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Capitán Fantástico

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

La autosuficiencia se refiere a la capacidad de valerse por sí mismo, haciendo uso de habilidades, inteligencia y los recursos a la mano. Significa saber resolver problemas y buscar soluciones, pues la persona depende de sí misma para su supervivencia. El cómo y cuándo una persona llega a ser autosuficiente depende de muchos factores, entre ellos su formación, desde aprendizaje y adaptación, hasta cultivar habilidades y acumular experiencias, pues es durante su proceso de crecimiento que el individuo aprende de su entorno y se forma una opinión de las cosas, para entonces actuar acorde y en consecuencia.

Ser autosuficiente no se trata sólo de saber algo o tener información, sino también de la astucia para aplicarla en diversos escenarios de la vida diaria, algo que sirva tanto para crecer como persona como para ser crítico, y por ende, poder aportar algo para mejorar a la sociedad. En Capitán Fantástico (EUA, 2016), película escrita y dirigida por Matt Ross, Ben, el protagonista, es un padre de familia con seis hijos, el más grande apenas entrando a la mayoría de edad, que junto con su esposa Leslie han decidido un estilo de vida autosuficiente en todo sentido. Viven en el bosque, cazan su comida, aprenden de ciencia, filosofía, economía y otras ramas leyendo, discutiendo y analizando libros o el trabajo de pensadores y académicos, además de que consiguen dinero vendiendo artesanía que ellos mismo realizan. Sin embargo, Leslie, que lleva varios meses en la ciudad en tratamiento por problemas mentales, se suicida, y Ben tiene que encontrar la mejor forma de enfrentar a sus hijos con el mundo exterior, mismo que rechaza y con el que no coincide; sabiendo además que el padre de Leslie lo culpa por el distanciamiento de su hija y el deterioro de su salud mental, dado que su vida aislada no ayudó para su recuperación.

Protagonizada por Viggo Mortensen, George MacKay, Annalise Basso, Samantha Isler, Nicholas Hamilton, Shree Crooks, Charlie Shotwell, Kathryn Hahn y Frank Langella, la historia habla sobre independencia y adaptación, enseñanza y aprendizaje, sobre ser crítico respeto al entorno, desafiando las reglas establecidas, pero con la disciplina para aceptar la responsabilidad al hacerlo. La responsabilidad que Ben asume como padre, que toma al lado de su esposa en su momento, es dar a sus hijos las herramientas para sobrevivir sin depender de la tecnología o las comodidades de lujo del moderno mundo actual. Su idea es enseñar a crecer, no sólo desde un punto de vista biológico <conseguir alimento y refugio, por ejemplo>, sino también intelectual, preparar su mente a través de una disciplina de pensamiento crítico: conocer, analizar, deducir, reflexionar y proponer. No es sólo dar espacio para que el hijo o la persona crezcan, es darle los medios para hacerlo satisfactoria e independientemente, con énfasis en su desarrollo individual, pero también con ánimo solidario.

Su principal oponente es la presión social y la opresión estructural burocrática; primero por una organización sistematizada que no siempre se centra en el desarrollo humano e intelectual del individuo, promoviendo en cambio variantes de conducta como la banalidad, el egoísmo o la indiferencia, lo que resulta en una presión social para adaptarse al molde más comúnmente aceptado, a veces diseñado para seguir reglas indistintamente, en lugar de aprender a pensar por sí mismo, lo que desemboca en una sociedad automatizada y enajenada, que no siempre reconoce el valor del mundo natural, de la ética como esencia de las relaciones humanas, ni estimula el diálogo ni la tolerancia, lo cual configura una sociedad estancada, en lo social, intelectual, organizativa y culturalmente hablando.

Este es el razonamiento de Ben, que elige la autodisciplina como forma principal de aprendizaje, para enseñar a sus hijos herramientas que enriquezcan su desarrollo, haciéndolos pensadores independientes antes que seres forjados según las necesidades del sistema, o de otros. De esta manera los chicos aprenden y conocen de arte y de ciencia; leen periódicamente todo tipo de contenido literario y académico; tocan instrumentos musicales variados y se expresan a través del arte; conocen de historia y aprenden de la estructura social conforme ejemplos documentados y reales; entrenan para tener fuerza y destreza física y son capaces de valerse por sí solos si la situación lo requiere.

Bodevan, Vespyr, Kielyr, Rellian, Zaja y Nai fácilmente destacarían por encima de otros niños o adolescentes de su misma edad, según su nivel de conocimiento y apreciación del contexto, económico, político u organizacional. Desde la perspectiva académica, sobresalen porque no están sumergidos en la mediocridad ni sumisos ante los promedios del sistema, sino que avanzan por encima de él, evitando sus principales fallas.

Ben critica el consumismo y el capitalismo de las grandes corporaciones, que enriquecen sólo al dueño o detentador de los medios de producción, resultando en una dinámica inequitativa, injusta, que propicia la acumulación de la riqueza, porque sabe que es ello lo que estanca el desarrollo social. Para combatirlo, para cambiarlo, se preocupa por nutrir la mente, curiosidad, interés y capacidad de sus hijos, guiados por valores y crítica, antes que la individualidad egoísta del ser, que Ben siente permea en el mundo exterior.

El problema es que esa dinámica aislada en que los chicos son educados, alejados de todo y de todos, los ha vuelto incompetentes en cuanto a relaciones sociales y humanas, en el sentido de que no saben reconocer ni reaccionar ante las conductas más básicas, porque nunca las han experimentado; volviéndose autosuficientes pero, de alguna forma, dependientes ya uno del otro, o de esa burbuja idealista que no saben cómo dirigir hacia otros terrenos. Para vivir y sobrevivir no sólo es importante saber valerse por sí mismo, es también saber crecer en un ambiente social y cultural, para proceder respecto a sus semejantes conforme las circunstancias del contexto.

No es que los hijos de Ben no puedan existir o alcanzar logros en lo cotidiano del espectro social, es más bien que en su aislamiento no han desarrollado habilidades para convivir en lo emocional y afectivo, conducta que también arrastra el padre, incapaz de tender puentes hacia el otro e insensible a las normas comúnmente aceptadas, lo que provoca situaciones de conflicto y riesgo. Las varias cartas de aceptación que Bo recibe para estudiar en diversas universidades de prestigio demuestran su capacidad de conocimiento y el alto nivel en que se encuentra con respecto a sus similares, pero desconoce la socialización como medio de evolución personal y ello puede impactar en forma negativa, sobre todo en tanto adolescentes ávidos de experiencias novedosas que incentiven sus sentidos. “A menos que venga de un libro, yo no sé nada, de nada”, reclama en algún punto Bo.

El choque cultural se hace evidente cuando Ben y sus hijos, camino al funeral de Leslie, se reúnen con Harper, la hermana de Ben, y su familia. Ella está preocupada porque los chicos no puedan convivir en el ambiente cotidiano, en el nivel más básico, dado que no han estado en contacto con nadie que no sean ellos mismos. Su lógica tiene un trasfondo realista, porque por mucho conocimiento que los jóvenes tengan sobre cómo funciona el mundo, nunca lo han vivido de primera mano y, por ende, no pueden tener una postura u opinión personal respecto a él; sólo repiten lo que su padre les dice. Por muy simple o superficial que sea nunca haber bebido un refresco o comprado en una tienda departamental, por bien argumentado que esté su razonamiento sobre temas como la salud pública y el manejo del capital, los chicos no podrán entender qué sustenta realmente estos argumentos, si no los han visto desenvolverse frente a sus ojos o vivido en carne propia. Entienden que no comen comida procesada porque no es sana, ni le dan valor a los productos creados a partir de una necesidad inventada [el consumidor no compra lo que necesita, sino lo que el mercado les dice que necesitan] porque consumen en atención a la utilidad de los objetos, pero para conocer los efectos nocivos y destructores del mercado, las reacciones consumistas de los ciudadanos, necesitan interactuar con ellos y conocer las razones de sus conductas. En esa medida podrían confrontar la enajenación social y valorar sus propias limitaciones.

El mundo, se dan cuenta, no elogia el pensamiento intelectual sino la imagen exterior, y celebra lo artificial, no lo racional. Sucede, por ejemplo, cuando sus primos, en lugar de reconocer sus capacidades, se burlan por su incapacidad para nombrar aspectos de la cultura popular. Tampoco es que los hijos de Harper sean crueles a propósito, pues finalmente no hacen más que repetir lo que la sociedad les ha enseñado: celebrar la fama efímera, la superficialidad del ser, el consumismo y el contenido mediático, envuelto en un llamativo que capte la atención y mantenga al ciudadano cautivo y pasivo.

No es vital ni trascendental que los hijos de Ben sepan a qué sabe un refresco o cuantas tipos de zapatos tenis hay en el mercado, es sólo que en el terreno social, esa información también es valorada y a partir de ello la gente juzga; erróneamente quizá, como insinúa la película, porque se trata de información trivial, pero de la que no se puede escapar viviendo el hombre en comunidad. Se necesita saber en dónde se está parado, para saber hacia dónde conducir sus pasos y, en todo caso, con quién.

¿Es realmente vital para vivir, saber el nombre de todas las marcas de ropa exclusiva que hay? ¿Qué valora entonces primordialmente la sociedad y qué dice esto de ella? ¿Qué importa más, pensar por cuenta propia o repetir lo que otros piensan con tal de ser aceptados? ¿Qué hace al hombre evolucionar, seguir órdenes o proponer respuestas? ¿Por qué se nos enseñan tantas cosas banales, pero no el mismo número de saberes intelectuales? ¿Por qué parece el hombre rechazar aprender y preferir la quietud de la ignorancia?

Leslie y Ben deciden actuar inculcando a pensar, para saber salir adelante sin la ayuda de nadie, formarse opiniones propias sobre las cosas y entender la importancia de la ayuda comunitaria o el problema que el individualismo y la mediocridad genera en el entorno social. Entender y razonar no llega gratuitamente, es producto de una formación crítica, con juicio, opinión y madurez que toda persona debería aprender y al mismo tiempo debería enseñar a otros. El problema quizá es que Ben lo ha llevado a un extremo casi sin darse cuenta, permitiendo el desarrollo personal de sus hijos, excepto en el terreno social. No se puede pensar que los seres humanos vivan en total aislamiento sin sufrir las consecuencias culturales y/o económicas; siempre se ven obligados a acudir con otros para potenciar su desarrollo. Y los hijos siempre abandonan el nido, para madurar, reproducirse, y conocer otros aspectos y espacios de la naturaleza.

Jack, el padre de Leslie, quiere darles todo a los chicos, lo que se convierte en una falla educativa, no porque esté mal que tenga los medios para hacerlo y quiera consentir a sus nietos, sino porque actúa en el opuesto, en dar todo sin enseñar cómo merecerlo o ganarlo; no ofrece una oportunidad de aprendizaje, esfuerzo, crecimiento u enseñanza, sólo un medio abundante de mercancías y servicios que los mismos nietos rechazan. Alguien que no se esfuerza por nada, no sólo aprende a ser inútil e indiferente, sino que se conforma en la propia ignorancia de su existencia, pero también del mundo en el que vive. Jack no quiere que les falte nada a los chicos, como piensa sucede en el estilo de vida que tienen viviendo en el bosque, sin las comodidades que la sociedad da por sentado, un restaurante, una televisión, escuela o servicio médico básico, pero tampoco pregunta qué es lo que les hace falta a Ben y a los niños; sólo asume por inercia que la forma en que viven es cruel e incómoda, viviendo solos, subsistiendo por su propio esfuerzo, cuando lograr ese nivel de adaptación y capacidad física e intelectual es más bien ejemplo de madurez, de aciertos bien alcanzados, con espacio para mejorar.

La clave en todo caso es el balance. Por mucho que Ben tenga la mejor intención de cultivar la mente y el cuerpo de sus hijos y acierte en formar a jóvenes con independencia, autosuficiencia y propio juicio, erra en no dar más libertad de socialización y experimentación para su desarrollo, se equivoca al confrontar abruptamente a la familia directa de su difunta esposa, e incurre en descortesía y falta de respeto al no valorar las normas de conducta que en esa casa prevalecen, por más que tenga razón al no compartirlas. Sus hijos necesitan saber cómo funciona el mundo para formarse su propia opinión sobre él. Lo hacen, pero sólo hasta el grado que pueden; critican la opulencia en que viven sus abuelos, por ejemplo, no descalificándola, sino señalando otras formas de sacar un mejor provecho de lo que se tiene en comparación con lo que no, administrando los recursos; pero cómo proponer qué hacer después, si no ven posible la realidad más allá de su círculo. Si el siguiente paso es qué pueden hacer ellos por mejorar su mundo, la vida en el bosque ya no es suficiente, necesitan salir hacia nuevos retos.

Lo que la cinta concluye de alguna manera es que no se puede vivir al margen del sistema, de la sociedad y/o del vecino (simbólicamente hablando), por mucho que se reconozcan sus fallas, porque el aislamiento absoluto tampoco funciona. No se puede vivir en armonía sin conversar, dialogar, discutir y discernir, es pertinente compartir experiencias y saberes, establecer normas de conducta y reconocimiento al otro, respetar para ser respetado.

Ben pudo haber aceptado el aislamiento como su forma de vida porque ha tenido experiencias que le han permitido llegar a esta decisión, pero sus hijos necesitan ver y reconocer su mundo, su realidad, sus posibilidades, antes de elegir qué quieren hacer con su propia vida. No podrán lograrlo sin una madurez mental y emocional, la cual se forma con las experiencias que da la vida en comunidad. Cuando el padre enseña a sus hijos a ser autosuficientes, cuando les dice que no pueden ni deben esperar a que llegue la ayuda, sino que deben ayudarse ellos mismos, la lección es acertada: el ‘yo pienso’ antes que el ‘sólo repito lo que los demás’. Cuando inculca a sus hijos valores y determinación les enseña todo el potencial que pueden cultivar. La lección puede sentirse de pronto dura o exigente, pues demanda maduración e independencia, pero, ¿no es eso algo que la sociedad en efecto ha olvidado enseñar a sus integrantes?

¿Cómo asumir la presión por integrarse? ¿Cómo enfrentar la importancia de saber y conocer cuando el ambiente no siempre parece preocupado por desarrollar todas las capacidades humanas? “Poder para el pueblo. Abajo el sistema”, es lo que Ben y su familia siempre se repiten y su lema es un reclamo a esa sociedad incapaz de velar por el desarrollo del ser, cuando está tan afianzada a la ganancia superficial. La alternativa: “enfrentar a la autoridad”, se repiten también. Si pensar críticamente es alzarla voz, tal vez el mundo necesita más personas que sigan este ejemplo, teniendo claro que todo tiene su límite, pero que no exigir libertad e independencia, es una de las más grandes limitantes.

Ficha técnica: Capitán Fantástico - Captain Fantastic

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