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Delicatessen

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

¿Qué significa llevar una sociedad al límite de la desesperación, donde lo importante, más que el bien, el mal, el orden y las reglas, es la propia supervivencia y la toma de decisiones basadas en el bienestar personal? Porque el mundo en el que se vive empuja a sus habitantes a tal punto de cinismo y egoísmo que cuidarse a sí mismos es lo único que pueden hacer; ni hablar, desde luego, de cuidar o proteger a otros, de expresar una mínima solidaridad, porque cuidarse a sí mismos es lo único que saben, es lo único que orienta su existencia, porque la decadencia en la que viven es tal que procurar de su propio bienestar viene siendo prácticamente su objetivo de vida. Sobrevivir como sea y a costa de lo que sea, como filosofía de vida.

“Nadie es realmente malo, son las circunstancias las que nos hacen así”, se repiten varios de los personajes de esta historia, llena de decisiones relacionadas como temas como la solidaridad, el respecto, lo ético, lo moral, lo correcto y lo incorrecto.

Delicatessen (Francia, 1991) es una película ambientada en un mundo futurista, surreal y distópico/post apocalíptico en el que la sociedad ha caído en una miseria extrema, abrumada por el hambre y sin alimento suficiente. En un edificio de departamentos, en Francia, vive un grupo de personas con sus propias reglas del juego, una serie de inquilinos que han aceptado sobrevivir a través de un sencillo sistema, atraer con oferta de empleo a hombres, para que luego el carnicero los mate y dividan su carne para comer entre ellos. Sólo que esta vez la hija del carnicero se ha enamorado del nuevo conserje y quiere evitar su muerte, mientras el resto de los vecinos se impacientan por un poco de carne humana.

Un mudo creado e imaginado por los realizadores que pone a prueba a sus personajes, que en el proceso se permite hablar y criticar a las sociedades que se derrumban por la desesperación. Lo importante aquí no es hacer notar lo incorrecto de matar a alguien para sobrevivir, utilizando sus restos como alimento, ni siquiera se trata de pensar en opciones y que las personas bien podrían sobrevivir organizando otro tipo de recursos para atender esta necesidad básica (si bien la historia menciona que los granos son preciados y utilizados como dinero es ese mundo imaginario), no, es más bien la representación de todo lo incorrecto que puede llegar a hacer un grupo de personas en un ambiente social con carencias materiales extremas, que actúan motivados por una necesidad básica, estableciendo relaciones que les hacen ver a sus semejantes como entes extraños, que pueden ser utilizados y consumidos como cualquier animal; situación por cierto no ajena en la historia humana.

Tal vez los personajes no siempre se dan cuenta de lo incorrecto de sus acciones, pero el espectador lo hace, viendo las circunstancias del entorno en que esta gente vive, luchando por su supervivencia. Las cosas no van a mejorar, dice el carnicero a uno de sus amigos durante la historia, lo que hace pensar que en su realidad, en su lógica, matar a otros para poder vivir puede ser incorrecto pero es absolutamente necesario; para ellos esta opción es la única alternativa viable.

Es casi como si los personajes estuvieran vacíos por dentro porque todo su mundo gira alrededor de este tema. ¿Qué es lo que los motiva? ¿Qué hay en su vida que sea realmente de valor (material o intangible)? Nada. Tienen casa, familia, ropa, agua potable y hasta joyas, pero no tienen una formación de valores. ¿Amistad, amor, apoyo, bondad, deseo de éxito? No, no realmente; y eso es lo que la hija del carnicero encuentra en su vida cuando conoce al nuevo conserje, quien se vuelve su motivación para luchar por algo y por alguien, para cambiar.

Sin carne para comer como el verdadero único problema para esta gente, su respuesta es simplificada de la peor manera, como si pensaran que el sacrificio de uno para el beneficio de muchos fuera la justificación necesaria, algo que se hace evidente cuando para pagar la deuda de uno de los inquilinos, el carnicero pide a cambio el cuerpo de la abuela de la familia de ese hombre, o como ellos lo traducirían, carne para comer que por lo menos dure un par de días.

Uno de los personajes de la historia refleja en cierto sentido lo absurdo y problemático de la situación: una mujer que se empeña en morir pues cree que oye voces que la llaman, pero cada intento por suicidarse se ve frustrado por situaciones ajenas a ella (cuando el conserje arregla la cama de una vecina provoca que la pared desconecte la lámpara que la mujer tenía programada para caer dentro de la bañera y electrocutarle, por mencionar un ejemplo); finalmente ella muere cuando por error su esposo enciende una luz y causa un corto circuito que hace explotar su departamento. La situación es cómica porque es irónica, tal como lo es el resto de la película, porque subraya la forma en que este grupo de personas son presas de sí mismas.

Pensando que la comida es lo relativo al dinero y que el dinero escasea en este mundo, la historia hace un paralelismo crítico presentando una sociedad que, literalmente, se mata entre sí con tal de sobrevivir; un eco exagerado pero que al mismo tiempo fácilmente puede ser transportado a escenarios del mundo actual, en donde la miseria extrema conduce a medidas desesperadas de supervivencia, en donde los valores morales son ignorados y donde el aislamiento del individuo y/o de grupos selectos es ya una constante. En la historia el carnicero acumula los granos con que sus inquilinos le pagan por carne, mientras los “trogloditas” (un grupo de personas que viven bajo tierra y que se alimenta sólo de granos, a quienes la hija del carnicero contrata para frustrar los planes de su padre de matar al nuevo conserje) sólo los quieren para comer, no para comprar, compartir, acumular o creerse con poder, sino para simplemente alimentarse, una decisión que parecería obvia y básica pero que, extrañamente, para los personajes no lo es.

Una comedia negra escrita por Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro, con un guión a cargo de ellos junto con Gilles Adrien. La película está protagonizada por Dominique Pinon, Marie-Laure Dougnac, Jean-Claude Dreyfus, Karin Viard, Ticky Holgado, Edith Ker, Rufus, Jacques Mathou, Howard Vernon y Chick Ortega.

Ficha técnica: Delicatessen

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