@@CLIMA@@

Otredad

César Garza

“Lo esencial es invisible a los ojos” 

El Principito, Antoine de Saint-Exupéry

 

   Son las 11 de la noche, estás en cama, leyendo, tu mujer yace a tu lado, en pijama y con dos cobijas encima en una noche de 28 grados centígrados mientras tú, solo estás en calzones y por supuesto destapado. Eso de que una pareja tenga sus termostatos corporales a diversos ajustes puede resultar un escollo a la hora de compartir el abrazo o el amor.

   Pasa un rato, el sueño comienza a aparecer cuando percibes que no has entendido nada de lo que “el escarabajo”, el personaje de la novela que tienes entre las manos, cuenta. Cierras el libro, te quitas los anteojos y los pones a un lado, buscas acomodarte en la cama tratando de sentir el cuerpo de tu mujer mientras dos gruesas cobijas los separan, alcanzas a escuchar el breve esbozo de un ronquido, duerme profundamente, decides apartarte con cuidado ahora que su insomnio le ha dado una tregua. 

   Esa es otra diferencia con ella, tú puedes dormir a cualquier hora y en cualquier lugar mientras ella no, el sueño parece olvidarla y solo la visita de vez en vez, cuando quiere, sin previo aviso, sin algún patrón definido, es cómo si se tratara de alguien que esperas te visite cada noche, pero que no siempre llega, a veces lo hace, pero cómo el amante furtivo, se retira después de dos o tres horas, otras ocasiones ni siquiera aparece, dejándote así, sediento, a la espera de lo que no habrá de llegar.

   Cuando percibes que duerme de ese modo quieres que siga así, no quieres romper ese trance que sabes le ha costado mucho alcanzar. Estás boca arriba, esperando que el sueño, tu amigo, te visite y te reconforte, repasas los eventos del día y sonríes ante una situación que te tocó vivir, es lindo reírse de uno mismo. Aún tienes esa sonrisa en tu rostro cuando sientes una presencia que te abraza, es cómo si la densidad de tu cuerpo se hubiera incrementado en tres, cuatro, diez veces, intentas incorporarte, pero no puedes, te has vuelto un ser de plomo, no es que sientas a alguien sobre ti, lo sientes dentro de ti.

   Realizas un par de respiraciones profundas, tratando de identificar que es lo que está pasando, tal vez estás soñando, te cuestionas, pero no, escuchas los ruidos de la noche, el breve resuello de tu mujer a tu lado, vez el reflejo de la luz del pasillo que sigue encendida, no, definitivamente no estás soñando, la pesadez que te invade es completamente física y está presente en todo tu cuerpo, excepto en tu brazo derecho. Cierras tu mano izquierda y percibes otra mano que embona perfectamente con la tuya, la exploras, tiene la forma de una mano, pero pareciera que los dedos, desde el índice hasta el meñique estuvieran fundidos, como si fueran un solo hueso, sientes el pulgar, ese sí, completamente separado.

   Mueves tu brazo derecho, lentamente, pasa sobre tu pierna derecha, tus genitales, tu pierna izquierda hasta llegar dónde se encuentra tu otra mano.

   El movimiento de tu brazo pasó sobre tu cuerpo y el del otro, que, en ese momento, por alguna razón, ocupa el mismo espacio, el tuyo.

   Cuando llegas a tu lado izquierdo, ahora sientes el dorso de la mano del otro, esa mano ha permanecido fuera de ti, lo que te permite percibirla, tocarla, explorarla, no sabes por qué, pero sientes que eres un vehículo de este tiempo, de esta realidad, sostienes con tus manos la del otro y con la derecha le das tres palmadas sobre su dorso, empático, receptivo, amoroso, el otro, después de esa caricia, se va.

Fotos más vistas en 15 días