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Honor Society

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Meritocracia se refiere a un sistema en que las personas son valoradas, ‘medidas’, reconocidas a partir de sus méritos, considerándoseles ‘merecedores’ o no, en función de la demostración o comprobación medible, cuantificable de sus logros, más que de sus capacidades cognitivas. De forma que el sistema que rige sólo mira el potencial talento o las habilidades y destrezas en función de su ‘utilidad’ y “productividad” probable, decidiendo roles, tareas, promoción, ascensos y estímulos, valorando a partir de números; provocando así exclusión, jerarquías y desigualdad.

Aplicado al terreno académico, es común que las instituciones se guíen bajo la meritocracia para diferenciar el rendimiento escolar entre sus estudiantes, pero en el ánimo de incentivarlos a mejorar, lo que provocan muchas veces es que aprendan a compararse, trayendo así un escenario de competitividad y dejando de lado la importancia del aprendizaje para centrarse en los números o resultados, hasta que, por ejemplo, a veces importe más la buena calificación que la forma cómo se obtuvo, es decir, sacar un 10, no si se aprendió realmente el conocimiento en el proceso. También se presenta así mismo la saturación de actividades extracurriculares para acumular méritos (diplomas, puntos, trofeos) que proyecten a los alumnos como los más “destacados”. 

De esta manera, las personas en lo alto de la jerarquía son aquellos quienes tienen las virtudes y habilidades para escalar, para obedecer, para acumular resultados cuantitativos, no precisamente quien tiene el conocimiento para sobresalir o aquel que desarrolla el pensamiento crítico, porque se premian aptitudes específicas, ‘talento competitivo’ individual; cantidad, no calidad. Lo que se espera, idílicamente, es que haya igualdad de oportunidades y sobresalgan los que más se esfuerzan; la pregunta es, si el sistema presiona tanto por ser ‘el mejor’, si premia a algunos y minimiza a otros, ¿avanza o destaca el que tiene más talento con aptitud, o el que encuentra la maña para sacar del juego al que lo tiene?

¿Cómo valorar la inteligencia de alguien basándose sólo en su conocimiento de datos específicos o en su capacidad para destacar en un solo aspecto de su actividad? El problema existe tanto en el deporte, el arte, la ciencia o actividad similar, pues aplicar criterios en exclusiva cuantificables deja de lado otras facetas de la creatividad e iniciativa del ser humano. 

Cómo profesar que hay oportunidades iguales para todos cuando el contexto también entra en juego; el lugar en donde se vive, el espacio y tiempo que se tiene para estudiar, la posibilidad de apoyo de padres o tutores, e incluso la infraestructura como el acceso a internet, al material didáctico como libros y hasta la escuela a la que se asiste. ¿Son realmente las oportunidades iguales? ¿Qué significa además ‘ser el mejor’? Competir entre ellos, ¿anima a los estudiantes a mejorar, o a aprender un juego de rivalidad a la defensiva? De esto trata la película Honor Society (EUA, 2022), una historia escrita por David A. Goodman, dirigida por Oran Zegman y protagonizada por Angourie Rice, Gaten Matarazzo, Christopher Mintz-Plasse, Armani Jackson y Amy Keum.

La protagonista de la cinta es Honor, una estudiante en su último año de preparatoria, cuya meta más importante es entrar a la prestigiosa universidad de Harvard. Para ello, se ha centrado en sus logros académicos, participado en actividades extracurriculares y hasta haciendo amistades y contactos dentro de su escuela, por interés de beneficio y conveniencia; dedicando su tiempo y esfuerzo para sobresalir en todo aquello que las universidades, y sus profesores, valoran al evaluar las solicitudes de ingreso de sus potenciales alumnos.

Lo último que le falta es conseguir una carta de recomendación de uno de sus profesores, un egresado de Harvard, quien puede, o no, otorgar directamente su apoyo en la solicitud de ingreso. De hacerlo, ello le otorga a Honor muchos ‘puntos a favor’, pues le gana ‘mérito’, por asociación, por ‘valoración’, al ser él egresado de Harvard; no importa si fue, en su momento, un buen estudiante, o si es un buen académico, ya que la institución lo que ‘mide’, lo que aprecia es ese ‘logro’ o la apariencia de él que representa la recomendación personal de un egresado de la universidad. La carta de recomendación se supone, idílicamente, se da al mejor estudiante, al más destacado, a fin de cuentas, el de mayores méritos académicos. 

El problema es que su profesor está indeciso, o aparentemente indeciso y más bien propiciando la competencia entre cuatro de los mejores alumnos de la escuela; esto motiva a Honor para trazarse un plan claro y concreto: sacar a los otros candidatos del camino.

El cómo es lo que se vuelve aquí interesante. Si el profesor, la universidad y el mundo académico, evalúan en función de méritos, no hace falta que ella acumule más (no hay finalmente más aptitudes y actividades que pueda realmente añadir a su historial académico), sino hacer que sus compañeros pierdan sus propios méritos, o lo que es lo mismo, que decaiga su nivel académico. Ella sabe, igual que los otros alumnos, que se trata de ganar el título de “mejor estudiante”, de obtener la carta de recomendación, de ingresar a Harvard, dejando en el camino a los que hoy son sus compañeros, porque en eso consiste la competencia, en que uno triunfe y los demás queden en el camino.

Es así que Honor se traza un plan con maña a partir de la búsqueda por sobresalir, centrándose en lo que asume son las debilidades de sus compañeros, pero que, casi sin darse cuenta, más que utilizar como trampolín para aprovecharse o beneficiarse ella, termina por ayudar a los otros al llenar el vacío que ha generado en todos la competitiva búsqueda por sobresalir. Esto es, al llevar la atención de sus compañeros hacia tareas que los distraen del estudio y el cumplimiento de metas, en realidad los encamina hacia actividades que les dan satisfacción personal. 

Los otros chicos son: Travis, el atleta que no se permite salirse de los cánones, a quien muchos admiran por su rendimiento; Kennedy, la joven callada pero muy estudiosa que se siente incomprendida; y Michael, el estudiante marginal, rechazado, que parece ignorado por todos pero que oculta saberes. Honor entiende sus puntos débiles, que vuelve fortalezas sin notarlo, porque no se da cuenta que permitir a estos chicos ser lo que realmente quieren ser, hacer lo que les gusta y no lo que tienen que cumplir por obligación, persiguiendo sus metas y buscando satisfacción en ellas, por encima de tener que cumplir las expectativas o los parámetros de méritos para ser los mejores, es como rompen con el sistema y encuentran su identidad. 

Honor sabe que a Travis le gusta otro chico e idea la forma de que se sume al grupo de teatro, creyendo que al hacerlo y entrar en contacto y convivencia con la persona que le gusta, esto lo distraerá de las prioridades escolares. Honor también deduce que Kennedy sólo necesita que alguien comparta con ella un interés en común y convence al grupo de teatro para poner en escena una obra que ella escribió, pensando que así, Kennedy se meterá tanto en cumplir su sueño de la representación de algo que escribió, que descuidará las clases. Y finalmente asume que Michael es tan distraído y antisocial, que una novia, ella, sería la distracción perfecta.

Dando a estas personas aquello que necesitan en su vida para ser felices, para encontrar su identidad y descubrir sus propias fortalezas, no por obtener “méritos”, sino por la satisfacción de vivir en plenitud, de estar contentos consigo mismos, ellos consiguen esa madurez, introspección, independencia y desarrollo que hacía falta en su vida. Algo que por cierto Honor no prevé, porque está condicionada a una sociedad que aplaude la productividad, no el desarrollo personal.

Así, más que perjudicarlos Honor les ayuda, no en el terreno académico o de competencia  meritocrática, sino en el de desarrollo humano. A su edad necesitan trabajar en sus habilidades sociales y esto no lo van a encontrar en los libros ni en competencia con sus compañeros, sino en la convivencia. Están experimentando, descubriendo y explorando el mundo. Hay que nutrir su mente, sí, pero también su inteligencia emocional, resiliencia y autoconfianza. ¿Cómo? No sólo con palabras de aliento o lecciones de vida que se pueden encontrar quizá en el contenido académico, sino motivando a vivir sus propias experiencias.

De alguna forma, intentando ‘distraer’ a cada compañero de su objetivo escolar, lo que Honor hace con su plan es invitarlos a enfocarse en aquello que de verdad les llena e interesa, les produce placer y satisfacción emocional. La escuela es la meta académica pero, ¿qué hay de sus metas personales?

Honor asume inicialmente esos intereses como debilidades, pensando que si los estudios son primero, lo demás, está de más. Se equivoca. Y no se da cuenta, sino hasta más tarde, cuando ve a sus compañeros en plenitud consigo mismos, alcanzando esas satisfacciones que las estrictamente académicas no les proporcionan; entiende entonces que los estudios son importantes, pero sólo son trascendentes si hay algo junto que acompañe ese motivador de vida. Sacar dieces no lo es todo, es insuficiente si no hay algo más que también les haga disfrutar la vida y crecer como personas. ¿Con quién se comparte, con quién se vive (disfruta, siente) el momento?

Para Travis se trata de aceptar ese interés que tiene en el chico que le gusta, porque para él, de alguna forma, esto significa aceptarse a sí mismo; para Kennedy, es la satisfacción de compartir sus ideas, porque anhela ser escuchada. Para Michael parece tener que ver con la inclusión, luego de una vida de rechazo escolar. Esta es, sin embargo, una fachada igualmente planeada de su parte, para mostrarse débil y atraer la empatía de Honor, obligándola a bajar sus defensas y así convertir, al engañador, en engañado.

La idea detrás es clara: las apariencias engañan y una cosa es lo que se supone debe importarle o priorizar el estudiante, y otra es lo que realmente quiere en la vida. ¿Quién de ellos realmente ‘necesita’ la carta de recomendación? Es importante para entrar a la ‘mejor universidad’, pero esta clasificación igual se gana más bien por el prestigio que por los logros académicos. 

Pero su vida o futuro no debería trazarse bajo este parámetro de ser ‘mejor’. Entrar a una ‘mejor’ universidad no los hará mejores o peores como personas, ni más o menos inteligentes, ni tampoco les asegura un “mejor” futuro. Cómo se desenvuelvan, crezcan, actúen y decidan, eso los hará mejores. Ir a una universidad de prestigio no los hará mejores profesionistas. Y asistir a una universidad de menor renombre, no los hará menos capaces. Una cosa no tiene que ver con la otra, son sólo percepciones y estereotipos sociales.

Si Honor quiere ser la mejor en competencia con sus compañeros, es porque está acostumbrada a desarrollarse en un sistema académico que le dice que es valorada por sus méritos institucionales, nada más. Pero tanto ella como sus compañeros son mucho más que un diez o el primer lugar en una lista de estudiantes con mejores calificaciones. El buen rendimiento académico importa, sí, conforme los alumnos aprendan y desarrollen habilidades y saberes, porque para eso está la escuela; no para hacerlos competir. Así que el buen desarrollo humano también importa, y mucho.

La idea es quizá que el incentivo (la meritocracia) funja como estímulo, pero el resultado no parece estar empujando a las personas a mejorar, como estudiantes en este caso, sino ser más (mejores) que el de junto, olvidando que hay mucho más en la vida, porque no todo es productividad.

¿Cómo elevar el nivel educativo sin provocar la rivalidad? Y más importante, ¿cómo ayudar a los jóvenes a desarrollarse, sin caer en la competitividad? Quizá preguntándose, y preguntándoles, qué les interesa, reflexiona la película; y recalca, ¿se puede ser mejor, sin ser ‘el mejor’? Usualmente, en clasificaciones que califican méritos o competencias y no cualidades y saberes, es así. Desafortunadamente el sistema burocrático de calificación por méritos o puntajes se repite en muchos ámbitos de la vida, no sólo las instituciones académicas. 

Ficha técnica: Honor Society - Sociedad de Honor

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