Películas de terror, pero no de miedo

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Las películas de terror pertenecen a un género narrativo cuya misión u objetivo es impactar en nuestras emociones, en específico con la intención de causar miedo y/o ansiedad en el espectador. Hay muchas formas de lograrlo, jugando con imágenes, con el factor sorpresa o en la construcción narrativa y, por consiguiente, distintas ideas de cómo abordar las historias para despertar reacciones en las personas. 

Usualmente el género se divide entre el horror, es decir, aquellos relatos que apelan por las sensaciones físicas para generar malestar, repudio, asco, repulsión y sustos súbitos, o el terror, que trata más bien de mover emociones a partir de plantar ideas y especulaciones, dejando que el espectador se acerque a lo desconocido e imagine los peores escenarios posibles como la desgracia, desdicha, tristeza, mala fortuna y similares. Dentro del horror, por ejemplo, están las películas de monstruos, asesinos seriales, torturas e historias afines. Mientras que dentro del terror llegan los relatos que se adentran a los temores humanos como la angustia, el nerviosismo y la tensión.

Esto no significa que una película de monstruos tenga que ser obligatoriamente de horror, porque bien puede construirse en el terror, a partir ya no del argumento, sino la trama. Esto es gracias a que se combinan géneros y así surgen los subgéneros: películas de asesinos, de monstruos, de fantasmas, de vampiros, de fenómenos paranormales, de zombis, el cine gore, el terror psicológico o el suspenso, entre otros.

Combinados con otros géneros como la comedia, la ciencia ficción, la animación o el cine familiar, por mencionar algunos, la variedad de oferta es vasta y, por eso, hay películas de terror que quizá no dan tanto miedo, porque aunque la misión de su narrativa es provocarlo, cuenta con elementos más centrados en otras ideas reflexivas y al mismo tiempo, con otras narrativas que amortiguan el efecto del género haciendo un aporte filosófico o divertido.

Por ejemplo, Cuentos al caer la noche (EUA, 2021), con título original ‘Nightbooks’, que trata de un niño a quien le encanta crear historias de terror y que ha terminado por refugiarse en este mundo imaginario, lo que preocupa a sus padres, pues temen que Alex esté eligiendo aislarse y no sepa afrontar los retos de la vida, la sociabilidad o el cultivar amistades, a causa de una mala experiencia con sus compañeros de clase.

Entonces Alex inadvertidamente entra a un portal mágico que lo envía al departamento de Natacha, una bruja que le exige leerle cada noche un cuento de terror diferente o morirá. Yazmin es otra ‘prisionera’ de Natacha, con quien Alex eventualmente hace amistad en la idea de trabajar en equipo para escapar juntos; la empatía que surge al compartir su situación de encierro los orienta a buscar y seguir las pistas escondidas en el departamento que dejó una niña que alguna vez también estuvo atrapada por la bruja.

Para ganar tiempo, Alex comienza a inventar historias, a veces sin final específico (al estilo de ‘Las mil y una noches’) para, a través de los relatos, sacar algún secreto a Natacha sobre su magia y, al mismo tiempo, aprovechar para que los cuentos la distraigan lo suficiente para no darse cuenta del plan. Así, la película habla más bien del poder de la creatividad, porque la habilidad de Alex para inventar relatos es importante por varias razones, entre ellas obtener información y definir una estrategia, más allá de la muletilla narrativa para avanzar la trama.

Sus padres temían que el chico se escondiera o rehuyera sus problemas en la fantasía, sin embargo, el arte puede convertirse en una forma de expresión de sus temores, pensamientos, sentimientos y demás emociones, para en el proceso ser un vehículo de introspección y crecimiento. La habilidad se vuelve una herramienta a su favor, además de servir para distraer a la bruja.

Alex inventa historias basándose en las propias experiencias vividas. Sus compañeros de escuela se burlaban de él por hacerlo, pero así es como mejor lidia con la realidad y los retos. No es esconderse detrás del arte para negar salir al mundo, como temen los padres de Alex, sino explorar alternativas, emociones y soluciones a partir de lo que escribe, que es lo que finalmente hace ante la bruja, lo que implica estrategia, inteligencia, resolución de problemas, iniciativa e imaginación, en suma, madurez emocional e intelectual.

Antes Alex solía avergonzarse de esto, cuando en realidad es una habilidad importante que no tiene por qué ser mal vista, sino que puede ser canalizada en positivo y a favor de Alex mismo. Al final su último relato narra su propia historia y su temor a contar la verdad, a enfrentar sus propios miedos, a sentirse incomprendido y aislado, precisamente porque escribe historias en las que plasma todo lo que imagina, piensa y anhela. 

Sus cuentos son de terror porque hay muchas dudas y miedos en su interior, porque las cosas se sienten grises producto del rechazo de sus compañeros, pero esto no significa que Alex vaya a convertirse en algo sombrío; más bien, habla de cómo expresarlo le ayuda a dimensionarlo, analizarlo y superarlo. Después de todo, toda buena historia tiene un poco de verdad. 

Por otro lado, ser diferente es ser único y eso es lo más valioso e importante en la vida, concluye la película, dirigida por David Yarovesky, escrita por Mikki Daughtry y Tobias Iaconis, a partir de la novela literaria homónima de J. A. White, y protagonizada por Winslow Fegley, Lidya Jewett y Krysten Ritter.

Otra película que ejemplifica el terror desde una perspectiva narrativa diferente, es Hansel y Gretel: cazadores de brujas (EUA-Alemania, 2013) que le da su giro peculiar al clásico relato folclórico que da título a la historia y que se vuelve una adaptación libre con tintes de acción y fantasía. En esta versión, los hermanos Hansel y Gretel, años después de sobrevivir a los engaños de la bruja que pretendía comerlos tras atraerlos a su choza con dulces, y luego de matarla haciéndola caer en su propia trampa, ahora, como adultos, ellos se dedican a cazar otras brujas.

Siguiendo la pista de varios niños desaparecidos en distintos pueblos de una misma región, descubren el plan de una poderosa mujer, Muriel, que ha puesto en marcha un ritual que vuelve inmunes al fuego a las brujas, su única debilidad; de forma que los hermanos, en contra de la opinión escéptica de varias personas, que dudan de sus habilidades y experiencia para combatir a la poderosa bruja, emprenden la misión de destruir a Muriel antes de que complete su ritual.

Con un trazo de acción sustentado en el entretenimiento, la película se ha convertido en una cinta de culto por su habilidad tanto para no tomarse a sí misma muy en serio y por eso ser funcional ante un público en busca de emociones, como para dar originalidad al concepto, es decir, acierta en darle un giro creativo a un cuento clásico cuya moraleja es no fiarse de las apariencias. Se trata desde luego de una adaptación que privilegia la acción y busca divertir, no profundizar en el perfil socio-psicológico de los personajes que los lleva a convertirse en cazadores.

El relato original también habla de luchar contra las adversidades, trabajar en equipo, no confiar en los extraños y vencer al enemigo aprovechando su punto más débil, pero apoyándose en su punto más fuerte, es decir, usar aquello de lo que alardean contra ellos, precisamente para hacerlos sentir tan confiados que el contraataque les tome desprevenidos.

La idea de dos niños que mataron a una bruja tras escapar con astucia de sus engaños, convertidos en adultos dedicados a cazarlas, resulta tan interesante como revitalizante y el proyecto se compromete con su concepto sin perder la fantasía infantil, pero sin ser demasiado ingenua o inocente. Los niños han crecido y la historia también lo ha hecho. Si bien en su momento se le calificó como un relato absurdo con buena producción, en retrospectiva el filme ha sido reivindicado como una experiencia dinámica y entretenida que responde a la pregunta de ¿qué pasó con Hansel y Gretel después de vencer a la bruja malvada? 

Se convirtieron en cazarrecompensas y sí, con ganas de venganza, justicia y en defensa de personas vulnerables o indefensas; al mismo tiempo, su actividad funciona también como un medio para lidiar con el trauma del pasado, aspecto que desafortunadamente la película no aborda. Escrita y dirigida por Tommy Wirkola, el filme está protagonizado por Jeremy Renner, Gemma Arterton, Famke Janssen, Peter Stormare, Thomas Mann y Pihla Viitala.

Finalmente, una propuesta familiar que equilibra el drama con la comedia sin ser demasiado pesada pero sí suficientemente reflexiva, es Casper (EUA, 1995) un clásico cinematográfico sobre un fantasma amigable que anhela ser de nuevo humano, que vive en una mansión a la que llegan un padre y su hija, James y Kat; él, un parapsicólogo intentando conectar con los espíritus del más allá, buscando en realidad hablar con su fallecida esposa; y ella, una joven solitaria que se adentra a la adolescencia confundida por sus propios deseos de conocer y encajar socialmente. Dirigida por Brad Silberling y escrita por Deanna Oliver, Sherri Stoner y J.J. Abrams, la película está protagonizada por Christina Ricci, Bill Pullman, Cathy Moriarty y Eric Idle.

Kat y Casper se vuelven amigos cuando la chica se da cuenta que él no encaja en el molde clásico, característico o en el cliché que tenía de los fantasmas, asumidos como seres terroríficos que buscan herir a los humanos. Aquí los espíritus no son malvados, son sólo personas fallecidas con asuntos pendientes que no han podido cruzar ‘al más allá’.

Esto es lo interesante de la historia, fantasmas que no están ahí para hacer sufrir, para atemorizar o espantar a los vivos, sino que cargan con su propio sufrimiento, que tienen problemas y preocupaciones. Para James su investigación representa la oportunidad de comprobar que hay un plano paranormal en el que se puede conectar con los espíritus, en especial porque busca establecer comunicación con su fallecida esposa, a cuyo recuerdo se aferra.
 
Para Kat es la oportunidad de conectar con un ente que vive y sufre muchas de las mismas cosas que ella: el anhelo por ser comprendido, por entablar relaciones significativas y no pasajeras, producto, en el caso de Kat, de la inestabilidad familiar que la ha llevado a no poder establecer amistades a largo plazo debido a la constante mudanza de un lugar a otro que obliga el empleo de su padre.

James es contratado para sacar de la mansión a los fantasmas que habitan en ella, por unos dueños que quieren poder entrar libremente para hacerse de una ganancia millonaria escondida en la propiedad. Sin embargo, James y Kat terminan haciendo amistad con estos fantasmas, porque, finalmente, ellos no están guiados por la ambición y la maldad. Paradójico que la avaricia, la mala fe, el deseo de enriquecimiento sean características de los humanos, representados en este caso por los dueños de la casa, y no de los fantasmas, que valoran más lo afectivo, lo emocional, toda vez que han abandonado el mundo material.

Fantasmas con más humanidad que los humanos, aliados, con honor y dignidad, porque ya no se aferran a los bienes materiales, ni a la popularidad o la ambición, ni buscan seguridad en el mañana. No son ‘mejores’ ni “peores” que las personas vivas, pero sí dejan una lección preciada dada su situación, o experiencia: vivir (o disfrutar) el momento, al aquí y ahora, para no quedar estancado en las obsesiones consumistas o emocionales que no llevan a nada, es decir, apreciar lo que se tiene y a quien se tiene, conocer y comprender a las personas con quienes se convive.

En resumen, historias de brujas y fantasmas de las cuales se puede reflexionar sobre la vida, sobre la muerte y sobre procesos de crecimiento y adaptación, al tiempo de diversión; porque los sustos, los sobresaltos, la angustia o el miedo, no solo los ocasionan las historias de terror y sí, siempre son experiencias de las cuales podremos aprender.

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