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La Cuesta de Enero

Alfonso Villalva P.

La Cuesta de Enero

Alfonso Villalva P.

Doce meses se yerguen flamantes ante nosotros. Doce meses que comienzan como un presagio, como una premonición. Al final de toda la parafernalia del festejo, motivado por la llegada del nuevo año, confrontamos nuevamente nuestro destino que, normalmente, nada tiene que ver con la fantasía navideña.

Es cierto, durante los últimos días de diciembre, nos refugiamos en una especie de liberación de nuestras responsabilidades porque, como en la escuela, ha llegado el fin de cursos. Es una suerte de tregua que arrebatamos al calendario, para guarecernos de las preocupaciones, para olvidarnos por un momento de que la deuda es exigible; para enterrar el sentimiento de fracaso que produce la certeza de que el ánimo que imprimimos al inicio del viejo año, se desvaneció día a día hasta desaparecer por completo antes de completar la mitad.

Para muchos mexicanos, todavía en la resaca festiva, la realidad se recrudece en un invierno que tiene como emblema la fila de las casas de empeño que se aceptan desde joyitas hasta pericos, televisores, instrumentos de cocina. La historia se repite cada año, y parecería que no podremos aprender. Racionalmente, no existe causa alguna para que el principio de un año pueda ser considerado como puerta a la superación.

Tampoco existe justificación alguna para concluir que el infame tipo que dispendió su aguinaldo en los últimos días de diciembre, sea diametralmente distinto al que jura, ante el altar de su preferencia, mantener orden en sus finanzas personales y evitar las penas que nos causa la cuesta de enero.

Pero, ¿por qué este año será diferente? Propósitos los hay de toda clase. Desde los más frívolos deseos de perder peso para lucir una figura apegada al prototipo de las y los cantantes que, con sonrisa congelada, dentadura manufacturada a la medida, carmín incandescente, y lucecitas en el pelo, se apoderan semidesnudos de la pantalla chica para inundar nuestros sentidos con un sonsonete ininteligible que, asegura, nos alegrará la vida en medio del drama de un concurso reality cuidadosamente ensayado para parecer espontáneo, que nos dará motivo y propósito si es que hacemos la descarga correcta en nuestro móvil.

También hay quien se propone abandonar algún vicio, menor o mayor, o simplemente combinarlo mejor con sus costumbres. Otros se trazan como meta desarrollar un hábito deportista que muchas veces muda a interminables horas de domingo ante el televisor, con shorts y un arsenal de cerveza fría. Hay quien, más que propósitos, tiene plegarias para que muera el maestro de matemáticas, o el patrón que sigue usando tarjetas de asistencia para controlar la puntualidad.

Hay quien reza al santo de su devoción para que algún brillante científico alemán invente de una buena vez, la fórmula infalible para ganar la lotería, o simplemente, tener un ingreso que no presuponga trabajo alguno.

Pues así. Feliz año querido lector, con propósitos o sin ellos, con deudas pagadas o no..., feliz año.

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