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Mi vida a los diecisiete

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Madurez significa que algo ha alcanzado un desarrollo pleno; así que, en el terreno social, esto significa que una persona adquiere la habilidad para enfrentar retos, sobrellevar emociones y resolver problemas, actuando con juicio, empatía y responsabilidad, tanto hacia otros como hacia sí mismo. Es buscar soluciones y sopesar decisiones, con consideración, voluntad, tolerancia y sensibilidad.

Si bien no hay una edad específica en que una persona alcanza la madurez (de hecho siempre se está en proceso de superación intelectual y emocional mientras no exista algún impedimento físico) usualmente se hace evidente cuando hay pensamiento crítico, una conducta educada acorde al contexto y la habilidad para aceptar y recibir opiniones y/o críticas. Idealmente, esto sucede cuando se da el paso de la adolescencia a la edad adulta, porque la persona asume las responsabilidades de sus acciones y entiende las consecuencias de sus actos, atendiendo a las reglas de la sociedad y su papel en la dinámica colectiva. 

No es, sin embargo, una transición fácil, especialmente porque es una etapa de muchos cambios, en que el adolescente también busca  identidad e independencia. Es vital que se pregunte quién es, qué quiere y hacia dónde va, pero ello está siempre acompañado también de dudas, inquietudes, inseguridades, confusión y más preguntas. 

¿Qué se necesita para madurar y qué se necesita para vivir en plenitud? En corto, salir al mundo, enfrentar retos y superarlos; al menos así lo descubre Nadine, la protagonista de la película Mi vida a los diecisiete (EUA, 2016), una historia sobre el proceso de madurar y crecer en el difícil mundo de la realidad del adolescente actual, confundido por la sobre-información, agobiado por las presiones y las expectativas sociales de su realidad cambiante, en un mundo muchas veces distante e indiferente en el que hay que vivir a merced de una sociedad demandante, agresiva o indiferente,  que no siempre sabe cómo ayudar, dejando a los jóvenes en un mar de confusión y angustia.

Al inicio de la película, Nadine vive tranquila, encerrada en su mundo, en su burbuja, donde se mantiene aislada como forma de autoprotección, producto de sus temores: miedo a ser rechazada, miedo a ser aceptada, miedo a ser vulnerable y salir lastimada, miedo a vivir, a equivocarse, a no ser comprendida y a ser, sentirse o saberse alejada de los demás. Todas angustias propias del adolescente, pero que a veces se arrastran por varios años adelante, si se dejan inconclusas.

Todo se hace más grande, o más bien se complica y derriba su estabilidad rutinaria, el día que su mejor amiga Krista, y su propio hermano, Darian, comienzan una relación sentimental. Nadine, que carece de la madurez emocional para sobrellevar la que considera, inmaduramente, una exclusión, una traición de su mejor amiga, entra entonces en crisis, pues se da cuenta que si el mundo cambia y le presenta hechos imprevistos, ella también tendrá que cambiar para enfrentarlos; esto le provoca angustia y miedo ante la incertidumbre de lo que para su vida representa esa relación amorosa. 

Krista ha sido su único apoyo emocional desde que era pequeña, especialmente a raíz del fallecimiento de su padre, que a su vez sólo ha provocado la sobreprotección, pero también desidia de su madre, y que ha obligado a Darian a madurar a marchas forzadas, al tener que tomar el papel ‘adulto’ y hacerse cargo de todo y de todos. Situación que deriva en un alejamiento entre hermanos porque Nadine siente que él es todo lo que ella no: responsable, centrado, popular, amiguero, confiado, decidido y exitoso; la que es más bien la percepción errónea de Nadine sobre su hermano, no quien realmente es.

El cúmulo de inseguridades e insatisfacciones consigo misma, se esconde bien tras una zona de confort que ha sabido usar como careta, pero que se sostiene emocionalmente para todo en Krista. Sin embargo, su amiga también tiene sus propias necesidades de desarrollo y afecto, ya sea de socializar, conocer nuevos rumbos de vida,  de tener novio y nuevos amigos, en suma, de tener su propia vida, sus experiencias personales afectivas, sin que ello signifique pérdida o diminución del cariño mutuo. 

Esto choca con lo que Nadine cree es lo mejor para ambas y, en respuesta, termina por rechazar la relación romántica de su hermano y su mejor amiga, creyendo, infantilmente, que lo importante para ellos dos debería ser ella, cuando en realidad, la importante para cada persona, es uno mismo.

Quizá ellos no se pongan en los zapatos de Nadine, pero ella también falla al actuar igual, y es que todos se esconden en sus propias inseguridades e imperfecciones. ¿Cómo mirar las cosas con mayor empatía y madurez, si esto significa tener que ser diferente y en ello arriesgarse a la vida, que es algo que hasta ahora Nadine nunca ha sabido ni aprendido a hacer?

El tema es recurrente a lo largo de la narrativa, personajes enfrentando lo que saben es un punto de inflexión clave en su vida, pero sin tener claro cómo hacerlo. La incertidumbre es no tener claro el resultado de cada decisión y esto, puede provocar temor, lo que sería lo más natural en el individuo. Pero, peor que caer y tener que levantarse, es ni siquiera tomar el riesgo o dar el primer paso.

Darian y Krista lo hacen, inician una relación y encuentran afecto, apoyo y crecimiento, pero Nadine no, no sólo porque se da cuenta que mientras otros evolucionan, ella sigue estancada y reacciona confundida, sino porque a cada paso que da, se tambalea y teme caer a un punto desconocido del cual ya no pueda levantarse.

En respuesta, se bloquea, se niega al cambio, reclama y se vuelve fatalista; en parte porque sabe que la dinámica con ellos ha cambiado (sus prioridades ya son otras), en parte porque le desconcierta reconocer que ella misma está cambiando y tiene que aprender a resolver problemas y avanzar, con independencia, con iniciativa propia, aprender a estar a solas, es decir, consigo misma, no en soledad, aislada, sino manteniendo relación de cercanía con sus amistades y familiares, respetando la vida personal de los otros.

Hay muchas experiencias y lecciones de vida necesarias para madurar, que no podrá encontrar a su lado, o que la amistad y la fraternidad con Krista no van a satisfacer. Tienen que crecer juntas, pero Nadine se está quedando estancada. El asunto es que la única persona que puede ayudar a Nadine, es  la propia Nadine.

Su actitud puede ser o sentirse ligeramente narcisista, ensimismada en su mundo sin considerar que los demás están en la misma posición que ella, enfrentando el tener que madurar y crecer para superar los nuevos retos, porque todos están finalmente en el mismo periodo de vida y la inseguridad propia de la adolescencia marca su realidad.

Así que no es que haga falta tacto o solidaridad de su parte, o no sólo, sino que existe falta de claridad en lo que pretende y anhela;  la anima un deseo tan grande de pertenecer y ser escuchada, valorada, que de alguna forma la paraliza. A su edad es normal que la principal sensación o pensamiento sea que todo el mundo gira a su alrededor; de esto se trata madurar: tomar decisiones y responsabilidades y asumir las consecuencias de sus actos; el mundo no gira a su alrededor, pero tampoco es sólo ella sola contra el mundo.

A esa edad los adolescentes están centrados en su yo, en lo que les preocupa y lo que necesitan; y eso está bien. Pero ahora es momento también de mirar hacia afuera, hacia las demás personas y darse cuenta que cada quien tiene su ritmo de vida, sus intereses y sus necesidades. Para que haya madurez, tiene que haber empatía. Dejar la adolescencia atrás es importante porque lleva a la independencia, lo que no significa estar solo o no pedir ayuda para nada, sino tener las habilidades para superar retos, tomando con responsabilidad cada paso, buscando el camino hacia el desarrollo, apoyándose en los demás cuando en necesario y apoyándoles cuando lo necesitan; no dependiendo del trayecto paralelo que transitan los demás,  o empujando a cada compañero de viaje.

Inteligente y audaz, Nadine no carece de habilidades intelectuales, sino más bien sociales. Se siente insegura y teme salir al mundo, y ver que Krista interactúa con más habilidad con los demás, esto la hace sentirse desplazada, excluida y olvidada. Nadine intenta llamar la atención, exagerando las cosas, hasta que comienza a cuestionarse quién es y hacia dónde va. 

“Ni yo me agrado”, dice en un punto de la historia, que más que despectivo hacia sí misma, resulta introspectivo hacia el descubrimiento de su identidad y anhelos. Le falta confianza, le hace falta dejar de esconderse, puesto que la vida misma le está abriendo la oportunidad para hacerlo; sólo hace falta tomar la decisión más favorable a ella.

Se busca a ella misma y de eso se trata; el problema es que el camino no es tan simple y plano; tiene sus matices, sus sorpresas, sus reflexiones y sus retos, obligados, necesarios y vitales. No todo saldrá como ella espera, pero tampoco todo saldrá ‘mal’. Así es finalmente la vida: sorpresas, caídas y satisfacciones, todo mezclado en un mar de emociones constantes y diarias.

Así que Nadine busca al chico que le gusta, sin éxito; reclama a Krista la evolución de su amistad, sin saber adaptarse; o exige que se le trate como adulto, sin querer asumir lo que esto realmente significa. Todo a la deriva y en la superficialidad, hasta que el cambio verdadero, inevitable, toca a su puerta y sólo hay un camino viable por delante: madurar.

Lo que no evita que ella caiga por momentos en las necedades e infantilismos de los que ha sido presa toda su vida y que, en efecto, han alejado y alienado a la gente cercana a ella.  Esa inmadurez la hace caer en contradicciones consigo misma, y por ende, en actitudes que otros entienden como manipulación e inmadurez. Pero es que Nadine, finalmente sólo está intentando encontrarse a sí misma. Es impulsiva, pero no es cruel, sólo está aprendiendo a encontrar su voz y su lugar en la sociedad, que es de lo que se trata, a fin de cuentas, avanzar en la vida.

Escrita y dirigida por Kelly Fremon Craig, la cinta está protagonizada por Hailee Steinfeld, Woody Harrelson, Kyra Sedgwick, Haley Lu Richardson y Blake Jenner. Su título original es ‘The edge of seventeen’, algo así como ‘Al borde de los diecisiete’; simbólico no sólo por la edad misma, a punto de llegar a los 18, la ‘edad adulta’, sino por lo que esto y ‘estar al borde’ de algo significa en sí: ‘estar muy cerca de algo’; casi, en proceso, avanzando, evolucionando, cambiando, y entonces, reinventándose también. Hablando ya en el contexto narrativo, la temática importante clave es madurez, en la persona, ya sea física, intelectual y, sobre todo, emocional.

Ficha técnica: Mi vida a los diecisiete - The Edge of Seventeen

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