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Circle

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Moralidad es el análisis de conciencia que hace alguien cuando sopesa entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo incorrecto. El hombre obra a partir de este juicio, que responde a valores y normas personales y sociales, en esencia, es la expresión o conducta ética que lo define como persona, entendiendo que la ética es la forma de conciencia social que se adquiere en función de cada tipo de sociedad y de la educación recibida; en tanto esto corresponde al proceso de formación del carácter del hombre, se refiere a el cómo se mira a sí mismo el individuo (quién, es, en qué cree y hacia dónde se dirige en la vida), pero también el cómo se mira dentro de la dinámica social, o con respecto a la sociedad a la que pertenece.

Los valores morales son parte de estas costumbres y reglas que delinean conductas y actitudes, de acuerdo con la comprensión de la forma organizativa de un grupo. Las normas están ahí, definen y se definen por la comunidad; se aprenden, se enseñan, se repiten y se inculcan, pero es la persona la que hace la introspección y, tras valorar, o evaluar, decide y actúa, aunque siempre está presente la influencia que ejercen sobre ella los demás integrantes y la presión grupal. De ahí la importancia de adquirir valores morales sólidos y firmeza de carácter para ejercer el libre albedrío.

La temática se hace presente en la película Circle (EUA, 2015), o en español, Círculo; escrita y dirigida por Aaron Hann y Mario Miscione. Trata un grupo de cincuenta personas que despiertan en una habitación oscura, colocados todos en círculo. Pronto se dan cuenta que alguien de ellos muere cada dos minutos, o si se sale del espacio físico que le corresponde. Eventualmente deducen que pueden elegir, votando con una tecnología incrustada en sus manos, quién es el siguiente en morir, pues de lo contario, la siguiente víctima será elegida al azar. Según lo poco que recuerdan, creen que fueron abducidos por una nave extraterrestre, pero no tienen más información respecto a su situación; no saben por qué están ahí o qué se espera de ellos. No encuentran una forma como todos puedan salvarse y el tiempo se les viene encima porque las muertes al tiempo marcado no cesan.

A lo largo de la narrativa diversos acercamientos al problema ponen a prueba los valores, creencias, convicciones y principios de todos los involucrados. Alguien, por ejemplo, dice que si necesitan ganar tiempo para pensar la situación, pero no hay forma de detener el ciclo, sacrifiquen y elijan para morir a las personas más ancianas del grupo. El joven que propone este plan sustenta su lógica en que los ancianos son los más próximos a morir en el curso natural de la vida, por lo tanto, ello ‘justifica’ la decisión. Alguien más sin embargo, confronta la idea, señalando que eso sólo aplicaría si estuvieran en un escenario de muerte por causas naturales y, aun así, el argumento es debatible porque, ancianos o no, participar los haría directamente responsables de mandar a la muerte a un ser humano. Como se aprecia, el dilema que enfrentan refiere a lo que cada quien será capaz de argumentar y hacer para salvarse, para sobrevivir.

El debate entre perspectivas poco a poco crece, especialmente al darse cuenta que la situación en la que están no va a cambiar ni se va a detener, lo que significa que sólo uno quedará vivo al final. Todos quieren vivir, nadie quiere morir y las diferencias de opinión comienzan a abrir un debate de varias índoles. Un joven afroamericano, por ejemplo, está seguro que la gente racista del grupo votará por que los de color sean los primeros en morir. Su fundamento quizá se basa en su experiencia propia de vida, pero su acusación también tiene un tinte lleno de prejuicios, que es justamente de lo que acusa a los otros. Sus palabras, no obstante, no van al vacío, pues, en efecto, quien se defiende del señalamiento deja ver que quizá el factor discriminación sí está presente en el grupo cuando varios votan en contra de alguien, o hacia alguien, sólo por su religión, sus creencias, preferencias sexuales, edad, cultura o demás. No tarda, por ejemplo, para que también alguien se vuelque sobre el indocumentado latino que no habla inglés, a quien consideran ‘inútil’ porque ni siquiera puede tomar parte en la conversación. ¿Votan contra él por su raza o votan contra él por su ‘funcionalidad’ dentro de la dinámica? De cualquier forma votan ‘contra alguien’ y se engañan a sí mismos diciéndose que no eligen para que ‘alguien más muera’, sino para ‘ellos vivir’. Es de hacer notar que para este momento ya decidieron “sacrificar” a algunos con la esperanza de salvarse pocos, o al menos uno; es el triunfo del egoísmo sobre la solidaridad.

Comienzan entonces a dividirse en dos grupos, aquellos que, sabiendo que sólo uno de todos ellos sobrevivirá, proponen hacer llegar hasta el final a la única embaraza que hay entre ellos y a la única niña ahí. Esto choca con el instinto de supervivencia de muchos otros, quienes pronto dejan salir su lado más inhumano y cruel, egocéntrico y abusivo, donde el ‘yo y mi beneficio’ pesa más que el ‘nosotros y el bienestar de la comunidad’. Quien está en contra de aquella idea puede tener un motivo por el cuál querer vivir, y es que todos lo tienen, pero demuestra muy poca moral y ética cuando, para lograrlo, apela por el engaño y la manipulación; pisotear al otro a beneficio propio.

Hay quien, por ejemplo, miente saber algo que los demás no, sólo para librarse de ser él o ella la siguiente víctima. Hay quien miente cuando dice saber que otra de las personas ahí se dedica a la prostitución, para que los más conservadores se convenzan de que esta otra persona no ‘merece’ vivir, según sus propios valores morales. ¿Pero quién merece realmente morir, o vivir? ¿Acaso no todos?

Los que votan por la niña y la mujer embarazada, lo hacen probablemente basándose en el sentido común y biológico de vida: elegir a alguien joven o alguien a punto de dar vida, en lugar de quienes ya vivieron muchos años. Pero el principio no hace a nadie menos o más merecedor que los demás, dicen algunos, y en su lógica, también tiene sentido. Es entendible que cada quien encuentre en sí mismo cualidades valorables e importantes por lo que vivir, o sobrevivir, porque todos tienen derecho a pelear por su vida, cuál es su naturaleza innata; el punto es que, cuando esto sucede a costa de los demás, no refleja del todo el lado humano del ser, sino todo lo contrario, su conducta más primitiva e inhumana. Si la persona que plantea que ‘merece vivir’ la joven embarazada, ¿eso significa que coincide con la idea del chico que propuso sacrificar a los más ancianos? ¿Qué pasa si ‘sí’? ¿Qué pasa si ‘no’? ¿Cuál es el principio ético que nos da derecho para decidir la muerte de cualquier ser humano?

Hay quien decide sacrificarse por los demás, sabiendo que al hacerlo les da oportunidad a otros de vivir; y hay quien se sacrifica y toma la decisión en paz consigo mismo, no porque claudique, sino porque descifra que: uno, quizá con eso ayude a los demás y, dos, toma así el control de su propio destino. Si esto está bien o está mal, tampoco hay respuesta definitiva, pues, en este caso, el individuo define sobre su propia persona. Pero hay quien piensa en el espectro contrario, empujando a otros para que se sacrifiquen, o a que sean señalados, sólo para ellos mismos sacar provecho de la situación, de la muerte del otro, de la estadística de probabilidades de ‘cuánto más puedo vivir yo, mientras sean otros los que mueren’.

¿Vale más la vida de la persona altruista a la de la joven que, incluso graduada, no ha encontrado empleo? ¿Vale la más la vida de un menor de edad que la de un anciano? ¿Vale más la vida de una enfermera a la de un soldado, un ama de casa, un policía o un ladrón? ¿Cómo se mide esa valoración, bajo qué estándares?

Un par de personas por ejemplo, mienten estar casadas, pensando que así ganarán la empatía de los demás y los dejarán vivir. Su actuar, engañando, puede no ser correcto, precisamente por la forma malsana de sus palabras y acciones. Y el poco juicio ético se hace más notorio cuando, al descubrirse la verdad, el hombre se excusa acusando que la idea fue de ella y pide que, en todo caso, sea ella, y no él, la siguiente en morir. Había otra pareja que sí se conocía, pero no porque estuvieran casados, sino porque tenían una relación sentimental a pesar de ambos estar casados con otras personas. Esto hace que la gente los señale y los critique, y eventualmente los deja morir. Escenarios con similitudes que no obstante provocan reacciones contrarias entre el grupo (antes de saber que era un engaño su relación, inicialmente procuraban a los casados y descalificaban a los otros).

¿Quién ‘merece’ vivir?, es una pregunta muy amplia sin respuestas correctas, porque todos merecen vivir, especialmente cuando, frente a la posibilidad de morir, valoran su propia vida. La pregunta es si realmente la situación los lleva a valorar su propia vida o la sociedad en la que viven. He aquí parte del problema, las personas son producto de su contexto social, los valores morales se adquieren en función de nuestra ubicación en la sociedad y de la naturaleza de ésta, por tanto, en un mundo dominado por el mercado y la competencia, parece evidente que las conductas de los individuos colocados en condiciones extremas de sobrevivencia difícilmente podrán escapar de los valores preadquiridos. ¿Cómo sopesa su situación quien se sacrificó para que la niña no muriera, o cómo lo hace quien propuso elegir no votar y que todo fuera al azar, o quien engaña para seguir vivo y que otros poco a poco vayan muriendo? Al parecer cada uno tiene razones justificantes para su conducta y que son válidas ante sí mismo. ¿Y la comunidad?, bien gracias.

¿Qué dice todo esto de la humanidad y de lo que se considera ‘bueno o malo’, ‘correcto o incorrecto’? Del cómo la división de opiniones divide también a las personas, que se vuelcan hacia líderes que muchas veces sólo usan la ocasión para sacar provecho y en cuanto ya no los necesitan, les dan la espalda a quienes los apoyaron. ¿Qué dice la historia sobre el trato hacia las minorías y qué trasmite de los prejuicios y la ética, la solidaridad y hasta el trabajo en equipo? ¿Qué valora el hombre como sociedad y cómo se percibe a sí mismo y a los demás? ¿Se mide a las personas por su profesión, su familia, sus riquezas, lo que sabe o lo que es?

El grupo decide matar a alguien porque tomó demasiado tiempo cuando comenzó a hablar de sí misma, porque en ello les quitó tiempo que no tienen, pero el grupo también decide matar a quien no dice nada. ¿Por qué? Qué hay del hombre, por ejemplo, que nunca vota y que, por ende, nunca tiene participación activa, y de alguna forma, ni responsabilidad, en la muerte de otros. ¿Es él la persona más ‘correcta’ al no aprovecharse de los engaños, mentiras y prejuicios, incluso si esto hace que voten contra él porque ‘ya no queda nadie más’? Parece absurdo esperar que un grupo heterogéneo asuma conductas grupales coherentes y en beneficio colectivo, aunque podría esperarse que individuos racionales tengan la capacidad de razonamiento y diálogo para llegar a acuerdos. El problema es cuando se trata de matar o morir. El viejo problema entre barbarie y humanización.

Al final, sólo queda vivo uno y es la persona que más abusa de los demás. Vive sí, y su estrategia de ‘supervivencia’ da resultados, sí, ¿pero, a costa de qué? Aparenta solidaridad, sólo para revelar que esa empatía era una careta y que en ese tablero de ajedrez dejó que las demás piezas se destruyeran y anularan entre sí, para luego engañar al eslabón más débil y salir él victorioso: engaña a la niña que había elegido sacrificarse y luego selecciona a la mujer embarazada para que ella muera de todas formas. Si esta persona o una persona así, es la que ‘triunfa’ frente a los demás, ¿qué dice todo esto de la humanidad?

Ficha técnica: Circle 

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