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Patrañas

Alfonso Villalva P.

Patrañas

Alfonso Villalva P.

La mentira pura y dura. Diáfana, espontánea y culturalmente arraigada. Mentira piadosa, mentira venial, mentira por protección, mentira fashion. El eufemismo que se transforma para no herir la susceptibilidad de algún terrícola colega tuyo, enamorado tuyo, supra o subordinado tuyo…, para endulzar la afirmación categórica, la negación contundente. La mentira para traicionar, la mentira que te lleva al paroxismo del placer. Mentira como terapia de pareja, como salvación última de la autoestima.

Mentira que, a fin de cuentas, se espera todos comprendan su “verdadera” razón de ser y mientan, por un tanto o igual de regreso, como una suerte de validación al embuste, pues hasta hay religiones que eximen de responsabilidad con perdones en el confesionario, o días del año del perdón, o penitencias peregrinas, de todo y de mentir, además.

Así como el miedo, la mentira también ha resultado ser una industria rentabilísima cuando se endereza para empresas menos cotidianas y chocarreras, para el consumismo, por ejemplo, o los remedios a la salud, los productos milagro, las dotes artísticas de Justin Bieber y, la favorita de todos, la mina de oro inacabable de hacer política. Esa mentira que ya en esas dimensiones experimenta nuevos lanzamientos, nuevas ediciones, audaces formas innovadoras, ritmos más intensos, olas de popularidad, diversas plataformas, pero que nunca resta su capacidad para generar valor a aquél que la explota.

Desde luego que a ti, lector querido, te podrá venir a la mente el inmediato sabor rancio de la figura del flamante inquilino del ala occidental de la Casa Blanca, que con absoluto descaro miente una y otra vez, en tu cara, en la mía, en la de cualquier espectador que con al menos tres neuronas dedicadas a la memoria o a la verificación de datos, sepa de antemano la retórica del embustero, y le pille una y otra vez al villano favorito del planeta entero que no ceja en su empeño, libremente elegido o convenientemente amaestrado por Bannon –el Lex Luthor de la era post moderna-.

La mentira que se vuelve verdad a fuerza de repetirla. Pero de pronto nuestra mente nos traiciona y nos obnubilamos con el fenómeno de moda, naranja, pestilente y misógino, y restamos protagonismo a los grandes exponentes de la mentira en tierras más mesoamericanas, o hispanoamericanas, también, a quienes con una cara dura que hay que ver, mienten afirmando o afirman mintiendo. A quienes presumieron que eran los únicos capaces de engañar con la verdad, a quienes gritan las patrañas que su incapacidad les permite y las vuelven noticias de ocho columnas sin posibilidad de reversión para una masa sedienta de cotilleo, chisme, morbo…

La mentira patológica que el macho se repite ante el espejo y una copa de ron, después de haber vejado a su compañera de juegos, vilipendiado a la madre de sus hijos, o segregado a la empleada en gravidez. La mentira enfermiza que la actriz de moda repite cuando afirma que es feliz y vive entre algodones color de rosa, sabiendo el resabio que le genera el secreto de su bulimia exigida por un productor de televisión cualquiera, con tal de aparecer todas las mañanas en un diminuto vestido opinando del clima en Cartagena de Indias o en Punta Cana. La mentira soez con la que justificas tus fracasos y tu escandalosa proclividad a ser mediocre, conformista.

La mentira, en fin, con la que construyes tus relaciones personales, tus amistades, con la que describes tu profesión y desempeño laboral o académico. La mentira que blandes a la hora de amar. La mentira que encierran los baños de pureza que te das a través de memes en las redes sociales, o críticas crudas e inclementes a quienes saben o pueden más que tú. La mentira que intenta inútilmente justificar el origen de tu grosera y hortera riqueza después de haber ocupado un cargo público en el gobierno. La mentira por el vulgar objetivo de convivir.

La mentira que decides ignorar o perdonarte al terminar de leer esta columna, pues se ha arraigado tanto en este pacto social desquiciado que vivimos, que es muy difícil pensar en despojarte de ella para mirar a los ojos a tus hijos, hermanos, conciudadanos y presentarte tal como eres, con tus fortalezas y debilidades, siendo vulnerable por ser disfuncional a la mentira, pero abriendo una oportunidad de crear un mundo diferente, al menos distinto a este obús de patrañas que has adoptado como tu hogar transitorio en la era de la post modernidad.

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