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Maze Runner: Correr o Morir

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Un laberinto es un lugar creado ex profeso para confundir, pues esconde su salida entre recovecos, para retar a la mente en busca de resolver el enigma. Para superar el obstáculo, la persona debe ser astuta y analítica, audaz, observadora y perspicaz. El laberinto es una especie de juego, pero también un desafío y un engaño; una prueba que debe ser superada, un reto de vida. En Maze Runner: Correr o Morir (EUA, 2014) película dirigida por Wes Ball y escrita por Noah Oppenheim, Grant Pierce Myers y T.S. Nowlin, a partir de la novela homónima de James Dashner, los protagonistas son unos adolescentes colocados en el centro de un laberinto gigante, quienes deben aprender a sobrevivir, al mismo tiempo que buscan la forma de salir del campo en donde están ubicados.

Con las actuaciones de Dylan O'Brien, Kaya Scodelario, Thomas Brodie-Sangster, Will Poulter, Ki Hong Lee, Patricia Clarkson y Aml Ameen, la historia se centra en Thomas, un joven que un día despierta frente a una comunidad de chicos que, como él, alguna vez fueron arrojados en ese lugar, sin tener memoria de quiénes son y porqué están ahí. Según Newt, uno de los jóvenes prisioneros, quien se hace amigo del protagonista, el grupo ha pensado en distintas soluciones al problema, desde escalar las paredes hasta intentar cruzarlas hasta el otro extremo, pero, con pésimos resultados, pues, hasta ahora, cada intento ha terminado en fracaso o en muerte. A partir de esto, han aprendido instintivamente que lo mejor, o más viable, es instalarse y vivir de acuerdo a las condiciones que les proveen, ya sea el espacio geográfico o el arribo, una vez al mes, de provisiones y nuevos prisioneros, o jóvenes enviados a formar parte de este grupo.

Thomas entiende que la única salida, o camino hacia las respuestas, es explorar los terrenos que rodean el campamento, pero se topa con la negativa de aquellos que temen a lo desconocido y a la incertidumbre. Thomas llega con muchas preguntas y está ávido de respuestas, interrogantes que los otros probablemente en su momento se hicieron, pero que, parece, eventualmente abandonaron hasta claudicar y resignarse.

El grupo tiene designados a varios ‘corredores’, aquellos que salen diario a explorar el laberinto en busca de una salida. Tres años han pasado y hasta ahora nadie ha encontrado una forma de resolver el acertijo. Siguen explorando, indagando y conociendo, sin más que aprender que las actividades que deja la rutina, aunque envueltos en una esperanza prácticamente ciega, a la cual se aferran, porque los empuja a seguir adelante, los motiva al menos a sobrevivir.

Para Thomas, avanzar por inercia y callarse ante los obstáculos no es una opción. Él quiere respuestas, piensa que explorar afuera del muro es necesario para escapar, al tiempo que manifiesta una actitud rebelde hacia las normas establecidas en el grupo, lo cual lleva a confrontación con quienes de alguna manera dirigen al conjunto. ¿Qué lo hace diferente del resto? Específicamente, su relación directa con la gente detrás de lo que sucede, CRUEL (Catástrofe y Ruina Universal: Experimento Letal), una agencia o institución a cargo de experimentar con ellos y otros humanos, en busca de una cura contra un virus que se esparce; organización en la que él trabajaba; aunque inicialmente Thomas mismo no lo recuerda.

Pero más importante, Thomas destaca por su actitud y personalidad proactivas, en su papel de líder frente al grupo, su inquietud por la búsqueda de respuestas y su filosofía de vida de mantenerse activo, en movimiento, no pasivo ante la situación, pese a la problemática e irresolución que vive y permea a su alrededor, dispuesto incluso a arriesgarse específicamente frente a los Penitentes, aquellas criaturas que vigilan en el laberinto y cuya picadura hace a los chicos perder la razón y luego la vida.

Thomas pregunta, duda, investiga y tiene sed por conocer y explorar las posibilidades que tienen enfrente, el mundo en que habitan, las reglas o normas que cohesionan al colectivo y hasta su posición dentro de la dinámica grupal. No es que sea el único que lo haya hecho, pero sí parece ser el único que, incluso cuando le dicen que lo olvide o que se quede callado, no lo hace, no abandona, no se resigna. No se limita a seguir al de junto sólo porque es lo que todos han hecho. Rebelde, pero no en el sentido de llevar la contraria sin razón, sino en el de no conformarse con repetir una orden que no entiende ni avala, porque nadie le ha explicado el por qué que lo justifica.

¿Cómo aceptar un tipo de vida, un orden social o una serie de reglas, cuando la persona no sabe quién las impuso ni por qué? Vivir sin entender la vida no es vivir, porque no hay comprensión ni aprendizaje de hechos o procesos y, por ende, no hay motivación para intentar cambios. Es cuestionando como se abre un mar de posibilidades a Thomas, que otras mentes a su alrededor, los que callan y acatan, no descubren por sí solas, precisamente por la elección de una actitud más sumisa.

A veces impulsivo, no siempre midiendo las consecuencias de sus actos, Thomas al menos representa un buen ejemplo de cómo arriesgarse cuando la situación requiere que alguien lo haga, a fin de descubrir nuevas pistas, realidad, opciones, caminos y perspectiva; es muchas veces lo que se necesita para evolucionar o, como en este caso, salir del estancamiento, aquí tanto personal como social y organizacional.

Esto es algo que los demás chicos casi no hacen, porque de una forma u otra sólo responden al condicionamiento del que ya son parte. Entre ellos hay corredores, que podrían considerarse como ‘buscadores de respuestas’, pero incluso los que fungen este papel parecen cumplir con ser un eslabón más en la línea dinámica aceptada y practicada por el grupo; son aparentes exploradores que, sin embargo, sólo corren por rutina, en busca de diseñar una salida en un laberinto que no terminan de conocer. En apariencia, es CRUEL, la organización que los llevó ahí y que los observa, la instancia que les ha trazado y enseñado a apegarse a las condiciones de vida y de comportamiento que ellos dictan.

Curiosamente lo que CRUEL realmente busca es a alguien capaz de romper esas reglas y atreverse a ver más allá de lo planteado en el plano más evidente. Lo que pretenden, se sabe después, es encontrar individuos capaces de enfrentar las duras condiciones ambientales debido a la destrucción ambiental provocada por la existencia de un virus mortal que anuncia la extinción de la humanidad. La importancia de la acción de Thomas no recae entonces en su desafío de las reglas, sino en su capacidad para proponer nuevas formas de proceder ante el problema. ¿Qué pasa entonces con los otros chicos, que no logran alcanzar este grado reflexivo de madurez? Parece como si el grupo se afianzara en la aparente estabilidad, porque eso les da seguridad, pero, también expresa falta de visión. Quizá no viven en el ideal que desean, pero con perspectivas limitadas, carentes de iniciativa, aceptan lo que tienen a la mano, sabiendo la dificultad que implicaría (retos, dudas, peligro, incertidumbre) aspirar a más, incluso si ese algo es libertad.

¿No es el laberinto una especie de prisión? ¿No es el miedo lo que los mantiene dentro? “¿Y si nos enviaron aquí por alguna razón?”, pregunta en un punto Teresa, la única mujer hasta ahora enviada al laberinto y quien llega después que Thomas. Ella insiste, según lo poco que recuerda, que el laberinto no es una prisión, sino una prueba. El problema es que, de alguna forma, es ambas cosas.

La aparición de Teresa cambia además, al igual que la llegada de Thomas, la dinámica entre el grupo, más que nada porque ellos dos, tal vez por ser nuevos en un ambiente con sus propias reglas y organización, se mueven más por la curiosidad que por el temor. Su presencia hace diferente el orden de las cosas, sus descubrimientos modifican la perspectiva de los demás y su iniciativa cambia las expectativas de todos. Cuando Thomas entra al laberinto, cuando mata a una de las criaturas que deambulan entre sus pasillos o cuando desafía el estatus quo, algunos lo miran como un nuevo líder a quien seguir, mientras que otros lo ven como una amenaza, más hacia la organización del grupo que hacia su persona.

Modificando la balanza, retando aquello que los chicos ya conocen, proponiendo nuevos caminos inciertos pero que pueden resultar en éxito o en fracaso, Thomas se convierte en sinónimo de cambio. Quien más lo reciente es Gally, un chico que se niega a este ‘derrumbe’ de las cosas y que insiste en quedarse en el campamento y seguir la vida como ha sido los últimos tres años.

Gally ve el mundo cuadrado, inflexible y en desgracia, porque él mismo es y se siente así, inmerso en una necedad de afianzarse a lo que conoce, esperando lo peor en caso de salirse de la norma. Gally detesta la iniciativa de Thomas porque la considera una amenaza, no porque lo sea, sino porque afecta su propia forma de vida, de ver las cosas. En algún momento propone un castigo para Thomas, sustentado en que rompió las reglas y que, por consiguiente, esto conlleva una pena. En el campamento las cosas funcionan porque hay una división de actividades y cada quien funge un rol; al cambiar la organización, al cambiar las reglas, no sólo hay incertidumbre, sino que ello origina indefinición en cuanto a las funciones cada uno desempeña, creando conflictos consigo mismos y en el interior del grupo.

A veces las personas tienden a ser como Gally, reacias al cambio, porque una vez que conocen las reglas y el mundo en el que viven, conocen su papel en él; por tanto, mover las piezas significa mover su vida, su estabilidad, y ello saca a la luz sus problemas de adaptación. Gally culpa a Thomas de todo y dice que todo cambió desde que aquel llegó. Cada mes, cuando un nuevo chico llega al campamento, las cosas cambian, pero cuando es apenas imperceptible, no crea conflictos; es sólo cuando existen grandes cambios que las personas se enfrentan con nuevos retos. Lo que Gally reclama es reflejo de su frustración. Cada vez que alguien cuestiona, Gally no se detiene a entender y analizar, sino reacciona emocionalmente, impulsivamente, de forma irracional ante aquello que no entiende y, por tanto, no acepta.

¿Qué era realmente lo que mantenía a los chicos unidos y ‘funcionando’? ¿Las reglas y los castigos a quienes las infringían? ¿El trabajo en equipo para proveerse y sobrevivir? ¿O la esperanza de, explorando el laberinto, encontrar algún día la salida o el rescate?

Dado que cada chico llega al campamento sin memoria, se topan con una crisis de identidad. Se convierten en la persona que quieren o creen ser y se adaptan a una forma de vida, pero cuando esto se ve nuevamente desafiado, una vez que Thomas y Minho encuentran la salida y que los Penitentes atacan el campamento llevando a varios a la muerte, cada chico debe vencer el miedo y superar el obstáculo, o desmoronarse y quedarse rezagado, sin superar la prueba.

El laberinto es pues, de alguna manera, la vida misma, en la que todo es estabilidad aparente mientras se mantenga a la persona estática, sumisa, controlada y en su zona segura, de confort; pero en esta realidad, si bien se puede vivir feliz, nunca se pueden encontrar nuevos mundos, nuevos ‘yos’, porque la mente no se aventura ni a explorar ni a cambiar. El laberinto es el reto, es el acertijo hacia lo desconocido; es una prueba, a veces colocada ahí por otros, a veces autoimpuesta, con muchas soluciones y respuestas, inciertas, pero llenas de posibilidades, según las preguntas que se hagan.

Ficha técnica: Maze Runner: Correr o Morir - The Maze Runner

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