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Historias de perfil feminista

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Feminismo no es más que la búsqueda de igualdad; mismos derechos para todos, hombres y mujeres, equitativa y respetuosamente. Históricamente, sin embargo, por alguna razón el concepto se ha visto manchado por muchas malas interpretaciones y contradicciones, en su lucha directa contra el machismo, que por definición es la actitud prepotente y sexista del varón hacia las mujeres.

Ya sea cómo son entendidos los roles sociales o qué apertura hay en el colectivo para compartir la importancia de valores como el respeto, inclusión, trato digno, reconocimiento a la diversidad, promover la igualdad de oportunidades, conciliar la dinámica en las relaciones personales o priorizar las reglas que rigen el orden social y demás, mucho tiene que ver el pasado histórico que ha transitado el sector femenino de la sociedad. 

La filosofía conservadora pesa, pues, históricamente, la mujer fue colocada en un papel sumiso, enseñada a callar y acatar. ‘Calladita te ves más bonita’, dice el refrán popular para resaltar la idea de que el papel de la mujer es representar la belleza, ser un ornato en el dominante mundo masculino y, en simultáneo, no debe expresar ninguna idea sobre lo que vive y le rodea. Sin embargo, desafiar las reglas, defender lo correcto, alzar la voz y cuestionar estereotipos es lo que permite cambiar las cosas, pero no es un trayecto sencillo. 

Son aquellos que con su voz y ejemplo defienden la potencialidad del cambio, lo promueven y lo hacen posible, los que hacen viable el desarrollo hacia una sociedad equitativa y más justa. Esto incluye al cine y sus historias, que reflexionan sobre cómo este camino se ha ido trazando, con una mirada crítica a épocas pasadas y presentes, ambientando en contextos en donde la mujer se abría o se abre paso todavía a contracorriente, según sucede en muchos ambientes sociales de todo tipo, en todo el mundo. 

Con mirada analítica del ambiente sociocultural y con ello un eco al papel de la mujer como agente de cambio de su propia realidad, estas son dos películas que han mirado con un ojo crítico progresista temas como la equidad de género, roles sociales, expectativas de vida delimitadas por los estereotipos, la posibilidad del romance, del enamoramiento como proceso de seducción mutuo y la conectividad (química, empatía) entre personas.

Don’t Worry Darling

¿Qué pasa cuando un individuo no tiene verdadero control sobre su vida y sus decisiones? La aparente libertad y libre albedrío, la idealización de la ‘vida perfecta’, la ‘esposa y el esposo perfectos’, y la realización lograda a partir de cumplir con moldes y estereotipos, es desde donde parte la cinta No te preocupes cariño (EUA, 2022). Dirigida por Olivia Wilde a partir de un guión de Katie Silberman, la película está protagonizada por Florence Pugh, Harry Styles, Gemma Chan, KiKi Layne, Nick Kroll, Chris Pine y Olivia Wilde misma; y habla sobre tomar control de tu propio destino, las decisiones, el poder, la independencia y la libertad. La historia sigue a Alice, una mujer que vive con su esposo Jack en un aparente halo de felicidad y progreso, en un pequeño pueblo en el que todo es armonía.

En la narrativa Alice es presa del control, la mecánica y la monotonía, pero sobre todo, de haber aprendido a sortear el acondicionamiento de no cuestionar su realidad, mientras esto ‘no le afecte directamente’. La rutina es simple y monótona, pero por eso confortable, alegre, llena de momentos felices, porque no hay sorpresas y todo sigue su curso: los varones salen cada mañana a trabajar y las mujeres se quedan en casa, a limpiar, cocinar y relajarse.

El ejercicio perfecto del hombre proveedor y protector que llena de bienes materiales el hogar que habitan y la mujer especializada en labores del hogar en paciente espera del ser amado, sin dudar, preguntar, destinada a satisfacer los gustos y deseos de la persona con quien viven. Es decir, las mujeres tienen que ser serviciales, calladas, acatar y complacer, mientras que el esposo correspondiente es asumido como el ‘bienhechor poderoso’ y, por eso, considerado también el ‘superior’ al mando, o a cargo. El hombre que dicta, a quien su esposa tiene que responder con sumisión. Este modelo de relación familiar expresa un contenido innegablemente machista.

Entonces Alice comienza a darse cuenta que las cosas quizá no son exactamente lo que parecen y que este mundo idílico es ‘demasiado perfecto para ser real’. ¿Dónde queda su libertad, su curiosidad o sus propios anhelos y metas? ¿Dónde queda ella, más allá de su papel como ‘esposa’, o ama de casa?

Su mejor amiga Bonnie le dice que se relaje y disfrute, pero, sí ‘la ignorancia es felicidad’, eso es lo que quieren de ella, que viva cómoda en la complacencia de la ley del menor esfuerzo, sin desafiar el statu quo, pasiva ante su realidad, alienada al orden establecido que beneficia sólo a algunos, a partir de las circunstancias a las que se les condiciona.

Es en el momento en que se pregunta qué hay más allá de esas cuatro paredes, de esa burbuja de cristal idílica, que Alice se da cuenta que vive en una jaula de cristal y que su esposo, como todos los varones de la ciudad, las tratan como ‘trofeos’, puestas en un pedestal, para ser adoradas, pero por eso mismo nunca valoradas como personas, como mujeres, porque no son más que objetos maleables, sobre los que ellos deciden y a los que tratan como sus dueños, dándoles el mínimo de interacción con la verdadera realidad humana, la autoconsciencia y el libre albedrío, pues no son vistas como iguales, sino como posesiones u objetos, dejando de lado, o minimizando, que ellas también son seres pensantes, propositivos, creativos y autónomos, en breve, seres humanos que merecen respeto y dignidad.

Romper con esa realidad es romper con el molde, con el estereotipo, con el orden establecido, lo que genera un caos pero también cambio, porque para que las cosas sean diferentes, se tiene que dar el primer paso y, sobre todo, ser autoconsciente de la realidad. La vida no puede ser sólo consumo y rutina (incluso afectiva y sexual), pues ello anula el potencial creativo de las personas y conduce a la indiferencia respecto a los otros, las aísla, conduciendo, más temprano que tarde, al aburrimiento, al abandono de ideales, al conformismo y a la apatía generalizada.

El mensaje quizá se va difuminando entre el dramatismo y la ciencia ficción, pero deja algunas reflexiones interesantes que hablan de una falta de libertad, que eventualmente explota con consecuencias necesarias: la rebeldía, la crisis del sistema de dominación, la lucha de poder, las dudas de algunos de los miembros de la comunidad; o de la sexista necesidad del hombre de decidir sobre las mujeres, bajo la mentira de que ella no es capaz de tomar control de su propia realidad, que no sólo es absolutamente falso sino que es justo lo que demuestra la cinta con su desenlace.

The Assistant

Adentrándose a temáticas como el abuso sexual, el ejercicio desmedido de poder, la denuncia estéril y el silencio cómplice, incluyendo cómo la verdad tiende a ser silenciada, desechada, encubierta y enterrada, cuando las esferas de poder están interesadas en ganar un beneficio, o simplemente para proteger al patrón todopoderoso, que trafica con personas y humilla a sus empleados, La Asistente (EUA, 2019) es una película que se concentra en Jane, una aspirante a productora de cine que trabaja como la asistente (una de tres) de un renombrado magnate del medio del entretenimiento.

El empleo significa una oportunidad con mucho potencial hacia su propia historia de éxito, aunque este mismo sea un engaño hacia la explotación laboral. Todo cambia sin embargo cuando Jane se da cuenta que construirse un futuro en el medio artístico en el que labora poco tiene que ver con sus capacidades y saberes y sí mucho con estar dispuesta a jugar las reglas del juego, o más bien, a jugar sucio.

La dinámica es simple, Jane debe organizar la agenda de su jefe, concretar sus reuniones y asegurarse de que él tenga todo lo necesario para realizar su trabajo; si bien, también limpia platos, contesta llamadas telefónicas que nadie más quiere tomar o imprime la agenda del día y realiza compras para su jefe, casi siempre bajo el argumento ofensivo de que ‘porque ella es mujer’ (pues los otros asistentes de su jefe son varones), reproduciendo la idea de que las mujeres deben realizar tareas de servidumbre y cuidado del varón, incluso en el ambiente laboral.

Es dentro de esta dinámica que se le explota, humilla, manipula y exige sumisión y discreción cómplice una vez que Jane descubre que su tan respetado jefe en realidad aprovecha su cargo para engañar, abusar y aprovecharse de aspirantes a actrices, pidiéndoles favores sexuales bajo la promesa de respaldar su carrera profesional.

Jane duda sobre qué hacer, cómo proceder, porque sabe que este abuso de poder y acoso sexual es incorrecto, pero entiende que su empleo y futuro mismo están en juego, pues se trata de algo que al parecer todos saben y todos deciden callar; una decisión tomada a conveniencia, que pone primero el interés individual, la competitividad, el egoísmo, derivando en ausencia de solidaridad y de responsabilidad social, expresando conductas individuales carentes de ética. 

La empresa misma no manifiesta un código de ética aplicable a sus actividades, sobre sus trabajadores y con sus socios y clientes. Esto Jane lo percibe cuando presenta su preocupación ante el jefe de recursos humanos de la empresa, quien al principio se muestra amable y receptivo, hasta que se da cuenta que la queja es contra el jefe superior, por algo que además él mismo considera inofensivo (cambiar favores sexuales por ascenso y beneficio laboral); entonces cambia de actitud y termina amenazando, no tan sutilmente, a Jane.

En respuesta Jane se debate, porque si habla y hace lo correcto, terminará asumiendo las consecuencias en su contra, porque sus manipuladores y oportunistas compañeros de trabajo y, desde luego, sus jefes, no la considerarán ‘alguien de confianza’ y por ende, la remplazarán con alguien que sí se alinee a una dinámica sin escrúpulos; pero si calla, silencia una realidad que propicia el sexismo, el acoso y la inequidad, contradiciendo sus propios principios sobre la igualdad de género.

Lo peor es que una vez que toma acción, lamentablemente, no hay eco ni respuesta alguna favorable. La historia así es un retrato que habla sobre el abuso del poder, la división de clases sociales, la injusticia, la impunidad, la opresión, el sexismo, la ética, los valores morales y la falta de reconocimiento al trabajo de la clase trabajadora que hace al mundo girar, porque es el magnate, el adinerado, el dueño quien gracias al capital, tiene el poder y los recursos para decidir las reglas, para salir impune, para marginar o excluir a los críticos, para callar voces que claman un cambio, para callar finalmente a Jane.

La narrativa tiene su sustento en el movimiento ‘Me too’, que surge como denuncia al acoso laboral y las agresiones sexuales, que reflexiona también sobre la forma como estas historias son enterradas por una ‘mano invisible’ que ha colocado bien y estratégicamente las piezas a su favor sobre el tablero (las personas en puestos clave para tomar decisiones, mismas que saben y aceptan que se alinean o se van). 

De esta manera la cinta ahonda también en cómo el poder y el dinero son más grandes que la verdad misma, a la que avasallan sin misericordia; o cómo el sistema capitalista, en este caso, dentro de la industria del espectáculo, se mueve en mucho a partir del sexismo, la discriminación y las actitudes misóginas, porque tienen los medios y los recursos (el entretenimiento masivo dirigido a multitud de consumidores) para dictar e imponer su propia agenda política, social, cultural y económica.

Aquí, Jane lleva la desventaja no sólo por ser una empleada en un puesto muy al fondo de la pirámide estructural, sino también por ser mujer; sus compañeros de trabajo la descalifican y reducen al estereotipo; las mujeres con las que se solidariza, no quieren hablar su verdad, por miedo a ser castigadas y que las represalias impacten sus posibilidades de una carrera artística; y hasta las autoridades correspondientes con las que habla, le recomiendan mejor callar para ‘no meterse en problemas’, que es fingir ignorancia, porque ante la corrupción del sistema mismo, se encuentra indefensa.

Se trata, en corto, de amenaza y manipulación, además de presión psicológica como mecanismos de control, opresión y explotación. Mujeres marginadas, voces calladas, amenazas invisibles, injusticias negadas, impunidad evidente, pero justicia inexistente y un sistema diseñado para permitir que todo lo anterior suceda, castigando a la víctima, en lugar de al agresor, excluyendo a las mentes disidentes; un modelo de empresa, vertical, autoritario, que fomenta la competencia entre sus empleados, con las deslealtades que implica. 

En esencia es la normalización existente en ambientes de oficina tóxicos, en donde los abusos y las burlas son cotidianos en el trato, incluso entre los “compañeros de trabajo”, no solo de los superiores; situación ésta existente en todo el ambiente laboral capitalista, en donde se construyen y reproducen las conductas agresivas (¿competitivas?), abusivas, indiferentes al otro, siempre en busca del máximo beneficio, no necesariamente económico. La película está escrita y dirigida por Kitty Green y protagonizada por Julia Garner, Matthew Macfadyen, Kristine Froseth y Makenzie Leigh. En un ritmo que por momentos parece lento, la historia en sí es un buen acercamiento a las barreras que enfrentan las mujeres para ascender en su área de trabajo y para mostrar los abusos derivados de la sociedad autoritaria, patriarcal y capitalista.

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