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Amigas inseparables

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

“Ser feliz no significa que todo en tu vida sea perfecto. Tal vez es cuestión de unir todas las pequeñas cosas. Y eso tiene que contar más que las cosas malas. Lo más que podemos pedir es hacer lo mejor posible”, dice Bailey, uno de los personajes secundarios de la película Amigas inseparables (EUA, 2005), una cinta que habla sobre amistad, cambio, relaciones interpersonales, crecimiento y los pequeños momentos que impactan en la vida de las personas y cómo es importante notar los tropiezos, aprender de ellos y luego elegir guardar para la posteridad los instantes más significativos que hacen una vida memorable para aquel que la vive.

Dirigida por Ken Kwapis y coescrita por Delia Ephron y Elizabeth Chandler, quienes se basan en la novela literaria homónima de Ann Brashares; la película está protagonizada por Alexis Bledel, Amber Tamblyn, America Ferrera, Blake Lively, Bradley Whitford, Jenna Boyd, Mike Vogel y Michael Rady, entre otros.

La reflexión de Bailey es atinada y relevante porque recuerda que la vida se constituye por momentos y que esos momentos o colección de sucesos son variados, cambiantes, múltiples e importantes para cada quien, en donde donde el balance entre los triunfos y las caídas es significativo por lo trascendente que puede ser en la conformación del carácter de la persona, pero aún lo es más aprender a valorar todas esas experiencias por lo que son: parte de un proceso de aprendizaje orientado a definir el sentido de la vida.

La historia trata en efecto de una colección de vivencias de cuatro amigas, Bridget, Carmen, Lena y Tibby, todas de 16 años, durante un verano que pasan separadas, cada una en su propia experiencia particular, pero unidas por unos pantalones de mezclilla que, como ‘milagrosamente’ a todas les quedan perfectos, deciden compartirlos como símbolo de su amistad.

Bridget, de espíritu libre y aventurero, pasará el verano en un campamento de fútbol, su pasión, en donde se obsesionará por seducir a un joven entrenador y tener su primera relación sexual con él. Sin embargo, la muerte de su madre, quien se suicidó pocos años atrás, aún pesa sobre ella y siente que vivir la vida al máximo es lo que hace que valga la pena su existencia; como resultado de esta actitud la chica no siempre piensa en las consecuencias de sus actos.

Lena, al contrario, es tímida y recatada, pero durante su viaje a Grecia, que realiza para conocer a su familia extensiva y particularmente visitar a sus abuelos, conocerá a un joven que le hará darse cuenta que a veces dejar las cosas pasar priva a las personas de encontrar su propia oportunidad de evolución y de la voluntad para crecer como individuo. Las decisiones que se toman (aunque no decidir es también una forma de decisión) sin duda también marcan el camino que se sigue, es la lección que aprende en el viaje.

Tibby se ha quedado en casa filmando un documental y al mismo tiempo trabajando en un supermercado, donde conoce a Bailey, una joven de doce años con todo el deseo de absorber cada momento que le queda, dado que tiene leucemia y morirá pronto. El problema aquí es el aislamiento que practica ella frente a la ansiedad por vivir de su nueva ¿amiga?

Finalmente está Carmen, la narradora, una joven de ascendencia latina que irá de visita a pasar el verano con su padre, sólo para descubrir que él está a punto de casarse nuevamente y que convive más con los hijos de su futura esposa, físicamente el opuesto a ella, que con ella misma, su hija, lo que la hace sentirse desplazada y, sobre todo, rechazada.

“Nos apoyábamos mutuamente. Entendíamos cosas que nadie más en el mundo podría entender. Estábamos ahí para las cosas que no podíamos enfrentar solas, o para las cosa que definitivamente no queríamos enfrentar”, relata Carmen, y es que esa amistad entre ellas es la base que les ayuda a crecer, es fraternidad tanto como solidaridad, como fuerza para adquirir confianza y el valor para nunca claudicar. Ahora sólo necesitan encontrar su independencia, no porque su amistad sea algo malo, al contrario, es la fuerza que se dan mutuamente lo que les permite dar un paso atrás y reflexionar, sabiendo que la otra estará ahí para lo que necesiten, pero también necesitan saber y aprender cómo enfrentar el mundo solas. El valor para hacerlo recae en que saben que tienen a alguien en quien confiar, pero la decisión es, para fines prácticos, personal. Porque así es siempre en la vida, el destino se define por las decisiones propias.

Para Bridget es darse cuenta que cuando elije ser atrevida y osada, a veces lo hace sólo como un mecanismo de defensa, en un intento por rellenar los espacios en blanco de su vida, producto del suicidio de su madre, que sigue siendo un capítulo de su pasado que aún no puede enfrentar y, por tanto, teme repetir. Para perdonarse a ella misma necesita perdonar a su madre, y viceversa, pero no lo hará sino hasta que sepa quién quiere ser. Una idea similar rodea a Lena, a quien la confusión entre lo que se espera de ella, las expectativas que tiene del mundo y la realidad que quiere para sí, pueden llegar a ser conceptos y escenarios diferentes. Lo que requiere es aceptarse a ella misma como es, y dejar de luchar contra unas limitantes que, al final se da cuenta, fueron autoimpuestas. “Algunas personas presumen de su belleza porque quieren que el mundo las vea. Otras tratan de esconder su belleza porque quieren que el mundo vea algo más”, le dicen a Lena en un punto de la historia.

La lección para Tibby es un tanto diferente. Reniega de todo, pero no porque esté confundida en sus aspiraciones, sino porque el contexto que le rodea no es algo con lo que se sintiera a gusto, y, por tanto, tampoco estaba a gusto con ella misma. Su problema era saber lo que quiere ser y a dónde quiere llegar, pero no entender su papel en la dinámica social y, por tanto, sentir que todo está en su contra, con unos padres más preocupados por sus hermanas menores y el sentimiento de que sus propias amigas la habían abandonado ese verano, no le permite vislumbrar las lecciones que puede aprender. Bailey le da una nueva perspectiva a Tibby, o más bien, la perspectiva de Bailey, quien está a punto de morir, le ayuda Tibby a entender que en muchas ocasiones aquello que se mira como un obstáculo, una falla, un error o un inconveniente, puede ser muy positivo para la persona, según decida percibirlo, asumirlo y aprender de él.

Carmen a su vez atraviesa por una crisis personal que la hace sentirse en soledad, no porque en estricto sentido esté sola, pues su madre la apoya y sus amigas se mantienen en contacto y la alientan, sino porque el trato de su padre le hace sentir que él se avergüenza de ella, y ella lo resiente. Entonces se molesta con las personas porque no les dice lo que piensa, sino al revés, espera que el mundo la acepte, porque es lo correcto que se debe hacer. Claro que el “debería ser” es un buen camino para incomunicar. Carmen no es nada parecida a la nueva familia de su padre y no puede evitar compararse y sentir que, si la dinámica entre ellos funciona, pero la relación entre ella y su padre no, debe ser por la negativa de él para quererla en su vida. Tibby y la madre misma de Carmen le dicen que debe decirle a él lo que siente, porque sólo entonces logrará eliminar ese resentimiento. En corto, decir al otro lo que se piensa, no como forma de confrontación, sino en busca de un diálogo, como medio preferible de relación, en lugar de mantener la dinámica a la inercia, atropellada, conflictiva.

El tema de la claridad en la comunicación es un común en la historia; para Bridget es importante dialogar consigo misma y con su pasado; Lena hace lo propio cuando le dice a sus abuelos que seguirá saliendo con el joven que le gusta, incluso si su familia y la de él tienen problemas desde tiempos pasados, porque el momento responde a lo que ella quiere, no a lo que los otros quieren. Y con Tibby el tema también está presente, la comunicación necesaria para entender al prójimo, algo que ella nunca solía practicar, hasta que vio la forma como Bailey lo hace y trae con ello desarrollo, tanto personal como social.

Lo que las impulsa en esta búsqueda del cambio y la adaptación es el apoyo que ya saben que tienen en su amistad, pero son las experiencias que viven, como momentos buenos, malos, decisivos y significativos, lo que las separa (en el mejor de los sentidos), les da identidad, experiencia y madurez, para con ello crecer como individuos con sus propias personalidades, dudas, deseos y anhelos). Entonces lo relevante para cada una no es cometer errores, pues en todo caso eso es bueno, ya que de ellos se desprende la lección que en consecuencia va formando su propia historia de vida, sino al hacerlos, también detenerse a pensar qué significado tienen, qué trajeron consigo.

“Sería sencillo decir que los pantalones cambiaron todo ese verano. Pero en retrospectiva creo que nuestra vida cambió porque tenía que ser así. Y la verdadera magia de los pantalones fue ser testigos de ello y, de alguna manera, mantenernos juntas cuando sentíamos que nada volvería a ser lo mismo. Algunos aspectos nunca lo serían. Pero ahora sabíamos que no importaba cuán lejos nos llevaran nuestros distintos senderos, de alguna manera encontraríamos siempre el camino hacia las demás y con eso podemos enfrentar cualquier cosa”, dicen ellas al final de la película. Los pantalones son sólo un emblema, que representa esa fuerza fundada en la confianza que se dan mutuamente. “Los pantalones son amor. Ama a tus hermanas y ámate a ti misma”, dicen, así que la ‘magia’ que se convencen que tienen, no es sino la forma como entienden su momento de cambio; felicidad, lealtad, amor, confianza, decisión y acción, que es, en suma, la vida misma

Ficha técnica: Amigas Inseparables - The Sisterhood of the Traveling Pants

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