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Enseñar y aprender del cine

Diana Miriam Alcántara Meléndez

Acercarse al cine es abrirse a una experiencia rica en contenido; se trata de un arte, un medio de comunicación y un medio de expresión. Historias contadas a través de imágenes y sonidos estructuradas y construidas para ‘decir algo’; una idea que se alimenta del trabajo de quienes aportan algo para su realización, pero también de la interpretación que hacen las personas que a ella se aproximan.

El cine es una ventana hacia otras formas de pensamiento, de vida, de puntos de vista y de realidades. Aprender del cine es aprender de otros, relacionarse con los demás mediante las ideas que se exponen en la proyección cinematográfica. Y no sólo en el sentido de, por ejemplo, una serie documental que ahonde en la realidad de vida de un cierto grupo social o comunidad, que exponga el pensamiento y vivencias de esas personas, pues las historias de ficción también tienen mucho que revelar, porque también reflejan y reproducen realidades desde perspectivas específicas, ofreciendo una interpretación propia, por parte de los realizadores, de lo que ven o viven, lo que investigan, lo que vivieron otros o lo que se observa dentro del contexto en el que existen.

Las películas son una forma de adentrarse a la realidad y la cultura de una sociedad, no importa si se trata de una cinta como, por ejemplo, “Roma”, de Alfonso Cuarón, o “Crash”, de Paul Haggis, o “Los 400 golpes”, de Francois Truffaut, o si hablamos de una historia de la ciencia ficción que, a través del género narrativo que utiliza como base del relato, analiza críticamente la relación del hombre con la tecnología, como lo hace “Black Mirror”.

“E.T. el extraterrestre” es más que una cinta sobre un niño que se hace amigo de un ser de otro planeta, por mencionar otro ejemplo, es también un relato que refleja la forma como un chico lidia con el divorcio y abandono de sus padres. Los extraterrestres en “Sector 9”, por su parte, fungen atinadamente como una analogía para analizar los problemas de violencia y discriminación hacia inmigrantes y extranjeros, realidad que se vive en la actualidad en distintas naciones. ¿Y no es que de “Avengers: La era de Ultrón” se puede aprender de los peligros del abuso de la dependencia tecnológica y las consecuencias negativas en que puede desembocar el desarrollo de la inteligencia artificial?

Se puede también aprender sobre cómo tomar medidas de seguridad más precautorias en casa cuando se mira cómo tan fácilmente el ‘asesino’ en una película de terror embauca a su víctima, o bien cuando entra con tanta facilidad a una casa. Igual se puede aprender a no caer por inercia en engaños, mentiras, seducción o falsedades después de ver varias películas de romance, amor y desamor.

“Hay un proceso de aprendizaje por el que pasan los cinéfilos. Comienzan en la niñez sin sofisticación ni mucho gusto, y por ejemplo, preferir Gamera más que Air Force One, porque las tortugas voladoras son obviamente más entretenidas que los presidentes de los Estados Unidos. Luego envejecen y desarrollan su ‘afición’ y prefieren Air Force One, que está mejor hecha y tiene grandes estrellas y una trama más plausible. (¿No es más creíble, después de todo, que un presidente pueda eliminar por sí solo un avión lleno de terroristas a que una tortuga gigante pueda escupir llamas de fuego?) Entonces, si continúan envejeciendo y siendo más sabios, completan el círculo y regresan de nuevo a Gamera, dándose cuenta de que, si bien ambas películas son absurdas, la película de la tortuga tiene el encanto de ser disparatada y que, en una era de impecables efectos especiales, es de alguna manera más divertido ver las defectuosas”, escribió en 1997 el crítico de cine Roger Ebert, en una reseña publicada en su sitio web sobre la película japonesa “Gamera: Guardian Of The Universe”, que trata de una tortuga gigante que aparece para cazar a un ave, también gigante, que podría estar a punto de destruirlo todo. Ebert además hace referencia en su crítica a “Air Force One”, película estadounidense estelarizada por Harrison Ford que trata sobre un presidente de la nación enfrentando a unos terroristas que han tomado el control de su avión y secuestrado a su familia.

Lo que el crítico escribe tiene impreso implícitamente muchas realidades reflexivas interesantes. En parte, con relación al tema sobre el proceso de aprendizaje del espectador. La gente tiene mucho que aprender del cine, pero así como tiene a su disposición películas de autor o cine independiente, generalmente catalogadas como de contenido más ‘serio’ o ‘crítico’, también muchos de sus encuentros son con historias de cine comercial, ‘mainstream’ (en tendencia o de cultura popular, o de masas), aquellas preocupadas antes que nada por el entretenimiento y el espectáculo. Y lo fantástico es que las personas pueden aprender de ambas, así sea incluso reconociendo qué es lo que hace a una película ‘mala’, o insatisfactoria; además, es vital reconocer que la variedad es más que la diversidad de perspectivas e interpretaciones, representaciones o creaciones a partir de un mundo, es también una oportunidad de ‘vivir’ diferentes experiencias para quien las ve, cambiantes, además, según el momento en su vida y en el mundo, porque no se ven con los mismos ojos una película la primera vez que cuando se ve la segunda ocasión, o la tercera.

No es tampoco que el cine reflexivo y crítico esté peleado con el cine popular. Acercarse al cine no es simplemente verlo, es también analizarlo y debatirlo. Este proceso permite alimentar el pensamiento crítico; entender el porqué de las cosas. Pensar en el propósito del uso de un color, ritmo, sonido y contenido de una escena es más que analizar la intención del realizador, la función de cada elemento o el mensaje que se transmite a través de estas herramientas audiovisuales; es también desarrollar el pensamiento, alimentar el conocimiento, promover la capacidad crítica del sujeto, preguntar sobre la razón de tal o cual acción o diálogo, es querer saber sobre el sentido e intención del mensaje.

Enseñar cine a estudiantes, adolescentes o a niños por ejemplo, es promover el aprendizaje de valores. Una película como “Zootopía”, por mencionar una, puede utilizarse para abordar temas como la solidaridad, el trabajo en equipo, la iniciativa, la deducción, la organización social y la importancia de luchar por lo correcto, por lo moralmente aceptable. Una película como “A todos los chicos de los que me enamoré”, es más que una cinta de romance adolescente, es también una historia sobre el valor del autoanálisis para el crecimiento emocional, la comunicación, la verdad y hasta el valor de enfrentar obstáculos o aceptar los errores.

“Desde sus inicios, los relatos que cuenta el cine han afectado a generaciones de personas mediante sus argumentos, sus contenidos, sus imágenes y sus ideas. El cine es cultura popular, arte y espectáculo. Las tramas y los temas del cine pueden y deben ser llevados a las aulas como elemento reflexivo y, por ende, orientador de comportamientos”, menciona Enrique Martínez-Salanova Sánchez en su texto ‘El valor del cine para aprender y enseñar’, publicado en la revista Comunicar.

Lo que también comenta este antropólogo, pedagogo, escritor y educador, es que el cine es un medio para desarrollar las capacidades expresivas y cognoscitivas del sujeto (desarrollo de comprensión, razonamiento e inteligencia), pero también es un medio para promover en el joven (o una persona en general), una disposición a la creatividad y al arte, que al mismo tiempo que fomenta la sensibilidad humana, como la empatía hacia el prójimo.

Un estudio publicado en 2014 por la revista académica The Journal of Applied Social Psychology, reveló que la gente que está emocionalmente apegada a Harry Potter y sus personajes tiende menos a lastimar a otros, o ser menos prejuicioso hacia sus semejantes. “Harry Potter simpatiza con los personajes de categorías demeritadas, intenta entender su sufrimiento y busca la equidad social. Así que mis colegas y yo pensamos que esos sentimientos de empatía son el factor fundamental para reducir los prejuicios. El mundo de Harry Potter es caracterizado por clases sociales estrictas y por consiguiente prejuiciosos, lo cual es algo paralelo a lo que ocurre en nuestra sociedad“, comenta Loris Vezzali, profesor de la Universidad de Modena y Reggio Emilia, en Italia, y quien lideró el estudio.

Lo que se dieron cuenta los expertos durante su investigación es que, tras leer escenas clave, como aquellas en las que el personaje de Draco Malfoy trata con desdén a Hermione Granger por no venir de una familia de brujos, los niños con los que se realizó el estudio mostraron más tolerancia y empatía hacia los grupos minoritarios, como los homosexuales o los refugiados.

Si bien el estudio se realizó tomando como base los textos escritos por la autora de la saga literaria, J. K. Rowling, la idea puede resultar en efectos similares si se eligiera mostrar a las personas las escenas que abordan estos pasajes escritos, porque la esencia del mensaje es la misma, por lo menos en este caso.

Lo importante entonces es propiciar ese análisis y debate. No basta con ver; no sirve mostrar una película en el aula si no le sigue una dinámica académica de deconstrucción de la información. No es sólo ver una película en casa o en el cine, sino hablar también de las impresiones que se tuvo de lo que se vio.

“Una película no basta con verla. Hay que analizarla con ojo crítico con el fin de sacarle todo el partido posible, para comprenderla mejor y valorar el cine como contador de historias, como transmisor de valores y como portador de arte y de conocimientos”, comenta también en su texto Enrique Martínez-Salanova Sánchez.

Enseñar a ver cine significa ver todo el cine: el que llama la atención, el que entretiene, el que reflexiona, el que informa, el que es vehículo de protesta y denuncia o el que profundiza en una historia de vida real, entre otros. Como todo, se aprende en la experiencia, viendo películas. Porque verlas, al mismo tiempo, es parte de la experiencia que es el cine; así, analizarlas, también.

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