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Mi bella dama

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

La importancia de hablar bien, la importancia del lenguaje (para comunicar, construir conceptos) recae en aspectos como la cultura y la educación. Hablar bien o, al contrario, las fallas del lenguaje, no sólo implican pronunciación, práctica, nivel educativo o conocimiento personal, es sobre todo reflejo de la sociedad y su desarrollo. Mi bella dama – My fair lady (EUA, 1964) habla de esto de manera crítica, reflexiva y artística.

Musical ambientado en Reino Unido, la película trata la historia de Eliza Doolittle (Audrey Hepburn), una joven que vende flores en la calle y que se caracteriza por tener una pronunciación terrible de su lengua, lo que además refleja su bajo nivel en la escala social. Entonces se encuentra con Henry Higgins (Rex Harrison), profesor de fonética que, como experimento para sus estudios, se propone enseñar a Eliza la manera más correcta de hablar, a tal nivel que incluso la haga pasar por una dama de alta sociedad. Las personalidades por supuesto chocan, mientras, la joven se da cuenta que, si es cierto que hablar bien es importante, su dialecto no es lo único que la define como persona, sino también cuenta su experiencia,  pensamiento, comportamiento, su familia, sus deseos, anhelos y  proyectos, que son todo lo que conforma su esencia, la cual, por supuesto, es histórica, integrada en el proceso de vida de cada persona; Rex se presenta como un hombre refinado, egoísta e indiferente hacia su entorno (qué o quiénes le rodean) y selectivo en su trato, muy acorde a la clase social que representa en la narración.

Higgins asegura poder reconocer la procedencia de cualquier persona a partir de su forma de hablar, lo que demuestra que en el lenguaje viene implícito tanto experiencias como cultura, educación y medio ambiente. Una persona hablará de tal o cual forma según el lugar en el que viva y las personas con las que conviva, de ahí que, por ejemplo, alguien de un punto del país hable diferente que alguien de otro lugar del mismo territorio; los acentos se conforman por cuestiones socioculturales y ambientales (que incluyen desde dónde se estudia hasta los lugares que ha visitado, pasando por las personas con quienes se conversa cotidianamente).

El profesor quiere cambiar a Eliza para demostrar esa tesis, sin darse cuenta que en el proceso lleva al extremo los prejuicios, en especial el de las clases sociales. Cuando Higgins acepta a Eliza no repara en que ella en realidad ha visto la oportunidad de la experiencia como una forma de aprendizaje para mejorar. Ella razona que hablar mejor le puede dar oportunidades para encontrar trabajo donde usualmente no la considerarían como candidata, pero el profesor sólo ve en la dinámica un juego que alimenta su ego, Así, cuando la joven logra con éxito hacerse pasar por una dama de sociedad en un baile de gala, ella reciente que el profesor y su amigo, el Coronel Hugh Pickering (Wilfrid Hyde-White), otro experto en fonética, se vanaglorien de sus logros, sin notar que el esfuerzo no sólo es del maestro, sino también del alumno.

El reconocimiento al esfuerzo llega al final de la historia, cuando tanto Eliza como Higgins se dan cuenta que tienen que ceder y reconocer tal cambio (algo que ella logra mejor que él), cuando la joven entiende la disciplina que ha aprendido y él acepta cómo su actitud frívola ha dejado una huella de menosprecio hacia la joven. Situaciones que, además, temáticamente dentro del relato, hablan de la inflexibilidad de las reglas sociales de la época. Una serie de pensamientos conservadores donde se considera que el papel de la mujer es el de casadera, donde el rico es banal y el pobre es libre, donde la gente entonces, a raíz de esto, se pregunta: ¿Qué es mejor o qué es peor, el espíritu de lucha innato que las condiciones de la clase baja y la pobreza despiertan en los hombres, enseñándoles humildad y gratitud (encontrar lo positivo ante tantas adversidades), o la riqueza acompañada de caretas, especulaciones, soberbia, competencia y altivez que el medio de la clase social alta propaga (tal lo demuestra la película dentro de su relato)?

Un ejemplo para explicar más a fondo tales detalles se encuentra en el personaje del padre de Eliza, Alfred (Stanley Holloway), quien se pronuncia a favor de la suerte y la indiferencia ante la responsabilidad. Él asegura que prefiere no trabajar a sabiendas que cualquiera a su alrededor está calificado para hacer lo que él hace (recoger basura), y reniega del dinero y de lo que tenerlo implica, como cuando recibe una donación que lo saca de la pobreza y asegura que el problema es que entonces tendrá que preocuparse para vivir para otros y no sólo por él mismo, producto de lo socialmente aceptado que se espera de la clase media en la que vivirá a causa de la donación. Previo a esto, Alfred vive de limosnas que le permiten emborracharse, incluso, intenta sacar provecho monetario de su hija cuando descubre que está viviendo en la casa de un hombre rico que le está dando lecciones y la ha recogido de las calles para volverla su alumna.

Alfred conoce a su benefactor económico gracias a Higgins, a quien éste le habló de las habilidades retóricas de Alfred. Lo que el padre de Eliza logra dominar, a pesar de su dicción y pronunciación cortada, es saber qué decir a otros y limitarse a sólo lo necesario para vivir al día. La retórica es la composición del lenguaje para persuadir (con argumentación y razonamiento), pero que puede cruzar la línea hacia la manipulación cuando distorsiona la realidad y obedece a intereses personales, es decir que no orienta, sino convence e impone, que es lo que Alfred hace.

La dinámica entre estos personajes refleja diferentes formas del lenguaje y el impacto que tiene en la vida y comportamiento de cada uno; Eliza aprende la correcta pronunciación y dicción como una forma de pulir comportamiento, pensamiento y acción. Ella no aprende en realidad nuevas palabras y nuevos conceptos, demostrado en la película cuando Higgins la lleva al Hipódromo de Ascot (carreras de caballos) a poner a prueba sus lecciones de lenguaje, donde la invita a hablar con otros pero la limita en la conversación a temas del clima y la salud, que es lo que llena las conversaciones entre el resto de los asistentes. Así, una persona puede ser aparentemente culta y conocedora y aún hablar con un lenguaje pobre, limitado, repetitivo. ¿Qué dice esto de la sociedad actual? Gente con conocimiento que se limita a cierto número de palabras o caracteres, abreviaciones e íconos visuales como sustituto del lenguaje hablado y escrito, del lenguaje y sus posibilidades, del lenguaje y su riqueza, del lenguaje como identidad sociocultural (una palabra en español puede tener diferentes acepciones en inglés o francés; una palabra francesa puede no tener un relativo al cual traducirse en español; y una palabra en inglés puede tener más de un significado en español, y así con otros idiomas y lenguajes).

“Su inglés es tan bueno que debe ser extranjera”, dice un experto en idiomas tras intentar definir, por su acento y vocabulario, la procedencia de Eliza en el baile de gala. Es porque lo locales están acostumbrados a destrozar el idioma, razona Higgins, quien se ha dado cuenta que ha logrado borrar los indicios del pasado de Eliza, lo que consecuentemente provoca la desolación de la joven, al darse cuenta que la situación provoca un impacto en su vida más grande de lo que había previsto y que, al mismo tiempo, desinteresa al profesor, cuya falta de empatía y consideración hieren a la chica. “La diferencia entre una dama y una florista no está en su comportamiento, sino en cómo la tratan” dice Eliza, reprobando que el profesor la haga menos con su arrogancia, a pesar de su relación, de su amistad y del tiempo que han pasado juntos, y muy al contrario del comportamiento del Coronel, quien le ofrece respeto a la joven, a pesar de que ellos no tienen la misma posición social, porque Eliza, en efecto, se define por algo más que el lugar donde nació, creció, o la forma en la que habla (recalcando así también la importancia de la moral y el trato social).

Dirigida por George Cukor, con un guión de Alan Jay Lerner, basado en una obra musical de teatro de 1912 de George Bernard Shaw, Pygmalion (Pigmalión – relato griego sobre un hombre enamorado de la estatua que él mismo esculpió y que luego cobra vida), la película ganó ocho de los 12 premios Oscar a los que estuvo nominada; mejor actor principal para Rex Harrison, mejor director y mejor película entre los galardones que recibió.

Ficha técnica: Mi bella dama - My Fair Lady

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