Contacto

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

La ciencia se refiere a todo conjunto de conocimientos sistemáticos y comprobados a través de la observación y la experimentación con el fin de corroborar una teoría o principio. Pero no es sólo conocimiento acumulado, significa también la base que tiene el humano para entender su mundo y su existencia, cómo funcionan las cosas y cómo modificar a través de diversos métodos su realidad para un resultado específico, idealmente a su favor.

Entender nuestro contexto desde la perspectiva científica es buscar explicaciones comprobables, pero esto habla de una ciencia exacta, de las ciencias llamadas duras, donde hay datos cuantificables; no obstante, también existen las ciencias sociales y humanas, donde la valoración y consideración científica es muy diferente porque indaga en las relaciones humanas, las historias de los grupos humanos y el pensamiento y afectos que motivan a las personas a comportarse como lo hacen. Lo importante a indagar es qué hacen, cómo lo hacen y por qué lo hacen. 

Los seres humanos son el conjunto de estos factores o componentes, no las partes por separado, es decir, su forma de explicar el mundo y a sí mismos es a través de todos esos conocimientos científicos, desde las matemáticas hasta la poesía, desde la química hasta el arte. Pero a pesar de que idealmente las teorías de las ciencias naturales se deberían complementar con las filosóficas, parece que siempre hay una contradicción o conflicto entre ambas.

Con el tiempo pareciera como si explicar el origen del ser humano o su propósito pudiera ser visto sólo desde dos perspectivas que han aprendido a ser contrarias, el enfoque científico y el teológico, o bien, el pensamiento materialista frente a las interpretaciones idealistas. De esto habla la película Contacto (EUA, 1997), dirigida por Robert Zemeckis, escrita por James V. Hart y Michael Goldenberg, a partir del libro homónimo de Carl Sagan, y protagonizada por Jodie Foster, Matthew McConaughey, James Woods, Tom Skerritt, William Fichtner, John Hurt, Angela Bassett, Jake Busey y David Morse.

Aquí Ellie Arroway es una astrónoma que capta una señal proveniente del espacio exterior que podría significar el primer contacto con vida extraterrestre. Luego de corroborar el origen de la señal con otros astrónomos para asegurarse de que hay una aproximación objetiva y verídica, se descifra un código dentro del mensaje que contiene instrucciones para construir una máquina, que se cree tenga la capacidad de permitir un viaje al espacio para un solo viajero.

Así comienza una lucha por el poder y por sobre quién tiene, más burocrática que científicamente hablando, el control de la misión, o del proyecto para establecer contacto directo con otra especie o forma de vida extraterrestre. Las naciones, gobiernos y hasta la industria privada buscan su beneficio motivados más que nada por el interés en el éxito, la fama y el renombre que significa históricamente estar involucrado en tal momento histórico, poniendo la política y el capital por delante de la ciencia. En corto, se priorizan los intereses monetarios, políticos y sociales.

Esto es interesante porque, por ejemplo, antes de descubrir la señal alienígena Ellie tenía que lidiar con la negativa de su jefe, David, para apoyar sus investigaciones, ya que la falta de resultados concretos lo empujaban constantemente a desacreditar su trabajo e intentar sustituirlo por optativas científicas más ‘rentables’, relegando casi al olvido el proyecto SETI (Search for Extra Terrestrial Intelligence; en español, búsqueda de inteligencia extraterrestre; que son proyectos reales cuyo objetivo es encontrar vida extraterrestre inteligente).

Interesada por descubrir qué es de la vida y la muerte más allá del plano lineal tiempo-espacio en que vive el ser humano, y creyendo que descubrir un vestigio de vida extraterrestre puede ser el primer paso para entender la existencia y propósito de cualquier forma de vida, Ellie insiste que la relevancia de su trabajo radica en que se trata de un estudio a largo plazo, no inmediato, que además se sustenta en la búsqueda por la verdad, no la solución momentánea ni la rentabilidad. La ganancia es conocimiento, no dinero; es como lo ve su personaje.

David no lo asume así porque también tiene que entregar resultados concretos, cuantificables y redituables al gobierno o inversionistas que los respaldan. La ciencia pasa a segundo plano cuando todo lo demás, del entretenimiento a la comercialización, es más lucrativo para la economía y forma de organización política que impera en el mundo. Todo cambia cuando la señal extraterrestre se vuelve noticia, entonces el gobierno estadounidense busca intervenir alegando que se trata de un asunto de seguridad nacional y los propios funcionarios de SETI, David incluido, pretenden tomar partido y declararse como los expertos en la materia, como líderes del proyecto, porque la perspectiva del todo cambia una vez que el conocimiento científico se vuelve  ‘moda’, el centro de conversación y básicamente ‘moneda de cambio’ para asumirse como la nación más avanzada en materia de investigación espacial.

La respuesta de la población varía totalmente ante el descubrimiento, con algunos escépticos seguros de que se trata de un engaño, otros convencidos de que es el fin de la humanidad, algunos más reaccionan curiosos por conocer qué tipo de especie extraterrestre estaría interesada en hacer contacto con el humano y para qué, pero, sobre todo, sobresalen los muchos devotos de la fe y la religión que sienten que comprobar la existencia de vida en otro planeta pone en entredicho la presencia del ser divino al que adulan, un dios, creador y dador de vida.

Los creyentes de mente abierta cuestionan el significado de esto para las personas en lo individual y para la humanidad en su conjunto, o cómo es que este mensaje encaja con la presencia de su dios y en qué posición todo pone esto a la humanidad, cuando sus creencias les dicen que hay un ser divino que hizo al hombre a su semejanza. Entonces, ¿quién hizo a estos seres?, ¿cómo son y qué es lo que quieren?

Pero los devotos más radicales consideran la sola idea de una posible vida extraterrestre como una amenaza a su fe, como un ataque incluso, una herejía que derriba todo su concepto de divinidad, creación, vida y muerte. Lo que la película reflexiona es el daño social que implica este fanatismo, una vez que, para fines prácticos, cualquier dios de cualquier fe puede haber sido creado por el humano para intentar explicar su propia existencia y creación; para no sentirse solos en el mundo, propone la película. 

¿Creen estos seres extraterrestres en el mismo Dios cristiano en que ellos creen?, se preguntan algunos personajes de la película. Pero por qué habrían de hacerlo si ese Dios, esa imagen y ese concepto de divinidad, fe y religión, es producto de la mente humana, en efecto creado por el humano.

La cinta plantea la importante necesidad de balance entre las ciencias que buscan datos y hechos cuantificables y las consideraciones filosóficas. Palmer Joss, el teólogo con quien Ellie se relaciona a pesar de sus ideas contrarias sobre la religión y la ciencia, le propone comprobar científica y cuantitativamente el amor que siente una persona por alguien más, con el fin de demostrar que hay cosas en esta vida que no es posible comprobar numérica o tangiblemente. Parecería en efecto imposible hacerlo desde las ciencias duras, pero no desde las ciencias ‘humanas’. Unas se resumen en datos y son importantes para entender fenómenos naturales concretos, mientras que las otras se caracterizan por algo más que la información palpable, por la interpretación cualitativa de lo observado. Cualquier interpretación es, desde luego, subjetiva.

El amor entre dos personas puede demostrarse de muchas formas: gestos, palabras, miradas, acciones, una sonrisa o un abrazo, por ejemplo. Pero no por más abrazos o sonrisas que se den hay más amor entre dos personas. Es cierto que existe mucho en este mundo que no puede entenderse a través de las ciencias exactas pero así a través del estudio científico donde entran también en la ecuación otras ramas del saber, como las ciencias sociales.

Regresando a la película, una vez que varios gobiernos aceptan colaborar para construir la costosa ‘nave espacial’, se asigna una directiva encargada de decidir al mejor candidato para emprender el viaje. Con la política, la ciencia y la religión peleando por ser el principal eje de medición para una decisión, algunos insisten que el elegido tiene que ser alguien con amplios conocimientos científicos que comprenda las implicaciones técnicas de física, química y astronomía que, entre otras cosas, implica el experimento. Otros consideran que las cuestiones técnicas y científicas son lo de menos y quien debe representar a la humanidad es una persona con conocimientos espirituales y filosóficos que pueda comunicar la belleza de la vida y la sensibilidad humana, con énfasis en las creencias teológicas. No puede ser representante de la humanidad alguien que no es creyente en un Dios en el que cree la mayoría de la población, señala en algún momento un personaje miembro del comité de selección.

Más allá de las consideraciones prácticas y funcionales que ponen en contra a los posibles candidatos entre sí, lo que propone la película es interesante porque analiza el cómo un mismo problema, una misma situación, puede abordarse desde perspectivas muy diferentes y ninguna es completamente errónea, pero ninguna puede funcionar totalmente aislada tampoco. 

En la medicina, por poner un ejemplo, cuando un paciente enferma, es claro que el estudio concreto de sus síntomas y los medicamentos cuyos ingredientes químicos atacan directamente desde la biología el problema, son tan importantes como tratar al paciente desde el punto de vista anímico y emocional. Hablar con ellos, que escuchen música o que caminen y salgan a interactuar con la naturaleza, son algunas recomendaciones que en ocasiones se dan por médicos y familiares, dependiendo de la enfermedad, y que también importan porque consideran la situación desde un punto de vista psicológico y emocional, más allá del biológico.

Este es un dilema que también plantea la cinta: ¿puede cualquier situación de vida asumirse desde los absolutos y arrojar resultados favorables? Las ciencias exactas no mienten, por algo son exactas, pero el entendimiento del humano y del universo no puede siempre abordarse simplemente desde los datos duros; la observación implica una interpretación y ésta está sujeta a factores con muchas variables no cuantificables, como las experiencias de vida de quien lo analiza.

El constante problema que ha surgido con el tiempo en muchas cuestiones relacionadas con la fe e incluso con la ciencia misma es la búsqueda por los absolutos. ¿Acaso no hay virus que más que encontrarse en la naturaleza, fueron creados por el humano? ¿Acaso no las normas que rigen las creencias religiosas fueron finalmente escritas, no por un dios, sino por las personas mismas? El debate ciencia contra religión no sólo se tensa en preguntas sobre la existencia humana sino sobre temas que tienen que ver con la vida misma, como se ha presentado en temas como la clonación.

Con Ellie y David a la cabeza en la carrera por ganarse el derecho para abordar la máquina para viajar y hacer contacto, ella se mantiene fiel a sus convicciones al asegurar que como científica no puede creer en Dios una vez que no hay pruebas concretas que demuestren su existencia. Su exjefe, en cambio, le dice al comité justo lo que quieren escuchar para satisfacer sus consciencias y necesidades de opinión pública. David le da a entender a Ellie que haberse ganado el puesto habiendo hecho esta estrategia de manipulación, sólo significa que la realidad es que el mundo y el humano no son justos por naturaleza; en consecuencia no gana el más calificado sino el más hábil para convencer al otro y, así, esa es la persona que es enviada a representar al ser humano, no alguien idealista, no alguien objetivo, no alguien bondadoso, sino alguien que demuestra la capacidad de supervivencia depredadora de la especie, el oportunista.

Al final, la misión termina por anularse cuando un fanático religioso sabotea el lanzamiento alegando que el mensaje mismo y el acercamiento científico a la señal descubierta es un intento por destruir las creencias de su fe. Ellie finalmente es elegida como candidata substituta en una misión alterna subsidiada por un inversionista privado. En control del desenlace por encima de gobiernos y medios de comunicación, Ellie emprende camino y hace contacto con una especie extraterrestre que le dice que ellos no son creadores o dadores de vida, sino seres, al igual que el humano, tratando de entender su existencia y conocer más del universo.

No se trata del destino sino del recorrido, como no se trata de explicar ese viaje a través del espacio y el tiempo lineal a partir de la física cuántica sino lo que representa el viaje en sí. Es decir, no importa tanto qué es un agujero negro o un agujero de gusano (estructura hipotética asociada a un espacio-tiempo que conectaría dos puntos del universo), sino la sensación que implica cruzar por ellos y lo que le hace sentir, pensar y emocionar a Ellie al cruzar esas barreras espaciales.

Para Ellie no hay palabras para describirlo y por ende no hay una forma cuantitativa para medirlo. Esto le gana el escepticismo de muchos de sus colegas y ella coincide que sin forma de comprobar tal ‘contacto’ con una especie alienígena <porque en los hechos la nave sólo cayó del punto A al punto B en un lapso de 10 segundos> que desde el punto de vista de Ellie fue un viaje al espacio que duró varias horas, esto significa que no hay forma de abordar sus alegatos desde una objetividad científica, a pesar de que técnicamente sí sucedió, dado que en sólo segundos fue capaz de filmar 18 horas de estática; y estática es, curiosamente, lo que inicialmente se creía era el mensaje extraterrestre encriptado, antes de ser descifrado con ayuda de las matemáticas y la física.

Algunos plantean que alucinó, o que todo fue un engaño bien planeado por el excéntrico millonario que apoyó la investigación de Ellie desde el principio, cuando nadie más creía en ella, y que, por tanto, el truco hecho a sus espaldas no es más que una burla a partir del ilusionismo y la persuasión. Otros consideran que la experiencia es tan ambigua, que puede ser falsa o cierta según se decida creer, si bien creer es en corto la base de la fe misma, no del saber científico.

El fin último tanto de la ciencia como la teología es darle un sentido a la vida, pero, ¿qué significa realmente buscar la verdad?; algunos creen que es descifrar lo desconocido; otros alegarán que es encontrar respuestas para lo que ya está ahí. Son dos caras de la misma moneda, porque son conceptos finalmente entendidos a partir de la forma como el humano entiende su propia existencia, la del universo, la de las estrellas y hasta la de la posibilidad de vida más allá de la que hay en la Tierra.

Como en todo, hay quien le cree a Ellie y hay quien no, hay quien la defiende y quien se pone en su contra, quien le celebra y quien la cuestiona, porque cada quien cree lo que quiere creer. “Si estamos solos en el Universo, seguro sería una terrible pérdida de espacio”, le dice su padre a Ellie, aunque son, claro, palabras en boca de Carl Sagan, quien también dijo: “No puedes convencer a un creyente de nada porque sus creencias no están basadas en evidencia, están basadas en una enraizada necesidad de creer”.

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