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Hammam

César Garza
César Garza

   Te llama Mohamed, tu guía en Fez, él te llevará al hammam, un baño público, uno popular, alejado de aquellos que se venden a los turistas. 

   Está listo te dice, tú, desde el día previo traes una gripa terrible, sales, lo encuentras, caminan por la medina y pasan frente a un negocio de herbolaria, lo detienes, entre tu inglés y algunas señas, le dices que no te sientes del todo bien, que traes flujo nasal, le preguntas si en esa tienda te podrán dar algo para contener los mocos. Te dice que si, lo acompañas y después de intercambiar unas frases en árabe con la vendedora, observas cómo junta en un pañuelo un polvo negro, hace una bolita que frota contra su mano, después te pide que hagas una inhalación profunda por tus fosas nasales, como si fuera ese polvo blanco de occidente, no lo piensas dos veces, tomas el pañuelo e inhalas con fuerza primero con la izquierda, luego con la derecha, es un golpe fuerte que invade todo tu sistema respiratorio, el intenso olor es parecido al del vick vaporub, la memoria olfativa trae a tu madre a tu lado y casi sientes su amorosa mano frotando tu pecho, como cuando eras niño, la vendedora sonriendo te dice a través de Mohamed que en un rato te sentirás mejor, eso esperas.

   El musulmán tiene una profunda relación con su religión, cada ocasión que se llama a la oración debe lavarse manos y pies para atender su encuentro con Dios y al menos una vez por semana debe visitar el Hammam, el baño público, para lavarse, donde, a diferencia de occidente, es todo un ritual, no se trata solamente de quitarse la mugre y el sudor, es una limpieza profunda, una purificación del cuerpo para entregarse consiguientemente a la purificación del alma, se busca el traslado a un plano más espiritual, para ser digno hijo de Dios.

   Hay baños para hombres y otros para mujeres, son espacios para charlar, para discutir algún tema de interés, en él se cierran acuerdos, negocios, se cuentan las novedades del barrio, los hombres se muestran tal cual son, iguales ante Dios y todos los hombres, con su palabra sellando los tratos.

   Caminan durante 15 minutos por el laberinto de callejuelas, son las diez de la noche, muchos negocios han cerrado, finalmente llegan al sitio, está abierto las 24 horas, te dicen. Es un edificio del siglo XII, tratas de imaginar cuantas generaciones de hombres han pasado por estos muros en casi 1000 años, hoy te toca a ti. Hay a una sala con bancas, Mohamed te pide que te desvistas y que te quedes en calzones, entregas tu ropa al encargado para que las guarde, entran, lo sigues por 3 diferentes salones que están a diversas temperaturas; se dirigen a la más caliente, en todas hay hombres, en contacto con el agua, elemento vital, purificador; los hombres están sentados en el suelo, algunos otros acostados, mientras otros los bañan. 

   El ambiente es silencioso, invita a la relajación del cuerpo y de la mente

   Un hombre calvo, cómo tú, te pide te acuestes boca abajo en el piso, prepara un jabón negro de argan mientras se pone un guante de estropajo, te vierte varias cubetas con agua caliente, después, comienza a lavarte y a frotarte vigorosamente, primero la espalda, luego tu lado derecho, brazo y pierna pasando después al lado izquierdo, lo hace con movimientos firmes, el guante es áspero, sientes cómo si te arrancara la piel y eso es lo que hace, el jabón no suelta espuma, de vez en vez te da algunas palmadas mientras emite sonidos extraños con la boca, te enjuaga. Te pide des la vuelta, ahora estás acostado boca arriba, se monta sobre ti, la sensación de que otro hombre te esté bañando es extraña, ves su cabeza y todo su cuerpo sudando producto de su esfuerzo y del ambiente caliente, te frota fuerte el torso, ahora pasa sus manos sobre tus brazos y piernas, primero tu lado derecho y después el izquierdo, de vez en vez toma el guante-estropajo y lo limpia, unas tiras se desprenden, es piel muerta razonas, la exfoliación ha sido profunda, todos sus movimientos son fuertes, bruscos, evitando a tu entender cualquier insinuación homosexual en una cultura que también es homofóbica, aunque Marruecos, puerta de Europa al África, resulte más tolerante.

   El hammam permite que los novios conozcan a su futura mujer, no es que se bañen juntos, eso no está permitido, pero muchas mujeres van al baño público con su futura suegra, y es ella, la madre, quien le cuenta a su hijo, cómo es la mujer, le describirá su rostro, el tamaño de sus senos, y en ocasiones también el de sus caderas, esas al que el prometido aún no ha tenido acceso.

   Pasan ahora a una sala menos caliente, hay algunas cubetas con agua, te sigues enjuagando, estás completamente relajado, tratando de observar cada detalle que te permita después recordar, el encontrar en el recuerdo no solamente este espacio o lo que ahí se hace, sino lo que estás sintiendo.

   Por último, pasas a una sala menos cálida, hay un depósito de agua fría, es la parte final del ritual, dejas que el agua termine de lavarte, cerrando tus poros, te sientes bien.

   Pasan con el hombre de la entrada, te vistes, te despides de Mohamed y le agradeces el que te haya tratado como a uno de los suyos, tu flujo nasal se controló, esos polvos negros sí que son buenos, son cerca de las doce de la noche, regresarás a tu hotel solo, esperas no perderte, te sientes bien, limpio, sano, agradeces.

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