@@GOOGLE@@

Las Mujeres Perfectas

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Es imposible estar completamente felices, satisfechos o realizados, dado que nada existe en el absoluto ni habrá nunca totalidad definitiva; no obstante, la ambición carga con el defecto de empujar al humano a siempre anhelar más, incluso cuando parece imposible o simplemente inalcanzable. Esto en ocasiones se convierte en un motivador de vida, otras, en una constante sensación de insatisfacción; en cualquier caso, es un deseo, una aspiración, una esperanza de la que es fácil aprovecharse, explotar, manipular y hasta abusar. 

En el afán por ‘tenerlo todo’, cuánto no se tergiversa, vende, publicita, engaña o profesa, alegando ser la respuesta correcta para lograr esa meta que se ha idealizado. Pero ¿puede alguien realmente tenerlo todo? ¿Es la soñada perfección algo viable? ¿O quizá es una falacia, una forma de control y manipulación para guiar a la sociedad hacia un rumbo específico, uno más inmóvil y dócil que en movimiento y cambio? El que cree que es feliz siempre o que tiene todo lo que se merece, ya no busca ni desea otras cosas, pero ¿es esta satisfacción total o conformismo?

Esa fijación con la perfección, la inequidad de género, las exclusivas y selectivas clases sociales que crean sus propias burbujas de privilegio, así como la mentalidad conservadora respecto a roles y distinciones entre personas, son los temas que aborda la película Las mujeres perfectas (EUA, 2004), dirigida por Frank Oz y escrita por Paul Rudnick, a partir del libro homónimo de Ira Levin. La cinta está protagonizada por Nicole Kidman, Matthew Broderick, Bette Midler, Glenn Close, Christopher Walken, Roger Bart y Faith Hill y es la segunda versión cinematográfica que se ha hecho del mismo texto.

Aunque mayormente trazada a partir de los estereotipos (si bien para reírse de ellos a través de lo cómico que resulta su exageración) y con reflexiones concretas sobre sus temas (tal vez demasiado simplificadas y digeridas), lo interesante de esta versión es que aborda clara y contemporáneamente sus ideas, unas que resultan actuales y resonantes tanto sobre machismo como de feminismo; la igualdad y desigualdad de oportunidades en el mundo cotidiano o la inexacta y atropellada búsqueda por la inalcanzable ‘vida perfecta’ que tanto se promueve en las estructuras sociales. 

¿Pueden las personas encontrar verdadera equidad de género en el mundo moderno? ¿Difiere este escenario del existente hace 10 ó 20 años? ¿Se ha explotado tanto la competitividad entre hombres y mujeres en todos los campos sociales, que la ha convertido en odio, desprecio y pretensiones al grado que las personas ya no saben cómo colaborar sino atropellarse mutuamente? ¿Es posible una convivencia en donde todo individuo sea tratado como un igual, sin diferenciación o distinción de sus semejantes, por ningún rasgo de su naturaleza?

Las preguntas que hace esta adaptación fílmica buscan sopesar el porqué de una sociedad tan dividida, la razón detrás de ese molde concretamente trazado para enfrentar y distanciar personas, así como las consecuencias que conlleva continuar plantando la creencia de que el prototipo ideal (la casa ideal, la pareja ideal, el trabajo ideal, la vida ideal, etcétera) se mide, significa y se consigue exactamente de la misma manera para todas las personas.

En este caso la historia se centra en Joanna Eberhart, una exitosa ejecutiva de una cadena televisiva, caída en desgracia luego que un concursante de uno sus reality shows, que revela una sociedad del espectáculo centrada en convertir en entretenimiento la desgracia humana, intenta matarla en venganza por la desdicha vivida durante el programa. Joanna propone abordar la situación explotando el escándalo mediático, para aprovechar el sensacionalismo y usarlo para ganar más audiencia, sin embargo, por el contrario, su jefa la despide, alegando que su reputación y, por ende, la de la empresa, está demasiado ligada a nociones negativas como deshonestidad, inhumanidad, caos, amarillismo y muerte.

Evidentemente se deslindan de ella para dejarla caer sola y Joanna se da cuenta cómo es tan fácilmente reemplazable, desplazada y desechada, lo que la lleva a cuestionar sus decisiones: haber sacrificado todo por su trabajo, priorizando sus actividades laborales por sobre otras responsabilidades, no más o menos importantes pero sí relegadas a un segundo plano, con tal de progresar en un mundo diseñado para competir, abusar y explotar al otro. 

En lugar de afrontarlo Joanna resuelve su crisis pidiéndole a su familia mudarse lejos, pensando comenzar de nuevo en un lugar donde su reputación no esté manchada; pensando en esencia en reconstruir, guiándose bajo la idea de que su futuro puede trazarse bajo sus propios términos porque tiene el control para hacerlo, sin prever, sin embargo, que hay mucho a su favor, tanto como en su contra, especialmente si se topa con aquellos que piensan exactamente lo opuesto a ella.

Walker, su esposo, accede, eligiendo el aparentemente idílico pueblo de Stepford, un lugar donde todo parece armonía y tranquilidad, donde todo es demasiado perfecto como para ser verdad. Aquí la gente convive amenamente, no parece haber complicaciones en sus vidas, ni tensiones, ni problemas; todo es bello, correcto, intachable y, al menos visto desde la distancia, perfecto.

El lugar pinta conveniente, sobre todo para Walker, quien eventualmente revela su resentimiento acumulado hacia Joanna, sintiéndose más un seguidor que un compañero; el segundo en la relación, no su igual, constantemente cediendo a lo que ella quiere y necesita, nunca consiguiendo lo que él primordialmente anhela. No es, pese a todo, que Walker realmente sea relegado por Joanna, sino que así es como se siente él, sobre todo dado el éxito profesional de su esposa: una figura constantemente celebrada y reconocida, que además fungía como su superior, su jefa, en la cadena televisiva donde ambos trabajaban; puesto al que renunció, supuestamente, en solidaridad. 

Esto significa que Walker se siente menos que ella porque así es como la sociedad le ha enseñado a reaccionar ante los triunfos de su pareja, comparándose y apelando a la conservadora creencia de que si no acumula más logros que su esposa, es ‘menor’ y está ‘perdiendo’. Todo cambia cuando en Stepford se da cuenta que puede tomar el control de la situación, no sólo por la crisis de Joanna sino porque en este pueblo el hombre es el que tiene la batuta, el poder de decisión y el privilegio de ser idolatrado por sus compañeras, sean esposas, vecinas, amigas, empleadas o conocidas.

En el fondo no es tanto que a Walker la molestara ver más exitosa y realizada a su esposa, es que esto le hacía sentir a él menos exitoso y menos realizado en comparación con ella, por ende, menos asertivo, decidido y seguro de sí mismo. Esta sensación termina por afectar la relación de pareja y la dinámica familiar, incluso la convivencia social; algo que desaparece cuando llegan a Stepford, un lugar donde los hombres mandan y tienen la última palabra, porque las mujeres actúan sumisas, obedientes y calladas.

A primera vista el escenario no parece tan desconcertante: parejas que lucen enamoradas, matrimonios que se comunican, estructuras sociales que no son cuestionadas porque funcionan. Pero poco a poco se evidencia que hay algo siniestro detrás de este comportamiento tan mecanizado, uno, además, trazado en el machismo y la discriminación, ese que denigra a la mujer porque la cosifica y la reduce a un objeto, a un ser no pensante, tan sólo complaciente.

En Stepford las mujeres no parecen tener opinión propia, no tienen puestos públicos ni empleos (aunque claro aquí nadie trabaja, su vida en la opulencia les da libertad de disfrutar sus privilegios), sino que se limitan a ser amas de casa, pero no porque ese sea su gusto o deseo sino porque esa es la única oportunidad que se les da, ser la sombra de sus esposos y limitarse a centrarse en su imagen física y el cuidado de su hogar. Ellas hacen lo que les dicen que tienen que hacer, hablan cuando les permiten y escuchan en lugar de opinar, de modo que no se les trata como iguales sino como inferiores.

Joanna acepta acoplarse a un rol que le pide cambiar su vivacidad y astucia por docilidad, ansiando así mejorar su vida, sin embargo, Walker le pide también modificar su imagen, actitud y hasta forma de ser, alegando que esa personalidad decidida e imponente no tiene cabida en un mundo como este, uno que la película desdibuja conservador, tradicionalista y suburbano, entendido como sinónimo de exclusivo. Una comunidad separada, encapsulada y elitista, también misógina, extremadamente controlada y peculiarmente adoctrinada.

Ese es el principal problema aquí, un grupo social al mando que exige a los demás doblegarse, en este caso hombres que ordenan a las mujeres acatar, porque eso los hace sentirse superiores y mejor consigo mismos. Dejan de lado el respeto y aprecio a la mujer, incluidas sus respectivas esposas, para optar por obligarlas a un modelo de vida lo más alejado posible de ideales como equidad, equilibrio, respeto o igualdad. La clásica batalla entre hombres y mujeres, que es como se reducen muchos escenarios sociales que tienden a enemistar a estos dos grupos en lugar de celebrarlos, convertida en la dinámica base que reduce el todo a dos bandos opuestos, en lugar de individuos con sus propios matices. 

En la narrativa, los hombres están al mando gracias a una tecnología que moldea a las mujeres a su gusto, física e intelectualmente hablando (mujeres bellas, jóvenes y sin el mínimo interés por cultivar sus mentes), a través de chips implantados en sus cerebros que las convierte en abnegadas y serviciales. Es el machismo en su máxima expresión, hombres que creen que la mujer sólo existe para servir sus intereses; celosos e inseguros una vez que la persona a su lado consigue alcanzar sus metas. Esposos que se sienten ofendidos por el éxito de sus parejas, en lugar de crecer con ellas. Esposos que, creyendo que ayudan a las mujeres a liberarse de las exigencias de su sociedad (tienen que esforzarse más para salir adelante, porque las oportunidades son limitadas y, por ende, esto las empuja a vivir con estrés y en autoexplotación), responden decidiendo por ellas lo que aseguran es mejor para ellas, sin siquiera preguntar su perspectiva u opinión al respecto.

Los estereotipos como este dentro de la película funcionan precisamente para satirizar los temas que se abordan; un pueblo en el que parece que les han ‘lavado el cerebro’ a sus habitantes; donde la gente ha perdido su individualidad, porque quien no acata el orden o se rebela, quien piensa por sí mismo y cuestiona, es suplantado por una versión más dócil de sí mismo; donde poco a poco las personas, cada vez menos pensantes y más subsumidos en el control que tiene sobre ellos la tecnología, comienzan a actuar como robots, significativa y simbólicamente hablando.

El control social normalizado, el opresor disfrazado de aliado, las reglas que disimulan cómo moldean ideologías, pensamientos y actitudes concretas, o el consumismo materialista como medios facilitadores, pero engañosos, en la búsqueda de la perfección. La película explora cómo las apariencias son la base de una sociedad que vive más en la nube idílica que en la realidad concreta, o cómo la felicidad se ha ligado erróneamente a un molde, uno que se cree libre de imperfecciones, cuando esto es una irrealidad. El mundo no es perfecto y el mayor problema no es que no lo sea, sino que hay una obsesión por forzar a que lo sea, o al menos aparente serlo. 

La verdadera libertad es la libertad de pensar y decidir y el verdadero feminismo no es querer más, es querer ser lo mismo, ser tratadas como iguales; que esto suceda tiene sus trabas, como las presiones constantes desde los cánones sociales, las normas arraigadas del pensamiento conservador, la presencia misógina en cualquier círculo o dinámica de poder y hasta la invasión constante de filtros simbólicos y literales en todo aspecto de la cultura y la socialización actual.

Hasta la fecha, el concepto “esposa de Stepford” (Stepford wife, en inglés) continúa usándose en la cultura popular para referirse a una mujer sumisa dentro de su relación y, siguiendo el estereotípico rol tradicional, que se comporta dócil, obediente y dependiente, especialmente con su esposo. La novela literaria de Ira Levin es un relato satírico de horror; el verdadero horror es que ese trasfondo de crítica social es una realidad constante aún presente, donde mujeres capaces, independientes e inteligentes son señaladas por no seguir el rol tradicional, por mucho que parezca que igualdad, inclusión, liberación y libertad se promuevan como el nuevo orden, pues, así como en Stepford, realidades y apariencias tienden a difuminarse, especialmente cuando se insiste tanto a nuestro alrededor en aparentar la perfección.

Ficha técnica: Las Mujeres Perfectas - The Stepford Wives 

Fotos más vistas en 15 días

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok