también en relación al comportamiento humano. Aquí los múltiples han sido prohibidos debido a un previo abuso de la tecnología que hace posible la ‘reimpresión’ de un individuo, que es en esencia un acto de clonación que pone en entredicho la esencia, individualidad e identidad de las personas.
¿Qué nos hace humanos? ¿Ser únicos, vivir, morir, existir o pensar? Los múltiples y la tecnología de clonación fueron prohibidas en la Tierra precisamente porque jugaban irresponsablemente con ideas como creación, muerte, eternidad, identidad e individualidad. ¿Qué significa en una persona ser o saberse original? ¿Qué significa para alguien ser un clon? ¿Es la clonación una extensión del ser original o un individuo independiente, con sus propios derechos, responsabilidades, decisiones y autonomía? ¿Es el ser original responsable de las acciones de sus clones? ¿Si alguno de ellos comete un crimen, qué tan culpables o cómplices son los demás?
Deseoso por vivir, Mickey 18 intenta matar a Mickey 17, alegando que es ‘su turno’ ya que, en esa lógica el otro ya tuvo un periodo vital para sí mismo. Su razonamiento plantea la noción de que cada Mickey es la continuación de una misma vida, un Mickey original que sigue existiendo, simplemente en un nuevo cuerpo cada que el anterior perece. No obstante, Mickey 17 plantea que pesar de esta apreciación, en realidad, si se trata de dos clones de un mismo original el ciclo se rompe, evidenciando que no es un mismo hombre que haya vivido 17 vidas, sino que hay 16 humanos que han muerto sin que nadie tome consciencia de ello.
“¿Tienes miedo de morir? Has muerto muchas veces. ¿De qué tienes tanto miedo?”, pregunta Mickey 18 al otro. “Hasta ahora, he muerto y sólo nacía de nuevo. Sentí que era yo quien continuaba. Pero ahora una vez que me muera se habrá acabado para mí. Serás tú quien siga viviendo”, contesta aquel. Sus inquietudes muestran tanto el temor humano a la muerte, vista como un fin definitivo, contrario a la idea de continuidad que implica la existencia de los múltiples, como revelan también que cada uno de esos clones vive, experimenta, piensa y siente de forma única, porque no es el mismo ser, sino seres autónomos que comparten los mismos recuerdos de alguien más.
Según Nasha, explica Mickey, cada una de sus versiones es y se comporta de manera distinta, tienen una personalidad única, ideas propias y pensamientos particulares; ningún Mickey es igual al anterior, por mucho que su físico sea el mismo y sus recuerdos vengan del mismo disco duro que los almacena. Su pasado no está alterado, pero su presente sí, por lo que Mickey 17 y 18 no son precisamente idénticos, ni por dentro ni por fuera. Mickey 18 es más osado, directo y agresivo, mientras su versión anterior es callado, introvertido, complaciente.
Ante la perspectiva de su aniquilación, porque los múltiples están prohibidos, ambos se plantean la posibilidad de una existencia en paralelo, de alternar cada aspecto de su vida con el fin de coexistir, compartir en lugar de exterminar, un razonamiento que se vuelve importante una vez que Kenneth Marshall, el político a cargo de esta misión espacial, plantea masacrar a los Gusanos a fin de instalar su colonia en Niflheim, pues aunque éste es su planeta, su tierra y su derecho, la actitud del humano es arrebatar, asumiendo que son superiores, mejores, más dignos de tener, vivir y regir sobre este espacio.
La mentalidad de Marshall alimenta esta filosofía depredadora, al ser un hombre que profesa una ideología de supremacía, de superioridad de raza y exclusividad de derechos, que cree que hay personas más ‘puras’ y sólo ellos pueden y deben prosperar. Su pensamiento es conservador al extremo, discrimina, cree que la gente a su alrededor sólo está para servirle y de paso consiguió que su misión espacial fuera financiada por una organización religiosa que lo alaba como profeta, porque se alinea con sus ideas a conveniencia y a cambio de su dinero, reflejo de un modelo capitalista (la oligarquía capitalista: grupos empresariales y de propiedad privada con el poder político de influir en su beneficio), tan actual como preocupante.
Marshall es egocéntrico, se afianza al poder controlando y engañando; no le importa la misión sino la parafernalia mediática y publicitaria con la que pueda promoverse a raíz de ella; se la pasa posando para las cámaras que documentan todo lo que hace en lugar de ser un líder que inspire y guíe a su gente hacia la colaboración, el trabajo en equipo y la supervivencia. A Marshall no le importa que el hombre viva, le interesa que los libros de historia lo recuerden a él como precursor, así que no le importa matar a toda una especie para tomar control de su planeta, sino hacer alarde de que fue él quien lo hizo.
Cuando comienza a trazar el plan a futuro, por ejemplo, elige a una joven que según él cumple con los requisitos del tipo de individuo que alaba: Kai, una mujer bella, inteligente, capaz y en plenitud. “Corriste a unirte a nuestra expedición en lugar de a uno de esos patéticos planetas donde plantan microchips en sus embriones inseminados artificialmente. Realmente eres la candidata perfecta para el programa de parto natural de Niflheim, ¿no te parece, querida?”, le dice a ella. “Señor Marshall, ¿soy sólo un útero para usted?”, responde Kai.
“Nada de eso. No, este hombre no es de los que cosifican a las mujeres. Todo lo que mi marido quiere decir es que tiene estándares muy altos. Su único sueño es un planeta exclusivamente para una raza humana pura. Que consume cosechas reales y carne real y cenas con salsas delicadas y deliciosas. La salsa es la verdadera prueba de fuego de la civilización. Las personas que devoran carne quemada, son bárbaros”, defiende Ylfa, la esposa de Marshall, una mujer igual de egocéntrica que él, manipuladora, banal, que se aprovecha de aquellos a su alrededor y sólo actúa en favor de alimentar su vanidad y arrogancia; que con sus palabras esconde o disfraza algo que Kai acertadamente ha señalado: ha sido elegida para un programa que pretende encasillarla en el papel de madre, limitándola en su desarrollo, y sí, cosificándola, instrumentalizándola.
En el fondo, en efecto, la verdadera intención de Marshall e Ylfa es invadir y arrasar, a pesar de que, como bien señala Nasha, en Niflheim los alienígenas son ellos, no la especie nativa. Asimismo, la intención del humano es huir de su planeta para colonizar otro en lugar de sanar y reconstruir; la sociedad condena la clonación humana, más por motivos religiosos que por reflexiones científicas, pero la acepta si se realiza fuera de la Tierra, como si no ver lo que sucede elimine los problemas éticos; usarla, aunque sea incorrecto, mientras se haga a su favor y lejos de su mirada y responsabilidad.
Las acciones de casi todos estos personajes parecen resumirse en abusar de otros para beneficiarse a sus expensas, reflejo del humano como especie. Una sociedad que coloniza y explota en nombre del progreso, como hace con Mickey y al llegar a un planeta hasta entonces desconocido. Todo es ganancia y beneficio.
Aunque el humano está obsesionado con la inmortalidad y la vida eterna, que es una extensión de su deseo de trascender y continuar con su narcisismo, el problema es que en lugar de ganar con ello libertad, esclaviza al individuo. Sucede claramente con Mickey y su calidad de prescindible, destinado a morir y renacer por toda la eternidad, casi como si se tratara del mito de Sísifo, visto en negativo y no en positivo, un castigo en lugar de una oportunidad de crecimiento.
La realidad es que en el modelo gubernamental, social y organizacional como el que impone Marshall, de autoritarismo, es que en él todos son prescindibles, no sólo Mickey. Aquí nadie es único ni especial, menos imprescindible, ni siquiera aquella minoría al control que maneja los hilos de manipulación, aquellos que convierten todo en espectáculo, especialmente la violencia y la muerte. Si somos tan indiferentes y fácilmente reemplazables, si el capital logra que todo pueda ser cada vez más controlado por el 1% y la ciencia consigue que todo se deshumanice y automatice, ¿cuánto vale una vida en este escenario, en donde nacer, vivir y morir es cada vez más banal e irrelevante? Da la impresión que no habrá mañana si hoy el humano lo depreda todo.
Ficha técnica: Mickey 17