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Solteras

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Que el humano sea un ser social no significa que tenga que estar rodeado de personas todo el tiempo; se refiere más bien a que aprende, madura y evoluciona a partir de la convivencia con otros; de las experiencias y enseñanzas, puntos de vista y diálogo que sucede con aquellos a su alrededor y especialmente el círculo directo con que mantiene contacto.

El desarrollo debe ser personal, pero no puede ser independiente del social, así que como debe trabajarse el autoaprendizaje y la autosuficiencia, debe hacerse lo mismo con la empatía, la generosidad, la convivencia pacífica y otros valores sociales. No se puede ni se debe vivir en completa soledad, porque ello conduce al aislamiento emocional y afectivo que lesiona la capacidad intelectual y física de las personas, pero eso no significa que alguien no aprenda también de estar solo, porque la experiencia es igualmente una oportunidad de desarrollo.

La película mexicana Solteras (México, 2019) aborda estos temas con un tono cómico pero con suficiente reflexión crítica que ahonda en la importancia de apreciar la soledad como un espacio de crecimiento y auto-reconocimiento, analizando en el camino dentro de su trama varios aspectos más sobre la realidad de la vida en pareja y lo que significa una relación de esta naturaleza, en que idealmente se comparte para crecer y mejorar los dos individuos a la par, en la convivencia, no uno al margen del otro. La relación entre dos es mucho más que atracción y enamoramiento, es compatibilidad y entendimiento. ¿Se debe cambiar por el otro, a sus gustos e intereses, para agradarle y congeniar? ¿No es esto forzar la compatibilidad de la relación? ¿O es que lo importante es más bien estar a gusto y en plenitud con uno mismo, para entonces poder relacionarse con los demás?

Las preguntas son clave en la historia de vida de Ana, la protagonista de la cinta, una joven que anhela casarse antes de cumplir 30, pero cuando se lo plantea a su novio, presionándolo, él termina la relación, argumentando que ese no es un futuro que desee transitar a su lado; es decir, no en el momento y/o al menos no con ella.

Sintiéndose menos, más dolida en la autoestima y el orgullo, por no tener una pareja estable o un potencial inmediato de una vida matrimonial, Ana se inscribe a un curso para mujeres solteras, dirigido por Lucila, una mujer que aconseja a sus alumnas las tácticas que considera son ‘la mejor manera para conseguir marido’.

La estrategia en realidad tiende a escudarse en una falsa careta, algo retrógrada y cumpliendo los convencionalismos sociales del enamoramiento y las relaciones interpersonales amorosas, en el sentido de que Lucila les anima a buscar novio basándose en los estereotipos, reducidos y limitantes tanto de hombres como de mujeres. Ella les dice que sean esa persona preocupada sólo por ‘atrapar’ al otro, con coquetería y atractivo físico, pero no verdadera conectividad ni sincronía. Si encontrar pareja significa encontrar a esa otra persona con quien sentirse a gusto y con quien exista empatía y armonía, ¿cómo puede una relación crecer realmente si se inicia con mentiras, complaciendo los intereses y gustos del otro sólo para agradar?

Las recomendaciones de Lucila resuelven en modo inmediato, a corto plazo, pero no se plantean qué sucede después en la relación ni cómo se nutre la vida en pareja, más allá de ese primer encuentro o primera cita. Esto claro, dirá ella, que ya no le corresponde a la profesora resolver, porque lo que su curso promete es encontrar novio y potencial esposo, dejando sobre los hombros de la alumna reflexionar su realidad y posible evolución de la vida en matrimonio.

El problema aquí es que la idea de fondo de este curso está sustentada en la utilidad práctica inmediata, que se rige bajo la idea de ‘encontrar esposo a cualquier costo y por cualquier medio’, lo que a su vez lleva a cuestionar los roles de tradicionales de género, marcados incluso dentro del estándar más machista que se arrastra históricamente.

Lo importante para estas mujeres entonces debería ser entender que en la vida, el fin último no es realmente casarse, sino aprender a ser felices consigo mismas; primero amarse, para entonces permitir que el otro (pareja, amigos, familiares y demás personas) haga lo mismo. 

No es Lucila, en efecto, quien debe proporcionar ese grado de juicio y reflexión ético, sino cada una de estas mujeres en su propio camino al crecimiento, a madurar, a aprender a vivir. Ellas no son ‘mujeres desesperadas’, como Ana califica en un punto de la historia, sino mujeres que necesitan encontrar su propio camino, trabajando primero en ellas mismas. 

Este es el trasfondo importante del curso, escondido entre los pliegues; mensaje no evidente, sino enterrado entre las lecciones superficiales. ¿Qué busca alguien al ‘buscar pareja’? ¿Encontrar un compañero de vida, con quien crecer?; o, simplemente ¿encontrar a alguien, a quien sea, con tal de dejar de estar solas? La pregunta importa porque tradicionalmente se le enseña a las mujeres a encontrar pareja para ‘ser felices’, olvidando que la mujer es mucho más que el hombre a su lado, o que la vida es más que sólo ir en busca del hombre ‘perfecto’, incluso negando que la felicidad se puede obtener sin  necesariamente vivir en pareja.

Lo que Lucila les pide como primera regla es  salir de su zona de confort y poner atención a su propia persona. El cambio de imagen al que las somete implica mejorar y trabajar en su aspecto físico, en eso que quieren proyectar a los demás, pero, que al mismo tiempo, impacta en su forma de percibirse y sentirse, e incluso sentir cómo es que son percibidas.

Lo siguiente de lo que les habla es de arriesgarse, para dejar de seguir encerradas en el pasado, o en la inseguridad, en el miedo a dar el paso hacia adelante. No van a conseguir novio si no salen a buscarlo, les dice Lucila; pero más importante, como lección de vida, no van a salir de su burbuja y estancamiento si no se obligan a sí mismas a hacerlo. Así, en el fondo, el curso finalmente lo que trabaja es la autoconfianza.

Para Ana la cuestión importante no es que quiera casarse, sino qué hay detrás de este deseo. ¿Qué es lo que espera de la vida y de su futuro? Y en todo caso de la vida en pareja. Cómo y cuándo se plantea sus metas a mediano y largo plazo, qué espera sacar en forma de crecimiento personal, qué supone podría obtener del matrimonio, y en su caso, de su futuro esposo. Porque además, en su momento, en el presente que vive y sufre, debe dimensionar que estar sola no radica en el problema de estar soltera, sino de no saber relacionarse más allá de su círculo seguro.

Su problema radica entonces en una limitante llamada inmadurez. No debería querer casarse sólo para cumplir reglas de estatus social. No puede tampoco quererlo únicamente porque es lo que sus amigas, conocidas y familiares han hecho, motivada entonces por un sentimiento de envidia y celos, competitividad e inercia, en el que no hay argumento. Si no sabe cómo conseguir lo que quiere, es en parte porque no sabe qué quiere y, por ende, no sabe qué la hace feliz. Ello a su vez deriva de un modelo social estándar que dicta normas muchas veces conservadoras. Ana no ‘debe’ casarse, sino que la presión social le dice que tiene que hacerlo, repitiéndole que sólo entonces puede ser feliz. Y no es que el matrimonio no pueda hacer a alguien feliz, es que Ana no podrá alcanzar esta plenitud, si no está primero a gusto consigo misma.

Las mujeres no son casaderas; esta idea no es más que una ideología autoritaria, conservadora, explotada para reforzar el dominio familiar, de la que muchos todavía sacan provecho. Como forma de control social, por una parte, como mercadotecnia comercial, por otra. Lucila misma sobrevive de ella, de enseñar a mujeres que se inscriben a su curso sobre opciones para destacar sus propias aptitudes y fortalezas como personas, quizá no presionando en sus inseguridades sino dándoles confianza, reforzando su autoestima,  pero partiendo del mismo punto base: la falsa idea de que el matrimonio es una indudable fuente de la felicidad.

El punto es que la matrimonio como institución social no es sino un compromiso legal. Para las mujeres como Ana la solución a sus inseguridades e incertidumbre no está en casarse, ni siquiera en comprometerse en matrimonio, porque casarse y adquirir nuevas responsabilidades no es la ‘respuesta’, especialmente si el gran obstáculo para su desarrollo personal son ellas mismas.

“Toda tu vida está en pausa”, le dice a Ana su hermana Julia, cuando nota que parece que la otra busca a alguien con quien tener una relación sentimental más bien para que le resuelva las cosas, para que cumpla sus responsabilidades de la vida adulta, como pagar las cuentas, realizar las compras, incluso definir metas y proyectos. La soledad de Ana es expresión de su angustia existencial y no lo resolverá sumiéndose en una relación que en verdad ni siquiera sabe si desea.

“Te va a hacer bien estar sola”, le dice también a Ana su prima. De la combinación de ésta con la frase de Julia se trata el camino que Ana necesita recorrer; aprender a madurar sola, sin muletillas o ‘ruedas de entrenamiento’. En la vida, Ana no va a tener que hacerlo todo siempre por su cuenta, pero no va a desarrollarse sino hasta que descubra que puede hacerlo, hasta que sepa qué es lo que anhela ser.

Esto lleva a la reflexión sobre la búsqueda por la ‘pareja ideal’, que no se trata de conseguir esposo para que el otro resuelva su vida o se haga cargo de su persona. Si la pareja es alguien con quien se transita a la par, ni Ana ni sus compañeras de curso, ni ninguna mujer, debe querer enamorarse de alguien que las cuide, ni a quien cuidar, sino un igual, una persona que les aporte y a quien le aporten algo.

De alguna manera, Ana lo entiende hacia el final de la cinta, cuando decide disfrutar su soltería, no por el hecho de estar soltera, sino en función a tomarse un tiempo para ella, para estar consigo, con ella misma, para poder crecer, madurar, para poder ser autosuficiente. Porque ‘salir a buscar marido’, como les decía Lucila, no es sino una forma adornada de decirles que hay que ‘salir a conocerse ellas mismas’.

El detalle es que ni Lucila ni nadie tienen todas las respuestas, descubre Ana. El discurso de Lucila es ensayado, convincente y persuasivo, funcional para Lucila y a favor de Lucila, quien mantiene así su fuente de ingresos, su curso para mujeres solteras. Así mismo, Ana descubre otras revelaciones sobre el mundo real, por ejemplo, que la vida matrimonial de su hermana no está libre de baches como ella creía; incluso también el inesperado divorcio de sus padres, a quienes tomaba como modelo a seguir, creyendo que, si en el exterior, en el mundo de las apariencias todo parece ‘perfecto’, en el interior, en el cotidiano día a día de la vida íntima, también lo es, pero olvidando que las apariencias engañan y la realidad nunca se lleva a flor de piel, porque el humano está acostumbrado a aparentar, a pretender que todo es alegre y próspero, para mantener al pie la ilusión de felicidad, de dicha eterna, cuando es obvio que la vida en esencia presenta siempre matices y altibajos. 

La búsqueda del amor no es lo mismo que la búsqueda por ser feliz, o vivir feliz y en plenitud; esa es la lección que Ana finalmente entiende y, con ella, el público reflexiona; de forma que estar soltera puede ser una oportunidad en el camino para encontrarse, para autoconocerse, sin que salir a citas o buscar una conexión con otros esté peleado con este proceso de crecimiento y desarrollo personal. En la película, para Ana, esto sucede una vez que su exnovio le pide separarse y, entonces, el único camino que a ella le queda es al mismo tiempo la mejor oportunidad para reencontrarse con sí misma.

Dirigida por Luis Javier Henaine, quien coescribe al lado de Alejandra Olvera Avila, la cinta está protagonizada por Cassandra Ciangherotti, Gabriela de la Garza, Juan Pablo Medina, Pablo Cruz y Diana Bovio, entre otros. En la narrativa se plantean implícitamente cuestiones tales como: ¿Qué significan y cómo se valoran el matrimonio, las relaciones sociales, las decisiones de vida, las expectativas y las presiones sociales?; tanto en la vida, como en la convivencia social. Si las cosas no siempre son lo que se espera, ¿por qué no cambiar la estrategia a seguir?; ¿por qué no construir tu propio destino tomando riesgos, buscando nuevos espacios sociales?

Ficha técnica: Solteras

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