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¿Por qué luchamos?

Alfonso Villalva P.

¿Por qué luchamos?

 Alfonso Villalva P.

 

¿Por qué luchamos aquí? Pareciera ser que esa pregunta está resuelta en el alma de cualquier persona con la que te cruces por las calles de Tampico, de Madero. Pareciera que los vientos que provienen del Golfo de México transportan información cifrada de una nueva oportunidad, un futuro diferente.

Hay algo en el ambiente que contrasta con esa sensación de abandono, de vacío de los que se fueron, huyendo, para jamás volver; contrasta con el desolador paisaje urbano que se repite calle tras calle.

Hormigón armado, bueno, creo que ni siquiera llega allí. Cemento, más bien, una mezcla barata con varilla de un cuarto de pulgada. Descarapelada en su recubrimiento o acabado de pintura vinílica. Ennegrecida por el salitre. Con un aire de vejestorio víctima del desdén, de la falta de interés, de un para qué diablos embellecerse si a nadie le importa un carajo.

Carcomida por la soledad, la depresión económica, el fantasma de la violencia urbana que se puede imaginar en cada esquina, de la abrasiva presencia de un sindicato que por décadas se tornó en el lenón de una ciudad. Castigada con la parálisis comercial de local tras local cerrado, fuera de negocios, de circulación, pudriéndose en el salitre de la improductividad.

El abandono en la ciudad de Tampico, de Madero es ostensible y nostálgico. Se percibe la ausencia de aquellos que migraron y abdicaron su deber ciudadano a quienes la tomaron por asalto y renunciaron a ser motor de su economía, su progreso, su desarrollo social.

Una jaiba no camina para atrás. Se mueve de lado a lado esperando, acechando, cazando la oportunidad que tiene bien clara en el equivalente al hipotálamo del mundo de las jaibas. Está por hacerse de ella, su oportunidad por desdoblar la respuesta que se adivina ya en su espíritu de por qué y para qué lucha. Para qué diablos sigue en pie.

¿Por qué luchamos? Me parece frívolo e imbécil hacer la pregunta para encubrir prebendas, corrupción y vasallaje. Me parece evidente que todos sabemos la respuesta si miramos a los ojos a la gente de Tamaulipas y comprendemos su espíritu jaibo, el de siempre, el incólume, el que acaso jamás ha muerto recibiendo los embates del encono en su contra.

Una respuesta que con aromas de gastronomía ancestral, con sabor salado de las playas de Miramar, con su orgullo obcecado representado por su puente a Veracruz, sus lagunas y su puerto de Altamira, parece manifestarse con notas de poesía replicando las palabras del Maestro Serrat: “Sería fantástico…que la fuerza no fuera la razón/…./ Que se instalara en mi barrio el paraíso terrenal/.../ Sería fantástico que todos fuéramos hijos de Dios/…/Y que heredasen los desheredados…”

Y ya entonces, si nuevamente nos lo preguntáramos, controlando al píloro gástrico para no flaquear, como ellos jamás lo hicieron, y cerrando los puños en solidaridad batiente con la acción sagaz y brava de las tenazas de la jaiba: ¿Por qué carajos luchamos? Con mucha probabilidad sabremos que, simplemente, de luchar, luchamos por que un día, si alguien ha de perder, no sean siempre los mismos. Una jaiba jamás se rinde ni se deprime. Su bravura garantiza que regresará, siempre regresará, acaso con mayores glorias y prosperidad para todos los que se han hermanado con el sur de Tamaulipas tocados por las apacibles olas de la mar.

Twitter: @avillalva_

Facebook: Alfonso Villalva P.

 

 

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