Ella dijo

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

En 2017, las reporteras estadounidenses Jodi Kantor y Megan Twohey hicieron una investigación periodística para el New York Times que develó varias acusaciones de acoso y abuso sexual en Hollywood señalando al productor Harvey Weinstein como responsable. Fue un importante parteaguas para traer a la mesa la vital discusión sobre abuso y agresión sexual en el lugar de trabajo y una piedra angular en el surgimiento del movimiento ‘MeToo’, distintivo para hablar y denunciar en redes sociales esta realidad.

Ellas lanzaron en 2019 un libro y este fue adaptado a película, Ella dijo (EUA, 2022) dirigida María Schrader, escrita por Rebecca Lenkiewicz y protagonizada por Zoe Kazan, Carey Mulligan, Patricia Clarkson, Andre Braugher, Samantha Morton, Jennifer Ehle y Ashley Judd. Se trata de una dramatización de todo ese proceso de investigación que descubrió las irregularidades de un, como  bien lo describe Jodi en la película, ‘sexismo sistémico en Hollywood’, ahondando en temas como el abuso de poder, el autoritarismo, la corrupción, la impunidad y haciendo una más profunda reflexión sobre cómo todo esto provoca que el problema persista.

Según las reporteras encuentran, Harvey Weinstein aprovechaba su posición de poder en la industria del entretenimiento para insinuárseles a jóvenes actrices o asistentes de producción, presionándolas por favores sexuales, abusando de ellas o hasta violándolas para luego callarlas y silenciarlas, pagándoles por no hablar de su experiencia con nadie o empujándolas a sentirse amenazadas de que, o aceptaban ese acuerdo o su vida profesional sufriría las consecuencias.

En la narrativa, Twohey, que acababa de investigar un escenario similar, pero que involucra a Donald Trump, quien, se queja ella, pese a develarse lo sucedido, de todas formas fue electo Presidente de Estados Unidos, se pregunta si, ante esta realidad que acaba de ser testigo, la investigación que propone Jodi vale la pena.

“Las actrices tienen voz”, razona, en el entendido de que, como figuras públicas (y algunos de los nombres implicados son consolidadas estrellas de Hollywood), quizá hay un trampolín para que sus historias sean eventualmente o por algún medio escuchadas, no como muchas mujeres que viven algo similar, pero no tienen oportunidad de una proyección que denuncie la verdad en búsqueda de la justicia.

“Pero temen que la industria del cine las castigue por utilizar esa voz. Si a las actrices de Hollywood les pasa, ¿a quiénes más les está pasando?”, responde Jodi y sus palabras tienen un gran eco, porque analizan que si el culpable puede salir impune, librar las consecuencias y/o enterrar la verdad, en pleno ante el ojo público, qué no les harán a las personas que no tienen ningún tipo de respaldo o apoyo porque su nombre no viene ligado a la fama, a la ‘noticia’, ya que no se trata de figuras públicamente conocidas.

La investigación entonces es importante no sólo por ser ilustrativa para reflexionar sobre las muchas historias de abuso, en cualquier ambiente, lugar, contexto y cultura, que son enterradas hasta perderse en el olvido, sino porque hace un llamado a entenderlo objetivamente, a comprender cómo se es partícipe del problema cuando se calla o no se hace nada por hablar con la verdad o, en su caso, ayudar a desaparecerla.

Para las investigadoras el primero paso es conocer los hechos, pero el segundo, y más importante, es tener pruebas para demostrarlos; especialmente sabiendo que un posible intento por callar la verdad será desprestigiarlas a ellas o a sus fuentes, a la historia misma, cuestionando su veracidad. Así que no basta con saber lo que sucede, hay que hablar de ello con el suficiente sustento y pruebas para que haya credibilidad y por tanto impacto del análisis. Es aquí que el caso y el contexto son tan importantes, porque hablan de lo que Jodi ya mencionaba: alzar la voz en nombre de toda la gente que, aunque lo intenta, no llega a ser escuchada.

Esto ayuda a dimensionar los hechos, a que la gente entienda que el abuso sucede en todas partes, incluso en un ambiente como Hollywood. Y esto no significa que la realidad por la que pasan muchas otras mujeres que también viven historias similares sea menos válida, porque no es así; es sólo que al evidenciarse que sucede en una industria con tanta proyección, que presume de progresista e inclusiva, permite a que la percepción del público respecto al estado de las cosas tenga más repercusión y así se vea con más claridad su magnitud.

La magnitud de la injusticia y la impunidad, pero también del sexismo, la discriminación, el abuso de poder, la falta de equidad y la enorme influencia de alguien en una esfera privilegiada dentro del colectivo social que provoca una estructura piramidal donde sólo algunos manejan las decisiones y los muchos otros terminan por ser pisoteados, porque no hay un sistema de apoyo imparcial, sino dirigido.

La primera persona con quien las investigadoras se topan es la actriz Rose McGowan, quien les dice que ella habló, denunció, dijo a más de uno lo que sucedía, pero que en su momento nadie le hizo caso. No hacía falta que Harvey Wenstein la callara o amenazara su carrera profesional si hablaba con la verdad, porque lo hizo y aún así, no hubo consecuencias para su agresor. En gran medida porque el poder de influencia de él es muy grande, porque, a causa de la corrupción, también tenía un dominio considerable dentro del sistema jurídico, o porque la sociedad carecía de conciencia y responsabilidad ética como para solidarizarse, para hacer algo con el fin de evitar que los abusos continúen y se reproduzcan.

Este sexismo sistémico en Hollywood es sólo un ejemplo de cómo se presenta esta realidad en muchos otros contextos; en el fondo la idea es la misma: alguien controla, manipula y decide; y entonces acomoda las normas y las circunstancias a su favor para que el mundo calle la verdad, no la investigue o no la tome en cuenta, porque se han encargado de reducirla para ser percibida como una nimiedad, como algo que no tiene importancia, normalizando así, incorrectamente, las conductas inapropiadas, en este caso, sexuales.

Las reporteras necesitan que sus fuentes de información accedan a dar sus nombres y así respaldar la historia, de lo contrario, son palabras al vacío. Pero las afectadas, las víctimas, temen hacerlo, ya sea por miedo a represalias o al desprestigio, o por la negativa a tener que revivir ese pasado que ya les hizo tanto daño, la incertidumbre y sensación de que aunque alcen la voz no habrá de todas formas justicia, o el temor de terminar siendo señaladas negativamente por hablar con su verdad. Esto no sólo dificulta a Jodi y Twohey avanzar con la investigación, sino que es justo lo que genera que el problema social se agrande, en la sensación de que ante la injusticia y la impunidad, hablar con la verdad no tiene razón, porque sólo traerá más negatividad e injusticia.

La historia lo reflexiona: la realidad de abuso y agresión sexual se topa con una barrera enorme de indiferencia y corrupción, en donde la gente que sale beneficiada provoca que muchos de los afectados terminen por desistir, por aceptar que esos acuerdos financieros por su silencio sean normalizados (en el caso de las víctimas de Harvey Weinstein, por ejemplo), porque se convierten en sí en la única vía para seguir hacia adelante.

La denuncia y la verdad impulsan un cambio, porque ayudan a reflexionar sobre las cosas y entender que si el problema persiste es porque la gente permite que así sea. No hay forma de combatir este abuso de poder y corrupción, más que señalándolo y abogando por un cambio del sistema mismo. La persona, el agresor, debe ser llevado ante la justicia, pero las condiciones que propiciaban que pudiera salir impune, también deben reflexionarse y modificarse, para que no vuelva a suceder. Y esto incluye todo, el machismo, el sexismo, la tendencia a cosificar a la mujer, la indiferencia ética y la sumisión, producto de un sistema que protege a quien tenga el suficiente dinero o capital para pagar por ello.

La idea u objetivo ideal consiste en proteger a las personas, a las minorías, a los marginados y a las mujeres; se trata de que haya condiciones de equidad laboral, entendiendo que equidad significa ‘para todos’. Se busca promover una cultura de proteger y respaldar a la víctima, haciéndole entender que si alguien hizo algo malo, es esa persona la que tiene que pagar las consecuencias, no ellas, no las agredidas.

Esto es en lo que insisten Jodi y Twohey: la importancia de alzar la voz para que tenga un eco, un antecedente. Si se denuncia lo que sucede en Hollywood, se abre paso para denunciar lo que sucede en muchos otros lugares del mundo, en muchos otros contextos, muchas veces también enterrados porque, aunque se evidencian, esto no siempre es sinónimo de resolución.

Las mujeres con quienes las reporteras hablan les preguntan si recibirán alguna protección y si hay forma de asegurar que Weinstein pagará por sus acciones. Ellas les insisten que no pueden asegurarlo ni ‘protegerlas’ de las consecuencias, cualesquiera que estas sean (quizá empatía, quizá señalamientos de parte de otros), pero que lo importante es en todo caso el poder que hay en su voz y en su verdad, o lo que es lo mismo, en poner los hechos sobre la mesa.

Si cuentan lo que les sucedió, si hay voces unidas porque se trata de experiencias que muchas más vivieron, ese es el verdadero mensaje, el cómo unidas son más fuertes; el cómo no están solas; el cómo muchas voces silenciadas al resonar juntas, al unísono, pueden sacudirse el intento de desprestigio o amenazas, silencio y humillación, especialmente en esos escenarios en que su verdad es cuestionada por la simple realidad de enfrentarse a una entidad en una privilegiada posición de poder.

En esencia ellas dicen lo que les sucedió; Harvey Weinstein dice lo contrario. Ellas acusan de abuso, el productor niega las acusaciones; y todo se convierte en un ‘él dijo-ella dijo’ (que es de donde se desprende el título de la historia). Parece que todo recae en a quién le creen más o quien tiene más probabilidades de influir en la percepción pública; y en un medio como Hollywood, el que tiene el poder, el renombre y el prestigio, es quien lleva ventaja, quien puede hacer que las leyes se interpreten a su favor.

Si bien el problema es que así sucede en muchos otros escenarios de la vida cotidiana; el abusador suele ser una persona que sabe que pueden ocultar la verdad o presionar para que quede olvidada, precisamente por su posición privilegiada, porque en la sociedad machista el hombre es quien tiene la última palabra, o porque se trata de una persona con suficiente poder y el respaldo de su posición social y económica.

Harvey Weinstein procedía porque no tenía miedo, sino que lo plantaba en sus víctimas. El productor tenía el dinero y la influencia para callar las cosas, para hacer lo que hacía sin sufrir consecuencias. Buscaba a jóvenes que sabía podía presionar y amenazar, humillándolas, haciéndolas sentir a ellas como las culpables y, entonces, convencerlas de que era mejor callar que hablar con la verdad. Su respuesta ante la investigación del New York Times no es sólo negar las acusaciones, sino rodearse de una imagen de víctima él, para jugar con la percepción de la gente, con la imagen pública y con la idea de un arrepentimiento que es falso, porque está orquestado. Porque su mayor temor, el más duro golpe que quizá pueda recibir, no es en sí la verdad que sale a la luz, sino perder el poder y el control que tiene de su parte y a su favor.

La historia (y la película) es importante porque habla no sólo de un proceso periodístico de investigación, sino de lo mucho que éste tiene que ver con la búsqueda de la verdad; para reflexionar sobre un tipo de violencia contra las mujeres que se ha silenciado por años. No se trata sólo de hacer preguntas, o escuchar respuestas, sino de hacer que éstas lleguen a los oídos de las personas, para encontrar realmente una verdadera oportunidad de justicia, progreso y cambio. Y entonces, concluye, siempre es importante alzar la voz, no importa qué tan grande o pequeño parezca el escenario de ‘desventaja’, porque si no, el daño es más grande y peor, porque si no se hace nada por proteger a la potencial siguiente víctima, siempre habrá una más.

Ficha técnica: Ella dijo - She said

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