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El jardinero fiel

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Corrupción significa engaño y manipulación; es abusar de algo o alguien cuya posición es menos privilegiada a la propia y, por lo mismo, no cuenta con los medios o la forma de defenderse y/o exigir sus derechos. La corrupción es, en corto, actuar de una forma dañina, deliberadamente, hacia el otro, aprovechando por ejemplo, una posición de poder para alterar el bienestar del prójimo para beneficio propio.

La corrupción es una forma de operar que llega a hacerse común entre las grandes compañías privadas, que manejan sus negocios con el fin único de crecimiento y desarrollo, no de la comunidad, sino el suyo. Un ejemplo son algunas empresas farmacéuticas, que aunque predican existir bajo el enfoque de crear y distribuir productos que ayuden a las personas, a veces logran esto sólo afectando primero a las comunidades que califican como reemplazables, que fungen como sus objetos de pruebas, para la experimentación de sus producto; lugares donde esta realidad es la única forma de supervivencia. Se trata de un ejercicio de muerte sobre grupos de población prescindibles para estas compañías privadas internacionales, con el pretexto de proteger el derecho de vida de la especie humana, argumento que esconde su interés económico por la máxima ganancia posible.

Este es el escenario que profundiza la película El jardinero fiel (Reino Unido-Alemania-EUA-China, 2005), dirigida por Fernando Meirelles, escrita por Jeffrey Caine, basándose en el libro homónimo de John le Carré, y protagonizada por Ralph Fiennes, Rachel Weisz, Danny Huston, Bill Nighy y Pete Postlethwaite, entre otros.

Ganadora del premio Oscar en la categoría de mejor actriz de reparto, para Weisz, además de recibir otras tres nominaciones, en las categorías de mejor edición, música y guión original, la historia trata de una mujer que, a su manera, intenta pelear contra las injusticias del sistema y demostrar públicamente la corrupción dentro de los organismos del sector salud, específicamente el farmacéutico.

Tessa es una activista humanitaria que se da cuenta que una compañía farmacéutica llamada Tres Abejas está cobrando favores en el gobierno británico para ocultar las pruebas que están haciendo de un medicamento experimental contra la tuberculosis en diversas comunidades africanas, sin embargo, sus efectos secundarios pueden ser fatales y, en lugar de elegir retirarla del mercado para replantear la fórmula del medicamento, la compañía prefiere continuar con sus pruebas apostando por el descenso paulatino de la tasa de mortandad ligada al uso de la medicina; todo porque comenzar desde cero resultaría menos redituable.

Para las empresas ligadas con la producción y distribución del medicamento lo más importante es no perder el dinero de su inversión, algo que priorizan por encima de realmente ayudar a las personas a quienes se les regala el producto farmacéutico, y quienes no tienen otros medios para conseguirlo, pero incluso por encima de aquellos enfermos a quienes se les vende el tratamiento. Las empresas, contrario a lo que afirman, por más que lo publiciten, no tienen un compromiso con la salud humana, sino con sus propios negocios.

Tres Abejas es una empresa privada que opera en coalición con otras similares. Su estrategia es ofrecer medicinas a gente de bajos recursos de forma aparentemente gratis; el precio a cambio es que la medicina y las consultas médicas sirven a la compañía como método de experimentación y análisis de datos sobre los efectos de la droga. Las pequeñas comunidades en Kenia son el blanco elegido, porque ahí habitan personas a las que en general pocos o nadie pone atención. Se trata de un mundo distante y extraño para la mayoría de la población mundial, un lugar del que nadie habla y pocos se preocupan. La tasa de natalidad o mortandad está apenas registrada por las autoridades y el sistema médico privado o de gobierno está tan pobremente desarrollado que lo que ahí sucede con dificultad tiene un eco a gran escala, es decir, no importa cuántos mueran por el fármaco, pocos se fijarán en la injusticia de lo que sucede, y los que reparan en ello, los grupos de activistas o voluntarios de las Naciones Unidas, casi nada pueden hacer al respecto, toda vez que se enfrentan contra una sistema viciado desde las hasta esferas que lo manejan.

Este grupo poblacional, la gente pobre que vive en comunidades alejadas del primer mundo, es para las empresas gente prescindible, algo que Tessa, quien está casada con un diplomático británico trabajando en Kenia, descubre. Ella se da cuenta del negocio corrupto y perverso de Tres Abejas y sus socios; por ejemplo, el hecho de que donan medicamentos a las comunidades más necesitadas cubriendo sus acciones deshonestas bajo la careta de ayuda humanitaria, pero el verdadero fin es deducir impuestos y poder vender la idea de que son una empresa responsable. Las medicinas, más preocupantemente, además, están caducadas, algo que demuestra que para las compañías la acción es sólo una pantalla mercadotécnica, no una labor altruista.

En efecto, las compañías gastan cifras millonarias en campañas publicitarias para vanagloriarse de sus logros de ayuda al más necesitado, cuando en realidad se trata de estrategias trazadas con el fin de ayudarse a ellos mismos, su imagen incluida. Se auto engañan además, amañando las pruebas de sus resultados, excluyendo de sus reportes a aquellas personas que presentan los más graves efectos secundarios, desapareciendo sus cuerpo en fosas comunes, para así forzar a que el resultado del medicamento salga a su favor y sea, subsecuentemente, de esta manera ilegítima, aprobado para su venta; un ejercicio común de simulación, ocultamiento de datos y alteración de informes como estrategia.

Pero además la compañía farmacéutica también se auto convence de que la gente a la que ‘ayudan’, a la que regalan sus medicamentos, son además pacientes que son asistidos contra todo pronóstico, y por tanto, los hace a ellos misericordiosos por ayudar a personas que van a morir, gente infectada de otras enfermedades o atrapada en medio de una zona en conflicto, donde la guerra acaba con más vidas que las muchas enfermedades.

Su lógica es una manipulación y tergiversación de la realidad, destinada a justifica su actuar. Su compromiso debería ser con la salud humana y los pacientes mismos, según su juramento con la medicina y hasta los valores sociales, pero no es así y la evidencia es la malversación de recursos.

Conectando los puntos y dándose cuenta de que Dypraxa, el medicamento en cuestión, está presente en todos estos casos de enfermedades y muertes, Tessa va descubriendo que la escala del problema es más grande de lo se deja ver a primera instancia. Tres Abejas, productora de Dypraxa, es, además de distribuidora del medicamento, distribuidora de un pesticida. Una empresa que hace un producto para matar y un producto para sanar, al mismo tiempo, nunca es una buena señal.

Pero además, para operar en África, para ofrecer consultas, atender pacientes y donar medicamentos, Tres Abejas debe contar con los permisos respectivos que se obtienen de parte del gobierno, en este caso británico. Eso significa que, o las autoridades británicas y kenianas cometieron un error y pasaron por alto las irregularidades en Tres Abejas, o saben lo que está sucediendo y aun así aprueban la injusticia como se opera, es decir, avalan y son cómplices de la corrupción. Se trata de lo segundo y el motivo es, una vez más, favores y beneficios a cambio; Tres Abejas se ha unido con otra empresa suiza-canadiense, KDH, quienes prometen al gobierno británico abrir sus nuevas instalaciones en Gales, en lugar de Estados Unidos, un modelo de negocio que traería ingresos e inversión significativa al gobierno británico.

La importancia de la pelea de Tessa es exigir un cambio; no sólo se trata de conocer la verdad y/o hacer algo, se trata más bien de exponer las pruebas de la corrupción e injusticia, porque sólo evidenciando públicamente la realidad se forzará a los implicados a responder o a dar la cara para enfrentar su responsabilidad.

Un día, camino a casa, Tessa y su esposo Justin se topan con unos pacientes que acaban de salir de la clínica. Ella le pide que lleven a esta familia a su casa, pues caminarán toda la tarde antes de llegar a su destino. Él le dice que no pueden ayudar a todas las personas en el mundo, que no pueden llevar a casa a todos los pacientes que, sin recursos, deben caminar a diario hasta su trabajo, a una clínica o al lugar donde se les provee de agua o de comida. Tessa se molesta porque dice que no pueden ayudar a todos, pero que sí pueden ayudar a estas personas, a esa familia específica, en ese momento específico.

Ambas posturas tienen su parte de validez en su argumentación. Justin es quien dice que ayudar de poco en poco, de uno en uno, de paciente en paciente y familia a familia, soluciona el problema, pero sólo al momento; si ayudaran a esas personas llevándolas a su hogar para que no caminen no soluciona el verdadero problema de fondo: la falta de apoyo del gobierno, la situación social de pobreza extrema que se vive en la comunidad, o la incapacidad del gobierno por proveer servicios de transporte público, entre muchos otros más. ¿Qué pasará al siguiente día, la próxima vez que requieran ir a una clínica, quién se solidarizará para llevarlos entonces en automóvil a su destino? ¿Quién, si en ese momento y para entonces ellos ya no estén ahí? Lo que demuestra que la caridad tranquiliza consciencias pero no resuelve los males estructurales del sistema capitalista de producción.

Lo que Justin enseña en ese momento a Tessa es que, si bien el valor de solidaridad es importante rescatar, también se necesita trazar planes a largo plazo, mirar a futuro, ir al fondo del asunto y no sólo al siguiente paso inmediato. De la misma manera, una vez que Tessa es asesinada y Justin retoma el asunto para cumplir con su misión de develar la corrupción en el gobierno detrás de las acciones que realiza la empresa Tres Abejas, él descubre que, aunque su plan está encaminado a lograr un cambio a futuro, el cambio en sí toma forma cuando alguien, él o quienes colaboran con la investigación, aceptan, en ese momento y lugar específico, ayudar a alguien, cooperar, encontrar y dar soluciones.

Las empresas multinacionales farmacéuticas no sólo actúan con poca ética y moral, sino con perversión, dolo, mala fe, dañando a otros, falseando datos, comprando permisos, aparentando ser humanitarios cuando en realidad están perjudicando a aquellas personas de quienes abusan y engañan para hacerlo. ¿Cómo combatir la corrupción? ¿Se puede hacer de forma pacífica, justa, honesta, correcta, objetiva, razonable e incluso legal?

Tal como lo evidencia la historia, que deja ver que para hacer justicia muchos se sacrifican en el camino, --lo mismo que muchos se dejan cegar por el soborno y la mentira, volteando la cara al problema porque ese es el camino más fácil--, la pelea no será siempre un juego limpio, o sencillo, o equitativo. Al final la lucha de Tessa tiene un eco significativo en el mundo, pero, su pelea es sólo una representación de las muchas otras realidades similares que se viven en la actualidad y que no siempre son defendidas, o no siempre pueden salir a la luz como se observa en la película, un resultado que además toma a cambio la vida de altruistas que pelearon por lo correcto y que se quedaron en el camino, esperando que otros, como ellos, también hagan consciencia y actúen en consecuencia.

Ficha técnica: The Constant Gardener - El jardinero fiel

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