Ella está encantada

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Los cuentos de hadas son relatos ficticios con elementos folclóricos, ya sea porque invoquen la presencia de personajes como hadas, príncipes, princesas, elfos, ogros, brujas, sirenas y otros similares, o a través de elementos narrativos que aporten a la trama, como los encantamientos, la magia y otros ejemplos de cómo emplear el género de la fantasía.

El trazo es claro porque son relatos con mucho legado histórico, así que hay cánones específicos, como la presencia de personajes arquetípicos y lecciones que hay que aprender o enfatizar con la moraleja. Estos lineamientos característicos de los cuentos de hadas no son reglas obligatorias a cumplir pero sí estructuras que dan una idea de los ingredientes que conforman una narración de este tipo.

Estas variables permiten reinventar ideas, que es lo que sucede con el libro ‘Ella Enchanted’ de Gail Carson Levine, en donde replantea la historia de Cenicienta con algunos elementos temáticos más sólidos y propios, incluyendo la presencia de varias criaturas mitológicas, desde ogros hasta gigantes y elfos, que luego sirven para reflejar los problemas e inquietudes propias del mundo real. La historia fue llevada al cine con Ella está encantada (Reino Unido/Estados Unidos-Irlanda, 2004), dirigida por Tommy O'Haver, escrita por Karen McCullah Lutz y Kirsten Smith y protagonizada por Anne Hathaway, Hugh Dancy, Cary Elwes, Aidan McArdle, Lucy Punch, Vivica A. Fox, Joanna Lumley, Minnie Driver y Jimi Mistry.

El trazo general parece seguir la idea base de Cenicienta: una joven despreciada por su madrastra y hermanastras que encuentra el amor tras conocer al príncipe del reino en el que vive, un hombre que da por sentado el privilegio de su posición y no valora el poder que heredará una vez que pueda ser rey. Sin embargo, hay muchos elementos únicos que hacen a la historia diferente, tanto narrativa como temáticamente.

Aquí la protagonista, Ella, no es huérfana de padre, no es forzada a las labores de trabajo en casa y, aunque su madre sí murió, no está completamente sola porque tiene el apoyo de su tía, una hada que a pesar de su privilegio mágico tiene problemas para lanzar hechizos correctos. En medio de todo esto y combinando la modernidad con la fantasía, Ella es una joven estudiante de mente crítica que tiene fuertes opiniones sobre la forma de organización social del reinado, dado que observa analíticamente cómo desde la llegada al poder del tío del príncipe Charmont, Sir Edgar, quien rige como regente durante el cambio de corona hacia el hijo del fallecido rey, la situación se ha vuelto más radical y extremista.

Esclavismo, segregación y falta de derechos y libertades se han vuelto un escenario constante del que nadie puede realmente hablar o alzar la voz para promover un verdadero cambio, sin sufrir las consecuencias de un  castigo ejemplar. Para Ella esta es una causa con la que empatiza, la de gente forzada a hacer algo que no quiere, dado que ella misma carga con esta maldición, una vez que de bebé su hada madrina Lucinda le dio el don de la obediencia.

En esencia, Ella debe cumplir con todo lo que se le ordena y no tiene forma de evitarlo, es un hechizo y, por tanto, un encantamiento convertido en maldición, porque esto corta por completo muchas de sus libertades individuales y derechos humanos, especialmente cuando se ve envuelta en situaciones en las que lo que se le ordena no se corresponde con sus principios, anhelos, o decisiones.

Encuentra la manera de sortear la situación de la forma más fiel a sí misma posible, si se le ordena hacer la tarea, se toma su tiempo para cumplir con la orden, ejemplifica la película, al presentar un escenario ilustrativo. Sin embargo, otras veces no puede sino hacer lo que se le dicta sin remedio, a pesar de no estar de acuerdo, lo cual le afecta anímicamente, porque no tiene control ni poder sobre su persona y, por tanto, no tiene su destino en sus manos. 

Su hermanastra Hattie le pide, por ejemplo, que le regale su collar, una joya muy especial porque la heredó de su madre, y Ella no tiene más opción que entregar ese objeto tan preciado para ella. Este escenario trágico, aunque sencillo, lo deja claro cuando se le considera en una escala mayor: ¿qué tan lejos llegaría Ella si se le dictaran órdenes más ruines y faltas de ética?

En esencia, Ella es consciente de su carácter, tiene sus opiniones y toma decisiones a partir de su propio juicio, pero cuando es presa del hechizo que la aqueja, pierde su autonomía al momento en que se le da una orden. Por eso es que valora tanto la libertad, los derechos humanos y el respeto a la identidad y a las decisiones de otros, porque entiende bien lo que significa no tener control sobre su propia vida, acciones y anhelos.

Una vez que la vanidosa y oportunista Hattie deduce el secreto, lo usa a su favor, o más bien en contra de Ella, por mera envidia, vanidad y celos. Así le ordena a Ella rechazar y finalizar su amistad con Areida, su mejor amiga desde la infancia. Dolida por esta situación y temiendo que sea el principio de una caída hacia la esclavización de su propia persona, a merced de alguien que conoce su secreto y la obligue a hacer cosas que no quiere, lo que significa implícitamente una vida sumisa, callada y pasiva, porque quedaría a merced del humor y temperamento de Hattie, Ella decide salir a buscar a su madrina para pedirle que revierta el hechizo. Este es el verdadero primer paso hacia la independencia, no sólo por querer terminar con la magia que la somete, sino porque finalmente decide tomar el control de su vida activamente, y no limitarse a sortear la realidad que le tocó vivir, sino haciendo algo por un cambio profundo. 

En el camino se encuentra con varios personajes que refuerzan el mensaje principal de la historia. Por un lado está Slannen, un elfo que se niega a cumplir el cliché al que se ha reducido a los de su especie, obligados, por decreto de Sir Edgar, a servir una sola función: entretener cantando y bailando, ‘porque eso es lo que hacen los elfos’.

Slannen quiere ser abogado, pero las reglas oficiales no se lo permiten, pero mero estereotipo y discriminación. Esta realidad la viven también los ogros y los gigantes del reino, con quienes Ella y Slannen se encuentran más adelante en el camino; seres también obligados a una existencia que les  encasilla por un solo rasgo de su esencia; los gigantes que tiene que ser ‘feos y toscos’, los ogros que tiene que ser ‘malvados y crueles’, porque así es como los pintan ‘los cuentos de hadas’; se quejan ellos.

En el proceso de esta misión por la libertad, de Ella y del resto de sus compañeros, la joven protagonista también entabla amistad con Charmont, el Príncipe, quien resulta más amable y cordial que el cliché que ella misma se había formado en la cabeza, también de alguna forma bajo prejuicio. 

Char, aunque de temperamento amable y cordial, disfruta la vida con completa ligereza, de una forma que a veces resulta irresponsable, dado que está a punto de ser coronado Rey, pero no lo mira con la seriedad que esto se merece. Char reacciona siempre a la deriva, acata lo que le dice su tío y da las cosas por sentado en todos los asuntos del reino, asumiendo que Edgar es quien ‘sabe, conoce y tiene el mejor juicio para decidir’. El punto es que, como futuro rey, Charmont también debería ‘saber, conocer y tener el mejor juicio posible para decidir’.

El príncipe  no tiene que seguir órdenes, no está obligado a hacerlo, como Ella si; sin embargo, elige hacer lo que se le ordena porque el camino más fácil guiado por la inercia es el que requiere menor esfuerzo y esto exaspera totalmente a Ella, porque parece como si Char no apreciara lo suficiente su libertad ni su poder. Él da inicialmente la espalda a Slannen cuando éste le presenta sus planes de ser abogado y, aunque no le dice que no ni lo desanima, no hace el mínimo esfuerzo por ayudarlo; en cambio le sugiere ir directamente con Sir Edgar para plantear el asunto.

Evidentemente Ella le reclama a Char, porque esa libertad, ese poder que tiene por su posición social, económica y política, él no lo valora porque nunca se ha tenido que esforzar por luchar a contracorriente o hacer algo significativo con la responsabilidad sobre sus hombros, del reino, y de sí mismo. 

De alguna forma Char vive en su burbuja o jaula de cristal, hasta que gracias y con ayuda de Ella recorre el mundo, conoce a la gente que habita su reino, es testigo de la realidad injusta que impera y se da cuenta que vivir en privilegio no ha sido más que un obstáculo convertido en su propia auto-limitante.

Hay una línea fina y delicada entre ser solidario y servicial, entre seguir reglas acatando órdenes y servir a las reglas acatando lo que dice aquel que dicta esas órdenes. Esa frágil línea habla de una responsabilidad con consciencia; Ella no quiere una vida haciendo lo que otros le dicen, pero no quiere tampoco un mundo así para nadie, es decir, quiere deshacerse del supuesto don que la esclaviza, pero no liberarse para luego llegar a una realidad en la que de todas formas la gente no tiene voz ni voto, o lo que es lo mismo, encontrar el orden autoritario que se impone contra la voluntad de la mayoría, pisoteando sobre todo a las minorías.

Esa inequidad propicia desde celos hasta discriminación e inestabilidad social, porque empuja a querer lo que el otro tiene y a pisotear al de junto con tal de obtenerlo, o para obtener cualquier beneficio. Eso es justo lo que Hattie hace con Ella o Edgar con Char; pero a una escala más grande. Así funciona la sociedad cuando habita en la indiferencia hacia el prójimo, la injusticia impune y las órdenes y reglas obligatorias impuestas por voluntad del Rey, o de cualquier otra autoridad.

Ella es una joven decidida, presa de un hechizo que sólo ella puede romper. “Confía en ti misma”, le decía su madre, porque no se puede vivir en un mundo en donde la etiqueta, la función o el cliché asignado operan para beneficio, o provecho personal, de quienes detentan el poder, convirtiendo al individuo en una masa, en máquina, en un ente manipulado, y no un ser vivo independiente.

Con el toque clásico de toda comedia romántica adolescente, una buena dosis de mensajes sobre independencia, libertad y autonomía, un elemento con chispa de cine musical, envuelto en la fantasía y los cuentos de hadas, la película es un vehículo de entretenimiento que ejemplifica cómo nada en este mundo puede ser plano o unidimensional y que las personas tienen tantas capas como el filme mismo.

Ficha técnica: Ella está encantada - Ella Enchanted

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