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Una cervecita... dos, por favor

Eduardo Sepúlveda
Eduardo Sepúlveda

¿Qué mensaje más apocalíptico hay que no ver cerveza en los refrigeradores de los grandes almacenes? Hoy fui a uno de ellos y, con gran tristeza y nostalgia, contemplé la fila de enfriadores que solían estar llenos del brebaje mágico ahora llenos de refrescos y aguas de sabores. ¡Maldita sea! ¡Maldito virus! ¡Maldita pandemia!

Pero la situación no es de hoy ni de ayer. Desde hace semanas se nos ha venido advirtiendo, casi con mandato implícito de ir corriendo al primer expendio, sobre una inminente escasez. Y no quisimos creer.

Hace apenas un par de días que #SequiaDeChelas era tendencia nacional en Twitter. ¡Nacional! El problema de desabasto rebasa las fronteras de lo inmediato; amigos de Ciudad de México, Monterrey, Mérida, Guadalajara, Aguascalientes, Tampico dicen lo mismo: No hay cerveza (y si hay, está carísima).

Hablaré de mí, tengo muchos años consumiéndola (más de 20, fácil) y nunca había visto esto. Platicando con un tío, evidentemente varios años mayor que yo, me dijo que ni en sus peores pesadillas se vio algo igual.

Dicen las autoridades de Salud del país que no se trata de un producto esencial, y puede que tengan razón, pero nos hemos acostumbrado tanto a ella, ¡nos han acostumbrado a ella! En los depósitos o tiendas cercanas de cadenas famosas siempre hay ofertas. ¡Siempre! Y lo de hoy es ir a meterse a un local de venta con poco producto y precios por demás elevados. Va de regiones, también.

Hace años, era todavía un chaval, fui con mi padre al estadio Azteca. El partido, Atlante Vs. Monterrey. Por supuesto que no fue necesario abrir todas las localidades y nos mandaron a todos abajo; de un lado el local y enfrente los visitantes. Por ser del norte, y convicción propia, me fui con los visitantes y, cosa curiosa, al medio tiempo en las pantallas gigantes del estadio se proyectaban imágenes de ambos lados de la afición; los locales, sentados y ordenados; la visita, haciendo filas con el vendedor de cerveza entre gritos de “vayan a Monterrey para que vean cómo se atiende el negocio”. Y los pobres vendedores, en friega buscando cartones hasta por debajo de las tribunas.

Pero hoy, no importa de dónde seas: la cerveza escasea… y viene lo peor.

No, quizá nadie muera de abstinencia, quizá haya opciones para suplir al dorado y refrescante líquido, pero no estábamos preparados para esto.

Torreón. Un día cualquiera de quincena. Filas para entrar a los súper mercados, todos con cubrebocas. De uno en uno, así, como cliente vaya saliendo. Y flujo constante en los refrigeradores de cerveza. Pocas marcas (las menos populares) a precios fuera de lo común. Lejos de que ya no abundan las promociones, les han aumentado el precio… ¡en algunos lugares suben cada día!

Ahí, en los pasillos, nos encontramos soldados de la misma batalla. “Ya casi no queda nada”, exclama un compañero. “Y más vale llevar lo que hay, porque pronto no habrá nada”, le responde una voz del más allá.

Es una realidad, mayo, el mes en que comienza el calor fuerte de verdad, recibe el duro golpe de una sequía comercial sin precedentes. Y la problemática va más allá del consumo, pasa también por fuentes de trabajo, como en todo. Y ahí viene el Día de la madre

¿Qué nos queda por hacer? Quienes pudieron, compraron de más para alimentar sus cavas cerveceras. Quienes no, habrán de esperar un milagro, cambiar de bebida, aguantar. Al fin, no hay deportes qué ver en televisión, ni estadios. No hay conciertos, espectáculos… ¿A qué sabrá ahora la carnita asada sin sus cervecitas? ¿Con qué acompañar la pizza o los mariscos?

Estamos en Torreón, apenas comienza mayo de 2020 y ya casi no queda cerveza. La gente se ha volcado a surtirse como si viniera en camino una ley seca más larga que la de las elecciones federales. Encontrar la marca favorita es una utopía. Si tienes suerte, lleva lo que encuentres sin importar el costo.

¿Qué más falta por ver? ¿Atestiguar la llegada de los cuatro jinetes en medio de un cielo abierto? Daños colaterales. Es parte de haber nacido en la época del coronavirus.

Texto tomado del Muy Nuevo Libro de las Revelaciones, del Evangelio según el Dihablo (año 2083)

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