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Ruleta Rusa en Vivo

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Existen normas y reglamentos que regulan el contenido de las telecomunicaciones. Radio, televisión y cine, por ejemplo, se rigen bajo estándares impuestos por diferentes instancias que velan por su buen funcionamiento en transmisión y contenido. En Estados Unidos, opera la Comisión Federal de Comunicaciones (Federal Communications Commission, la FCC), agencia independiente pero que responde directamente al Congreso de la Nación.

Esta forma organizativa entre gobierno y agencia estatal abre la ventana a una importante cuestión, si “censurar” es “formar el juicio de una cosa” (según lo define el Diccionario de la Lengua Española), ¿quién marca los parámetros para ese juicio?

“Una persona puede volarse el cerebro frente a la pantalla, pero la FCC no permitirá ni por error que haya un desnudo”, critica uno de los personajes de la película Ruleta Rusa en Vivo (EUA, 2007), cuando se cuestiona sobre el contenido del programa que está diseñando el equipo de producción de una cadena televisiva, que consiste en un trazar, como entretenimiento, con formato de concurso, un programa en el que varios participantes jueguen ruleta rusa en vivo y en directo. La idea, como siempre, busca crear la suficiente expectativa para que la audiencia aumente, para lo cual buscan concursantes a los que se pueda encontrar el lado sentimental-afectivo que interese al público meta. La película fue escrita y dirigida por Bill Guttentag, protagonizada por Eva Mendes, David Krumholtz, Andre Braugher, Katie Cassidy, Monet Mazur, Rob Brown, Eric Lively, Jay Hernandez y Jeffrey Dean Morgan.

En esta historia el personaje principal es Katy, la jefa de programación de la televisora, ávida por ganar audiencia y convertir al canal en el más sintonizado entre el público. Al inicio de la película, ella está planeando un programa llamativo y sensacionalista; tras escuchar ideas que parecieran absurdas y exageradas, programas de cambio de imagen abiertos a votación del público o persecuciones policiacas con material de grabaciones reales (y cualquier parecido con la realidad, de la programación actual moderna, no es pura coincidencia), Katy se decide por el juego de la ruleta rusa, convencida de que es el tipo de programa que llamará la atención del público. La fascinación por la muerte, que siempre ha intrigado al ser humano, hecha espectáculo en beneficio del consumo y la ganancia.

La audiencia, el espectador y la sociedad, busca sexo y violencia, se excusa Katy; eso es lo que vende y eso es lo que la gente consumirá a través de su televisor. “La gente quiere ver lo que quiere ver. Si no se los damos, somos historia”, le insiste a su jefe, comparando su competencia y poniéndose frente a otros contenidos televisivos; indirectamente, con lo que noticias y programas informativos muestran en su espacio día a día. Sólo hace falta mirar el tipo de programación popular que aparece en la televisión común hoy en día para entender el razonamiento con el que Katy construye su propio espectáculo. La vulgarización de la cultura como práctica y el morbo como factor motivacional.

Y aunque algunos critican su plan, el que todos comiencen a hablar de él crea aún más expectativa al respecto. Mientras, el abogado de la televisora apela a la FCC para permitirles la transmisión, justificándose con la importancia de la “libertad de expresión”, un concepto que manipula de forma que se perciba que los concursantes eligen jugar un juego a muerte por elección propia, y argumentando que es el respaldo a esa decisión personal la que ejemplifica el buen manejo del derecho a la libertad [si ellos quieren hacerlo, el país no debe ni puede coartar su libertad de elección, razona manipuladoramente el abogado]. Katy y su equipo de producción, por su parte, manufacturan un guión de contenido, convirtiendo el programa en un reality de competencia fabricado, donde los concursantes son elegido a conveniencia y cuyas historias de vida (los segmentos de biografía de los concursantes) son manejados de una forma que con ellos se pueda manipular los sentimientos de la audiencia, dándoles suficiente variedad y profundidad para crear empatía con alguno de ellos, el empuje suficiente para que elijan ver el programa y saber si resultan ganadores sus favoritos.

Cada uno de los personajes que Katy escoge para formar parte del proyecto, en su primera emisión, son una gama de personalidades con las que el público se identifique, aquel quien viene de una familia con pocas posibilidades económicas, por ejemplo, o quien necesita el dinero para ayudar a su hijo enfermo; el aventurero o la joven que buscan entrar al medio artístico con la fama pasajera que su presencia como concursante les pueda dar, etcétera. El qué motiva a los concursantes a ser parte del programa y el qué le dicen al público que los motiva no siempre son la misma cosa, pero es el tipo de historia de ficción, como herramienta, que un programa disfrazado de realidad, concurso y competencia, utiliza para acercarse a su audiencia, para atraerla e impulsarla a sintonizar.

¿Cómo se construyó, históricamente, el poder de validación que aparentemente la sociedad la ha dado a la televisión? El abogado de la televisora parece optar por el camino justificativo que piensa que si el público lo ve, entonces está bien hacerlo y transmitirlo; como los concursantes piensan que su oportunidad en el programa es a su beneficio, tanto por ganar el dinero del premio (si sobreviven a la prueba), al mismo tiempo que como plataforma para un futuro y una carrera (querer aparecer en la televisión como forma de aceptación y realización). Pero el “Cada quien hace lo que quiere porque es un país libre” o el “si aparece en la televisión es acertado o correcto”, son dos formas de pensamiento que en realidad no hablan de libertad, sino de la falta de orden y coherencia social.

Programas de televisión como los que la película presenta, existen en el mundo real porque gente como la que aparece en la película (Katy y su equipo) está dispuesta a explotar a su audiencia, mientras los espectadores siguen clamando por un contenido más espectacular e impactante (sensorialmente), sin darse cuenta que con ello se trivializan. La sociedad se minimiza con este tipo de programas, los que a ellos asisten, por lo menos cual se muestra en la película, se humillan, y actos de violencia y muerte se vuelven banales, como se demuestra en la historia cuando uno de los concursantes que dispara el arma, muere tras apretar el gatillo. El arma sólo contenía una bala de verdad, mientras las otras eran de salva; sólo uno moriría y todos lo saben, pero aquel a quien le tocó se vuelve una sombra frente a los ganadores y sobrevivientes, estandartes del éxito, figuras validadas por la televisión y que la sociedad acepta porque previamente cedió ese poder a los medios de comunicación. Desde luego, en la vida real igualmente hay programas de cine, radio, televisión e internet que se burlan de las personas, hacen escarnio de su condición social y se les humilla con tal de obtener premios en efectivo o asistir a otros eventos del espectáculo. El tan cuestionado “bullying”, que sin embargo es utilizado como medio de diversión a costa de la dignidad de las personas; en paralelo, programas igualmente cargados de violencia como forma cotidiana para resolver conflictos, o como simple diversión.

Una muerte transmitida en televisión en vivo e ignorada por el paquete de entretenimiento con el que fue vendida a su audiencia, como programa de diversión y de competencia. “Esto cruza la línea”, le dicen a Katy cuando ella propone el programa a la televisora y sus inversionistas. “¿Cuál línea?”, contesta ella, evidenciando las miles de formas en que el sensacionalismo se explota (a veces de forma disfrazada), en miles de maneras, dentro del contenido de los medios de comunicación, como información o entretenimiento por ejemplo, supuestamente en nombre de lo que su audiencia pide. ¿Y quién tiene la razón? ¿Quién rige el control de censura? ¿Por qué y para qué? Convence a los patrocinadores y a los Senadores del Congreso, le dice Katy al abogado, ellos ganarán el doble de dinero para sus propios propósitos una vez que el programa se vuelva el de mayor audiencia en la historia de la televisión.

Ficha técnica: Ruleta rusa en vivo - Live!

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