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Tiburón

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Peligro es el riesgo de que algo inminente salga mal o traiga consigo repercusiones y daños que hieran o perjudiquen. Significa obstáculos a superar para encontrar más que la falta de amenaza, certeza y certidumbre de seguridad.

En la película Tiburón (EUA, 1975), una comunidad costera que vive en una isla se ve amenazada por la presencia de un depredador que acecha en el mar, y mientras el oficial de policía decide cerrar las playas por precaución, el resto de las autoridades están convencidas que la medida es tanto una exageración como un inconveniente, toda vez que afecta al turismo y por consiguiente daña a la economía del lugar.

El tiburón significa peligro y por tanto pone en riesgo la vida de los habitantes o visitantes que decidan nadar en el mar, pero no todos logran dimensionar por completo el problema. Para el alcalde y otros inversionistas, por ejemplo, tratándose del verano y la próxima celebración del día de independencia de su país, unas playas abiertas significan turistas, fiesta, venta y ganancia; en pocas palabras, dinero e ingresos, que es lo primordial para ellos que miran en el atractivo de su isla, las actividades de verano, la piedra angular de su economía, un razonamiento típico del capital que siempre busca la forma de reinvertir sus excedentes, su ganancia acumulada. En su lógica inicial, banal incluso, la amenaza principal no es el tiburón en sí, sino lo que representa socialmente hablando y, en este sentido, eso es: una mala imagen para la comunidad y una pérdida de dinero si la gente se aleja de sus playas.

Esas ideas se vuelven un obstáculo para que el jefe de policía, Martin Brody, pueda cumplir con su trabajo y con la misión primordial de su empleo: mantener a salvo a la comunidad salvaguardando su seguridad ante cualquier amenaza. Brody casi tiene las manos atadas, metafóricamente hablando, esencialmente porque sus propios jefes no quieren que haga nada, en un acto de negligencia, desidia y hasta desinterés, o un interés puramente egoísta. Ellos, como muchos otros también, subestiman el grado de peligro que el tiburón significa. Y la gente se convence de ello no sólo porque muchas personas lo dicen, sino porque las personas en lo más alto de la pirámide social, la autoridad socialmente aceptada, así se los dice. Querer creerles no es negar completamente el miedo, o la amenaza, sino elegir darle la espalda.

Eventualmente más ataques empujan a la ciudadanía a entender que un tiburón agresivo cerca de la playa es mucho más que un susto, sino que su presencia significa muerte. Cuando la evidencia no puede ser negada, como se intenta tras las primeras personas fallecidas, no hay muchas otras opciones que tomar acción al respecto, y cuyo efecto vendrá a ser la reivindicación de aquellos pocos que, aunque ahora cargan con la culpa de no insistir en el pasado, siempre creyeron en el peligro real que la situación representaba.

Se ofrece entonces una recompensa para cualquiera que atrape al tiburón y, así, en lugar de resolverse el problema, se convierte en un espectáculo. La caza se vuelve una competencia, que de paso atrae a más personas a la isla que buscan hacerse del dinero que ofrecen las autoridades, y atraídas también por el sensacionalismo de la noticia. Es, de nueva cuenta, la lógica del capital: el dinero todo lo compra, todo lo resuelve y la competencia despiadada es la forma de convivencia humana. La planeación, no obstante, es completamente fallida, por una falta de preparación y organización con visión amplia del panorama. La gente no sabe a lo que se enfrenta, no busca ayudar a la comunidad, o detenerse a pensar en la mejor solución para el ecosistema tanto como para la ciudadanía, sino ganar dinero a partir del infortunio de otros.

Al mismo tiempo, las propias personas al frente del gobierno, es decir, las autoridades responsables de la seguridad pública, tampoco están seguras de lo que piden y cómo lo piden; y como no conocen el tema del que hablan (de qué tiburón se trata o cuál es su forma de cazar y matar, entre otros detalles), no dan instrucciones precisas sobre la manera de proceder, de tal forma que el asunto se sale de su control. Los pescadores por tanto, y otros caza recompensas, salen en busca de su propia aventura, como si todo se tratara simplemente de un juego, que es de alguna manera lo que es para ellos, la emoción, el morbo sobre el acontecimiento, la oportunidad de ganar dinero.

Entonces todo se convierte en un circo que sólo algunos intentan entender de fondo, ya sea investigando qué significa en sí la presencia del tiburón (conocer el ecosistema, la cadena alimenticia y la vida marina en general), como la razón por la que es importante encontrarlo. Minimizar la amenaza es sólo el primer error, creerse más capaces y con derecho a dar muerte es otro, uno de los que más pesa en este escenario, porque no se trata sólo de matar o de disparar en la impulsividad, lo importante es entender qué busca al animal, cómo se mueve o hacia dónde se dirige, por ejemplo.

Un biólogo marino del departamento de oceanografía, que el oficial Brody manda a llamar para ayudarle, explica que este tiburón blanco está haciendo su propio reconocimiento territorial. Esto significa no sólo que matará por comida cuando pueda y todo lo que pueda, sino que no se irá a ningún lado mientras tenga su espacio para nadar, cazar, matar, comer y vivir. Es casi como un espejo de la batalla geopolítica que emprenden estados y compañías privadas en busca de nuevos mercados y territorios para colonizar.

Un detalle importante que a todos les cuesta comprender es su posición, o la posición del hombre, ante el animal, o ante la naturaleza. Porque el ser destruye y reacciona así, aniquilando y devastando lo que no comprende, o lo que califica como un inconveniente o un obstáculo. Las sociedades devastan (porque es la esencia del hombre, porque pueden o porque lo eligen), pero olvidan que la naturaleza misma también encuentra su propia forma de hacer lo mismo, pelear por su supervivencia. Ésta no tiene una intención, no lo ‘piensa’ o lo ‘planea’, como las personas a su modo intentan hacerlo, reaccionando en su lógica, sino que la naturaleza ‘responde’ en reacción a los cambios en su propio ecosistema. La naturaleza sólo hace lo que hace, existe y sobrevive. Se trata de la reproducción infinita del mundo material. Y el hombre, finalmente, desde su perspectiva, hace lo mismo. ¿Qué se hace ante una amenaza, sino eliminarla?

Resulta interesante pues analizar qué tanto el tiburón actúa de una forma territorial, biológicamente, cuando las personas hacen exactamente lo mismo (¿biológicamente?). Si el mar no ‘pertenece’ a nadie, ¿está mal que el tiburón reclame su espacio? ¿Habría algún problema si no se tratara del exacto mismo espacio que el humano también reclama como suyo? Una lucha entre especies por sobrevivir. Y desde luego como especie, el hombre se ha dedicado a poner derecho de exclusividad sobre territorios y mares desde que inventó la propiedad privada. Pero, las otras especies que habitan la tierra, ¿tienen derecho a existir en libertad?, ¿las necesitamos también cohabitando la tierra para asegurar la reproducción del mismo planeta?

¿Qué entiende una persona como peligro, cómo lo mide y cómo reacciona? Eso es finalmente lo más importante que cuestiona la película, porque por lo menos en la historia, para unos y otros las respuestas son variantes y cambiantes. ¿Por qué, por ejemplo, en su época y tras su lanzamiento, tanta gente tenía miedo de entrar al mar después de ver la película? ¿Analizaron el grado de peligro real o sólo reaccionaron, emocionalmente, ante un elemento externo que puso una presión (dramatizada) sobre un tópico conocido por el común colectivo?

Con suspenso y drama bien maquilados que se construyen gracias a las herramientas de la cinematografía, la historia aborda el miedo a lo desconocido y lo aterriza en un algo conocido (una playa, unas vacaciones o una vacaciones en la playa nadando en el mar). Fantasía en este caso superando la realidad, la película, protagonizada por Roy Scheider, Robert Shaw y Richard Dreyfuss, está dirigida por Steve Spielberg y fue escrita por Peter Benchley y Carl Gottlieb, que a su vez se basan en la novela homónima de Peter Benchley. Una sugerente narración para apreciar las diferentes conductas que se generan cuando valoramos, de forma también distinta, los fenómenos naturales y sociales, así como el impacto en nuestras decisiones al tener presente nuestros intereses personales.

Ficha técnica: Tiburón - Jaws

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