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La última noche de la humanidad

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Hay todo tipo de películas porque hay todo tipo de historias, porque hay personajes y temáticas variadas, así como diferentes formas de realizar un proyecto. En ellas no sólo es importante trazar con claridad qué se quiere abordar con la narración, es decir, cuál es propósito de la historia que viven los personajes (¿por qué la viven?), sino también resulta básico saber qué se pretende con el proyecto o, lo que es lo mismo, ¿cuál es su objetivo o propósito y qué se quiere lograr o alcanzar con él?

Existen películas que están realizadas bajo la única misión de entretener; si lo logran, cumplirán con su objetivo, aunque su estructura (guión, interpretación, realización y hasta mercadotecnia) pueda o no ser igual de eficaz. Muchas películas quieren informar, entre ellas, por ejemplo, están los documentales que exponen y exploran una realidad social de una comunidad específica; pero también hay películas para reflexionar, para inquietar, para aterrar los sentidos, para animar a las personas, para comunicar o para educar, entre muchas otras opciones más.

A una historia cinematográfica se le puede analizar por su contenido y/o se le puede calificar por su desempeño y su técnica, pero también se le puede asumir por si cumple o no con su objetivo; por lo tanto es ‘buena’, en la amplitud de la palabra, si sabe qué es ese algo que busca, lucha por alcanzarlo y lo logra.

El contenido no está peleado con el entretenimiento. Una historia dentro del género de la acción, cuya pieza importante en su desarrollo narrativo es, en efecto, las secuencias de acción, peleas, explosiones, persecuciones y efectos especiales, se enriquece y funciona mejor si su contenido es también substancial, si traza su trama y a sus personajes alrededor de una narrativa progresiva, eficiente, bien estructurada, coherente y propositiva (tanto en forma técnica como de contenido).

Lo mejor es que haya un balance, sobre todo en géneros como la acción o el terror, donde a veces por inercia parece más importante cumplir con las secuencias de persecuciones o los sustos, según sea el caso, que con la historia en sí, cuya consecuencia al hacerlo es un relato que padece fallas en su desarrollo.

La noción equivocada de que en este tipo de películas, siguiendo en el ejemplo de acción o terror, basta con cubrir los cánones de su estilo, los sustos o las secuencias de peleas, sólo las debilita y perjudica a la cinematografía. Una cosa no tiene porqué aminorar la otra; la película, toda película, debe cuidar su guión, su historia, su desarrollo y su narrativa, pero también debe cuidar los estándares de su género, tanto en la realización (dirección, musicalización o cinematografía), hasta el motivo por el que existe.

Si un documental quiere informar sobre un tema específico, debe ofrecer esa información de forma objetiva, con datos suficientes y sustentados, con una historia coherente y una progresión relevante y crítica de, y dentro de, lo que cuenta, ya sea en su narración o la manera como la desarrolla. Lo mismo debe suceder para una película de género romántico, para una película dramática, una biográfica, una de deportes, de terror, de suspenso, ciencia ficción, acción y demás.

La última noche de la humanidad (EUA-Rusia, 2011), dirigida por Chris Gorak, escrita por Jon Spaihts y protagonizada por Emile Hirsch, Olivia Thirlby, Max Minghella, Rachael Taylor y Joel Kinnaman, es un proyecto de entretenimiento que, como tal, cumple, porque sus efectos especiales y secuencias de acción, sus elementos de ciencia ficción y hasta el trazo básico de su premisa resultan envolventes, incluso precisos, pero no siempre satisfactorios, debido a una falta de substancia en la historia, lo cual la hace vacía de contenido.

De lo que trata la película es de cuatro jóvenes que, visitando Rusia, se ven en medio de una invasión extraterrestre. Estos seres que están matando a todos los humanos se mueven a través de ondas electromagnéticas y parecen estar buscando recursos naturales de la tierra, elementos como níquel y cobre, que son conductores de luz. Los jóvenes no sólo intentan sobrevivir, sino también encontrar a otros que, como ellos, aún peleen por el futuro de la humanidad.

De lo que carece especialmente el relato es en su contenido, porque no tiene un tema fijo que explorar ni una temática bajo la cual trabajar. Los personajes son planos porque son unidimensionales, cumplen su función pero no tienen matices. Está claro que el chico ingenioso tiene esta particularidad porque la historia lo demuestra así desde su planteamiento, y lo mismo sucede con la joven audaz o el personaje abusador, pero los participantes no son más que eso, un cliché que se define por una actitud, además encasillada, y nada más. Ello no les da suficiente personalidad como para poder profundizar en sus historias más allá del mínimo necesario para darles forma relativamente ‘humana’, empática, lo que desemboca en personajes con poca consistencia de mente y carácter. Natalie quiere contactar a su madre porque salió de viaje de forma espontánea y sin avisarle, mientras que Sean vive decepcionando a su mejor amigo y compañero de negocios, Ben, con quien viajó para a presentar un software que planeaban comercializar con la ayuda de una compañía rusa.

¿Qué le dice al espectador la película de sus personajes con esto datos? ¿Llega la audiencia realmente a ‘conocerlos’? La película no permite ahondar en un contenido relevante, en una temática constructiva, ni siquiera la que resulta obvia, la supervivencia y la táctica que se necesita para sobrellevar una situación de peligro, los valores humanos o la justificación por la que la humanidad merece vivir, pelear o ganar, porque los personajes mismos, y la razón por la que viven, por la que ‘pelean’, es vaga, incluso para ellos mismos. Ningún participante tiene tiempo de preguntarse por qué hacen lo que hacen, porque la película no les da las herramientas, los escenarios o el contexto (amenazas, deseos, anhelos o promesas que cumplir) para que lo hagan.

La construcción del desarrollo, en sus partes, funciona porque cubre los estándares de su género en forma general, aunque tal vez demasiado convencional, con tres actos que cumplen su función (planteamiento, nudo y desenlace), además de una trama que les avienta trabas de manera constante (a veces sin sentido) a sus protagonistas, lo que permite mantener un ritmo ágil y en movimiento, aunque poco imaginativo (demasiado cliché dentro del género), para el tipo de película que es según su premisa: invasión extraterrestre y sobrevivientes que luchan por entender la situación y velan por su supervivencia. Es decir, acción, peleas y persecuciones, justificados o no, cada cierto número de minutos, que mueven a los protagonistas de un punto a otro hasta llegar a su objetivo final, el submarino del gobierno en el que se han reunido otros sobrevivientes, que además se coordinan con personas alrededor del mundo, quienes también se han unido en la lucha contra la amenaza alienígena.

La misión de los jóvenes, bien expresada desde el planteamiento de la historia, y tal vez, de nuevo, por obviedad, es sobrevivir; el problema es, ¿y qué más? Lo importante, tomando en cuenta que la película no plantea más, es el cómo; un trazo en falla en muchos sentidos porque más bien deja a sus personajes moverse por la inercia, en lugar de permitirles plantear una estrategia a seguir, un plan, ángulo que, cabe decir, es el sustento que le falta a la historia para hacerla relevante; y no hacerlo provoca que los personajes terminen siendo demasiado sin gracia o interés.

El objetivo, llegar al submarino, parecería ser la puerta perfecta para presentar el punto culminante de la historia y desatar el tercer acto, cuyo desenlace debería presentar las posibilidades hacia el futuro. En su lugar, el desenlace de la película, uno que construye su clímax a partir de una situación forzada y que parece estar de sobra, sin un motivo narrativo que lo justifique, pero que resulta la excusa perfecta para que se inserten más secuencias de acción, se desplieguen nuevos efectos especiales, se evidencie el enfoque romántico entre los protagonistas y suceda la pelea final entre humanos y alienígenas (elemento obligado en este tipo de películas), resulta una secuencia de acción que carece de suficiente tensión dramática; sí, los personajes corren peligro, pero el público nunca se ha podido relacionar completamente con ellos como para que la posibilidad de perderlos, de que mueran, se siente como el derrumbe devastador de historia que pretende ser, y que, al ganar, se sienta como el triunfo satisfactorio que el espectador debería estar esperando).

Después de varios altibajos y pérdidas, los protagonistas están a punto de llegar a su objetivo, sólo que, a un paso de alcanzar la ubicación del submarino, una explosión separa a Natalie del resto de los sobrevivientes, obligando a los demás a ir a buscarla antes de que el capitán zarpe en la hora planeada. Es aquí cuando se nota la falta de contenido en la historia, el no tener nada de qué hablar, por muy coherente y suficiente que sea la explicación del universo ficticio en que se mueven los personajes. Lo que falta es contexto y esto no se refiere específicamente a responder todas las preguntas de forma aleatoria (¿qué quieren estos seres y qué pasará con los protagonistas?), sino adentrarse a ese mundo de una forma que parezca real, creíble.

Pero si los personajes no son desarrollados más que en lo mínimo y ni siquiera se les da espacio para crecer o recorrer su arco, es decir, cómo cambian en la narrativa, entonces tampoco hay una progresión significativa del mundo en el que se vive; los personajes van y vienen, pero su presencia, o su ausencia, nunca se siente que afecte realmente a la historia.

Dicho de otra forma, la historia progresa en su género en el sentido de que lo cubre con un ritmo activo en pantalla (persecuciones de huida, alienígenas amenazando la vida de los protagonistas y peleas por la supervivencia), pero los personajes y el mundo en que sucede la historia no avanzan, porque no tienen ni el espacio ni los instrumentos para ello (guión). Los personajes no planean una pelea pero tampoco una fuga, sino que siguen el camino que se les pone enfrente y hacen lo que el resto de los sobrevivientes les dicen que deben hacer, mientras la invasión extraterrestre, si bien explicada a través de conversaciones que van vislumbrando la realidad que se vive, tampoco propone respuestas al relato.

No es tener que responder de manera directa a interrogantes del tipo ¿qué quieren los alienígenas? o ¿cómo matarlos? (cuestiones que la historia sí aborda, por cierto). Más bien es ofrecer la información suficiente para que el espectador ‘entienda’ a estas criaturas y la amenaza que representan, para que los ‘villanos’ de la historia sean más que ‘entes de luz que matan’. Se trata de saber quiénes son y cuál es su relación con los héroes, en esa dinámica básica de la narrativa: protagonista vs antagonista. Pero si a los extraterrestres sólo se les puede definir como ‘criaturas de otro planeta que llegaron a invadir’, la definición resulta demasiado acartonada, diluye el conflicto héroe-villano y provoca que los protagonistas corran de un lugar a otro sin sentido.

Así que por mucho que la historia cumpla con su objetivo de entretener, no alcanza a cubrir reglas básicas de la cinematografía, de la narrativa, del cómo contar historias; esto es: qué quiere decir la película, de qué quiere hablar y qué le deja al espectador que la ve. Entonces, un espectáculo visual que está vacío, pero que cumple con entretener, ¿cómo debería ser calificado?

Ficha técnica:  La última noche de la humanidad - The darkest hour

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