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Snowpiercer

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

El hombre es responsable de sus acciones; decisiones y consecuencias, que asume según elije su vida, en relación a su persona pero también con quienes le rodean (el hombre como ser social); pero ¿es él el responsable de su ambiente o más bien la naturaleza sigue su curso como debe? Y, si la presencia del hombre afecta directamente el planeta, ¿cómo juzgar las acciones (positivas o negativas) de la sociedad respecto al lugar en el que vive?

Científicos y especialistas investigan las consecuencias de los cambios climáticos como fenómeno de una realidad presente y preocupante que deteriora el planeta y pone en riesgo la supervivencia del ser humano; un fenómeno, históricamente hablando, a manera de respuesta natural según los ajustes del planeta en su evolución. En la actualidad, muchos de estos cambios han sido causados por la mano del hombre: contaminación, sobrepoblación o deforestación, por mencionar algunos. ¿Es justificable el intento del ser humano por cambiar la situación que él mismo creó, o es que la naturaleza sólo sigue su curso, reajustándose a su nueva realidad, incluso si ello implica poner en riesgo la vida de las especies que habitan en él?

Snowpiercer o El expreso del miedo (Corea del Sur-EUA, 2013) es una película ambientada en el año 2031, 17 años después de que la Tierra se volviera inhabitable por culpa de un intento por desacelerar o combatir el calentamiento global, esparciendo una sustancia en la superficie terrestre que crean una nueva era glaciar. El mundo entero quedó congelado y la mayoría de las personas murieron, excepto aquellos que lograron subir a un tren que tarda un año en dar la vuelta alrededor del mundo, cíclicamente, proyecto propiedad de un empresario millonario de nombre Wilford.

La división de clases sociales se hace presente de acuerdo con la forma en que el sistema de organización permite a los habitantes de los primeros vagones una vida cómoda, con lujos, mientras mantiene a los últimos en condiciones deplorables, de habitación, higiene e incluso comida. La discrepancia entre estas realidades lleva a Curtis, de la clase baja, a liderar una revuelta. Con el objetivo de llegar hasta el primer vagón y tomar el control del tren, de la máquina que lo hace funcionar, Curtis libera a un prisionero, Minsu, antiguo jefe de seguridad, para abrir las puertas en su camino hacia adelante.

Explorando durante el viaje una realidad que creían extinta, la existencia de vegetales, plantas, animales y otras comodidades (el tren cuenta con piscinas, clubes y hasta spas), los rebeldes descubren un mundo hasta entonces distante para ellos, acostumbrados a comer barras de proteínas (que luego descubren están hechas de cucarachas) y acostumbrados a vivir con cartones, galones y otros materiales de desecho. Sin siquiera haber visto con sus propios ojos el exterior congelado en que se encuentra el planeta, en lucha contra la policía de la clase acomodada que les corta el paso y los reprime, estas personas pelean por derechos, dignidad, respeto, oportunidades y una mejor forma de vida, que Wilford y los de la clase alta han mantenido al margen, explotándolos, denigrándolos y controlándolos con un sistema de organización inflexible, autoritario, radical y rígido, necesario, dicen ellos, para mantener un orden, un balance de vida, en suma, la lucha de clases entre el pequeño grupo que tiene el poder y la gran mayoría que vive marginada y en condiciones de extrema pobreza.

Luchando por la supervivencia, cada lado de la moneda tiene su propia forma lógica de pensar sobre cómo preservar la existencia humana, la economía, la autosubsistencia y la convivencia social dentro de los límites del ambiente espacial en el que se desarrollan, lugares cerrados que restringen las relaciones sociales, pero también la evolución y progreso de la sociedad, su gobierno, economía, cultura y convivencia. El número de habitantes de la ciudad móvil (el tren) debe ser limitado y controlado, lo mismo que las raciones de comida y la forma como se utilizan los espacios en los vagones; el tren debe tener todo lo necesario para subsistir, una realidad que choca directamente con su número de habitantes, su papel dentro del tren y su función en el sistema mismo. Una ciudad comprimida en un número limitado de furgones, miles de ellos, pero insuficientes para crecer, en todo sentido; una sociedad que pretende mejorar, que continúa desarrollándose, a pesar de estas limitantes, tal es su naturaleza humana.

Por más que se quiera, no todos pueden ser iguales, no porque la sociedad no lo permita, sino porque el sistema no está diseñado para operar de esta manera, porque el nivel de operación de los medios de producción es insuficiente para alimentar a todos en forma satisfactoria, porque la división del trabajo exige que algunos sean doctores, otros trabajadores, otros técnicos, unos más son el aparato de seguridad y existe el verdadero detentador del poder; no habrá equidad porque el tipo de organización no está diseñado para que la haya. El problema es que la división de clases se hace marcada. Wilford, a la cabeza de todo, no busca el bienestar para todos los que viven en su ferrocarril, sólo para algunos de ellos, a expensas de los que habitan en los últimos vagones, la población que para él, y para el resto de los de clase privilegiada, son desechables.

La rebelión refleja la inconformidad y la falta de equidad, ideales por los cuales luchar; un levantamiento tan necesario como importante para esta sociedad. Lo que Curtis eventualmente descubre es que su rebelión, como otras que existieron con anterioridad, son movimientos sociales controlados, promovidos por el propio Wilford con ayuda de Gilliam, amigo suyo y que viven en la cola del tren, fungiendo como mentor de Curtis y del movimiento que se organiza en esta sección. “El frente y la cola deben trabajar juntos”, menciona Wilford, en una reflexión que demuestra la forma controlada y manipulada con que opera su sistema de organización. La realidad de la revuelta no es la de un líder de clase obrera peleando por las injusticias que se presentan en contra de ellos, sino que se trata de dos clases opuestas siendo manipuladas por sus propios líderes, por razones que ellos consideran justificadas, trabajando por alcanzar un mismo objetivo.

Los motivos de esta dinámica son, para Gilliam y Wilford, una realidad necesaria para el equilibrio social, para controlar la sobrepoblación y mantener condicionados a sus ciudadanos; alzar sus voces y pelear por un propósito les da esperanza a los de atrás del tren, una esperanza mínima pero importante, suficiente como para no borrar a su clase, pero mínima como para llegar a quebrantar el sistema de organización, promoviendo así una escalera estructural donde cada eslabón cumple funciones y roles específicos. La gente de la parte trasera no pertenece a los vagones delanteros, les dice Mason en uno de sus discursos, una de las encargadas de controlar el orden y el cumplimiento de las reglas.

Hay conformidad por parte de los privilegiados, pero los que no viven estos beneficios deben encontrar respuestas, opciones, nuevas salidas y nuevas rutas para explorar. Minsu (junto con su hija Yona) sabe que el exterior, el planeta, ya es habitable y esa es su motivación para trabajar al lado de Curtis; aunque la barrera de lenguaje hace que su plan para salir del tren no pueda ser compartido como alternativa de liberación para el resto de los personajes. Para Curtis y todos los que pelean con él, el cambio es necesario, requerido y deseado. WIlford piensa que su caos controlado puede mantener un equilibrio, un balance sustentable, tal lo menciona y lo imagina él, pero la respuesta de los habitantes de los últimos vagones es sólo natural rebelión en respuesta al tipo de control de gobierno que se ha vivido por años. Se trata de un ambiente de desigualdad que alcanza un punto límite, destinado a explotar eventualmente.

Sin formación o educación y sólo con limitaciones y condiciones precarias, la clase obrera no encuentra un ambiente ideal para su formación, así que lo exige; en contraste con la forma en que viven los de los otros vagones, pasivos, controlados, donde la educación de los niños está guiada hacia una forma específica de pensamiento: adorar el tren, a su creador, su sistema y su funcionamiento (la máquina), donde todo y todos los que lo cuestionen están equivocados. Mientras los niños de los vagones privilegiados crezcan con este tipo de pensamiento, el sistema, de mano de los líderes y guías de esta sociedad, no cambiará.

La vida es un experimento por la supervivencia, donde la gente que se ha acostumbrado a su mundo (promovido por su estilo de vida despreocupado, producto de los lujos que disfrutan, en donde no pelean por nada ni sacrifican a nadie), beneficiando con su conformismo y falta de reflexión a los gobernantes de este sistema de clases, propicia con sus acciones, actitud y decisiones la reflexión crítica por parte de aquellos que viven en un mundo opuesto, compartido con la clase alta, pero en condiciones opuestas, que encuentran los defectos en un sistema que les falla a ellos mismos. El tren es una ciudad, un modo de vida, es el espacio que permite al hombre seguir existiendo, pero es también una prisión, donde los que viven cómodos disfrutan sin cuestionar, mientras los que adolecen se atreven a retar, para sobrevivir.

El hombre provoca el calentamiento global, el hombre intenta resolver el problema con su ciencia, el hombre termina con la vida en el planeta. Ciencia contra naturaleza, evolución frente a extinción, clase propietaria contra clase marginada, libertad contra esclavitud.

Dirigida por Joon-ho Bong y escrita por él junto con Kelly Masterson, basándose en la novela gráfica “Le Transperceneige”, por Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette, la película está protagonizada por Chris Evans, Kang-ho Song, Go Ah-sung, Jamie Bell, John Hurt, Tilda Swinton, Octavia Spencer y Ed Harris.

Ficha técnica: Snowpiercer

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