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Verdadera Transformación

Alfonso Villalva P.

Verdadera Transformación

Alfonso Villalva P.

No voy a bailar para ti, te lo aseguro. No más vaivenes folclóricos con listones multicolores confeccionados en un traje cortado en la capital de mi país, por un cretino que se hace llamar modisto avant-garde y se imagina, desde su infinita ignorancia, cómo debiera lucir nuestra vestimenta tradicional –diré ancestral- para quedar muy atractiva y pintoresca para esos carapálidas que viajan aquí en vuelos charter, que nos fotografían con furiosa intensidad, que nos obsequian con los desperdicios de su cultura consumista.

No voy a bailar para ti, y me importa madre. Ya me cansé de ser explotado y utilizado y ridiculizado, con esta impostura que organiza tu gente en restaurantes en los que dispendian tequila shots, margaritas adulterados, todo para que los turistas me lancen unas monedas que mi maldita hambre me obliga a levantar del piso. No. Ya no más indignidades, prefiero morirme con la panza vacía. No. Hasta aquí te he tolerado.

Siento la vergüenza transformarse en mi torrente sanguíneo en una especie de furia incontrolable, de enojo reivindicatorio, de ganas de mentarte la madre a ti y a todos los de tu especie; porque esa es otra, te has empeñado en hacerme saber que lo tuyo es una especie diferente, que mi piel morena te genera una afrenta terrible, que mi lengua natural envilece la sofisticación urbana en la que vives. Yo no te amenazo con sangre y fuego, verás, no soy como tú que en un arranque de cólera o de avaricia, organizas a un puñado de malvivientes para que a escopetazos extermine a mi pueblo, a toda una aldea, para que atraviesen los vientres expectantes con una bala calibre 3006.

No soy más negocio para ti porque lo mío es vivir conforme lo han enseñado mis ancestros, en armonía con mi entorno natural, sí, tener los tres animales suficientes para mi supervivencia, enredarme en el fango de la ignominia sin servicios de salud ni energía eléctrica, sin capacidad para proveerte de herramientas más interesantes para hacer un negocio rentable con mis tierras, mi terruño, mis familiares o mis bosques. Soy solamente eso, un figurín en escenarios de baile en los que el idiota del coreógrafo confunde danzas Choles y Tojolabales con rituales Aztecas, según su propia visión de los hechos que confirma en el Zócalo de la Ciudad de México y luego trae aquí, a esta tierra multiétnica que llamas ahora Chiapas, Yucatán, Quintana Roo o Tabasco, y que has utilizado por generaciones, como emblema de tu impunidad, como marca de fuego de un supuesto privilegio a explotarla para mantener tus frívolos placeres.

Así hemos estado desde siempre. Con esposas que tienen que parir en el suelo lodoso de una finca ambulatoria según la catástrofe natural que nos persiga, o los caprichos del cacique local en turno que designas para que te pague tributo a costa de nuestra zalea. Con hermanas violadas por las fuerzas del orden que hacen su patrullaje simplemente para arrancar sexo no deseado de la primer indígena que se atraviesa por su camino. Con padres asesinados después de haber sido cegados, primero por los dólares de los narcotraficantes, después por las balas que patentizaron su inutilidad.

No te preocupes por la construcción de estas latitudes, puedes dejarlas para después. Ocúpate de las zonas hoteleras que te generan divisas y de tus spots publicitarios en los que sonríes como si tuvieses la conciencia tranquila, en los que mediatizas tus nupcias y tus escándalos con las dotes histriónicas de la maltrecha telenovela mexicana. A fin de cuentas, qué rendimiento financiero puedes encontrar en el impulso a mi comunidad, en la habilitación de los cuatro palos de una choza. No, ocúpate de los hoteles, de los spa que tan de moda se han puesto contigo.

Por lo que respecta a mí, mantente congruente con tu costumbre y confórmate con comprarme un kilo de arroz, una botella de agua semi purificada, una despensa comprada a precios de horror, que ya me las arreglaré, como siempre, como nunca, en los fondos lodosos que genera el alud de la indiferencia, la segregación, la dádiva groseramente caritativa y tu maldita indolencia para estos pueblos que estamos aquí, mucho antes de que tú hubieses soñado siquiera con nacer. Esto es una verdadera transformación...

Twitter: @avillalva_

Facebook: Alfonso Villalva P.

 

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