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Cruella (2021)

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Cruella de Vil es un personaje de la literatura y la cinematografía que apareció por primera vez en la novela ‘101 Dálmatas’ de la escritora inglesa Dodie Smith (3 de mayo de 1896-24 de noviembre de 1990), publicada por primera vez en 1996. En la cultura popular el personaje se convirtió en una villana conocida y reconocida por querer hacerse abrigos a partir de la piel de los animales y la historia fue adaptada por Disney en una película animada estrenada en 1961.

Le siguieron una versión ‘live action’ de aquella misma cinta, también realizada por Disney y lanzada en 1996; una secuela directa del año 2000, además de una secuela animada en 2003. Más recientemente, la misma casa productora imaginó un nuevo enfoque, adaptando como una historia origen y replanteando al personaje en la cinta Cruella (EUA, 2021).

Dirigida por Craig Gillespie a partir de un guion de Dana Fox y Tony McNamara, que trabajan sobre una historia de Aline Brosh McKenna, Kelly Marcel y Steve Zissis, esta es una precuela protagonizada por Emma Stone, Emma Thompson, Joel Fry, Paul Walter Hauser, Emily Beecham, Kirby Howell-Baptiste y Mark Strong. En esta ocasión, el relato sigue a Estella Miller, una joven aspirante a diseñadora de modas quien, tras la muerte de su madre y al quedar huérfana, se une a Gaspar y Horace, otros niños huérfanos con los que crece, sobreviviendo gracias a una vida astuta como ladrones y estafadores.

El gusto y buen ojo para la inventiva creativa en la alta costura, además de su pasión por la moda, son lo que eventualmente le abre camino para especializarse, practicando, por cuenta propia, aquello a lo que se quiere dedicar; oportunidad que toma camino y sentido una vez que comienza a trabajar en una tienda departamental exclusiva, si bien como empleada de limpieza. Pero el inicio es lo importante para ella.

El enfoque de su trabajo no es lo que le llena pero la oportunidad le ilusiona porque es una forma de empezar y empaparse de ese mundo de la alta costura en el que quiere desarrollarse, pensando entonces que al menos está cerca y en contacto con la industria que le apasiona y a la que sabe puede aportar algo, porque es lo que le llena, le satisface; es su vocación y convencida de ello se esfuerza.

Estella entiende que tiene que empezar por algún lado, para ir escalando la pirámide laboral, pero también entiende que tiene que arriesgarse, ser audaz para destacar; pelear por aquello que le permita desarrollarse, de forma que el empleo en limpieza se vuelve insuficiente y busca oportunidades para demostrar con su iniciativa e ideas que tiene el talento para alcanzar y hacer algo más. Tiene muchas propuestas que ansía compartir y esto la anima a crear o encontrar el momento apropiado para abrirse camino, arriesgando en su caso, para pasar a la acción. Sabe que no puede llegar a ningún lado si no toca puertas, si no hace propuestas, si no se esfuerza, si no demuestra de lo que es capaz y si no avanza firme luchando por aquello que ya sabe que quiere, lo cual siempre constituye un gran primer paso.

Aplica aquí la reflexión que dice que la suerte no llega, se construye. En la película, Estella lo hace casi sin darse cuenta, cuando cambia el aparador de la tienda por diseños con ideas más vanguardistas y modernas, quizá más para contrariar a su jefe que por demostrar lo que sabe. Pero si esta iniciativa da frutos, es porque ella tiene ideas y las pone sobre la mesa. 

Influye el cómo, cuándo y dónde lo hace, además de que las lecciones de vida siempre recalcan la importancia de planificar, pero también de adaptar e improvisar; entonces, en el momento en que se presenta el escenario para demostrar que puede, lo hace, lo que no lograría sin talento, sin habilidades de diseño, sin visión estética, pero, además, no tendría opción si se frenara por el miedo o el temor a equivocarse. El que no arriesga, no gana, dice el dicho.

Es entonces que termina uniéndose al equipo de diseñadores de modas que trabaja para la Baronesa von Hellman, una renombrada personalidad del medio, dueña de su propia firma de alta costura y quien ve en Estella un potencial que hay que nutrir, en la perspectiva también, de explotar.

La Baronesa resulta una mujer narcisista y competitiva, que busca aprovecharse de las propuestas de las personas a las que contrata para apropiárselas y reclamar como suyos los diseños creados, como productos de su talento personal, dado que, bajo contrato, todas las creaciones de sus empleados, realizadas en sus instalaciones y usando el material que ella proporciona (desde la tela, lápiz y papel), le pertenecen. El dueño de los medios de producción, acaparando el mercado, explotando a sus empleados, apropiándose del producto del trabajo ajeno y monetizando el valor generado, reclamando propiedad de algo intangible, las ideas; todo producto de esta sociedad capitalista que se adueña de todo, incluso lo inmaterial, tratando como mercancías todo lo producido, incluso ideas, ideologías, opiniones o creatividad.

Así pues, las intenciones de la Baronesa no son tanto ser mentora de los diseñadores del mañana, como sí adueñarse de su trabajo, hacerlo pasar por propio y formarse así, ella un renombre a partir de los logros y aptitudes de los demás. Lo que le importa es su imagen, ego y poder, tanto financiero como social, como figura pública y con influencia en el colectivo, en la opinión de las masas.

El diseñador marca tendencias, pero al tener una presencia con impacto en la percepción social, la dinámica de poder e influencia se retroalimenta en ambas direcciones; su poder trasciende a la moda y la gente también comienza a empaparse de sus opiniones, intereses y puntos de vista sobre temas variados, al mismo tiempo que, la reacción que provoca, le da ese poder trascendente de peso y prestigio que eleva su escala y estatus social. Le siguen por lo que representa y su opinión se vuelve indiscutible por el principio de autoridad intelectual estética que se le atribuye.

Lo que la historia representa así es el manejo del capital y el poder de control que tienen los dueños de los medios de producción. La acumulación de capital en función de la apropiación de la fuerza de trabajo, apropiación de los valores de uso de los bienes que se realizan, en este caso los diseños de ropa, pagando un salario que no retribuye en valor de las mercancías producidas y vendidas. La Baronesa provee material (medios, instrumentos y lugar de trabajo) para así volver cuantificable lo inmaterial, pero por ello mismo, por el simple hecho de ser la dueña de los medios de producción, se apropia de los productos del esfuerzo y creatividad de otros, es decir, de esas ideas convertidas en diseños, productos, que luego se venden ya en función de la oferta como mercancía que se convierte en ingresos. En corto, volver la creatividad cuantificable, explotando según la productividad.

Estella destaca en lo que hace, con iniciativa y eficiencia; es competente y propositiva y, por ello, es diferente del resto, porque no repite las mismas rutinas, clichés y patrones, sino que marca su propio camino. Esto es importante como lección de vida, pues su talento no sólo recae en la habilidad que tiene para lo que hace, para el diseño de modas o la confección de las prendas, sino en hacerlo con una perspectiva única, muy suya.

Eso es lo que ella aporta como empleada dentro de una industria que valora lo que la hace diferente y especial, trascendente por su originalidad, por el valor que aporta con sus diseños; aunque no imprescindible, porque por eso la Baronesa crea su propia incubadora de talentos, de donde nutre su práctica innovadora y experimenta modelos y diseños. El problema claro está, es que el beneficio debería ser en ambas direcciones. A veces el empleador o la empresa reclaman tanto de su empleado, que lo explota, porque piden de la persona algo único, sin dar de vuelta la estimación o al menos remuneración correspondiente por su esfuerzo. Lo cual no es, además, un problema de ética o buena actitud, como se podría pensar en función de la narrativa, sino del sistema de producción que deja indefenso al trabajador, toda vez que vende su capacidad creativa, su fuerza de trabajo, al dueño de los medios de producción, quien así, con el respaldo de las leyes, puede disponer libremente de los bienes producidos.

Esto es lo que sucede a Estella y el resto de los diseñadores, al trabajar para una empresaria que demanda y exige resultados, sin más que la promesa o falsa sensación de que su trabajo es apreciado. ¿Vale la pena el sacrificio y la lealtad a la institución, a cambio de la pérdida de la individualidad e identidad propias? ¿Hasta dónde la empresa valora realmente esa lealtad de su empleado cuando existe; y cómo la nutre o corresponde? ¿Sería suficiente pagar más salario o lo correcto es dejar que los beneficios fluyan hacia el verdadero creador del diseño? La historia ilustra temas como los malos tratos, el despotismo en el interior de la fábrica, la apropiación del trabajo ajeno, la falta de ética de diversos personajes, pero no profundiza en ellos ni toca siquiera de refilón el problema central del conflicto: la propiedad privada monopólica en la industria de la moda.

Una vez que Estella nota la actitud de la Baronesa y de paso descubre que ella tiene que ver más de lo que podría pensarse con la muerte de su madre, cambia su postura pasiva hacia una más activa, se enfoca en generar modelos alternativos revolucionarios para crear tendencia y, de paso, confrontar el dominio que ejerce la baronesa en la industria. La idea no es mala, pues para revolucionar al mundo hay que participar o liderar una revolución; el problema, en este caso, es que su motivación se sustenta en la venganza, a través de la destrucción.

Para ello, Estella crea un personaje, su alter ego, Cruella (que es la combinación de ‘cruel’ y ‘Estella’), para convertirse en la competencia directa como diseñadora de la Baronesa, con sus propias creaciones y una actitud retadora y desafiante hacia la otra, hacia el mundo y hacia los convencionalismos y propuestas más tradicionales dentro de la industria de la alta costura, destacando con una propuesta de estilo más punk y rock (moda que fue marcando tendencia a partir de la década de 1970, que es cuando se ambienta el relato).

Resultaría más acertado si Estella buscara justicia y no venganza; y aunque sólo bromea, sin intenciones verdaderas de convertir a los dálmatas de la Duquesa en abrigos (un guiño directo al material original), lo que su cambio de actitud y frialdad de trato para con sus amigos, su obsesión  con la competitividad o su ansia de vencer refleja, es la forma como la venganza y el odio consumen a las personas.

Su estrategia para bajar a la Baronesa del pedestal  en que se encuentra es, no obstante, bastante interesante. Se fundamenta en conocer bien al ‘enemigo’, en adelantarse a lo que hará, en prever sus acciones a partir de analizar y comprender sus patrones de conducta, comportamiento y personalidad. Estella sabe que la Baronesa vigila a sus empleados, se adueña de sus diseños, es celosa del éxito y atesora su imagen pública por sobre todo; entonces, ¿cómo usar todo esto a su favor? Sencillo, aprovechando estos escenarios que ya están ahí, que son un hecho, atacando sus puntos fuertes para destruir su imagen pública.

Su plan se sostiene en que el ego de la otra acrecentará los pequeños detalles, buscará la confrontación y hará más grande la competencia misma, porque la Baronesa no tardará en querer sacar al nuevo y naciente talento de su camino, pues, o lo controla (como a sus empleados) o lo aplasta, lo elimina del mercado con la fuerza que da el renombre de su marca, líder en ventas.

Luego, haciendo uso de los medios a su alcance, específicamente, los informativos <la prensa, la opinión pública y la percepción social que dictan tendencias, pensamientos y corrientes>, intenta modificar la percepción social para generar nuevas tendencias de opinión, actitud, usos y consumo, porque si hay aceptación o rechazo de la masa, hay poder y hay influencia. Enfrentar y vencer en el terreno que se supone es del dominio de la Baronesa, la opinión pública.

Y, finalmente, sosteniendo aquello que marcó siempre como distintivo su vida: ir contracorriente; entendiéndolo no como una negatividad para ir en contra de todo, sino de no aceptar los cánones prestablecidos ni dejarse llevar por lo que ‘todos dicen’ (sienten, piensan o hacen), sólo porque todos lo repiten al unísono. No se puede cambiar al mundo con sumisión, docilidad o indiferencia, sino alzando la voz, haciendo propuestas de cambio, intentando nuevos caminos o buscando formas diversas de hacer las cosas; tampoco como simple insubordinación, sino revolucionando el hacer.

“Soy una mujer, escúchame rugir”, dice Cruella. Y como ella bien sostiene con su postura, su propuesta creativa llama al ‘futuro’, que es, finalmente, a la renovación y al cambio. Una transformación  social y un cambio personal que expresa la inevitabilidad de la dialéctica evolutiva de la vida. Propuesta, arriesgue, audacia, originalidad; el mundo no avanzaría ni evolucionaría sin ideas ni personas así. A veces, al alumno supera al maestro y, a veces, la propia genialidad viene de la meta de superar el pasado (literal o simbólico, propio o del contexto). Esto justo es lo que Estella personifica; de pronto tropezando con su propio juicio, pero siempre acertando en un elemento clave que lo hace todo posible, que le permite aprender, crecer como persona: la rebeldía.

Ficha técnica: Cruella

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