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Comedias románticas en bucle temporal

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Combinar o mezclar géneros cinematográficos es una gran forma de aprovechar lo mucho que ofrecen las distintas narrativas, pues ello permite abordar una sola historia desde distintas perspectivas. Se amplían las posibilidades creativas pero, sobre todo, se permite al relato crecer nutriéndose de las herramientas de cada género, a partir de sus características, temas recurrentes y hasta reglas de canon.

La comedia es una historia con fines humorísticos, cómicos, divertidos, en donde el camino hacia el desenlace, casi siempre feliz, está plagado de momentos placenteros y graciosos. Mientras que la ciencia ficción retrata relatos en que la tecnología juega un papel importante e imagina mundos donde la ciencia y las leyes de la naturaleza tienen un papel fundamental en el desarrollo y creación de las realidades imaginarias, con su grado de fantasía e ilusiones.

Las comedias de ciencia ficción aprovechan esta conjunción de ideas para crear historias únicas; y si se trata de relatos de romance, que toman las relaciones sentimentales como centro de la narrativa, la combinación creativa da como resultado películas que pueden reflexionar sobre la naturaleza misma del tema del amor y todo lo que rodea a este sentimiento humano.

La cinematografía contemporánea ha aprovechado la mezcla de géneros narrativos en películas románticas en las que el tiempo y el espacio aportan un matiz más a las historias. Existen un buen número de películas que mezclan romance y ciencia ficción, jugando a la vez con viajes en el tiempo y bucles temporales, concepto mismo que permite analizar ideas como identidad, libertad, ciclo vital, rutina y la reinvención personal.

Palm Springs

Una historia entretenida que habla sobre la monotonía en la vida misma y cómo ésta lleva a un estancamiento en todo sentido; sobre las consecuencias de las acciones y cómo muchas veces se dan por sentado; el compromiso o la falta de él y la inmadurez de creer que las mismas decisiones puedan provocar resultados diferentes, la representa Palm Springs (EUA, 2020), historia que sigue a Nyles, un hombre que vive atrapado en un bucle temporal, reviviendo el mismo día una y otra vez: el de una boda en que es uno de los invitados.

Nyles lleva tanto tiempo atrapado en este ciclo, situación de la que es conciente, que ha perdido toda esperanza de cambio y se ha conformado, más bien estancado en una rutina que cree le favorece pero que en realidad, le ha llevado a la indiferencia, pasividad, y aburrimiento. La metáfora narrativa se aprovecha aquí como un recurso de ciencia ficción para reflexionar sobre cómo la rutina, la vida pasiva en la que se ve al mundo pasar inerte, se convierte en una prisión autoimpuesta, porque resulta más fácil y cómodo seguir una cotidianidad sin sobresaltos ni riesgos.

Entonces Nyles conoce a Sarah, quien un día llega a cruzar el mismo portal que provoca este efecto de bucle temporal y ella termina también atrapada en la misma dinámica. Sarah primero busca respuestas, hasta que se harta creyendo que son inexistentes y decide inclinarse por el mismo conformismo y apatía de Nyles, traducido en disfrutar de una vida en la que es más sencillo vivir sin esforzarse que hacer algo por mejorar la realidad, la propia, la de los demás y la del mundo en que se habita. El punto es que una vida así, el placer momentáneo y efímero, no es una vida que traiga satisfacciones, porque la nada sólo lleva hacia la nada misma.

Ellos eventualmente se enamoran, lo que se convierte en un incentivo que los invita a mirar hacia el futuro. El punto es: ¿qué clase de historia les depara si viven atrapados en un hoy en el que no hay un mañana? Si ellos no cambian, si las cosas siguen estáticas, cómo avanzar, en su desarrollo personal y, sobre todo, en su relación.

Esta es la lección importante, entender el bucle temporal como una forma de reflexionar sobre el miedo a ser diferente, a cambiar, a buscar cosas nuevas, a la incertidumbre que significa tomar decisiones y afrontar consecuencias. Revivir el mismo día y ‘empezar desde cero’ cada 24 horas, significa que nada tiene consecuencias, pero afuera, en el mundo real, sus acciones marcan el rumbo de su destino. Sin madurez no hay cambio, y sin cambio no hay crecimiento. Se trata entonces de experimentar para aprender, para madurar y poder decidir sobre la propia vida. Escrita por Andy Siara y dirigida por Max Barbakow, la película está protagonizada por Andy Samberg, Cristin Milioti y J. K. Simmons.

The Map of Tiny Perfect Things

De alguna manera, la metáfora del bucle temporal tiene que ver con el autoaislamiento, con el no querer afrontar el futuro, las decisiones y los cambios,  preferir, por el contrario, resignarse ante la repetición interminable de la cotidiana rutina, esa atormentadora rutina que pese a ser dañina, no implica tomar acción, y sí se convierte en una burbuja de cristal, donde nada cambia, nada puede afectar, porque no hay un mañana, sino un hoy eterno, que nunca se modifica y, por ende, ya está más que ensayado, porque es conocido en su repetición inacabable.

La película El mapa de los instantes perfectos (EUA, 2021) va por ahí. Escrita Lev Grossman, dirigida por Ian Samuels y protagonizada por Kathryn Newton y Kyle Allen, la historia comienza con Mark, un adolescente con pocas expectativas para el futuro y poca conectividad con la gente cercana a él, su familia específicamente. Marx descubre que revive una y otra vez el mismo día, al grado de encontrar patrones específicos que puede aprovechar a su favor. Es decir, todas las personas en el pequeño pueblo en el que vive siempre hacen lo mismo, porque se trata del mismo día de su existencia; entonces él, tiene libre albedrío para sacar partido de este conocimiento.

Este es un tema importante, el poder de decisión, que Mark tiene pero no aprovecha, no valora porque no entiende que esto significa también tener oportunidad de evolucionar. Entonces un buen día conoce a Margaret y se da cuenta que ella también está atrapada en el mismo bucle temporal que él, pero a diferencia suya, ella ha estado buscando un propósito nuevo cada día, aunque sea el mismo ciclo rutinario recurrente.

Margaret a su manera también ha encontrado estar cómoda con la dinámica temporal cíclica, pero por razones distintas que Mark, en su caso, el temor al futuro. Ella busca encontrarle el gusto a su realidad, pero aunque intenta resolver cómo dar fin al bucle temporal, no quiere que llegue el mañana, pues no quiere no tener control de la incertidumbre que significa la vida misma, la inevitable muerte y el fin de cada nuevo inicio.

Al final, en ambos casos la reflexión mucho tiene que ver con el mito de Sísifo, personaje de la mitología griega, conocido por haber sido castigado a empujar cuesta arriba una piedra y al llegar a la cima de la montaña, rodarla hacia abajo y volver a empezar. En la película, eventualmente Margaret y Mark coinciden en que a veces las personas dejan pasar la vida y dan las cosas por sentado, provocando que la rutina haga a la gente dejar de mirar aquellos pequeños perfectos detalles que hacen que valga la pena vivirla. Para Sísifo, el dolor, la fatiga y el sufrimiento del ascender constante sólo puede ser superado si encuentra en el esfuerzo el placer de vivir; para los protagonistas, entender que lo importante es lo experimentado en el transcurrir de la vida, intentando cosas nuevas, no abandonándose a la rutina.

De ahí viene el título de la cinta, de su decisión de, pese a revivir incansablemente el mismo momento, encontrar los ‘pequeños detalles’ que hacen que el día sea hermoso y especial, algo que, reflexiona la historia, debería hacerse siempre. Al final, entonces, ambos deciden que salir del bucle tiene que ver con crecer, avanzar y enfrentar el futuro; para él madurez, para ella vida; para ambos independencia.

Meet Cute

Escrita por Noga Pnueli, dirigida por Alex Lehmann y protagonizada por Kaley Cuoco y Pete Davidson, el eje central de la película Una cita casi perfecta (EUA, 2022) gira en torno a dos ideas vitales: la primera, el bucle temporal como una metáfora sobre las relaciones sentimentales que caen en la rutina y que se vuelven un ciclo repetitivo cuando dejan de sorprender, porque las personas mismas se convierten en esclavos de la monotonía de su dinámica. Y, segunda la individualidad, independencia y relevancia de trazarse objetivos y metas en la vida. 

En el relato, Sheila conoce un día a Gary en un bar y termina teniendo la cita ‘perfecta’, una que de hecho ella quisiera que no terminara y, entonces, bajo esta idea lo controla, gracias a una máquina del tiempo que le permite reiniciar la misma fecha una y otra vez. Entonces Sheila aprovecha para ajustar los pequeños detalles que cree harían de la relación todavía más exitosa. El problema es que ella no puede realmente hacer que las cosas salgan siempre como quiere, porque las personas deben permitirse ser espontáneas y fieles a su identidad si desean que una relación perdure y se desarrolle.

Sheila, por ejemplo, se enfrasca tanto en revivir el mismo día buscando que la cita con Gary sea ‘perfecta’, que olvida que él tiene sus propios miedos, intereses y anhelos; o en corto, que tiene vida propia. Ella no puede, ni debería, intentar moldearlo a su gusto, porque las experiencias de Gary lo hacen ser quien es, lo forman y definen. Este es un eco reflexivo en las relaciones de pareja, al querer que el otro se adapte a los intereses y necesidades propios, en lugar de aceptarle y amarle por esas particularidades que lo hacen único. No hay una pareja perfecta, ni una relación perfecta, porque sería carente de emociones, de matices, de innovación.

Sheila piensa que quizá, conociendo poco a poco qué heridas de su pasado han marcado a Gary, ella puede regresar en el tiempo y cambiarlo, creyendo que eso le ayudará a él a ser más feliz, pero esto es imposible; Gary es resultado de las buenas y las malas experiencias que lo han marcado, así que cambiar el pasado no le ayudará a ser más feliz, sino que cambiará su esencia.

El problema en realidad para Sheila es su propia tristeza, que es tan fuerte y la afecta tan directamente, que por eso quiere revivir siempre el mismo día, este en el que se siente feliz y a gusto, porque teme que no haya otro igual, otro en el que se encuentre así de contenta. Lo que no entiende es que esa perfección es efímera, incluso engañosa, puesto que la vida son altibajos. Habrá días buenos y días malos, habrá alegrías al lado de Gary y quizá también discusiones y conflictos, pero ni ella ni él, ni la relación misma van a avanzar si estas dinámicas no suceden, porque si no lo hacen, no hay camino hacia dónde evolucionar, que es la esencia de la existencia humana, cambiar.

Entonces, el ‘final feliz’ de las historias idílicas no existe, no en lo que respecta a las relaciones de pareja, no en lo que respecta a la vida misma. Cada nuevo día es un reto nuevo, uno sobre el que no se puede tener control absoluto. Si de pronto algo sale mal, lo ideal es aprender de ello y seguir el camino, no atorarse en ese pasado. 

Eventualmente Sheila comienza a temer salir de ese ciclo, porque tiene miedo de seguir adelante, de vivir el siguiente día, pues está insegura de sí misma y ansiosa porque no vuelva a haber un día ‘perfecto’ como este. Sin embargo, no puede no cometer errores, porque, a diferencia de esta ficción, en la vida real esto es inevitable; el tiempo no se detiene; qué hacer con él es la clave. Esta es la lección importante que tiene que absorber Sheila: aceptar y entender que la verdadera respuesta no es anhelar la perfección, sino abrazar la imperfección.

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