Los fantasmas de mis ex

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

En el mundo actual las personas se mueven principalmente en función del prestigio publicitado, el dinero ganado y/o acumulado y el reconocimiento obtenido, porque esos son los valores que se promueven a través del sistema mercantil y sus dinámicas sociales de competencia extrema. Tener, ganar, sobresalir y alimentar el ‘yo’, es algo que se le repite una y otra vez a la gente como valores de conducta para ser personas exitosas, a raíz de los ideales del orden predominante establecido; en este caso el capitalista.

Bienes tangibles y el enaltecimiento del yo; la sociedad moderna se guía por los pilares (capitalistas) que promueven el enriquecimiento personal, lo que moldea las dinámicas relacionales de las personas, en su empleo, por ejemplo, pero también en su entorno familiar y social. Si se aprende que el beneficio propio es más importante que cualquier otra cosa, se condiciona a sacrificar el trabajo en equipo, la empatía, solidaridad y humildad, todo a favor del egocentrismo, porque se está aleccionado a las personas para ver su propio crecimiento en sólo la individualidad.

Un ejemplo claro de alguien así lo personifica Connor Mead, el personaje principal de la película Los fantasmas de mis ex (EUA, 2009), un fotógrafo de celebridades acostumbrado a una vida individualista que alimenta su ego por medio de la construcción de una imagen pública pensada para ser idolatrada, porque celebra el narcisismo, que consolida gracias a relaciones interpersonales pasajeras con mujeres con las que nunca establece una conexión emocional, en realidad, a manera de autoprotección o autoconservación.

Esa misma actitud y vida de mujeriego, también lo ha convertido en alguien misógino, vanidoso y egocéntrico, incapaz de establecer relaciones sociales sanas y, en cambio, acostumbrado a utilizar a los demás a su beneficio. En esencia Connor gana muchos elogios pero pocas relaciones substanciales que le aporten algo, reten su mente o cuestionen su actuar, lo que lo hace un hombre solitario que solamente sabe guiarse bajo una idea eje: vivir el ahora y presumir sus logros para hacerse de la adulación de los demás, por quienes creen que Connor es la imagen clara del hombre exitoso moderno: adinerado, bien parecido, varonil y socialmente reconocido.

Las únicas personas constantes en su vida son pocas, su amiga de la infancia, Jenny, de quien por años estuvo enamorado, y aún lo está, y su hermano menor Paul, quien está a punto de casarse con su novia Sandra, lo que lleva a Connor a reunirse con ellos de una manera casi forzada, es decir, por compromiso, no por gusto o iniciativa, a pesar de que Paul es la única familia que tiene en el mundo, o lo que es lo mismo, el único lazo emocional constante y afectivo.

Connor asiste a la boda, o más bien al ‘ensayo de la boda’, una tradición que consisten en una cena y fiesta previa al día de la unión, sólo para encontrarse con diversas opiniones sobre el amor con las que no concuerda, porque no entiende, ni respeta, ni valora. Paul y Sandra están decididos a comprometerse ‘para toda la vida’, porque hay confianza y afecto en su relación. Sin embargo, Connor no cree que esta clase de interacción sea ‘verdadera’, en esencia porque no apoya la idea de un compromiso de por vida, básicamente porque él no lo ha vivido, ni lo busca, toda vez que los hombres a su alrededor, a partir de una mentalidad de género dominante, celebran que ande con muchas mujeres al mismo tiempo, en lugar de sentar cabeza con sólo una. Al final, esto es lo que Connor hace: pasar de novia en novia, porque cree que eso es más gratificante, que una relación estable.

El hilo constante en su vida es que reniega de todo lo que tenga que ver con el lazo en pareja y lo que representa el matrimonio, no legalmente hablando, sino desde el punto de vista de las relaciones sociales; la institución legal pero, además, el compromiso sentimental. Él considera que una relación a largo plazo en pareja ‘es una pérdida de tiempo’, porque implica ‘ataduras’ o el fin de su libertad e individualidad (bajo una ideología además errónea de control y dominio, cuando debería ser de equidad y cooperación). 

Eso es lo que el amor representa para Connor, compromiso a largo plazo donde se cede porque alguien impone, o decide, o controla. Pero esto no es forzosamente lo que el amor representa para los demás y, al externar tan libremente sus palabras sin considerar la opinión o perspectiva de otros, es Connor quien impone sus ideas en lugar de respetar las ajenas; una actitud que también tilda en  ejemplo claro de narcisismo. 

Pero, ¿qué mueve a Connor a actuar como lo hace?; ¿por qué piensa que en una relación de pareja uno está por delante o encima del otro? En parte por el entorno social que le repite que sólo importa él y su beneficio; que el hombre sólo encuentra respeto en función de su virilidad, pero no a la par de las cualidades de la mujer, sino por encima de ellas. También en parte por una formación de carácter influida por una mentalidad similar, que su tío Wayne le inculcó; un hombre que, cuando Connor era pequeño, le enseñó a persuadir a partir de manipular, para huir del afecto de todo tipo, creyendo que éste lo hace débil y dependiente.

Con todos estos elementos, la película se instala en una narrativa que evoca al clásico relato de  Charles Dickens, llamado ‘Un cuento de Navidad’, que trata de un hombre avaro y arrogante, Ebenezer Scrooge, quien vive una vida miserable sin aceptarlo, porque prefiere alimentar su codicia en lugar de compartir lo que tiene; pero en víspera de una Navidad, tres fantasmas lo visitan para que, con sus lecciones sobre empatía, darle una muestra sobre el peso de sus decisiones y sus consecuencias, que lo han llevado a una vida solitaria, en donde aparentemente tiene todo, pero sin alguien con quien compartir, lo que lo tiene encaminado con rumbo a la infelicidad y la desgracia. 

Aquí en la película, Connor es visitado por tres seres también, pero en este caso y en forma de adaptación libre, se trata de los fantasmas de sus novias, o lo que es lo mismo, los fantasmas que representan sus relaciones sentimentales del pasado, del presente y del futuro. La meta es que el protagonista entienda que su actitud de hombre exitoso y mujeriego, celebrada por el colectivo social que lo cobija, le ha llevado a una vida sin verdadera realización, porque tiene cosas materiales y la admiración de la gente, pero no hay verdadera felicidad en su corazón, dado que aquello que realmente quiere, no lo tiene y, eventualmente, ha aprendido a renegarlo.

Los fantasmas de las exnovias del pasado, presente y futuro, emulando a los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras de ‘Un cuento de Navidad’, le muestran a Connor cómo ha tenido oportunidades para compartir la vida, en lugar de existir en su burbuja ‘perfecta’, pero las ha dejado pasar por miedo a ser lastimado, lastimándose más por el mero temor a arriesgarse.

Hay muchas razones por las que una persona huye al compromiso; una es la baja autoestima, el temer no ‘ser suficiente’ o ‘merecer’ afecto; pero otra es la autovaloración en exceso, el narcisismo, el poner las necesidades propias por encima de todo lo que la vida en pareja representa. Como dice Connor, para él, establecer relaciones fijas  es privarse de su libertad. 

Ahora, en el caso de este personaje, todo viene del miedo al rechazo, o del rechazo mismo que vivió en su juventud cuando no se atrevió a declararle su amor a Jenny. Es en ese momento que su tío le enseña a alejar a la gente y a huir de las relaciones sentimentales antes de ser lastimado, esperando lo peor de cada escenario posible. 

Por ‘protegerse’ del rechazo, también se niega la posibilidad de un amor verdadero que nutra su corazón, su mente y sus emociones. Uno de los fantasmas que visitan a Connor es de hecho el de su tío Wayne, quien le dice que tiene que cambiar para no terminar como él, solo en la vida, sin nadie con quien disfrutar los buenos momentos o en quien apoyarse en los malos. Solo pero por la mera decisión de estarlo, a través de, como le enseñó a Connor, una vida sin conexiones emocionales reales, sino en relaciones superficiales y pasajeras que al final no le aportan nada para crecer como individuo, emocional o afectivamente.

De forma que Connor cree que tiene todo lo que necesita, pero su forma de vida ha generado un individualismo extremo; creando una barrera para no sentir nada, alimentando su vanidad, desechando valores, reforzando un egoísmo cínico. 

En este camino está a punto de perder el último lazo emocional que le queda, Jenny y su hermano, porque no es capaz de decir lo que piensa y siente, y carece de empatía para apoyar los ideales de los otros, más aún si no concuerdan con los suyos. 

Para Connor todo es ‘yo’ y, por tanto, todo es en su beneficio, excepto que, en la boda de su hermano, el protagonista no es él sino Paul y Sandra. Si no aprende a solidarizarse con los demás y a estar ahí, presente de verdad para la gente que le importa, en los momentos cruciales de cambio, Connor no es más que un ego andante, que no se siente a gusto si no es admirado.

Connor pasa de novia en novia, y esto dice mucho de su trato hacia las mujeres, del machismo que ha convertido en su filosofía de vida, y no porque desprecie a la mujer por su género, sino que no la valora ya que la ve como un objeto, alguien con quien tener relaciones sexuales para llenar un vacío emocional con el que no quiere lidiar, y luego no volver a buscarlas jamás.

Al caer en ello una y otra vez, dicta qué tan poco valora Connor a las mujeres y, para fines prácticos, a las personas en general; lo hace también con las personas con las que trabaja; lo hace asimismo con Jenny, a quien rechaza por haberlo, según él, rechazado, aunque en su momento, siendo adolescentes, no fue más que un impulso emocional de ella de decirle sí al chico que se atrevió a invitarla a bailar, dado que Connor nunca se animó a hacerlo.

Cuando se reencuentran ya de adultos y comienzan una relación, Jenny le pide compromiso, un noviazgo real y/o seriedad en la relación, pero para entonces Connor ya está tan acostumbrado a huir, porque se ha hecho a la idea que su libertad significa relaciones sin compromisos, que hace justo lo que ha aprendido a repetir sin error: correr y replegarse de nuevo hacia su propia isla.

En este punto ya no es que Connor no respete a Jenny por ser mujer, sino porque no sabe cómo abrirse emocionalmente y, por tanto, corre en lugar de afrontarlo, porque ha aprendido a evitar la relación sentimental, el contacto con sus sentimientos, en un instinto convertido en autoprotección, que a su vez se ha convertido en aislamiento  emocional.

Construida bajo estándares narrativos convencionales de la comedia romántica y tomando prestada, sin mucha más originalidad la idea base del texto de Dickens, la temática es interesante a pesar de que no se exploran a fondo estas ideas de jactarse por vanidad y no por méritos, o perseguir el reconocimiento externo por una inhabilidad para encontrar satisfacción con uno mismo si no hay una veneración externa de por medio. La película fue dirigida por Mark Waters y escrita por Jon Lucas y Scott Moore; está además protagonizada por Matthew McConaughey en el papel principal, Jennifer Garner, Emma Stone, Breckin Meyer, Lacey Chabert y Michael Douglas.

Ficha técnica: Los fantasmas de mis ex - Ghosts of Girlfriends Past

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