¨Apodos¨ 

German de la Cruz Carrizales
German de la Cruz Carrizales

  

Recuerda…

Esta es otra de las limitaciones que nos han puesto en nuestra mente. A veces por cariño, luego por burlarse, por compararnos, o por lastimarnos, nuestros padres o nuestros parientes o conocidos nos “bautizan” con un apodo, y si este hecho nos hace reaccionar, nuestra mente capta ese comportamiento y nuestro físico y nuestras limitaciones serán en base a ese hecho.

A lo largo de experiencias de muchos años de estar manejando este aspecto psicológico de las personas, he tenido la oportunidad de comprobar esta situación. Inclusive existen casos de personas, que a veces ni sus mismos parientes, en un momento dado, saben cómo se llaman sus hijos.

Me comentaba una joven, que a su hermana siempre  le dijeron la “Nena” y que cuando ingresó a estudiar en una academia vino a buscarla una de las compañeras del salón y pregunto por ella, nombrándola por su verdadero nombre, y la hermana que fue la que salió a la puerta le contestó que ahí no vivía dicha persona. –Qué raro – contestó la visitante – Si ayer la acompañé hasta esta casa y ella abrió con su propia llave-. -¿A quién buscan?- Intervino la madre – A fulana – contestó la hija – Pero aquí no vive – volvió a asegurar. – Cómo no! – Se asombró la señora – Si es tu hermana la “Nena”. 

¿Y cuantas personas conoce usted solo por el apodo? Y pasan años y años y nunca nos enteramos de su verdadero nombre. En el taller mecánico donde le daban servicio a mi automóvil, hace años, el dueño se llamaba Dionisio Ramírez y le decían “Nicho”. Un día, para pagarle una reparación más o menos importante, le iba a extender un cheque, pero como en ese momento “Nicho” no se encontraba presente, les pregunté a sus empleados el nombre de su patrón y ninguno me supo contestar. Es decir, nadie lo conocía por su nombre. 

Hace tiempo vino a mi oficina un joven de 14 o 15 años con el problema de que se orinaba en la cama y por más tratamientos médicos, castigos, suplicas, etc., el problema no se superaba. Cuando estaba tratando de encontrar la razón de su problema, me vino a la mente un recuerdo, me le quedé mirando fijamente y le dije: -¿Desde cuándo te dicen viejo? Pues siendo un jovencito su apariencia era la de un “viejito”. – ¡¡NO ME DIGA VIEJO!!- Se levantó de la silla y me gritó con el rostro desfigurado. – No te estoy diciendo viejo, te estoy preguntando que desde cuando te dicen así -, le contesté enérgicamente. Y soltando el llanto, el joven se sentó de nuevo y me contestó: - Pues siempre me han dicho viejo y a mí me da mucho coraje – Dijo entre sollozos. Ahí estaba su trampa, pues ese joven que no quería parecer “viejo” tenía que demostrar que no lo era, y la manera de hacerlo era orinándose como un niño.  

Otra señora me comentaba que una de sus hijas es chaparrita y sumamente obesa y por más dietas y dietas que se pone, no puede adelgazar. – Parece una piñata – Dice la mamá en son de broma. Pero lo que sucedió en este caso, es que cuando la señora estaba embarazada de esta niña, un hijo que cumplía años cuando ella ya andaba en los últimos días de embarazo,  el niño quería  que le hicieran su fiesta de cumpleaños y su piñata. La señora, que ya no podía más, le dijo mientras le señalaba su vientre abultado: - Mira, aquí traigo tu piñata -. Cuando la niña nació, a todos las causó gracia que aquel hermanito, dijera en su inocencia: - Quiero ir a conocer a mi “piñata”-. Y de ahí en adelante, en son de broma, todos los demás parientes la bautizaron con ese nombre. Ahora físicamente tiene que corresponder a su subconsciente.

Otra atribulada madre me comentaba que cuando uno de sus hijos pequeños, por ser de una constitución física delgada, y cuando lo vistieron con un trajecito amarillo, uno de sus hermanos mayores le dijo: - Te pareces a “Piolín” – El canario de las caricaturas. Y ahora dice la señora, que ya es grande, se quedó flaquito, enclenque, pero urde más travesuras a todo el mundo, igual que el canario de la televisión. 

También los apodos pueden tener consecuencias trágicas, pues cuando los mayores les dicen a los niños una sentencia, el niño no pone duda, y en ese mundo subjetivo, empieza a crear situaciones para que se realicen en el mundo objetivo.

Una señora me refutaba este concepto en uno de los cursos y me decía: - Yo que mal les puedo hacer a mis hijos, si siempre les he dicho que ellos son muy hermosos, que son unos muñecos -. Desgraciadamente no sabemos cómo se reflejará esta orden en el comportamiento positivo y hasta donde puede hacer infeliz a una persona. Tal vez esto sea la razón de esos comportamientos compulsivos de hombres ya maduros que se mantienen en el gimnasio haciendo toda clase de ejercicios para no perder la figura, que se pesan horas y horas en el espejo  acicalándose como una mujer; que cuando empiezan a aparecer las canas, sufren y se tiene que “teñir” el pelo, si se quedan calvos, tendrán que buscar tratamientos y tratamientos para que esto no suceda, en la casa no ayudarán en nada porque se maltratan sus manos, etc., etc. – Si mi esposo me ayudara un poco con el quehacer de la casa – Se quejaba amargamente una joven señora con poco tiempo de casada. – Los domingos que dormimos un poco más tarde, mi esposo se levanta, desayuna ligeramente y se va toda la mañana a hacer sus ejercicios al campestre, pero no es ni siquiera para ayudarme a tender la cama – Decía casi llorando esta amable señora. Tal vez este hombre es uno de esos a los que su mamá, en base a tanto cariño, lo trató como a un muñeco, como alguien a quien hay que acariciar, consecuentar y mover de un lado a otro, porque por sí mismo, él no hace nada.

Así que, aquí tiene otra pista de donde puede andar la razón de sus limitaciones, tanto económicas, como físicas y sociales, pues es tan común, por desconocimiento de nuestros padres, que nos pongan un apodo que según ellos es de cariño y “¿qué nos puede pasar?”.

Ahora comprendo lo que ha pasado con mi hijo – Me comentaba un estudiante del curso. – Fíjese Ing. De la Cruz, que cada rato me lo corren de la escuela, pues es muy peleonero, muy aguerrido y muy bravo, se suena a compañeros inclusive más grandes que él – Relataba este joven padre – El otro día que fuimos a visitar a unos parientes, al bajarnos de la camioneta me dice mi hijo: - Papá, por favor aquí enfrente de estos parientes no me digas “perro”-. Pero te lo digo de cariño – Le contesté.  Pues tal vez, pero a mí me da mucho coraje -. Ahora comprendo porque es tan bravo, si tiene que ser un “perro”. 

Uno de los apodos más famosos en el medio cinematográfico es el de “Chachita” aquella niña precoz de las películas de Pedro Infante. Ahora que ya es una mujer madura, que su físico es bastante obeso, y según algunos reportajes de las revistas especializadas, ha seguido infinidad de dietas sin ningún resultado, pero lo que tal vez ella no comprenda, es que su obesidad se debe precisamente a su apodo: “Chachita”. ¿Qué “chancho” no significa “marrano en engorda”? al menos así les dicen a los cachorros de marrano que destinan para engordar y hacer negocio con ellos.

Otro apodo famoso, es el de los “Baby´s“, ese conjunto yucateco, que por haber iniciado sus actividades artísticas desde muy pequeños los bautizaron con este nombre. ¿Los ha visto últimamente? Ya son abuelos y todavía tienen la cara y las expresiones de “Baby” porque su subconsciente acepta la orden y su físico debe corresponder a su pensamiento.

Un señor de mediana edad, que asistía a uno de mis seminarios, me decía: Ahora comprendo porque me quedé calvo desde muy joven, pues en mi casa, desde muy niño mis padres y hermanos me llamaban “el pelón”. 

El otro día me encontré en la calle a una señora que hacía tiempo no veía, venía  acompañada de una niña de cuatro o cinco años, a la que venía cargando.

De pronto le dice a la niña: A ver “gorda” bájate un momento. La niña se encamino a uno de los aparadores de la tienda que estaba enfrente de nosotros y la mamá volvió a marcar el apodo: -Cuidado “gorda” no se vaya a caer- Porque le dice “gorda” –le pregunte a la señora- Si su hija no está gorda. No sé – contestó – es una costumbre, pues desde chiquita le empezamos a decir así.

Pues más vale que le empiece a cambiar el mensaje, porque esa niña, cuando sea mujer, ella no va a saber porque, pero empezara a engordar y por mas dietas que se ponga, ejercicios agotadores, baños sauna, etc., no va a poder adelgazar – le aseguré-.

Luego, los padres de familia, usamos apodos más dramáticos, más contundentes, como: BANDIDO; CHANGO; PERRO; GATO; GRILLO; PATO; BURRO; CABALLO; MORZA; CHIVA; MARICON; MUJERCITA; MUÑECA; COLORINA, etc. Y tantas formas más, que pueden llegar a cambiar el rumbo de la vida del niño, pero lo más dramático, es que no sabemos cómo se irá a reflejar su actitud y hasta donde lo iremos a perjudicar.

Me tocó ver el caso de un hombre de 35 años que nunca se casó, pues por alguna razón, a las mujeres no les llamaba la atención y aun cuando él es totalmente heterosexual, no puede sostener relaciones duraderas con ellas por lo que la vida se le ha ido pasando y no se ha casado.

La razón fue, que él nació después de dos hermanas y siendo que el papá quería un niño, a estas niñas las educó de una manera muy brusca, pues las hacía que nadaran, que jugaran beis-bol, fútbol americano con él, así que cuando nació el niño y aun cuando estaba muy pequeño, quería que “ya se comportara como sus hermanas, que tuviera la fuerza y la destreza de ellas”.

Le aventaban el balón de fútbol americano muy fuerte, al niño le lastimaba las manos o el pecho cuando recibía el impacto lo que hacía que llorara y aquí empezaba el padre a marcarlo: -¡Maricón!, ¿no aprende a sus hermanas?-.

De tal manera que ese fue el nombre que él conoció; -Maricón, mariquita, joto, etc.- y ahora ha tenido que pagar las consecuencias.

En una planta industrial en donde impartía un curso de equipos de alto rendimiento me comentaba un ingeniero eléctrico: no sé qué me pasa ingeniero De la Cruz, pues fíjese que cuando tengo que dar una idea, o defender mi punto de vista, algo se me atora en la garganta y no puedo hablar, este problema me ha ocasionado varios disgustos en diferentes ocasiones de mi vida.

Después de platicar, la razón que encontramos, después de hacer un análisis, fue precisamente un “apodo”. Cuando era niño, tenía  una voz muy potente, muy fuerte, que aturdía a los que estaban a su alrededor, y sus padres le empezaron a marcar su vida: -Cállate, pareces micrófono- y de ahí en adelante, de “micrófono” no lo bajaban, esto lo empezó a molestar, hasta que el subconsciente lo empezó a manejar y lo obligó a callar, así que ahora es una persona que habla en susurro, que casi no se le entiende lo que dice y más cuando tiene que defender su punto de vista, todavía tiene grabada aquellas terribles palabras: -Cállate, pareces micrófono- Dice la Biblia: “Instruid al niño en su camino y aún que esté grande, no se apartará de él”.

Que tremenda sentencia, que gran verdad. Ahora la pregunta es ¿Cómo nos han instruido? ¿Qué camino nos han marcado? ¿Cuál ha sido nuestra oportunidad?

Pero ahora otra pregunta: ¿Cómo le estamos marcando la vida a nuestros hijos? ¿Que hemos hecho con ellos? Y creo que la respuesta es: “Lo mismo, igual que nos hicieron a nosotros”. Ahora que ya somos conscientes, que sabemos todo esto, en nosotros esta aceptar esta verdad y empezar a cambiar nuestra actitud, para poder cortar las cadenas que nos siguen atando al pasado… Dios te bendice y te acoge!!!

Despertar…es

“La esperanza es algo bueno, tal vez lo mejor. Y lo bueno nunca muere. Estaré deseando que estas palabras te encuentren, y te encuentren bien”. A la luz de nuestras familias, decía Jesús, “No me digas que me amas, dime como vives”. “La familia que ora unida, permanece unida”. INICIATIVA LAGUNA un proyecto de valor y de valores para los laguneros y el MUNDO!!! Estoy a sus órdenes en la dirección electrónica: [email protected]. A través de Twitter: @Germandelacruzc Lo invito a visitar mi blog con más de 750 artículos de su interés: https://www.elsiglodetorreon.com.mx/blogs/familia

 

“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR”
Germán de la Cruz Carrizales
                                                                          TORREON, COAH. MÉXICO

                                                                                         MMXXIV

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